jueves, 5 de agosto de 2010

Los muertos que vos matáis…


Amparo Salvador Villanova es una investigadora española, hija de republicanos, presidenta del “Fòrum per la Memòria del País Valencià” y autora del libro “El genocidio franquista en Valencia” (2008). Su investigación descubrió seis fosas comunes en el cementerio de esa región donde fueron arrojadas 26.300 víctimas del franquismo, que ella consigna con todos sus datos en base a los propios registros de la dictadura fascista. De paso por el país, nos relata la monstruosidad del genocidio franquista y la solidaridad que hizo posible que los muertos digan “acá estamos”


Es una helada tarde que ya abre paso a la noche y al fin de semana. Constitución respira cansancio y humo de colectivos, en esas horas en las que el barrio muta en flipper y dispara muchedumbre desde cada rincón, como un pinball desenfrenado. Ajena al movimiento incesante que agita la ciudad, ella me abstrae del hormigueo humano para colocarme un mundo que coincide con el de un minuto antes en lo vertiginoso.
Amparo revuelve una taza de té y le clava la mirada, como quien anda buscando algo. Buscar, lo que se dice buscar, sabe de sobra. A tal punto, que encontró lo que pocos conocían pero muchos callaban: seis inmensas fosas comunes de la época franquista en el cementerio general de Valencia, a las que los diferentes gobiernos municipales, tanto de la dictadura como de la democracia, habían condenado al silencio y a la clandestinidad más absoluta, al igual que a los Libros de Registro de Enterramientos en los que constan las personas que allí fueron arrojadas.
La cifra impacta: 26.300 personas, absolutamente documentadas, víctimas de la represión franquista en Valencia sólo entre el 1º de abril de 1939 y el 31 de diciembre de 1945. Se trata de un número sustancialmente mayor a la cantidad que hasta ahora se había manejado y que permite dimensionar el genocidio franquista, si se considera que registra sólo de seis de los 36 años del régimen y uno de los miles de pueblos y ciudades españolas.
No por nada la palabra que más sostiene Amparo es un adjetivo: terrible.
Tampoco es en vano que remarque un sustantivo como contraparte: solidaridad. Sin ella, dice, su investigación habría sido imposible en un país donde socialistas y se asemejan a los propios fascistas en pos de perpetuar la impunidad.
“Valencia fue la capital de la II República Española en los últimos tiempos de la Guerra Civil y la última ciudad que cayó en poder de los fascistas, por lo que acogía a numerosos refugiados que habían huido del avance de las tropas de Francisco Franco en otras zonas”, me dice Amparo para introducirme en el mundo que lleva consigo. “Se convirtió en una ratonera de la que prácticamente nadie logró salir”, argumenta esta investigadora española que bebe el té de a sorbos, rodeada de cientos de libros de una de las bibliotecas de la Federación Libertaria Argentina (FLA).
“La represión franquista fue un genocidio con todas las letras, contra toda la población republicana que había sobrevivido a los tres años de resistencia tras el Golpe de Estado”. Además, señalando su investigación, agrega: “Este libro prueba que las matanzas fueron indiscriminadas contra la población civil porque hay desde criaturas de meses hasta personas de noventa y tantos años; mujeres, niños que han sido ahorcados, decapitados. Estos datos los escriben los propios fascistas”, remarca.

-¿Cómo fue el trabajo para lograr este material?
-La investigación me llevó seis años. Tres los paso buscando y los otros tres, documentando. Por supuesto, la segunda parte fue la más terrible porque comencé a ver los casos de cerca. Hay nombres que los tengo clavados aquí, que nunca los olvidaré.
Un ruidoso silencio agiganta la sala en la que estamos conversando hasta que lo disuelven sus próximas palabras: “Yo llevaba muchos años investigando porque formo parte de una familia combatiente contra el Golpe de Estado en que la represión posterior les afecta y los marca, como a mí misma, por ser hija de republicanos. Es una cosa que en España es muy común: llega un momento en que sufres un proceso en que todo lo que te rodea es como un puzzle al que le faltan piezas. Entonces empiezas a buscar tus propios orígenes: la situación personal de tu familia. Poco a poco vas descubriendo que son personas que han sufrido muchísimo, que han pasado por situaciones terribles y entonces vas recomponiendo tu vida. Durante ese proceso llega un momento en que te das cuenta que no tienes que investigar lo tuyo, porque forma parte de un todo. Lo que hay que hacer es investigar el todo.

-Y ese todo, ¿qué dice?
“Ahí lo tienes”, dice Amparo y señala nuevamente el libro. “Valencia era una ciudad de 400.000 habitantes y le construyeron las fosas comunes más grandes de la historia europea del siglo XX, según Francesco Cossiga, ex presidente de Italia; y Joan Garcés, el jurista que fue asesor del Salvador Allende; Premio Nobel Alternativo y quien denuncia a Pinochet en Londres”.
“Las fosas que yo descubrí son seis y ocupan una superficie de 41.020 metros cuadrados en las que consigo documentar, según los datos de los propios franquistas, 26.300 personas arrojadas del 1º de abril de 1939 al 31 de diciembre de 1945, que son las que están aquí”. (Otra vez la mano se apoya sobre el libro)

Lo que Amparo Salvador Villanova me está contando es la existencia de documentación histórica del propio régimen, en la que anotaban cada uno de sus crímenes: “Son esos libros apaisados que tu abres la hoja y ocupan media mesa. Cada renglón se refiere a una persona”. “Estamos hablando de una estructura y de una infraestructura estatal para matar y para registrar”, añade.
“Las fosas están hechas en plan industrial, con una estructura tremenda. Es una obra de ingeniería que pone los pelos de punta porque registran absolutamente todo: la maquinaria burocrática fascista es minuciosa hasta tal punto que no sé cómo contarte, incluso llegan a numerar el lugar que ocupan los cuerpos en cada agujero. Porque cuando te digo ‘la fosa’ es un conjunto de muchísimos agujeros donde van tirando a la gente, una encima de otra y van numerando los cuerpos”.
Para que se comprenda: la dictadura de Franco tenía un registro preciso con los datos de cada una de las personas que arrojaban en las fosas comunes: nombre, apellidos, edad, causa de muerte, sección de la fosa, con o sin ataúd, etc. Muchos de esos documentos se mantuvieron intactos hasta que Amparo los encontró y los hizo públicos. Lo más terrible de la investigación no fue el “descubrimiento” sino que la impunidad se haya mantenido y reforzado: como si la cadena de complicidad que va desde los fusilamientos y desapariciones hasta la persona que apunta los datos, fuera obra del Espíritu Santo. Ni que la Iglesia haya participado de la forma que lo hizo, alcanza para aceptar tal disparate.

Tinta Indeleble
 “Cuando haces un trabajo de investigación de estas características tu misma vas cayendo en un montón de detalles y, entonces, he tenido la sensación de que estaba trabajando sobre libros copiados de otros”, me intriga Amparo.
“Porque te encuentras con que hay páginas enteras con la misma letra y la misma tinta. De tanto en tanto, alguien agrega algo. Por ejemplo, ponen como causa de muerte ‘tuberculosis’; luego, con otra letra y otra tinta, alguien añade “pulmonar”.
“Al principio empiezan a registrar como causas de muerte ‘ejecuciones’. ‘Desconocido ejecutado’. Fíjate qué perversidad: o bien es que mataban a tantos que no sabían a quién mataban o bien sabían muy bien quién era pero no poniendo sus datos les condenaban a que nunca pudiese conocerse esa identidad. Después deja de aparecer la palabra ‘ejecutado’ y en las ‘causas de muerte’ aparece: ‘fractura de cráneo’, ‘asfixia por suspensión mecánica’, ‘ablación de cuerpos’; y les encanta poner enfermedades cardíacas: ‘asistolia’”.
“Todos morimos de asistolia porque técnicamente significa que se ha parado el corazón”, aclara Amparo. “También registran a muchos muertos por ‘hambre’: miles. “Luego, de enfermedades como la tuberculosis que ataca organismos debilitadísimos por carencia de nutrientes”.

-Cuando registran “desconocidos”, ¿significa que tienen un registro de desaparecidos?
-Fue otra cosa terrible: descubrir cómo muchos de los que tiraron a la fosa no los registran. Hemos conseguidos tener los datos de 156.000 personas que aparecen sin sus nombres. De momento esos son los desparecidos oficiales de España, pero son muchos más, desgraciadamente. Solamente en el cementerio de Valencia puede haber 40.000 personas que no constan. A raíz de esta investigación toda la gente se ha puesto a buscar en todos los cementerios de pueblos y ciudades de España. En todos hay fosas, ya como modus operandi del franquismo.

-¿Podemos señalar al franquismo como uno de los antecedentes de crímenes de lesa humanidad?
-Fue referencia del propio nazismo. El primer campo concentración de Europa, está en España: el de Albateras. Lo que luego el nazismo hizo por toda Europa, fue antecedente español. Hasta el de Albateras, al lado de Alicante, fueron médicos nazis a experimentar con presos republicanos.

-¿Cómo reaccionó la sociedad cuando se dio a conocer tu investigación?
-Cuando se hizo público, todos querían saber quién había hablado y qué es lo que habían dicho. Fue otras de las cosas que me impresionó: el terror de la gente aún hoy. ¿Cómo era posible que se tuviera un pánico tan grande? Terrible.
Luego, el Ayuntamiento de Valencia quiso hacer desaparecer todo. De hecho, nos prohibieron la entrada al archivo pero ya lo habíamos digitalizado completo. Digitalizar el archivo entero, ¡pero sin un duro! Todo, gracias a la solidaridad.
-¿En qué otras cuestiones se expresó esa solidaridad?
-No ha cobrado ni la notaria que labró las actas dando fe de los archivos. Fíjate, un notario en el mundo que no cobre. De hecho supe que se iban a llevar los libros del archivo porque alguien me filtró el dato, solidariamente. Los testimonios, los que hacen circular la información por Internet para romper el cerco de los medios, las asociaciones como éstas (por la FLA): esa es la solidaridad.
La silenciosa solidaridad que venció el silencio y la muerte.


Recuadro 1

Iglesia y socialismo español: la misma impunidad

-¿De qué manera participó la Iglesia en el genocidio franquista y la impunidad posterior?
-Todos sus edificios los puso al servicio del franquismo para que se usaran como cárceles. En sus edificios murieron miles de personas y miles fueron sacadas para ser fusiladas. La complicidad fue tal que hasta denunciaron a las propias monjas que habían apoyado la República. Sin embargo, a la Iglesia Católica no se le han pedido responsabilidades de sus acciones criminales.
En la transición, los fascistas, la derecha y la “izquierda” oficial (el Partido Socialista y el Comunista) firmaron lo que luego fue la Ley de Amnistía de 1977, que pactó el silencio de los crímenes, el olvido de las víctimas, la impunidad para todos los responsables y colaboradores y la destrucción de las pruebas. Eso es lo que venimos arrastrando en España, que es el único país que no ha sentado ni siquiera a uno de los implicados en el banquillo, cuando las matanzas se cuentan en millones.
Además ahora, en el colmo de la protección para que nadie pueda ser juzgado, el Tribunal Supremo ha declarado a la Iglesia Católica como “entidad privada”, por lo tanto está exenta de las obligaciones de la Ley de Protección de Datos que obliga a hacer pública toda documentación oficial tras el transcurso de 50 años. Precisamente por eso han dejado a la Iglesia al margen y no está obligada a mostrar los datos de sus cárceles, carceleros, presas, fusilados, torturados y niños vendidos.

-¿Existen causas que juzguen a los genocidas?
-Varias asociaciones pusimos una denuncia, por desapariciones forzadas y crímenes contra la humanidad, hace varios años y durante el 2008 le dieron curso en la Audiencia Nacional. El sumario cayó en ese juez tan mediático, Baltazar Garzón, que se declara tan competente en los crímenes de Chile y Argentina, cosa que me parece muy bien, pero no se declaró competente para juzgar los crímenes franquistas. Luego, la Audiencia Nacional le retiró las competencias, por lo que todo avanza lentamente.

-Los diarios nos dicen que gobierna España un “socialista”. ¿Qué ha hecho Zapatero para romper la impunidad?
-Tiene un abuelo en una fosa de León. De sus dos abuelos, uno era fascista. El otro era masón y se lo cargaron. Se debe haber olvidado porque sino no habría aprobado una ley que blinda la impunidad, aunque eso no se lo cree ni él: iremos donde haga falta porque éstos son crímenes de lesa humanidad que no prescriben. Él es de un gobierno socialista y mira lo que ha firmado. Igual, no nos sorprende. Todas las fosas que registro, menos una, fueron destruidas: dos por los fascistas y dos durante el período en que Valencia hubo un Ayuntamiento de “izquierdas”.

Recuadro 2
Robo de niños
“El régimen franquista llegó a aprobar la ley Vallejo-Nájera según la cual el marxismo y el izquierdismo era una enfermedad hereditaria. Por tanto, había que separar las criaturas de los que portaban la ‘enfermedad’. La ley recibe ese nombre en referencia a Antonio Vallejo Nájera, jefe de los Servicios Psiquiátricos Militares del régimen franquista, que fue el inventor de esa teoría. Según la ley, toda familia que no pueda acreditar que educa a sus hijos de acuerdo con los ‘gloriosos principios del movimiento nacional’, el Estado asume la tutela. En realidad era una gran coartada para un inmenso negocio: coger criaturas gratis robándolas o secuestrándolas legalmente y luego venderlas. Y a los que no se los podía vender porque eran más grandes, los explotaban en los campos de concentración donde trabajaban doce horas por día y le quitaban su identidad”.



(Inédita. Año 2010)

La Nombradora

Graciela González de Jeger fue integrante de la filial Tucumán de la Asociación Madres de Plaza de Mayo. Desde su provincia natal, además de luchar incansablemente, elaboró cientos de textos que fueron publicados en el Periódico de las Madres. El libro “A boca de jarro”, de reciente edición, recopila su artículos, cuentos y ensayos escritos entre 1988 y el 2000, donde se trasluce su lucidez e inteligencia.

Por Luis Zarranz
Cuentan quienes conocieron a Graciela González de Jeger, Madre de Plaza de Mayo, que no sólo se destacaba por su calidez humana y su compromiso para “vivir combatiendo la injusticia” sino también por su amplia formación cultural, impronta visible en cada uno de sus artículos en el Periódico de las Madres, publicados entre 1988 y el 2000, año en que falleció.
“A boca de jarro”, el flamante libro de Ediciones Madres de Plaza de Mayo que recopila sus escritos, ensayos y cuentos, rescata esa esencia.
Graciela nació en Tucumán, en diciembre de 1936. Fue docente rural en Puma Pozo y en Tafí Viejo mientras cursaba la carrera de abogacía en la Universidad Nacional de Tucumán. En septiembre de 1960, se casó con el periodista Maurice Jeger, uno de los 30.000 desaparecidos, con quien tuvo tres hijos. Comenzó su militancia muy joven en los centros estudiantiles de la Universidad tucumana y durante el Tucumanazo estuvo detenida en “El Buen Pastor”. Después del golpe militar fue secuestrada y luego liberada de la Jefatura de la Policía de Tucumán. Desaparecido Maurice, su militancia cobró más fuerza y su máxima entrega la hizo junto a la Asociación. Por más de veinte años se dedicó a resistir la injusticia desde las charlas, los debates, los encuentros de Madres, el periódico, pero por sobre todo, desde la Plaza, el espacio que ellas forjaron como propio.
“Leandro tiene 23 años. Su hermano Damián, apenas quince. Pertenecen a una familia humilde: el padre hace ‘changas’, la madre realiza limpieza por horas. Los muchachos, empleados en una tienda, son los únicos con ingresos fijos. No cursaron la secundaria, y la módica aspiración de aprender Mecánica Dental se hizo trizas frente al elevado costo de los materiales de trabajo”. Así comienza su crónica “Los chicos del Gran Hotel”, publicada en mayo de 1990, y rescatada en el libro. En ese texto aparecen la descripción precisa y el análisis reflexivo que permiten visibilizar una realidad distante a miles de kilómetros.
Como expresa su biografía redactada Sara Mrad, Madre de Plaza de Mayo filial Tucumán, “sus palabras estaban impregnadas de sensaciones, embebidas en el análisis de la realidad y modeladas en contenido revolucionario que utilizaba en sus discursos, expresados con la emotividad que la caracterizaba y que lograba transmitir sin demasiado esfuerzo a todos los que la escuchaban”.
En marzo de 1999 elaboró un adjetivo calificativo para definir una de las tantas esencias de sus compañeras de lucha: “Las Madres a nuestro modo, somos… ‘nombradoras’. Hemos salido al descampado de las plazas a gritar nombres en la noche más lóbrega de nuestra historia. Los hemos encolumnado en nuestras publicaciones, escrito en los billetes, bordado en nuestros pañuelos. Hemos dado a conocer sus historias en los dos tomos de ‘Nuestros Hijos’. Después vino el socializarlos y reunirlos en ese ‘30.000’ que es hoy es la cifra de espanto, pero también de amor”.
En la contratapa Hebe de Bonafini expresa: “Graciela era capaz de recordar todo; sus escritos son memorables (…). Las Madres estamos contentas de poder publicar este libro, que representa la memoria, la lucha, la resistencia. En él está la pluma brillante de Graciela, una mujer del pueblo que amó su Tucumán con todas sus fuerzas. Gracias, querida compañera, gracias por todo lo que nos enseñaste”.

(Publicada en la revista "Sueños Compartidos", agosto 2010)

Los actores son de acá a la vuelta

“El casamiento de Anita y Mirko”

Desde hace diez años más de 50 vecinos de Barracas realizan un espectáculo que reproduce los rituales de un casamiento cualquiera, con el propósito de generar una fiesta única en la que público y actores disfrutan por igual. Una original propuesta del Circuito Cultural Barracas en el que participan, en diferentes obras, más de 300 vecinos de distintas edades y ocupaciones. Un ejemplo concreto de cómo la unión hace la fuerza.

Por Luis Zarranz
Es posible que la mayoría de los ojos que se posan sobre esta nota hayan estado, aunque sea una vez, en alguna fiesta de casamiento. Los que no, igual conocen, de sobra, cada uno de sus rituales.
El casamiento de Anita y Mirko es como cualquier otro, pero distinto. Ellos se casan, puntualmente, todos los sábados y lo festejan como si fuera la última vez.
En la fiesta participan más de 50 actores de diversas edades, profesiones y rubros que son vecinos de Barracas y el invitado es el público que también participa de la fiesta, cena, baila (hasta se arma “trencito”), se saca fotos con los novios y es parte de esta celebración que desde su inicio te hace olvidar que en realidad se trata de una obra de teatro. No. Sentís que estás en un casamiento al que te invitaron.
Como en toda fiesta tenés una mesa asignada que, probablemente, compartas con otros, que te son desconocidos hasta que surge el diálogo, (como en los casamientos reales, las primeras palabras son de compromiso). Mientras anuncian que “ya llegan los novios”, te traen la comida y la bebida, con lo cual está garantizado el interés gastronómico que a todos nos despiertan los casorios.
Suena la música, la pista es un dedo que te llama y ahí está uno de los clímax de este casamiento que tiene diez años ininterrumpidos de éxito: el de camisa almidonada y cara de otario te suma de prepo al trencito y terminás haciendo rondas y puentecitos al son del cuarteto con desconocidos entrañables que a esta altura son tus compañeros de baile de toda la vida.
Baila el público y también gozan los Scarpini, la familia italiana de Anita, que no se guardan nada. Los parientes de Mirko, de origen ruso y algo parcos, miran la escena sin entender mucho lo que está pasando.
Así, durante dos horas se recrea un casamiento sin omitir ni uno de sus ritos: video de los novios, vals, números musicales, cena, lanzamiento del ramo, torta.
Todo, producido y puesto en práctica por los vecinos de Barracas, que por unas horas dejan la peluquería, el taxi, el consultorio, la escuela o los quehaceres domésticos para actuar, compartir, jugar (sí, jugar, ¿por qué no?) e inventar una fiesta que surgió en el 2001 cuando sobraban las caras largas y la preocupación. El mismo deseo de juntarse es el que, diez años después, anima a estos alquimistas del pesimismo a generar una celebración humana de lo comunitario, en forma de casamiento, que merece ser compartida.


Talento para la transformación
Ricardo Talento, actor, director y dramaturgo, es uno de los fundadores del movimiento de teatro comunitario en nuestro país y uno de los vecinos que dirige el Circuito Cultural Barracas, ámbito donde nació, creció y se desarrolla “el Casamiento de Anita y Mirko”, entre otras propuestas colectivas.
Ricardo impulsa el teatro de la comunidad para la comunidad y define al arte como “transformador social en sí”. Sostiene que “el desarrollo creativo en el vecino produce una transformación”.
Trasladado al barrio narra sus efectos: Si hay 300 vecinos participando, que dedican su tiempo libre para juntarse, construir y compartir con otros; si hay sesenta vecinos maquillándose juntos para una obra… ya eso es una transformación del barrio”.


+Info

(Publicada en la revista "Sueños Compartidos", agosto 2010) 

Cásate conmigo

EL CASAMIENTO DE ANITA Y MIRKO

Desde hace diez años una original propuesta del Circuito Cultural Barracas genera una fiesta protagonizada por vecinos del barrio para combatir el desencuentro.

Que Anita y Mirko se casen, con una gran fiesta incluida, todos los sábados. Ésa fue la pócima que inventaron los vecinos de Barracas para transformar el desánimo generalizado que, en pleno 2001, amagaba con llevarse todo lo que se pusiese en el camino.
La alquimia contra el pesimismo tuvo otros ingredientes que hicieron que la fórmula fuese efectiva: que los protagonistas del casamiento sean los propios vecinos y el público; que no haya más requisito para poder protagonizar el espectáculo que tener ganas de hacerlo; y, la frutilla del postre: querer divertirse y pasarla bien.
Desde hace casi diez años “El casamiento de Anita y Mirko” se repite, estrictamente, todos los sábados a las 22 horas en el Circuito Cultural Barracas, protagonizado por más de 50 vecinos que por unas horas dejan la panadería, el consultorio, el taxi, la escuela o los quehaceres domésticos no sólo para actuar (y lo bien que lo hacen) sino para darle a esa acción un valor agregado: la de compartir, labor que los tiempos actuales desprecian en cualquiera de sus manifestaciones.
Así, sin saberlo con la precisión que reclaman las academias pero con la sabiduría puesta en el hacer con otros como mecanismo para zurcir el desencuentro, crearon un espacio de libertad, interacción y belleza que pocos dramaturgos serían capaces de generar.
Una vanguardia artística creada por quienes estaban en la retaguardia social. Y un knock out a la parálisis.
“Este proyecto tiene un marco: teatro de la comunidad para la comunidad y el arte como transformador social. Creemos que el desarrollo creativo en el vecino produce una transformación”.
Las palabras de Ricardo Talento, actor, director y dramaturgo, uno de los fundadores del teatro comunitario en nuestro país y director del Circuito Cultural salen lentas pero apasionadas, como remolonas y disconformes por la partida de sus labios pero precisas y exactas como el antiguo reloj que a su lado marca un tiempo oxidado y a la vez inexorable.
Tic-Tac. Tic-Tac.
Las agujas no descansan.
Me complace pensar que están en el lugar indicado.
Tic-Tac. Tic-Tac.

La hora del arte comunitario
Ricardo se bate a duelo con su apellido para rechazar, de movida, la idea del don del artista: “Creemos que el arte es un derecho de todos. El mundo liberal creó la figura del artista como para decir que están los que se permiten desarrollar su actividad y tienen un don. Están diciendo que otros no lo tienen. Y, además, que se trata exclusivamente de una producción personal. Es un nefasto concepto liberal y hay otro del progresismo: la idea del arte como herramienta, como una utilidad. Nosotros creemos que en sí es transformador”.

-¿Y de qué manera transformó el barrio?
-Si hay 300 vecinos participando, que dedican su tiempo libre para juntarse con otros, para construir con otros, para compartir; si hay 50 vecinos maquillándose juntos: eso ya es una transformación.
           
La metamorfosis que señala Ricardo se traslada, también, al público. (Aclaración: aquí público y espectador no son sinónimos sino antónimos).
La puerta se abre como un suspiro y las cuñadas que manejan el salón “La Taffié de tu Barrió” te invitan a ubicarte en la mesa que te ha sido asignada, como en todo casamiento, donde surgirán los primeros diálogos con quienes han tenido tu mismo destino. Mientras van anunciando que “ya llegan los novios”, llega la comida y la bebida por lo que queda absolutamente garantizando el interés gastronómico que a todo el mundo le generan este tipo de eventos.
Al rato, Anita y Mirko ingresan al salón y con ellos sus desparejas familias, que constituyen uno de los puntos de atracción y conflicto de esta obra que tiene tan bien incorporados los rituales casamenteros que todo el tiempo hay que hacerse la aclaración mental de que, en realidad, se trata de una ficción. Lo que sentís es que te invitaron: participamos de la fiesta y cenamos, bailamos (hasta se arma “trencito”) y, como corresponde, nos sacamos fotos con los novios. Durante dos horas recreamos cada uno de los ritos de un casamiento: video, vals, números musicales, cena, lanzamiento del ramo, torta.
Suena la música y es difícil quedarse sentado. La pista es un imán que te succiona y, casi sin que te des cuenta, estás bailando con la novia, con aquel de camisa almidonada y cara de oficinista que ahora agita las palmas y mueve las piernas con mucha más voluntad que eficacia.
De todas formas, nadie presta atención a ese detalle: no le interesa a él ni ninguno de los que están alrededor. Lo que importa es que estás bailando, como te salga, con ya no sabés quién. A lo mejor son esas dosis de libertades y magia las que generaron que Anita y Mirko se casen cada sábado con el salón repleto de invitados, cuestión que en una obra de otra naturaleza sería mencionada como “a sala llena”.
Ricardo sigue ofreciendo pistas para la transformación: “Hace cuatro años que fui al Foro de Porto Alegre a dar una ponencia. Allí, donde leiv motiv es ‘otro mundo es posible’, me acuerdo que planteé que no iba a ser así si no éramos capaces de imaginarlo. Porque si no siempre vamos a estar construyendo en contra de alguien y porque este mundo de mierda lo está imaginando alguien, no es casual”.
Talento baja al Circuito Cultural Barracas lo que pensó en Porto Alegre: “Los primeros miércoles de cada mes hacemos lo que llamamos ‘reuniones de reflexiones’: nos juntamos los que quieran, no es obligatorio ni masivo porque justamente descubrimos que en los plenarios hablábamos siempre los mismos, entonces lo interesante aparecía en los bares, en los cumpleaños o en las casas de los vecinos”.
Así fue como empezaron a visualizar la forma de construir. Me lo explica mejor: “Un tema interesante fue el de las llegadas tardes, que era un clásico. Después de mucho charlar se llegó a la conclusión de que el que llegaba temprano es un privilegiado: tiene tiempo para hacerlo, puede tomarse unos mates, charlar con el otro y en fondo está preparando el espacio para el que no tiene tiempo y llega a último momento. Y el que llega tarde de avivado, se lo pierde. Esto que parece una tontería es empezar a visualizar cómo construimos desde otro lado, sin esto no funciona. Yo siempre digo que no hagamos reuniones de consorcio. En las reuniones de consorcio se juntan y los que están hablan de los que no vinieron ese día, en vez de proponer algo. Construyamos colectivamente: esa es una de nuestras bases porque si no entre tanta gente no podríamos ponernos de acuerdo nunca”.
Ricardo menciona palabras ejes como construcción, acuerdo, propuestas. Las siento en vivo y en directo mientras participo del casamiento que, antes que eso es una maravillosa edificación no sólo desde el producto que se ofrece, sino sobre todo desde los lazos que se construyen entre quienes sábado a sábado realizan la función.
Lazos.
Eso se ve, aunque sean invisibles, cuando antes de comenzar el espectáculo tengo el privilegio de colarme en el set de maquillaje.
El elemento central no son las pinturas sino el mate, con el tejido que es capaz de construir cuando pasa de mano en mano. Lo primero que veo son actores de diferentes edades que se maquillan unos a otros, que comentan una cosa tras otras mientras ultiman detalles. De fondo, ese murmullo que emerge de varias conversaciones simultáneas se entremezcla con risotadas de distinto calibre. Risas infantiles traviesas. Risas traviesas adultas. Risas nerviosas, despreocupadas, precisas. El olor a yerba húmeda, regada, inunda el ambiente pese a que hay más de cuarenta personas yendo y viniendo.
Donde yo veo actores, ellos ven al del 4º “B”, al canillita, al carnicero y a la panadera. Desespero por adivinar: Este tiene pinta de almacenero, esa señora debe ser la del locutorio, aquel es el del kiosco. Es una orgía de edades, ocupaciones, profesiones, misterios.
La metamorfosis ya es un hecho pero se agiganta para los que miramos la escena con ojos noveles. En su relajada concentración por maquillarse no adivinan el impacto que produce ver a casi cincuenta individuos que están compartiendo este instante sólo por el goce que produce hacerlo. En vez de encerrarse en sus casas a ver la tele, en lugar de mirar el barrio por la ventana…
Vuelvo a lo que Talento me decía sobre la transformación.

-¿Cómo se sostiene el espacio?
-Los lunes está lo que llamamos el Taller de Integración: los vecinos que recién se integran. Además, el primer lunes de cada mes, a las 20 horas, viene todo el vecino que quiere participar por primera vez. ¿Qué hacemos? Empezar a transmitir técnicas básicas: canto, actuación, baile, maquillaje. A los dos meses ya está integrado a los espectáculos.
Ricardo aporta otra clave que ayuda a entender una de las características del teatro comunitario: “La cantidad de gente que va y viene ha sido la gran fortaleza del teatro comunitario. Y descubrimos que cuanto más móvil, más fuerte es porque al vecino le pasa que quizá no puede venir, le cambiaron el horario del trabajo, algún sábado no puede, entonces cada personaje tiene dos o tres versiones. Todos saben que existe este espacio que es de todos y que si se van pueden volver cuando quieran, no hay una cuestión de culpa ni nada. Tiene la movilidad que tiene la comunidad”.
Más movilidad tiene la chica de vestido cuadrillé que encabeza el trencito con un ritmo que mis piernas envidian y mis ojos agradecen.
Anita y Mirko se despiden de sus familias. Una vez más han celebrado su casamiento aunque cada noche sea totalmente diferente a la anterior. Hay quienes sostienen que cualquier observador, por el mero hecho de ser testigo, influye en la realidad que está observando, la altera, la modifica.
La próxima función quizá sea diferente porque estás vos.

(Publicada en la revista MU, agosto de 2010)