domingo, 6 de febrero de 2011

El barrio en el centro (de la escena)


La murga uruguaya “Falta y Resto” cumple 30 años y vuelve al carnaval de Montevideo con un espectáculo en el que brinda homenaje a los barrios. Antes, se presentó en Buenos Aires con tres shows a sala llena en los que renovó el lazo indestructible que la une con su público.

Por Luis Zarranz
La mítica murga uruguaya “Falta y Resto” está arriba del escenario y ya comenzó  a transformar “La Trastienda” en una esquina de barrio, porteña o montevideana. A fuerza de bombos, de una actitud escénica callejera, con la gracia del habla popular y con letras que expresan la esencia barrial, el teatro parece cada vez más la intersección de dos calles en Pocitos, Almagro, Boedo o La Unión.
La distancia con el público se convierte, de golpe, en fraternidad. Aunque no puedan verse son notorios los hilos invisibles que conectan a los espectadores con los murguistas. ¿Cuál es el efecto de esta especie de vecindad? Es sentirse parte. De todas las opciones, hay una que es imposible: la indiferencia.
Apenas quince minutos antes de esta alquimia, Raúl Castro, fundador, letrista y director de la “Falta y Resto”, me había dicho, con la cadencia con que son dichas las cosas simples y contundentes: “El barrio es el oasis, el lugar donde la murga encuentra la razón de su cantar, de su militancia cultural”. Ahora, mientras la murga ambienta la noche, el barrio sale a escena con una potencia arrolladora, fértil como un campo florecido.
La Falta, como la nombran sus fans, vuelve al carnaval uruguayo después de tres veranos de ostracismo y lo hace con un espectáculo, “La comedia del barrio”, contundente, gracioso, irónico y crítico, que rinde homenaje a sus 30 años de historia. Antes de su paso por el tablado montevideano, la murga realiza este impresionante pre-estreno en Buenos Aires, donde, además, repasas sus letras más populares, ya clásicos del cancionero rioplatense.
Como lo anuncia el título del show, el eje es el barrio. Raúl Castro expresa porqué: “Creemos que culturalmente es la gente que está haciendo historia: la gente en la calle”. Luego, ofrece otra pista para entender el entramado: “El tipo de barrio es un extra en la película de los medios, nunca es protagonista. En la murga, sí”.
Con argumentos de ese tenor, “Falta y Resto” viene transitando un largo camino de compromiso y lucha, desde aquellos primeros pasos en plena dictadura oriental, cuando la murga salió a la palestra para intentar abrir la cerrada noche, oscura, negra y genocida, que cubría el cielo de toda Latinoamérica. Con ese propósito sellaron su impronta, signada por la denuncia, la crítica y la presencia en las luchas de los de abajo. Les faltaba un nombre, así que se lo robaron al juego del truco, a ese grito que se hace cuando el partido parece perdido. De allí les quedó también el lema: “Cuando lo único que queda es jugarse el todo por el todo”.
Y se jugaron.

El agua debajo del puente
30 años después, con miles de pergaminos sobre el lomo y aquel propósito, la murga sale al escenario. “¡Con el alma, muchachos, con el alma!”, alcanza a escucharse antes que se corra el telón. Las arengas de Raúl Castro surten efecto. La Falta es un tren a toda velocidad, que te pasa por encima. Trae una novedad resaltante: Malena D'Alessio, de “Actitud María Marta”, la primera mujer que canta en la murga y que posibilita una estupenda fusión con el rap.
El espectáculo es un tributo a los tablados del barrio, especie uruguaya en vías de extinción por mérito de la Intendencia de Montevideo, que los clausura bajo la excusa de “ruidos molestos”. “Sean eternos los tablados”, canta la murga y el canto resuena en la garganta de los argentinos, uruguayos y hasta en la de los turistas europeos que llenan “La Trastienda” y repiten la frase sin saber bien de qué se trata.
Antes de llevarse el alma a la boca, Raúl Castro acepta bucear en el génesis de La Falta, a la que no puede distanciar de los avatares de la cultura popular.

-¿Qué balance haces de estos 30 años?
-Positivo mil por mil: mucha felicidad en la lucha, sabiendo que se han logrado muchas cosas, desde lo popular, en las que somos partícipes. El pueblo uruguayo –y el argentino, porque nos sentimos parte también– ha logrado cosas importantísimas en su carrera hacia el perfeccionamiento del ser, que es la historia de todos nosotros. Me parece que formar parte de eso durante estos 30 años, diciendo lo que pensamos, tratando de cambiar la cabeza de alguna gente, o de nosotros mismos, es un agradecimiento perpetuo a la vida por habernos dado la chance de vivirla.

¿Qué significa volver a competir en el carnaval de Montevideo después de tres años?
-Volver al carnaval significa volver a los amigos, a la familia, a la casa de tu madre, al lugar donde están tus parientes, de género y de sangre, tus amigos. Es volver a la esencia, y siempre es bueno: hay que beber esa fuente, que es la que nos lleva de barrio en barrio, la que nos hace recordar de dónde venimos, quiénes somos y hacia dónde tenemos que ir. Me parece que la murga que no vaya de barrio en barrio, no existe.

-¿De qué manera el humor logra intervenir y transformar la realidad?
-El humor desnuda, aclara y muestra la verdad. Desde la ridiculez se desnuda e ilumina. Después que sabes la verdad, dar una conclusión que emocione o que denuncie es mucho más fácil desde la risa. Si hay una diferencia entre el siglo pasado y éste, y la murga tiene mucho que ver, es que la canción de protesta transita caminos de alegría y no de melodrama, como sucedía en los 70, en los 80 y en el propio rock and roll de los 90, muy lúgubre. La gente ha adoptado eso: que se puede luchar desde la alegría.

-Me imagino que debes estar al tanto que en Argentina se recuperaron los feriados de carnaval, por iniciativa del Gobierno y tras varios años de lucha de las murgas. ¿Qué reflexión te merece?
-Me parece notable, creo que es un logro mágico. Los tablados, los corsos, son bastiones de democracia cultural. Cuando se corta un corso o se cierra un tablado se le está tapando la boca al pueblo. El hecho de abrir el carnaval de nuevo quiere decir “exprésense”, “digan”, “ríanse”, de nosotros o de quien quieran, sin censura, “ríanse que es lo más sano que hay”.

-¿Contra qué se canta en esta época de gobiernos populares y progresistas?
-Ahora se pone el ojo con la lupa más grande. Yo tenía una maestra en tercer grado de escuela que tenía al hijo como alumno y era al que más marcaba. Nosotros tenemos que ser iguales con los gobiernos progresistas: no podemos dejar pasar una. Si hay corrupción, si se deja de lado a algunos sectores de la población, si no se asume con real plenitud el esclarecimiento de la verdad con la dictadura, si hay reticencia en seguir adelante con la lucha de los derechos humanos: la murga tiene que estar presente. Este año es uno de los espectáculos más fuerte de La Falta. El haber logrado la presencia de Malena D’Alessio ha sido fundamental porque ella estaba en una vereda paralela a la nuestra en cuanto a la denuncia y al trabajo; ahora nos juntamos, estamos en una misma calle, transitando juntos y es alucinante.

Luego de casi tres horas de show, La Falta comienza a anunciar la retirada, con los ojos puestos en las 200 presentaciones, en 40 noches, que implica participar en los tablados orientales donde sentirán latir el corazón de un pueblo.
Se van con una estrofa que parece una profecía: “Se va / se va la murga / aunque ya nunca / pueda decir adiós”.

(Publicada en el periódico Miradas al Sur, 6 de febrero de 2011)

sábado, 5 de febrero de 2011

La reaparición de Don Corleone

“El regreso del Otro”

El nuevo libro de Hernán López Echagüe sobre Eduardo Duhalde relata, incisivamente, pormenores de los negociados, aprietes y tramas que definen su trayectoria política. Un material que desvela al ex gobernador y a los periodistas que menciona.

Por Luis Zarranz
Hernán López Echagüe tiene una visión lúcida, crítica, corrosiva y letal sobre el Poder. Estos condimentos, junto a la precisión periodística y la calidad literaria que también le son propios, aparecen en “El regreso del Otro”, el libro con el que vuelve a sumergirse en el lodo de la vida política de Eduardo Duhalde tras haber escrito, en 1996, “El Otro”, un fenómeno editorial, periodístico y político que sistematizó, con minuciosidad, los avatares del ex gobernador bonaerense.
Allí, López Echagüe hizo posible que sean olidos los tufillos malolientes que rodeaban los pasos de Duhalde. El libro marcó un antes y un después en la vida del periodista y escritor, no sólo por ser la investigación periodística más leída de los noventa: tras su publicación fue amenazado, perseguido y salvajemente golpeado. 
Después de eso, se fue a vivir a Nueva Palmira, Uruguay. Ahí encontró su refugio (no en el sentido de la seguridad personal, sino como su lugar en el mundo) y deshizo el trazo urbano que el destino tenía preparado para un periodista como él.
Desde esa distancia, pequeña desde lo geográfico e infinita desde la manera de vivir, pudo conocer mejor el más allá de Buenos Aires; “trabar amistad con personas ajenas a las luces fallutas de las vidrieras políticas y periodísticas de Buenos Aires”, como él describe; y hacer periodismo:
Resulta que un tal Duhalde reaparece en la escena política. Y, pese a renegar de ello, López Echagüe es la persona que más y mejor lo ha investigado. Entonces produce otro libro donde profundiza, actualiza, amplía y detalla la vida política sobre él, en un relato personal, que –maravillosamente– no respeta las fronteras entre periodismo y literatura.
                                          
-Más allá de la semblanza que se despliega a lo largo del libro, supongamos que mañana se cruza con un turista interesado por la política latinoamericana y lo interroga sobre Eduardo Duhalde, ¿qué aspectos le parecen imprescindibles hacerle saber?
-Para no hundirlo en el aburrimiento, le diría que: 
-Duhalde fue el hacedor de esa asociación ilícita que llaman Policía bonaerense, brazo armado que durante sus dos períodos de gobernador usó para sostener una política fundada en la recesión, el endeudamiento del Estado, la desocupación y el manejo caprichoso de los fondos públicos. 
-En 1994 pagó millones de dólares a los convencionales del movimiento que lideraba Aldo Rico para conseguir la cláusula que posibilitó su reelección como Gobernador de la provincia.
-En el año 2001 fue partícipe elemental de la caída de De la Rúa. Tendría mucho más para decirle, pero supongo que llegado a este punto el turista se habrá ido a gastar unos dólares en el hermoso casino de la ciudad. Y, claro, le aconsejaría comprar el libro.

-¿Por qué consideró necesaria hacer una “Advertencia al lector”?
-Por varios motivos. Para establecer un pacto franco, para dejar en claro que la objetividad es un mito; que cada día, en los llamados grandes medios de comunicación, nos contrabandean ideología ya desde los titulares; que esos medios y buena parte de los periodistas más conocidos fingen objetividad y han hecho de la información, de la noticia, una mercancía. Creo que ese pacto con el lector, y esa mirada que tengo sobre el periodismo escrito como género literario, queda también bastante claro en la cita de Onetti que sirve de umbral del libro.

-En la “advertencia” sostiene que es un libro “insubordinado” y que se trata de “algo personal”. También, que no contiene “una pizca de neutralidad” y no es “un modelo de objetividad”. ¿Considera que, despojado de estas características, el periodismo está más cerca de su ideal?
-Te voy a responder echando mano de un pasaje de lo que escribí en esa “advertencia”: todo testigo es forzosamente subjetivo. El periodista relata los hechos, opina, comenta, dominado continuamente por su manera de ver, de contemplar, de observar. Cada uno cuenta a su modo porque cada uno percibe a su modo. Hay quienes escriben exceso para referirse a una masacre. Hay quienes denominan guerra a una invasión salvaje. Hay, todavía, editorialistas que llaman Proceso de Reorganización Nacional, o, con impúdica intimidad, simplemente Proceso a la última dictadura que descuadernó al país. Dicen Proceso como quien dice Cacho, Beto, Tito.

Como se aprecia, en “El regreso del Otro”, a la vez que van surgiendo operaciones y negociados de Duhalde, López Echagüe desgrana una mirada crítica sobre los medios de comunicación y ciertos periodistas, sin callar nombres y apellidos. Allí aparecen prácticas similares –poco éticas, como mínimo– de Grondona y Verbitsky, operaciones de prensa, acuerdos, silencios, complicidades.
Todo, en medio del recorrido duhaldista por la política nacional, que el autor relata con precisión: los nexos de Duhalde con la Triple A y sus apariciones en “El Caudillo”, revista de prensa de las tres A; sus negocios privados como funcionario público de la Municipalidad de Lomas de Zamora; las trampas y maniobras con las que alcanzó la Intendencia de ese Partido; las causas penales que lo relacionan con el narcotráfico; los indultos que firmó siendo gobernador y vicepresidente; las irregularidades y negociados del Banco Provincia; los antecedentes de los dirigentes que lo acompañan (más que antecedentes, prontuarios); su preponderante rol en la agitación de los saqueos en el 2001; el entramado político para voltear a De la Rúa; su presidencia interina signada por el negocio para los amigos y las balas para Kosteki y Santillán: todo esto, y muchísimo más constituye parte del conjunto de hechos que van surcando las páginas del libro y que demuestran lo que Duhalde fue, y es, capaz de hacer.
Y hechos más puntuales y silenciados como éste: su primer acto de gobierno como Presidente interino fue cenar con Héctor Magnetto, CEO del Grupo Clarín, a quien Duhalde benefició con la pesificación de sus deudas y con la ley de protección a los bienes culturales, también llamada “Ley Clarín”, por ajustarse estrictamente a los intereses del Grupo.
Quizá por eso ahora Duhalde reaparezca tan bien presentado en las páginas del diario y López Echagüe sea tan absolutamente ignorado.
Como él mismo dice “es notorio el silencio que hay en muchos medios acerca de este libro. Ni lo mencionan. Puede que sea porque es malo, aunque para hablar de las mamarrachadas de Sylvina Walger, Tenenbaum, Majul y Yofre no se ahorran línea alguna”.

(Publicada en la revista "Sueños Compartidos", febrero 2011)