sábado, 10 de noviembre de 2007

PreS.O.S


“La inseguridad” lidera las preocupaciones de los habitantes de la Ciudad de Buenos Aires y el Conurbano, según lo señalan varios informes. Se suele pedir “mano dura” -eufemismo de moda para pedir represión- y que los delincuentes no salgan más de prisión. Sin embargo, la situación en las cárceles es alarmante. Nueve de cada diez no tiene condena, y por lo tanto son inocentes, “hasta que se demuestre lo contrario”. El Estado viola allí todo tipo de derecho. Sobran las denuncias y las pruebas pero a nadie parece importarle. ¿Y a vos?

“Es posible que nos estemos pasando un poquito
 en el límite constitucional,
pero también la Constitución
 dice que las cárceles tienen que ser limpias
 y sabemos que no lo son”.
(Gobernador Felipe Sola,
en un encuentro con miembros
del Comité Contra La Tortura)

Por Luis Zarranz
Cada día es más frecuente oír distintas voces que reclaman que se “haga algo” para frenar la “ola” de inseguridad. Por lo general, las opciones que más se escuchan son distintas opiniones que varían entre la “mano dura” y la “mano de hierro”.
Se dicen cientos de cosas sobre la inseguridad, los medios destinan cada vez más espacio para narrar hechos delictivos, pero sin embargo, pocas veces se (nos) explica las causas que la generan, rara vez se vincula los orígenes posibles –marginalidad, desigualdad, desocupación galopante, falta de oportunidades, discriminación y el sistema de consumo en el que vivimos que ofrece a todos lo que sólo unos pocos pueden obtener– con sus consecuencias.
Brillan por su ausencia los debates a fondo y se argumentan poco las escasas posibilidades que tiene cualquier política de seguridad sino va acompañada de una verdadera distribución del ingreso y de oportunidades.
Uno de los temas que están desaparecidos del debate público es la situación de las cárceles, puesto que allí debería –según la Constitución Nacional– empezar la reinserción de los delincuentes. Cuando uno acerca la vista y verifica su estado, percibe cuál lejos se está de semejante realidad.
 Las cárceles son depósitos humanos que, como admite con sorna el saliente gobernador bonaerense y diputado electo, Felipe Sola, violan el artículo 14 de nuestra Carta Magna y los derechos humanos de quienes están allí. Las cárceles están superpobladas, los presos viven en condiciones infrahumanas y los motines son moneda corriente debido al hacinamiento en el que se encuentran. Sin embargo, son pocos los que levantan la voz para denunciar estos atropellos por parte del Estado.
Dentro de este panorama, las prisiones que se encuentran en territorio bonaerense son las que presentan la situación más calamitosa. El 48% de todos los presos del país están detenidos en cárceles de la Provincia. Sobre una capacidad para 22.000 personas, éstas encierran a 25.250 presos, de los cuales el 83% no tiene una condena firme, es decir son “inocentes hasta que se demuestre lo culpable”.
Allí es mucho más fácil sufrir todo tipo de atropello que cualquier lección para reinsertarse en una sociedad. El Estado se muestra inerte frente a semejante realidad y no hace nada para modificar esta situación.
“Las cárceles son campos de concentración y de exterminio. No son más que un depósito de carne humana, donde los presos están obligados a domesticarse, cumpliendo todo tipo de directivas del Servicio Penitenciario, incluso órdenes ilícitas, como salir del penal para robar. Son lugares donde la vida no vale nada.”
La declaración no es el relato de un ex detenido, sino el testimonio del fiscal ante la Cámara Federal de Garantías de Bahía Blanca y miembro del Comité para la Tortura, Hugo Omar Cañón, que recorre a diario los penales bonaerenses y que tiene pruebas de graves delitos cometidos por el Servicio Penitenciario Bonaerense (SPB).
En los últimos dos meses de 2006 y en los primeros dos meses de 2007 hubo más de 800 hechos de violencia en las 52 cárceles que tiene la provincia de Buenos Aires. En la abrumadora mayoría se trataba de hechos perpetuados o ideados por los propios miembros del Servicio Penitenciario.
Sin embargo para el SPB, oficialmente, no son más que autolesiones o agresiones entre internos. En ninguno de los informes que elevó el Gobierno este año existe siquiera la sospecha de participación de agentes penitenciarios.
Pero en las causas que integran el informe anual del Comité contra la Tortura (un organismo público financiado por el Gobierno bonaerense y que forma parte de la Comisión Provincial por la Memoria) aparecen internos misteriosamente ahorcados, brutalmente golpeados, apuñalados, con balazos de goma en la mano o en la espalda, electrocutados o que han sufrido pasajes de corriente eléctrica.
“Es directa, en muchos casos, la relación entre los que aparecen ‘suicidados’ y los que habían denunciado previamente abusos del SPB”, afirmó Cañón. El Comité, del que forma parte el fiscal, pudo comprobar en informes anteriores que esos “suicidados” habían sido asesinados.
No en vano, entonces, en marzo de este año la Corte Suprema bonaerense reconoció al hacinamiento como desencadenante de la violencia y la degradación de la vida humana. En el fallo no sólo daba la razón al defensor general de San Nicolás, Gabriel Ganón -quien había presentado un hábeas corpus colectivo por las condiciones de hacinamiento de todos los presos del penal de San Nicolás-, sino que además reprendió severamente a los jueces por quedarse pegados al asiento en lugar de impartir justicia. 
Es más, el Estado fue denunciado por violaciones a los derechos humanos, por las condiciones en las que son alojados los presos, muchísimos de los cuales no tienen condena.

Según la ley, la prisión preventiva debería ser una excepción que, sin embargo, para los presuntos delincuentes que son pobres, funciona como regla. Sólo correspondería cuando se corre el peligro que el procesado se fugue o entorpezca la investigación. ¿Todos los presos preventivos que hay van a fugarse? ¿En serio? ¿Adónde pueden fugarse, la mayoría de ellos, presos de la miseria y la exclusión?
En definitiva, la prisión sirve para estigmatizar y criminalizar la pobreza y para ser parte de un círculo vicioso que empieza y termina con la exclusión.
Los presos se encuentran en una situación deplorable, en pésimas condiciones de higiene, con las cloacas que rebasan casi todo el tiempo y un olor insoportable, las ventanas tapadas con mantas o maderas, las instalaciones eléctricas son cables de los que cuelgan la ropa lavada, no hay red de incendio y los matafuegos se encuentran a unos 70 metros y atravesando dos puertas con candados. "Los extinguidores están acá por precaución", dijo recientemente un penitenciario sin explicar "precaución" para quién.
Ni aunque hayan cometido el delito más grave de nuestro Código Penal, el Estado puede brindar como respuesta la sistemática violación de sus necesidades básicas. De esta manera, es el propio Estado quien se está apartando del Estado de Derecho para infringir la ley. Así, la situación no dista demasiado de los centros clandestinos de detención de la última dictadura militar, incluso cuando ya se están registrando varias muertes producto de picana eléctrica, crímenes que siguen impunes pese a su denuncia.
En algo más de cuatro año 640 personas murieron dentro de las cárceles bonaerenses. Una lectura de la composición de esos números ofrece una perspectiva más reveladora: tomando como base el año 2005, de los 193 internos muertos en custodia del SPB, más de la mitad (104) lo fueron en forma violenta, a una tasa anual de 338,52. Ese mismo año, en la provincia de Buenos Aires pero fuera de los muros, la tasa fue de 6,4. O sea, un intramuros 5.189% más violento que el exterior. (Y eso que el Conurbano no es, precisamente, un lugar donde sentirse “seguro”).
Si las estadísticas se cumplen, en los próximos dos días un interno de cualquier cárcel bonaerense será asesinado a puntazos, se suicidará, será suicidado, morirá de sida o de tuberculosis, los modos más comunes de llegar al fin del recorrido tumbero, porque si algo es seguro es que en la cárcel no se muere de viejo.
Tales argumentos llevaron a que Ganón presentara el 15 de diciembre de 2004 un hábeas corpus colectivo. Menos de un año después, el 15 de octubre de 2005, uno de los años más oscuros de la historia de las cárceles de la provincia, la relación entre hacinamiento y muertes violentas quedó explícita: 33 presos murieron quemados o asfixiados, encerrados como ratas en el módulo 16 de la U28 de Magdalena, uno de los "módulos de bajo costo" (como los definió el abogado del Cels Rodrigo Borda), construidos por el gobierno de Felipe Solá para ampliar la capacidad de alojamiento sin los servicios necesarios.
Solá debería ser juzgado, aunque el hecho de que se trate de una persona del poder, lo convierte en inimputable.
Así como están las cosas, el gobernador electo Daniel Scioli no sólo deberá atender la que, dijo, será la prioridad de su gobierno –“la seguridad pública”– sino bajo qué condiciones viven quienes están, y vayan a estarlo, en las cárceles bonaerenses. Sino cualquier política en el área carecerá de sentido y correrá la misma suerte que sus antecesores, aunque Scioli haya dicho, en cientos de oportunidades, que de la “mano dura” no quiere ni hablar.
Parece chiste. Ojalá lo fuera. 

(Publicada en la "Agencia Walsh", 10 de noviembre de 2007)

martes, 6 de noviembre de 2007

La imposible misión de enrejar la realidad

Las rejas parecen ser un elemento sagrado de los tiempos actuales. Cada vez que crece la sensación de inseguridad, crece su demanda. Plazas, monumentos, ventanas, balcones, casas y hasta bóvedas soportan rejas de todo tamaño y estilo. ¿A quiénes separan de qué? Aunque los espacios públicos ya no son los mismos, las rejas, sobran ejemplos, no son efectivas para encerrar la realidad, ni mucho menos. 

Por Luis Zarranz


“Del otro lado de la reja está la realidad, de 
este lado de la reja también está
la realidad: la única irreal
es la reja… ”
Extracto del poema “La verdad es la única realidad”,
escrito en la Cárcel de Devoto. Paco Urondo (1973)

La frase de “Paco” Urondo impacta, y golpea. Queda en el aire, en la mente, en el corazón, en las entrañas. Ese poema, escrito desde la cárcel de Villa Devoto donde estaba encarcelado como “preso político”, define con magnifica exactitud una cuestión que suele rebuscárselas para complicarnos la vida: la realidad y su capacidad de multiplicarse.
Sin embargo, se detiene en un elemento, la reja, que resulta imposible, inevitable obviar. “La única irreal es la reja”, sostiene el poeta y militante para precisar que la realidad se halla a ambos lados. Y esa característica, precisamente, le otorga la categoría de irreal. Sin ella, sería lo mismo, porque con ella lo es.
El poema de Urondo, no obstante, le imprime una cualidad inevitable a este elemento  cada vez más visible –por desgracia en cada rincón de cualquier ciudad: la capacidad para dividir, separar espacios, nociones.
Por eso, a partir de las rejas, como aparato y como sustantivo, podemos pensar en varias situaciones que hacen a nuestra vida cotidiana. La Real Academia Española, que de real también tiene poco, define a las rejas como un “conjunto de barrotes metálicos o de madera, de varias formas y figuras, y convenientemente enlazados, que se ponen en las ventanas y otras aberturas de los muros para seguridad o adorno, y también en el interior de los templos y otras construcciones para formar el recinto aislado del resto del edificio”.
La Academia no describe que en la actualidad son un elemento sagrado para vastos sectores que colocan una reja en cada rincón para sentirse más "seguros". Así, son cada vez más usadas como seguridad que como adorno. No existe elemento más iconográfico frente a la inseguridad, en estos tiempos, que un par de rejas. Sus ventas aumentan a diario, cada vez que el mejor agente de prensa, los noticieros, dan cuenta de una nueva “ola delictiva”.
De todos los tamaños, colores y formas, las rejas funcionan como la medicina de acción más rápida para combatir el vandalismo y la inseguridad. La fiebre por instalarlas es ya a esta altura una enfermedad donde los únicos beneficiados son las empresas de seguridad y, con suerte, algunos herreros, trabajadores artesanales que se benefician por su demanda.
Escenas típicas. Chicos jugando detrás de las rejas de una plaza. Monumentos convertidos en jaulas de zoológico. Escuelas y estaciones de trenes cercadas con barrotes de acero. Balcones que parecen fortalezas. Estas son algunas de las postales de la vida cotidiana que se repiten cada vez con más frecuencia. ¿Qué está pasando?

La estética de calabozo

No hay manera de que la piel no se erice cuando uno recorre una ciudad y se encuentra con la imagen repetida de casas con rejas, plazas con rejas, monumentos enrejados. En la Ciudad de Buenos Aires, su mayor ícono, el Obelisco, está actualmente enrejado, vaya a uno a saber para qué. ¿A quién de quién separa? ¿Resulta muy alocado concluir que si una Ciudad desborda de rejas es porque, efectivamente, se han perdido grandes espacios de libertad?
Mario tiene 62 años. Los últimos quince años los vivió en la calle porque, cuenta, atravesó varios conflictos familiares que lo alejaron de su casa. Solía dormir en el Parque Centenario porque le parecía seguro, tranquilo y “ya estaba acostumbrado”. El tiempo verbal en pasado se debe a que desde hace algunos meses el Parque está enrejado, como la mayoría de las plazas porteñas.
Para muchos vecinos Mario era un problema. No su pobreza, ni mucho menos el hambre ni el frío que sufría. No. Nada de eso. Lo que los inquietaba era su presencia allí.
Ahora que el Parque luce como una cárcel a cielo abierto, Mario no está más. Para muchos vecinos se terminó el problema, aunque él sigue buscando qué comer y también dónde dormir. Eso sí, el parque es un lujo: un lujo de 8 a 20, cuando abre las puertas.
Si por definición, las plazas son un “espacio público” ¿cómo se puede concebir que estén enrejadas? Aquellos noctámbulos que en las noches de verano van en busca de aire fresco, ¿tendrán la llave para poder entrar a un lugar que debería ser libre? Está muy bien que se las quiera proteger, pero hacer de las plazas un lugar enrejado da cuenta hasta qué punto el discurso del Poder ha calado en el ciudadano medio.
En los últimos años los balcones, las plazas, las escuelas, los árboles, los monumento: todo está enrejado. En esos casos la reja es real, lo que es ficticio es la distancia que genera, el nuevo vínculo que se construye, por ejemplo, con un espacio público cerrado con candado.
En la Ciudad de Buenos Aires, la comuna puso 8.000 metros de rejas en los últimos años. Hasta los arquitectos y urbanistas más tradicionales coinciden en que la estética porteña cambió.
No hace mucho tiempo atrás era común ver a los chicos jugar con barquitos de papel en alguna fuente pública o a una pareja de enamorados jurarse amor eterno. Esas postales típicas ya pertenecen a otro tiempo histórico. Ahora una reja separa a niños de las fuentes y a enamorados de juramentos románticos. La estética del calabozo ya es “natural” en los lugares públicos. Pero la reja no puede encerrar las ganas de jugar del niño, ni el amor de esa pareja que ve cómo se dificulta su deseo de arrojar una moneda a la fuente que desborda humedad.
La voluntad, los sentimientos, se pueden filtrar por entre las rejas...

Adentro y afuera

Algo está claro. Las rejas marcan un límite. Para eso existen. Unos afuera. Otros adentro. Su sola presencia permite establecer parámetros de inclusión, exclusión, encierro o libertad. Pero asimismo hablan de una fractura social importante. Cuanto más crece la sensación de inseguridad, más rejas se colocan, casi como acto reflejo: más cárceles para evitar robos, más plazas y monumentos enrejados para evitar vandalismo, más vallas en los estadios para evitar colados, la Plaza de Mayo dividida en dos para evitar...
Se enchufan rejas allá y acá, sin detenerse a reflexionar siquiera un segundo sobre lo que implican, sobre soluciones alternativas y mucho menos sobre las causas que generan esa inseguridad.
El mensaje está claro: se encierra lo que se teme. Y se teme lo que se desconoce. Por eso este modelo encierra las plazas: porque le asusta cada vez más la libertad, el encuentro.
¿Las rejas mitigan los delitos? Está claro que no, a la luz de su eficacia. ¿Será que Urondo estaba en lo cierto y entonces son irreales?
Paco Urondo agregó en su poema: “La libertad es real aunque no se sabe bien si pertenece al mundo de los vivos, al mundo de los muertos, al mundo de las fantasías o al mundo de la vigilia (...)”. “Aunque parezca a veces una mentira, la única mentira no es siquiera la traición, es simplemente una reja que no pertenece a la realidad”.
La realidad es otra cosa, que se filtra por las millones de rejas que la intentan cercar.

(Publicada en el portal "Jaque al Rey", en el 2007)

viernes, 5 de octubre de 2007

La puta que parió a Sonia


Sonia Sánchez llegó muy joven a Buenos Aires proveniente de Chaco. Durmió en Plaza Once. Allí vivió y se prostituyó por primera vez. A los 42 años logró apropiarse de la palabra puta y transformar su vida en un espacio de rebeldía para interpelarse como mujer explotada por un “Estado proxeneta”, cómplice de esa situación. Es actual integrante del colectivo periodístico “Lavaca” y coautora del libro “Ninguna mujer nace para puta”. Y es puro impacto, lucha y ovario, aquí habla en primera persona porque su palabra no necesita ningún tipo de intermediación. Con ustedes: la puta que parió a Sonia.

Por Florencia Silio y Luis Zarranz

“Antes hablaban por mí los parásitos y el entorno que me rodeaba. Ahora digo lo que pienso, digo lo que siento, tomo mis propias decisiones y me las banco. Escucharte… es una belleza escuchar tu propia palabra”

“Recuerdo que la primera vez que pronuncié la palabra puta lo hice en mi casa y en voz alta. Nombrarme yo misma puta, reconocer que era una persona explotada, me provocó una catarsis tremenda y fue un proceso en absoluta soledad. Es que la palabra puta me dolió y me humilló durante muchos años y me convirtió en una mujer sumisa y muda. Escuchar tu propio sonido no tiene precio, por supuesto no es fácil porque trae vómitos y mucho dolor. Pero desde el momento que la nombré no pude quedarme quieta. Lo primero que hice fue tirar la ropa que caracterizaba a la puta. Puse shores, zapatos, pelucas y botas dentro de una bolsa de residuo y la saqué directamente a la vereda. El segundo paso fue dejar de mentirme. No era prostituta ni trabajadora sexual ni dama de compañía, era ‘Sonia, la puta’”.

“Entonces, cuando pude trabajar la palabra, ubiqué a todos los que estaban a mi alrededor, y también los pude nombrar. Todos y todas los que se acercan a la puta, tratan de ayudarla, pero viven de la prostitución y la sostienen ahí. Las putas no somos víctimas, también compramos eso, los parásitos que viven de la prostitución: la iglesia, el ejército de expertos, las y los trabajadores sociales, las y los psicólogas/os, las y los abogadas/os”.

La palabra puta la tomo como un territorio de rebeldía y construcción, no para darle otro significado. Yo di la cara como puta desde el 2000, pero siempre los parásitos me decían cómo enfrentar la cámara, cómo vestirme. No querían que tengamos nuestra propia voz. Quiero decir que la puta es absoluta mentira. Yo dormía en un colchón de mentiras, y lo tenía que tapar con una mentira más grande aún. Si era puta tenía marido, pero la puta no tiene marido, tiene fiolo. Sos nómade. Pero llega un momento que se vuelve tan pesado que ya no lo podés sostener más. Lo que hace la prostitución es quebrarte la identidad. No te permite ni siquiera llorar. La puta no demuestra sentimientos”.

“En una parte del libro “Ninguna mujer nace para puta” menciono un ejercicio al que le puse nombre. Lo llamé ‘Un largo camino de regreso a casa’. Esa casa, sos vos. Y cuando digo ‘ese largo regreso a casa’ me refiero a un viaje hacia adentro, porque los sentimientos están muy adormecidos. Lo que hacen en la prostitución es bloquearte para que los sentimientos desaparezcan. Pero están allá abajo, los tienes que buscar.”

“Mujer, confía en el sonido de tu propia voz”. *

“El “Estado proxeneta” viene a reemplazar al Patriarcado. Es una máquina de explotación perfecta. A partir de esta definición se puede visualizar la maquinaria de explotación del sistema hacia todas y todos. Yo me acuerdo que al terminar de montar Ninguna mujer nace para puta en el Centro Cultural Borges, se fueron todos y quedé yo sola. Entonces, me siento en el suelo (me encanta el suelo) y observo la muestra. Y ahí estaba la foto del “Estado proxeneta”. Lo pude visualizar: estaba la caja de alimentos, estaban los forros, estaba la cama de la muerte, estaba la cama de los prostituyentes. Estaba todo”.

“Para todos los sistemas de machos y fachos la mujer es una puta, mueran los sistemas, vivan las putas”. *

“Aprendí a disfrutar mi cuerpo, y mirá qué ambigüedad. La puta tiene sexo todos los días, a cada hora, pero no disfruta. Está bloqueada. Entonces estoy conociendo mi cuerpo, y no tengo vergüenza. No tengo miedo de disfrutar lo que siento. Me permito llorar, reír, embroncarme, putear, dejo salir todo lo que surge. Este proceso, además, me permitió madurar en la relación con mi hijo, con mis hermanas y con las demás personas. Me estoy relacionando de otra manera con la gente. Pero no tengo paciencia. Antes en mi relación con la gente era políticamente correcta, porque la puta es algo feo, está mal vista, es mal pensada, es mal hablada. Por eso tenía que vestirme y hablar de forma correcta, no levantar el tono de voz, no ser tan agresiva, no ser esto, no ser aquello. Y yo no era así. Ahora estoy siendo esta Sonia. Que se ríe fuerte, que habla fuerte, que grita, que putea. Que me sacan y me sacan. Es bello. Yo creo que a los 41 comencé a vivir. Tengo 42. Y estoy disfrutando a full, y todos los días aprendo. Y les exijo a las personas que están conmigo ‘bajame línea’, no permitas que me victimice ni me bloquee. Todo es tan nuevo…”

“Ahora me encuentro con otra gente, y ese contacto es de manera diferente. Yo iba a las Universidades, pero a dar testimonio. Y el testimonio me sostenía en la esquina. La esquina de Flores la llevaba a la Facultad. De esta manera alimentaba el morbo de todo el mundo. Pero hoy, invítame. Vas a tener ganas de vomitarme, de escupirme. Desde ese lugar te estoy diciendo cómo ha cambiado mi relación con la otra gente. Y esta Sonia, no va a terminar siendo así, me voy a seguir corriendo. Hay algo en mi interior que no permite que pare. Estuve muchos años adormecida, quieta. Pero también porque yo lo he permitido”.

“Me corrí del espacio en donde éramos todas putas. Yo no quiero plantarme más en ese lugar porque empobrece mi pensamiento, mi visión, mis alianzas y mis interlocutores. Este mundo que he descubierto no me lo van a robar. Digo: vamos a organizarnos. Yo quiero seguir luchando. Entonces nos estamos organizando entre mujeres con pensamientos y voces diferentes. Nos hemos denominado Las Locas y deseamos poner en discusión temas y producir pensamientos. Vamos a armar muestras bien interpelativas, una que está rondando es acerca del sida. Con Las Locas vamos a comenzar a vernos como mujeres. Qué está pasando, dónde están nuestros deseos, nuestra sexualidad, nuestras acciones. No quiero hacer más lo que hice antes. No voy a ser más la mano útil de este 'Estado proxeneta¿. Hay mujeres que quieren visibilizar lo que está pasando. En ocho meses ya murieron seis mujeres en la plaza Flores y quién dice eso. Las organizaciones que trabajan con el VIH en Argentina son obsecuentes, es decir son parásitos de las putas y los travestis”.

“Nuestra venganza es ser felices”.*

“Hoy no sé quién soy. Porque no tengo una identidad, pero a la vez puedo tener todas las que quiera. Estoy mutando todo el tiempo. Hoy te puedo decir esto, porque cuando volví de Bolivia era llaga viva. Es que para poder escribir el libro tuve que volver a la ‘Sonia puta’ y no para transcribirlo, sino para analizarlo y reconceptualizarlo. Era doble trabajo porque no quería alimentar el morbo. Entonces, se puso en cuestión el “ser o no ser”, porque ya no tenía un lugar físico que me diera una cierta seguridad simbólica, no tenía ningún espacio que me acompañara ni lugar de pertenencia. Lo que sí sé es que soy una mujer cada vez más libre.


*Grafiteadas de Mujeres Creando que empapelaron las paredes de La Paz, Bolivia.


 (Publicada en la revista "Al Margen", octubre 2007)

“Ninguna mujer nace para puta”


“Me fui a Bolivia, a La Paz, donde vive María Galindo de la organización Mujeres Creando y allí organizamos el libro.  Fuimos al lago Titicata, teníamos que buscar algo bello para algo bello. Y fue muy fuerte. Armar el índice del libro y organizarlo, nos llevó mi primer viaje. Lo diagramamos como una charla de dos mujeres de dos mundos distintos que destruyen estereotipos. María está rompiendo todo el tiempo identidades. Y yo estoy haciendo lo mismo en otro país, nada más”.

“Nos conocimos a través de Claudia Acuña, del colectivo lavaca, en el año 2005, cuando viajamos cuatro mujeres de Argentina en busca de otras voces, en este caso bolivianas. La gente de Lavaca ya conocía a Mujeres Creando. Yo no sabía que existía. Bueno… yo no sabía que existían muchas cosas. Allí conozco a María Galindo de Mujeres Creando y quedamos muy enganchadas.
Luego María arma la muestra Ninguna mujer nace para puta en el 2006, cuando asume Evo Morales, y me invita. Yo voy a acompañar esa presentación, porque las mujeres en situación de prostitución, que en un primer momento se habían organizado junto a María, no la acompañan porque deciden seguir el camino de trabajadoras sexuales. Ahí, comenzó esta alianza prohibida. El libro entonces, es una mirada que interpela desde el lugar de puta a la sociedad. Y sólo rompiendo esquemas, saltando los límites, partiendo y cruzando las fronteras de mí misma, y conociendo a esta mujer, pude escribirlo. De lo contrario, todavía estaría parada en Plaza Flores repartiendo forros”.

“Nadie habla de la soledad de la puta. Está todo el tiempo rodeada y controlada. La controla la policía, el fiolo, el prostituyente, y la controla también el otro vecino. Se convierte en la soledad mejor acompañada y la peor acompañada. Pareciera que nunca estás sola, pero es puro maquillaje. Y ponerla en palabras fue muy fuerte porque hubo mucha resistencia. No es la soledad de la vendedora ambulante ni del ama de casa. Es la más sostenida por todas y todos, porque la omiten permanentemente. Y como de eso no se habla, se convierte en la más profunda y la más absoluta. El guión oficial de la puta es el forro y yo como puta qué te podía discutir ¿de economía, de política, de educación? Tienes que correrte para mirarte. Y te encontrás con un mundo muy pobre. Ahora elijo el lugar desde dónde te voy a hablar.

El libro me permite iniciar el proceso de apropiarme de algo muy mío. Es increíble que algo que te pertenezca no lo sientas tuyo. En estos días lo comencé a leer y no lo hago siguiendo el orden establecido. Empiezo por atrás, sigo por el medio, luego voy a los primeros capítulos. Es una sensación muy rara la que me provoca leerme, porque es algo que estaba adentro mío. Algo parecido me pasaba con mi cuerpo. Ahora estoy buscando las formas. Es que antes no me miraba. Cuando me bañaba trataba de no verme. Dentro del albergue transitorio no me veía. Era ciega. Siempre me metía una imagen en la cabeza y la sostenía durante el tiempo que durara. Apropiarte de tu cuerpo como de la palabra es muy fuerte. No sé cómo describirlo. De a ratos me agarra una alegría tremenda. Tomo el libro y digo: mi pensamiento escrito ahí. Es mío!

Lenguas para tu boca


El II Congreso de laS LenguaS realizado en la Facultad de Medicina de la UBA enfatizó el respeto por la identidad, la diversidad cultural y el rescate de la memoria histórica como fuente de interpretación del presente y base de construcción de un futuro mejor. Cuatro días de paneles, debates, expresiones culturales, participación de individuos de diversos pueblos y lenguas, para decir que hay tantas realidades como voces que la nombren.

Por Luis Zarranz
    “La capacidad de resistencia de los pueblos, transmitiendo y comunicando con nuestras lenguas, en esta diversidad cultural, es de una riqueza fantástica”. Las palabras del Premio Nóbel de la Paz y uno de los organizadores del Encuentro, Adolfo Pérez Esquivel, retumbaron en el Aula Magna de la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires (UBA), donde se realizó, entre el 18 y el 21 de julio, el II Congreso de laS LenguaS.
   Fueron varias las buenas noticias que el Encuentro dejó como resultado. Una de ellas, sin dudas, fue la notable participación en talleres, conferencias y mesas redondas de individuos de pueblos diversos y distintas lenguas.
   Esta interculturalidad abrió espacio al intercambio, al conocimiento de otras realidades, otras identidades, otros espejos en los que es apto y preciso mirarse. 
   ¿Cuál es nuestra raíz? ¿Cuál es nuestro origen? ¿Qué hacemos aquí? ¿Hacia dónde queremos ir? Las preguntas flotaban en un aire menos denso que de costumbre, más puro. La identidad, el ejercicio de la memoria, lo colectivo por sobre lo individual fue parte de este Congreso de laS LenguaS, que ya desde su nombre dio cuenta de la interculturalidad que en él se daba cita.
   Un integrante del pueblo mapuche por allí, un aymara venido desde Bolivia por acá, vascos, guaraníes, algún estudiante porteño, todos y cada uno gritaron “presentes” para pensar, debatir, reflexionar y tender líneas de acción en torno a las lenguas y la Educación, los Derechos Humanos, la Identidad, la Memoria, los Medios de Comunicación, las cuestiones de género, entre otros muchos otros ejes.
   Con la intención de crear un espacio para la diversidad se dio lugar a un foro de reflexión y debate en torno de las políticas lingüísticas. Este espacio de interacción de  culturas y experiencias, que se ha constituido en una clara demostración de lo que puede la fuerza popular, ha promovido la defensa de la autodeterminación lingüística como un Derecho Humano inalienable.
    El I Congreso de laS LenguaS surgió en respuesta al III Congreso de la Lengua Española, en la ciudad de Rosario, en el 2004. Por tal motivo, diversas organizaciones decidieron agruparse para organizar aquel primer encuentro en defensa del derecho a la autodeterminación lingüística de los pueblos de Iberoamérica.
   Así, un colectivo heterogéneo de instituciones académicas, organizaciones sociales y de derechos humanos, comunidades aborígenes, movimientos de empresas recuperadas, de documentalistas, etc; se reunieron para demostrar y, sobre todo para demostrarse, que las utopías pueden no ser quimeras si se está dispuestos a accionar para hacerlas realidad.
   Organizado por el Equipo de Pueblos Indígenas del Serpaj (Buenos Aires), el Instituto de Artes Contemporáneas de Rosario “Icaro”, el Movimiento de Documentalistas, la Cátedra de Etnolingüística, la Agrupación LaS LenguaS, Docentes en el Congreso de LaS LenguaS y la Cátedra Libre de Salud y Derechos Humanos de la Facultad de Medicina de la UBA; el II Encuentro tuvo al Premio Nóbel de la Paz, Adolfo Pérez Esquivel como el principal referente y encargado de su apertura.
   “Muchos autores consideran que el siglo XXI será el siglo de los conflictos culturales y ya no, como el siglo XX, el de los conflictos entre sistemas políticos y económicos. Acordamos con esta idea, —dicen los responsables de la convocatoria— si aceptamos que estos conflictos no encuentran su origen en la diversidad lingüístico-cultural misma, sino en la falta de respeto por el otro, la pobreza y la marginación que el capitalismo y su globalización forzada conllevan”.
   Enseguida advierten que “las políticas de negación de las diferencias, que la globalización neoliberal implica, ponen en peligro no sólo el patrimonio cultural de la humanidad sino la vida misma”.
   Se considera que cada dos semanas muere una lengua en el mundo y que, de continuar las actuales tendencias de desplazamiento lingüístico, entre el 80% y el 90% de las lenguas habrán desaparecido al finalizar el siglo XXI llevándose parte de la memoria colectiva. Lo más preocupante es la enorme aceleración del proceso desde mediados del siglo XX ya que, actualmente,  mueren más lenguas en un año que antes en treinta o cuarenta.
   Tomando como ejemplo la situación de los Pueblos Originarios de América podemos sostener que, en lo que a la vinculación entre interculturalidad y dinámica social se refiere, los Estados siguen “definiendo al indígena como sujeto de interés público y no como sujeto de derecho” (Bertely Busquets y González Apodaca, 2004)
   Estos Pueblos, en las últimas décadas, han librado una batalla de resistencia y persistencia para poder recuperar gran parte de su rica identidad, que durante mucho tiempo intentó ser devastada.  En su lucha han debido afrontar todo tipo de limitaciones, impuestas por políticas neoliberales y evidenciadas en la difícil situación socio-económica a las que han sido expuestos.
   Como recordó Adolfo Pérez Esquivel, en la inauguración del I Congreso, los mayas dicen “en nuestro idioma no existe la palabra desarrollo, existe la palabra equilibrio. Equilibrio en nosotros mismos, equilibrio con los demás, la madre naturaleza, con el cosmos…Cuando se quiebra el equilibrio que hace a la armonía del universo, se genera la violencia; y eso es lo que está  viviendo hoy, ese mundo llamado ‘civilizado’.”  
   La interculturalidad es, por lo tanto, una cuestión de todos, que sólo se reflejará adecuadamente en la dinámica social, cuando podamos pensar la diversidad lingüístico-cultural como una metáfora de la pluralidad de pensamiento, y aprender siguiendo a  Paul Ricouer que “el otro es como yo y tiene derecho a decir yo”  rescatando la memoria para que “el pasado no deje de tener futuro”.
   Haciendo eje en esa temática fue interesante observar la participación activa de numerosos sujetos en talleres, paneles y expresiones artísticas, debatiendo, por ejemplo, sobre “Diversidad lingüística e identidad”, “Cosmovisión” o “bilingüismo”.
   En la última jornada del Encuentro, Pérez Esquivel presentó al cineasta Pino Solanas cono “un amigo, un militante de la vida, una voz muy importante para el pueblo argentino, para los pueblos de América Latina, que nos trae esa mirada profunda de la vida de nuestros pueblos, esa mirada que, precisamente, no se quiere tener. No es que no se conozca: no la quieren poner en evidencia”.
   Pino sostuvo que habría que “mirarse en el espejo para ver la mirada de los otros”.  Luego agregó: “Identidad es igual a imagen, cuando hablamos de alguien trasmitimos una imagen de esa persona. Y la identidad es un conjunto de información que va a una totalidad y esa totalidad es una imagen, algo que los medios de comunicación forjan permanentemente: crean imágenes, son espejos de acontecimientos y forjan ideas, conceptos, aunque nada de todo eso tiene que ver con la verdad objetiva sino con los intereses y prioridades de los grandes medios de comunicación, que son una de las armas más eficaces del sistema de dominación, del sistema de saqueo de los recursos naturales”.
   Así, el director de “La Dignidad de los Nadies”, “La hora de los Hornos” y su reciente “Argentina Latente”, entre otros filmes, se zambulló en la identidad argentina: “Somos hijos de distintos genocidios”, sostuvo. Luego su discurso, de alto voltaje político, se centró en fustigar al gobierno de Néstor Kirchner, a quien comparó en varios sucesos con su antecesor, Carlos Menem; en elogiar a Evo Morales por el cumplimiento de sus promesas; y en hacer un llamado a la unión para evitar un saqueo mayor. El público presente, más de un centenar de personas, lo aplaudió en varios pasajes de la conferencia.
   Sin embargo, lo más interesante ocurrió en el momento del debate posterior cuando el intercambio de opiniones y de impresiones permitió conocer la reflexión de algunos de los allí presentes. Un doctor egresado de esas aulas, por ejemplo, le agradeció su presencia en la Facultad de Medicina, a la que consideró una revancha tras haber estudiado allí en plena época militar. Más tarde, un hombre mapuche enfatizó el problema de la tierra y se preguntó qué hacía en Buenos Aires si era mapuche. “Imagínense lo que es un mapuche (cuya traducción al castellano sería ‘gente de la tierra’) sin su tierra”, sostuvo entre indignado y emocionado. “¡¿Qué hago yo acá?!”, se volvió a preguntar.
    Minutos antes, Pino Solanas había asegurado: “No se puede dominar al otro sin destruir sus valores o su imagen”.
   El punto, entonces, parecería consistir en desandar ese camino que nos asegura habernos hecho a  imagen y semejanza de no sabe quién pero sí para qué para negar las múltiples identidades y lenguas existentes que conforman cientos de mundos dentro de este mundo y lo hacen maravillosamente heterogéneo.

(Publicada en la revista "Al Margen", Bariloche, octubre 2007)

jueves, 28 de junio de 2007

Un parto


Hace nueve meses se llevaban a Julio López luego de su valioso y valiente testimonio. Nueve meses. El mismo tiempo en que se tarde en engendrar un bebé. El caso es un parto con dolor y angustia. La sociedad sigue indiferente como si se tratara de un hecho pasado o resuelto. ¿Se harán responsables o nuevamente se dirá “no se sabía nada”?

Por Luis Zarranz
   Pasaron nueve meses de la desaparición de Jorge Julio López. Nueve meses, el mismo tiempo que una mujer espera para dar a luz.
   El mismo tiempo.
   Otros tiempos.
   No hay respuesta, desde el Estado, ninguna respuesta, para dar con el paradero de quien fuera testigo contra el genocida Miguel Etchecolatz.
    Nueve meses de ausencia. De angustia, de bronca, de indiferencia.
    Ya nada será lo que era, porque Julio no está entre nosotros. Porque Julio fue desaparecido por declarar contra su torturador. Porque Julio fue secuestrado en plena “democracia” y entonces resulta que con ella no se come, no se cura, no se educa.
    Los indiferentes de siempre preguntan si todavía sigue desaparecido ese viejito que los conmovió tan sólo por dos días, cuando López fue noticia en los diarios. Luego los matutinos lo desaparecieron y los indiferentes siguieron preocupados por el rating en el prime time.
   Pero López sigue desaparecido. No está.
   Entonces hay que gritar que ahora, sí ahora, resulta indispensable “aparición con vida y castigo a los culpables”. Entonces la palabra se hace verbo, carne y duele porque tiene tanta actualidad como la mañana.
    El Gobierno se preocupa más en demostrar lo obvio, que Mauricio es Macri, que en buscar a una persona de la cual, de la noche a la mañana, literalmente, no se tienen noticias.
   Nueve meses. El mismo tiempo que toma engendrar un bebe, que viene al mundo cubierto de llanto.
   El secuestro y la desaparición de Julio López fue, es, un mensaje mafioso para la sociedad. “Vean cuánto poder tenemos”, nos vinieron a decir.
   Es responsabilidad nuestra reclamar su aparición. Quien así no lo hiciese, por favor, tenga el coraje, al menos, de hacerse cargo. 30.000 personas desaparecieron en la más absoluta indiferencia social porque, se dijo, “algo habrán hecho”.
   La pregunta es qué habrán hecho los que decían eso, para sentirse tan tranquilos en su comodidad cotidiana.
   Pero resulta que no hay que ser resentido, hay que saber perdonar, hay que mirar para adelante, hacia el futuro, el pasado pisado, por algo se dan las cosas.
    Nueve meses.
    “Para qué siguen con eso, si seguro ya lo mataron”, grita la señora desde el primer piso de su departamento de Callao y Sarmiento.
    Ya no sirve detenerse a explicarle, a contarle, a informarle para qué seguimos con esto.
    Ya no.
    Nueve meses.
    Un nacimiento. Una desaparición. La vida. La muerte. La certidumbre. Lo incierto. El llanto. La desesperación.
    Nueve malditos meses.
    López no está. ¿López dónde está?
    El bebé que acaba de nacer no tiene la menor idea quién es Julio López. ¿Y sus padres?
    El viento del invierno, no trae novedades.
    El bebé llora, como queriendo decir algo…

(Publicada en el sitio "Jaque al Rey", 28 de junio de 2007)

martes, 5 de junio de 2007

Tren "bala": un viaje que te deja herido

El ex Ferrocarril San Martín y la odisea de un viaje al más allá.

 Por Luis Zarranz
   La voz metálica del altoparlante, extremadamente grave y casi inentendible, informa a los señores pasajeros que el servicio de las 7:03, con destino a Retiro, ha sido cancelado.
   En castellano: una vez más viajaremos colgados, si es que logramos subir al próximo tren que, según dice la información de los Horarios, pasará en quince minutos por la estación Palomar del ex Ferrocarril San Martín.
   Hay pocas caras de sorpresa a mi alrededor. No es casual: nadie se sorprende frente a lo cotidiano, lo habitual. Algunas puteadas al aire, exiguos rostros de bronca, al menos manifiesta. Son varios, eso sí, los que demuestran su resignación y se apresuran a contener la bronca, vaya a saber uno por qué.
  Luego, algún día, la furia estallará toda junta, como hace unas semanas en Constitución: trenes incendiados por pasajeros poseídos.
   Recién ahí se hacen presentes los medios comerciales y los funcionarios del sector. Unos para mostrar la ira de la masa amorfa; otros para prometer que las cosas van a empezar a marchar bien. Antes, ambos, brillaban por su ausencia, como el tren de las 7:03.
   La pregunta más inocente, muchas veces la más lúcida, plantea: ¿cómo puede ser que los responsables del área sean concientes que hay millones de personas que todos los días viajan como prisioneros nazis y no hagan absolutamente nada para cambiar esa realidad?
  La respuesta, también la más desnaturalizante, sostiene que no les interesa, como tampoco les importan los pibes que el hambre mata a la velocidad de un tren bala.
***
   El tren con destino a Retiro arriba, finalmente, a plataforma a las 7:19. El servicio anterior pasó hace exactamente 29 minutos. Subir es tan difícil como  escuchar decir algo inteligente a Mauricio Macri. Algunos pasajeros, desde arriba del tren, gritan para avisar que necesitan espacio para poder bajar.
   La formación está absolutamente desbordada. La misma voz ronca del altoparlante anuncia que el servicio funciona con demoras: el próximo quizá venga peor. Intento subir, a los empujones, pidiendo un “permiso” que es inútil e imposible. Quedo en el segundo escalón del estribo, agarrado con fuerza a la baranda del medio. Detrás de mí, en el primero de los tres escalones para subir al tren, el que está unos centímetros apenas arriba del andén, hay seis personas. Cada uno sube como puede, conciente que esperar al próximo significa viajar en condiciones similares, pero mucho más retrasado.
   Estoy apretado del lado izquierdo y del derecho. Debo inclinarme levemente hacia la derecha para permitir que un muchacho se sostenga con la manija que pende a un costado, justo antes de la puerta.
    La postal del viaje es una foto repetida. Tiene la gravedad de ser un drama frecuente. No se trata de un caso aislado, de un día en que el servicio funciona mal. El ex San Martín, como la mayoría de los otros ramales, trata a los usuarios como ganado y los transporta como tal.
   Me pregunto cuál sería la reacción de cualquier hijo de vecino que todos los días al salir de su casa es, por ejemplo, empapado por un auto que levanta el verdín de una esquina cualquiera. Cómo actuaría ese sujeto si esa escena se repitiera todos los santos días. ¿No llegaría un día en que tomaría el toro por las astas?
   Quienes, todavía, no se indignan por cómo se viaja en el transporte público sostienen que el servicio es el más barato de América Latina, lo cual es una infamia absoluta, teniendo en cuenta los cientos de millones de subsidios que reciben los concesionarios. 
   El Estado les paga casi mil millones de pesos por año para transportar, en total, casi cuatro millones de pasajeros por día. Pero sólo un peso, de cada cinco que reciben, se destina a inversión. El Estado paga los sueldos, hace las inversiones y pone el material rodante. El concesionario sólo “gerencia”.
   Para el infarto: el Estado pierde más plata que la que perdía cuando los ferrocarriles eran manejados por él y las empresas son incapaces de administrar un negocio por el cual reciben un millón y medio de pesos por día. El resultado es lo privado pretendiendo lucrar con un servicio público.
***
  El tren deja la Estación Palomar rumbo a Caseros. El viento frío penetra los huesos y cala en cada resquicio del cuerpo. Mi gripe ya presume que hoy no será un día ideal para emprender la recuperación. Un posible Cromañon, en la República Cromañon, avanza echando humo.
   Mario, que está a mi lado y se sostiene solamente con su mano derecha, me grita –es la única forma que tengo de escucharlo– que va a llegar tarde a la obra en la que trabaja, en Chacarita. Me dice que salió una hora y media antes, para hacer un trayecto que si todo funcionara como corresponde, no debería llevarle más de 25 minutos. Sostiene: “Mi patrón ya sabe lo que pasa con el ferrocarril pero igual me quita el plus por presentismo”.
    En Caseros –donde se repite la misma escena que en Palomar y la misma que tendrá lugar en Santos Lugares y las siguientes estaciones– me comenta que está acostumbrado a viajar así, de ida y de vuelta. Le pregunto si no llega cansado a un trabajo donde debe poner el cuerpo. No logro escuchar lo que afirma porque la locomotora anuncia que va a arrancar y en el apuro pierdo mi lugar y quedo lejos de él.
   Oscar, mi nuevo compañero de estribo, atiende un puesto de comidas al paso, frente a la Costanera. Entra a las 9, así que no está tan preocupado por el tiempo. En cambio, le preocupa que le paguen tan poco. Se ríe cuando le pregunto si no le molesta viajar así.
   El tren se sacude en el cambio de vía y como ya conocemos el movimiento brusco que provoca, apretamos la mano unas milésimas de segundos antes del sacudón, capaz de arrojar a las vías a cualquier distraído.
   No hay ningún medio arriba del tren para contarle a las grandes audiencias cómo se viaja en el transporte que debería ser público pero que de tanto público es obsceno. Tampoco hay cámaras ni movileros de radio sobre las vías, para contar que cientos de personas han tenido que armarse sus casuchas sobre los rieles de las vías en desuso, entre la estación Villa del Parque y La Paternal. Viven a tres metros de donde pasa el tren, en la miseria más absoluta. Cientos de chiquitos, los he visto en otros viajes, sobreviven en esos ranchos de cartón, desde donde ellos, que están muertos, ven pasar la muerte a toda velocidad.
   Según un estudio realizado días atrás, gozan de más espacio las vacas que son transportadas hacia el matadero, que las personas que viajan en tren (¿también hacia el matadero?). Lo que pasó en Constitución y mucho antes en Haedo está motivado por la cotidianidad y la calidad del viaje. Es consecuencia, en efecto, de viajar como se viaja. Ni el Estado ni los concesionarios entienden el servicio como lo que debería ser: un bien público.
***
   En pleno apogeo privatizador, el ex presidente Carlos Menem sostuvo: “Ramal que para, cierra”, en clara posición amenazante frente a la tibia resistencia gremial. ¿Cuál sería la frase que deberíamos enunciar para que nuestros representantes sientan la presión social? “¿Ramal que funciona mal, arde?”.
   El tren llega a Retiro mucho más vacío, luego de que varios se bajaran en Palermo. Los pasajeros bajan apurados y corren hacia el subte donde viajaran ensardinados como hace instantes, aunque mucho más calentitos.
   Antes los espera el guarda con gesto adusto.
  “Boletos, por favor”.
   Un letrero con la imagen de la Virgen de Luján dice “Buen Viaje”.
   En el apuro, pocos alcanzan a verlo. 

(Publicada en el sitio "Jaque al Rey", 5 de junio de 2007)