lunes, 8 de marzo de 2010

Corcovado: un pueblo tan inverosímil como real


A un año de la brutal represión institucional que sufrió el pueblo de Corcovado, Chubut, este viaje al lugar de los hechos permite conocer el testimonio de la familia Bustos, la más afectada por el accionar policial. 

Corcovado es un pueblo inverosímil, como de fábula. Recostado sobre el pie de la Cordillera de los Andes, a pocos kilómetros de la frontera chilena, y justo en el medio, en orientación norte-sur, de la provincia de Chubut, parece, en ciertos aspectos, vivir una siesta prolongada aunque los hechos que constituyen este artículo demostrarán lo falaz que resulta tal apreciación.
Llegar desde Esquel en el colectivo semiurbano que une los 100 kilómetros que separan a ambas localidades es un recorrido pintoresco para quienes viajan como turistas pero enfermaría de nervios a más de uno que debe hacerlo en forma diaria, a no ser porque la paciencia de los pobladores de la zona esté constituida por proporciones gigantes de estoicismo.
Las tres horas que todo el mundo dice que tarda el micro en unir los cien kilómetros, y que en la terminal de Esquel reducen a dos, terminan siendo cuatro en medio de una ruta a la que denominar de “ripio” sería grandilocuente. El colectivo atraviesa quebradas, aldeas de no más de diez casas, lagos perdidos, arroyos que caen como pequeñas cascadas; escala montañas con el motor pidiendo auxilio, serpentea precipicios y regala una vista intensa del esplendor de la cordillera andina que obliga a los ojos a inmutarse y a uno sentirse la nada misma.
Allí, al final de ese trayecto, nace Corcovado: algo más de 500 viviendas, distribuidas en un pequeño valle en medio de la inmensidad de los Andes que resiste el viento, la nieve y algo peor que cualquier inclemencia climatológica: la represión policial.
Allí, Marcos Bustos nos recibe con una sonrisa en la que se cuelan sus dientes blancos, blanquísimos. Marcos se ríe y ésta es la primera demostración contundente de su enorme fortaleza. Marcos es una de las víctimas del accionar policial que el 8 de marzo del año pasado atacó Corcovado demostrando que la represión policial no distingue entre ciudades grandes, pueblos chicos ni aldeas remotas, y que es capaz de llegar hasta los lugares más recónditos que puedan imaginarse. Marcos está en silla de ruedas producto de una bala y de la brutal golpiza que recibió de los agentes del GEOP (Grupo Especial de Operaciones Policiales de la provincia de Chubut), eufemismo para nombrar al grupo de tareas que se encarga del trabajo sucio que lleva implícita la política de “mano dura” que el gobernador Mario Das Neves pretende encarnizar en la provincia como plataforma para su proyecto presidencial. Nada novedoso, si no fuera por la pretensión oficial de que parezca una idea innovadora.
Marcos nos muestra su sonrisa dolorida, genuina, espontánea, hospitalaria y nos invita a acompañarlo hasta su casa, donde nos espera el resto de su familia. Es tanta la energía y la potencia que derrocha este pibe de 17 años que mientras nos guía hacia su casa en los menos de 300 metros que la separan de la terminal y nos cuenta el tratamiento que está llevando a cabo para intentar recuperarse, se niega, una y otra vez, a que lo ayudemos a empujar la silla de ruedas que lo traslada por esa calle empinada. Los golpes policiales hicieron que sólo pueda mover la cara, el cuello y los brazos. El resto de su cuerpo se lo apropiaron esos malditos con uniforme que, pese a todo lo que se ensañaron con él, no pudieron con su esperanza, ni con su vitalidad. En eso, Marcos tiene tanto como para hacer transfusión.
La puerta de la casa de la familia Bustos no se abre, ya está abierta, y desde adentro de la casa salen a nuestro encuentro Marta y Omar. Nos reciben con una hospitalidad imponente. Ya adentro, en medio de cientos de lazos invisibles que nos empiezan a amarrar, a hacernos sentir fraternalmente,enlazados, Corcovado volverá un año atrás su reloj para detenerse en aquel 8 de marzo en que la vida del pueblo, en general, y de la familia Bustos, en particular, cambió definitivamente: “No vamos a olvidar nunca lo que pasó”, dirá Marta antes de quebrarse en un llanto repetido, intenso, profundo, de adentro hacia fuera y de adentro hacia más adentro. “Perdimos la paz de la casa. Esto no va a ser nunca más igual a como era antes, porque éramos una familia unida, de compartir todo el tiempo la cena, el almuerzo, los nietos, todo. Eso se me terminó. Se me terminó todo esto”, afirmará, luego, Omar con los ojos brillosos y con ríos de lágrimas internos recorriendo su cuerpo sin desembocar en el exterior.
Marta y Omar son los padres de la familia Bustos. De sus 10 hijos éste es el saldo del accionar policial: Cristian desaparecido; Wilson, asesinado; Marcos, inválido; Daniel, detenido injustamente, golpeado y torturado con saña.
El cuadro permite dimensionar el dolor pero también explica la lucha que, desde entonces, lleva adelante la familia, con enorme integridad y escasos recursos. “Lo que pasó acá fue terrorismo de Estado. Porque si vienen a buscar a un prófugo no es para que pasara lo que pasó, que la gente vivió el terror: chicos que fueron apuntados con armas, chicos que fueron sacados desnudos. Una chica que se estaba bañando, la sacaron desnuda, apuntándole con un arma hasta afuera donde estaban sus padres; a una nenita, mientras apretaban y esposaban al padre, la sentaron en la silla con un arma en la cabeza, y ella, pobrecita, se orinó encima. Y después por siete días tiraron tiros toda la noche, andaban encapuchados para que nadie sepa quiénes eran”, narra Marta con escozor.
Luego agrega: “Yo tengo a mi hijo inválido, perdí a uno de 19 años que no llevaba armas en sus manos y el que está detenido, cuando se entregó, se arrodillo, levantó las manos arriba y sobre eso recibió un tiro en una pierna. Fue torturado en la Comisaría 1ª de Esquel, lo desnudaron, la patearon, lo sacaron para afuera de un paredón, le dijeron que subiera al paredón que le iban a gatillar. Total, iban a decir que se había querido escapar y ha recibido torturas de todo tipo”. La descripción que ofrece Marta, de tan clara, nos deslinda de la responsabilidad de agregar cualquier calificativo.
Más palabras de Marta: “Marcos, el que está en sillas de ruedas, estuvo tres días sin poder saber dónde lo tenían: si estaba en el hospital, si estaba vivo o muerto. Nos enteramos a los dos días que estaba internado. No podíamos llegar hacia él. Fue torturado dentro del hospital, lo quemaron con sopa, le ponían el arma en la cabeza, tuvimos que sacar un permiso para poder llegar a donde estaba. Lo tenían esposado, ya no caminaba, estaba internado con custodia policial. Después de insistir nos sacaron la custodia pero igual entraban al hospital a la hora que querían y lo amenazaban, estuvo amenazado todo el tiempo”.
Las palabras de Marta se chocan unas con otras en el apuro de querer salir todas juntas. Con la entereza que solo una madre es capaz de sacar a relucir en tales circunstancias, pero con el dolor dolorido, se sincera: “También quiero decir que tengo mucho miedo. Todas las noches llega el oscurecer y me paso mirando la ventana, hay noches que paso sin dormir, todo esto lo recuerdo día a día. Hoy más que nunca estoy viviendo un momento muy difícil. Yo viví la década del setenta con mis padres y hoy lo viví junto con mis hijos, entonces quiero pedir mucha ayuda a todos. Me van a perdonar que me quiebre pero es muy difícil”, dice antes de que el llanto florezca y se ramifique ganando todo su cuerpo.
Marta llora. Le brotan lágrimas de dolor e impotencia.
De rabia.
De angustia.

¿Democracia?
Omar, su esposo, resume el reclamo de Corcovado en palabras que, para este país, parecen ciencia ficción: “Lo único que pedimos es Justicia”. Agrega: “Pedimos que se declare que lo que pasó acá fue terrorismo de Estado, porque no fue otra cosa”. Luego se explaya: “Creo que estamos viviendo en democracia, no tiene por qué un gobernador venir y cortarnos la radio del pueblo por dos días y difundir solamente los hechos según la versión de la Policía. Fue todo un desastre: gente pateada, que le rompieron las cosas. Esos videos lo vio la Fiscalía también. Eso es terrorismo de Estado. Porque si van a buscar a un prófugo, creo que es gente que debería saber cómo actuar, no venir a hacer un desastre a un pueblo, más a uno chico como somos nosotros, que se puede decir que somos familia”.
El sentido común que aplica Omar, lamentablemente, se esfuma cuando se trata de un caso en el que intervienen las llamadas fuerzas del orden. “Está todo filmado. Volvimos al tiempo en que llegaba la Policía y el Ejército y daban dos o tres golpes y tiraban la puerta para afuera. Lo que vivimos acá en la cordillera es Terrorismo de Estado”, remata con sencillez y contundencia.

-¿A un año de los hechos, cómo está la gente de Corcovado?
-Quedó con miedo. Corcovado fue tomado por el grupo GEOP y la Policía de la provincia. A nosotros nos vigilaba la Policía hasta hace muy poquito. A donde nos movíamos, nos vigilaban. A mí me pedían cuatro o cinco veces los papeles del auto cuando iba a Esquel. Cuando llevábamos a Marcos al hospital no nos podíamos descuidar porque teníamos cuatro policías riéndose de él en la cara.

-¿Cómo fue que lesionan a Marcos?
-Es una cosa que no está clara porque, según dicen, a Marcos le tocó la médula la bala pero Marcos dejó de sentir la pierna después de que lo agarraron y se entregó, subió a la camioneta caminando y recibió una patada de un policía en la espalda y de ahí dejó de sentir las piernas y hasta el día de hoy no se le ha hecho ni una resonancia para saber si la médula fue quebrada de una patada o por una bala.
El nudo que Omar tiene en la garganta no se percibe con los ojos sino por los oídos, a través de la voz entrecortada que fluye mientras relata su historia. Corcovado también estuvo anudado aquel 8 de marzo. Entusiasmados con la cacería, los efectivos decidieron quedarse, entonces, algunos días más en el pueblo: “Fueron siete días y siete noches de tiros en el pueblo. No se sabía si les tiraban a los perros, a la gente. ¿Quién iba a salir a la calle? Hubo una orden que no se podía andar hasta más de las diez de la noche sin documento en mano. Acá nos conocemos todos, es un pueblo muy chico, cómo vamos a tener que andar con documento en la mano, por qué nos van a cortar la radio, que sólo difundía las cosas de la Policía. Está el Juez de Paz de testigo: cuánta gente fue a la comisaría a hacer la denuncia y no se las tomaron. Las tuvo que tomar el Juez de Paz”, explica Omar.
Agrega: “Hubo otros vecinos que denunciaron los malos tratos. La mayoría de la gente que fue afectada no tenía nada que ver, ni nosotros mismos que estábamos en la casa viviendo una vida tranquila, y de la noche a la mañana se nos apareció el hijo y yo no lo puedo atender afuera. Él bajó para entregarse. ¿Por qué no hicieron las cosas como las tenían que hacer? Esperar media hora más a que llegara el abogado ¿Por qué tuvieron que hacer este desastre?

-¿En el pueblo se habla de lo que pasó o es un tema tabú?
-Recién ahora la gente está empezando a acercarse a nosotros, a preguntarnos qué novedades hemos tenido, cómo van las cosas. Antes no se hablaba, toda la gente estaba callada, nadie se acercaba a la casa.

-¿Omar, contanos cuál es la situación de Daniel?
-Daniel es un preso político porque no tendría porqué estar preso. Aparte no vivía con nosotros, él tiene su casa. Llegó en el momento justo. Otra cosa: por qué lo dejaron entrar, si había un allanamiento de esta magnitud. ¿Por qué lo dejaron entrar? ¿Por qué no lo pararon afuera? Ellos venían mandado y tenían apoyo y firmeza de atrás. Lo que querían hacer es lo que pasó y si no le damos un corte, si no hacemos nada, van a seguir.

El análisis final de Omar tiene una lucidez apabullante y es ese el motor que le permite a esta familia, y a todo Corcovado, resistir la impunidad que rodea el accionar político y policial desde el 8 de marzo a la fecha.
Corcovado es un pueblo inverosímil, como de fábula, sí, pero es protagonista de una historia que de tan repetida parece un deja vu de otras tantas, ocurridas a lo largo de los años. Ese dato, por sí mismo, demuestra que estos actos de violencia institucional no son errores ni excesos sino la violencia sistemática y planificada con la que se pretende ejercer el control social e instaurar un miedo colectivo. Miedo como al que hacen referencia Marta y Omar.
Lo malo del miedo es cuando paraliza y la familia Bustos hace un año que no para de marchar. 

(8 de marzo de 2010)

viernes, 5 de marzo de 2010

Ni flores ni bombones

“Día Internacional de la Mujer Trabajadora”

El 8 de marzo se conmemora el “Día Internacional de la Mujer Trabajadora” en homenaje a las costureras estadounidenses que, en 1908, hicieron huelga para reclamar sus derechos y fueron incendiadas por el patrón dentro de la fábrica. Otras mujeres decidieron tomar esa fecha como jornada de lucha. Aunque desde entonces han logrado diversas conquistas históricas, aún sobran las razones para seguir reivindicando la igualdad de sus derechos.

“La mujer, está donde le corresponde.
Millones de años de evolución no se han equivocado,
pues la naturaleza tiene la capacidad
de corregir sus propios defectos.”
Albert Einstein

Por Luis Zarranz
La historia oficial le asigna a la mujer, desde antes que Einstein dejara claro que el machismo no diferencia niveles intelectuales, un papel de culpa: fue por una de ellas, Eva, que Dios echó a la humanidad del Paraíso y fue una del mismo sexo, Pandora, quien destapó la caja que llenó al mundo de desgracias.
Los libros de la primaria, cuando refieren a la conquista de América sólo hacen un lugarcito a las mujeres a la sombra de los próceres como madres abnegadas o viudas sufrientes. ¿El resto de su papel en aquellos años?: la bandera, el bordado y el luto. Rara vez se menciona la gesta que protagonizaron muchísimas de ellas.
Estos ejemplos reflejan, por citar tan solo algunos de los infinitos que podrían mencionarse, la situación de desigualdad, discriminación y opresión que sufren las mujeres, por cuestiones de género.
Así, en 1910, en la II Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas realizada en Copenhague, Dinamarca, se proclamó –a instancias de Clara Zetkin y Kathy Duncker, dos incansables luchadoras– el 8 de marzo como Día Internacional de la Mujer Trabajadora. Ese es el nombre correcto para mencionar tal fecha, aunque luego el capitalismo se haya esforzado en quitar la cuestión de clase para imponer el mucho más suave “Día Internacional de la Mujer”.
La elección de ese día del calendario sintetiza la génesis por la que cada 8 de marzo debe ser considerado una jornada de reivindicaciones: dos años antes, 40 mil costureras industriales estadounidenses hacían huelga por el derecho a la sindicalización y en rechazo al trabajo infantil. El 8 de marzo de 1908 la fábrica textil Cotton de Nueva York era incendiada a manos de su dueño mientras las trabajadoras ocupaban la empresa: 129 de ellas quedaron atrapadas en el fuego patronal, pero su reclamo logró sobrevivir.
Desde entonces ha corrido mucha agua bajo el puente. En estos cien años la situación de la mujer ha avanzado de forma significativa aunque todavía queden muchas cosas pendientes para que la igualdad sea completa y efectiva. Aún hoy no son pocos los que se preguntan: “¿Un día de la mujer, para qué?”, como si el problema fuese el día en sí y no la situación de desigualdad que pone en evidencia. Imposibilitados de obviar la fecha, los medios proponen que cada 8 de marzo las mujeres reciban flores, bombones y saludos como fórmula para negar e invisibilizar los motivos que justifican no sólo ya su Día Internacional sino la situación de desigualdad que legitima tal fecha.
A través de los siglos, la concepción patriarcal ha considerado al hombre como centro de la humanidad en detrimento de la mujer. Cifras de la injusticia: en los países del sur, una de cada tres mujeres casadas recibe golpes por parte de su marido. Y a nivel mundial, de cada diez pobres, siete son mujeres.
Femicidios, violencia sexista, negación de derechos políticos y sociales, brecha salarial con respecto a los hombres son algunas de las cuestiones que tienen estricta actualidad y que ponen de relieve la cuestión de género y la pelea diaria que encarnan millones de mujeres contra tal situación.
En nuestro país la mujer ya representa más del 40% de la población económicamente activa y el 30% de los hogares está sostenido por jefas de hogar. Sin embargo ganan un tercio de lo que reciben los hombres por igual trabajo realizado. El 8 de marzo pasado la Confederación Internacional Sindical (CSI) presentó en Bruselas, Bélgica, el informe “(Des)igualdad de género en el mercado laboral: Visión general de las tendencias y  progresos mundiales centrado en la brecha salarial de género en el mundo”. El primer capítulo de este documento examina la diferencia entre los salarios de las mujeres con respecto a sus pares hombres. Los datos confirmaron lo que todo el mundo sabía: el promedio de la brecha salarial de género es de 22,4% a nivel mundial. En nuestro país, las últimas estadísticas sostienen que los hombres ganan entre un 30 y un 50% más que las mujeres por iguales tareas.
Pero hablar de la desigualdad de género jamás puede limitarse a una cuestión estrictamente salarial. Implica referirse a diversas realidades: a la violencia sexista que solamente el año pasado se cobró la vida de más de 200 mujeres; a la trata de personas y a las redes de prostitución, que esclavizan a millones de mujeres y cargan sobre sus espaldas la desaparición de más de 600 mujeres y niñas sólo en nuestro país; al derecho al aborto seguro, legal y gratuito que el Estado sigue negando y cuya consecuencia más visible son las cientos de mujeres fallecidas en abortos clandestinos; a la conversión de la mujer en un mero objeto de deseo que los medios estimulan como práctica cotidiana; etcétera, etcétera.
Como se aprecia, resulta indispensable rescatar el 8 de marzo como (otra) jornada para las reivindicaciones por la igualdad de derechos y no, como se pretende, como una fecha comercial color rosado. El Día Internacional de la Mujer Trabajadora implica no sólo ese día de lucha sino la necesidad de que ésta se multiplique y sea tan cotidiana como la situación de desigualdad que la genera.

Género  y movimiento obrero
“Las mujeres han tenido una participación central”
Por Luis Zarranz
Nicolás Iñigo Carrera es historiador, investigador, docente universitario y especialista en movimiento obrero. Estará a cargo de la jornada “La situación de la clase obrera en América Latina” en el Seminario “América Latina frente a la reacción neoliberal y el imperialismo. Aportes del conocimiento colectivo al proceso de liberación”, que comenzará en abril en la Universidad Popular Madres de Plaza de Mayo. En referencia al “Día Internacional de la Mujer Trabajadora”, aquí brinda algunas pistas sobre la participación femenina en las luchas sindicales y en los movimientos de trabajadores desocupados.

-¿Cuál ha sido la participación histórica de la mujer en el movimiento obrero y qué modificaciones ha tenido con el transcurso de los años?
-Desde los orígenes del movimiento obrero, tanto en Argentina como en el mundo, las mujeres han tenido una participación central: en las huelgas desarrolladas en los ramos productivos en que la fuerza de trabajo femenina era importante (muchas veces abrumadoramente mayoritaria), en la solidaridad con los huelguistas y en huelgas como la de inquilinos de 1907. Incluso en la lucha callejera: es notable, en la huelga general de enero de 1936, el papel de las mujeres y niños atacando y destruyendo los medios de transporte que no se plegaron a la huelga. En este aspecto no sé si ha habido grandes cambios.

-¿Por qué resulta tan difícil encontrar referencias de mujeres al frente de movimientos sindicales?
-Es menos frecuente que haya mujeres en los cargos más relevantes de las organizaciones sindicales. Si a comienzos del siglo XX esto podría explicarse por la condición legal de la mujer, desde los años 20 sólo puede ser atribuido a una concepción del mundo (que involucra a hombres y mujeres). Pero es evidente que la participación de las mujeres en los órganos directivos de los sindicatos se incrementó a lo largo del siglo XX y en las últimas décadas hay varios sindicatos que han tenido como secretaria general a una mujer.

-¿A tu criterio, cuáles son las razones por las que dentro de los movimientos de trabajadores desocupados la mujer ha tenido una irrupción tan destacada?
-En el movimiento de desocupados las mujeres han tenido una amplia participación en la movilización y en la organización de base, pero menos cuando se observa quiénes son los dirigentes principales, o sea que se repite lo del movimiento obrero. La importancia en la base probablemente tiene que ver con que se trata de las capas más pobres, donde la mujer tiene un papel relevante en la organización familiar (incluso muchas veces el hombre no existe y la mujer es cabeza de familia) y también el tipo de organización (ollas, comedores, etc) que están más asociadas a la mujer.

-El machismo imperante en buena parte de nuestra sociedad, ¿registra niveles similares dentro del movimiento obrero? Es decir, ¿los factores de clase, inhiben o potencian el machismo?
-Obviamente no son marcianos y, en líneas generales, siguen las pautas del conjunto de la sociedad. Pero hay que recordar que desde su origen el movimiento obrero (o al menos sus corrientes político ideológicas principales: socialismo, anarquismo, sindicalismo revolucionario, comunismo) planteó una lucha constante en el plano de las concepciones ideológicas y en la práctica, contra la opresión de las mujeres. Y esto tiene que ver con los factores de clase: la lucha por la construcción de una sociedad sin explotados ni oprimidos involucra desde el comienzo la lucha contra la opresión de la mujer. Esto no significa que mágicamente desaparezca el machismo, pero sí que se plantee su superación. Desde las clases opresoras, no puede haber oposición a la opresión misma sino que pueden aparecer reclamos contra tal o cual opresión (puede ser la de las mujeres), pero nunca con relación al conjunto social.

-Algunos sostienen que pueden establecerse diferencias en los modelos de conducción femenina respecto a los masculinos. ¿Existe tal cosa: un modelo "femenino" de conducción y otro "masculino"?
-La diferencia entre modelos de conducción masculina o femenina me parece un cuento chino; lo mismo que en cualquier otro grupo social. ¿Dónde estaría el modelo de conducción femenino? Las dirigentes sindicales, lo mismo que las dirigentes políticas construyen y ejercen el poder de las dos únicas maneras posibles en esta sociedad (y que son las mismas que las de los hombres): o sobre la base de la competencia, la explotación y la opresión, o sobre la base de la construcción de una nueva humanidad. Todo lo demás es verso. No quiero poner ejemplos de dirigentes sindicales, pero sí se pueden poner de políticas: Thatcher, Condolleza Rice, Isabel Perón.


De ellas no se habla
-En la Ciudad de Buenos Aires se denuncia una violación cada día y medio.
-De cada diez violaciones, sólo una se denuncia
-114 millones de mujeres y niñas sufren la ablación de clítoris, la mayoría en África, donde persiste el casamiento de niños y niñas.
-Cada día una mujer es quemada intencionalmente en Pakistán
-Los Derechos de la Mujer, proclamados en 1998 por las Naciones Unidas fueron incorporados a sus legislaciones por sólo 44 de los 193 países integrantes del organismo.
-En España la violencia de género es la primera causa de muerte entre las mujeres de 15 a 44 años, según la Organización Mundial de la Salud.
-El negocio mundial de la trata de personas genera ganancias por 32.000 millones de dólares al año y se ubica en el tercer lugar de un siniestro ranking internacional encabezado por la venta de armas y el comercio de drogas.

(Publicada en la revista "Sueños Compartidos", marzo 2010)