jueves, 5 de agosto de 2010

La Nombradora

Graciela González de Jeger fue integrante de la filial Tucumán de la Asociación Madres de Plaza de Mayo. Desde su provincia natal, además de luchar incansablemente, elaboró cientos de textos que fueron publicados en el Periódico de las Madres. El libro “A boca de jarro”, de reciente edición, recopila su artículos, cuentos y ensayos escritos entre 1988 y el 2000, donde se trasluce su lucidez e inteligencia.

Por Luis Zarranz
Cuentan quienes conocieron a Graciela González de Jeger, Madre de Plaza de Mayo, que no sólo se destacaba por su calidez humana y su compromiso para “vivir combatiendo la injusticia” sino también por su amplia formación cultural, impronta visible en cada uno de sus artículos en el Periódico de las Madres, publicados entre 1988 y el 2000, año en que falleció.
“A boca de jarro”, el flamante libro de Ediciones Madres de Plaza de Mayo que recopila sus escritos, ensayos y cuentos, rescata esa esencia.
Graciela nació en Tucumán, en diciembre de 1936. Fue docente rural en Puma Pozo y en Tafí Viejo mientras cursaba la carrera de abogacía en la Universidad Nacional de Tucumán. En septiembre de 1960, se casó con el periodista Maurice Jeger, uno de los 30.000 desaparecidos, con quien tuvo tres hijos. Comenzó su militancia muy joven en los centros estudiantiles de la Universidad tucumana y durante el Tucumanazo estuvo detenida en “El Buen Pastor”. Después del golpe militar fue secuestrada y luego liberada de la Jefatura de la Policía de Tucumán. Desaparecido Maurice, su militancia cobró más fuerza y su máxima entrega la hizo junto a la Asociación. Por más de veinte años se dedicó a resistir la injusticia desde las charlas, los debates, los encuentros de Madres, el periódico, pero por sobre todo, desde la Plaza, el espacio que ellas forjaron como propio.
“Leandro tiene 23 años. Su hermano Damián, apenas quince. Pertenecen a una familia humilde: el padre hace ‘changas’, la madre realiza limpieza por horas. Los muchachos, empleados en una tienda, son los únicos con ingresos fijos. No cursaron la secundaria, y la módica aspiración de aprender Mecánica Dental se hizo trizas frente al elevado costo de los materiales de trabajo”. Así comienza su crónica “Los chicos del Gran Hotel”, publicada en mayo de 1990, y rescatada en el libro. En ese texto aparecen la descripción precisa y el análisis reflexivo que permiten visibilizar una realidad distante a miles de kilómetros.
Como expresa su biografía redactada Sara Mrad, Madre de Plaza de Mayo filial Tucumán, “sus palabras estaban impregnadas de sensaciones, embebidas en el análisis de la realidad y modeladas en contenido revolucionario que utilizaba en sus discursos, expresados con la emotividad que la caracterizaba y que lograba transmitir sin demasiado esfuerzo a todos los que la escuchaban”.
En marzo de 1999 elaboró un adjetivo calificativo para definir una de las tantas esencias de sus compañeras de lucha: “Las Madres a nuestro modo, somos… ‘nombradoras’. Hemos salido al descampado de las plazas a gritar nombres en la noche más lóbrega de nuestra historia. Los hemos encolumnado en nuestras publicaciones, escrito en los billetes, bordado en nuestros pañuelos. Hemos dado a conocer sus historias en los dos tomos de ‘Nuestros Hijos’. Después vino el socializarlos y reunirlos en ese ‘30.000’ que es hoy es la cifra de espanto, pero también de amor”.
En la contratapa Hebe de Bonafini expresa: “Graciela era capaz de recordar todo; sus escritos son memorables (…). Las Madres estamos contentas de poder publicar este libro, que representa la memoria, la lucha, la resistencia. En él está la pluma brillante de Graciela, una mujer del pueblo que amó su Tucumán con todas sus fuerzas. Gracias, querida compañera, gracias por todo lo que nos enseñaste”.

(Publicada en la revista "Sueños Compartidos", agosto 2010)

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