Amparo Salvador Villanova es una investigadora española,
hija de republicanos, presidenta del “Fòrum per la Memòria del País Valencià” y
autora del libro “El genocidio franquista en Valencia” (2008). Su investigación
descubrió seis fosas comunes en el cementerio de esa región donde fueron
arrojadas 26.300 víctimas del franquismo, que ella consigna con todos sus datos
en base a los propios registros de la dictadura fascista. De paso por el país,
nos relata la monstruosidad del genocidio franquista y la solidaridad que hizo
posible que los muertos digan “acá estamos”
Es una helada tarde que ya abre paso a la noche y al fin
de semana. Constitución respira cansancio y humo de colectivos, en esas horas
en las que el barrio muta en flipper y dispara muchedumbre desde cada rincón,
como un pinball desenfrenado. Ajena al movimiento incesante que agita la
ciudad, ella me abstrae del hormigueo humano para colocarme un mundo que
coincide con el de un minuto antes en lo vertiginoso.
Amparo revuelve una taza de té y le clava la mirada, como
quien anda buscando algo. Buscar, lo que se dice buscar, sabe de sobra. A tal
punto, que encontró lo que pocos conocían pero muchos callaban: seis inmensas
fosas comunes de la época franquista en el cementerio general de Valencia, a
las que los diferentes gobiernos municipales, tanto de la dictadura como de la
democracia, habían condenado al silencio y a la clandestinidad más absoluta, al
igual que a los Libros de Registro de Enterramientos en los que constan las
personas que allí fueron arrojadas.
La cifra impacta: 26.300 personas, absolutamente
documentadas, víctimas de la represión franquista en Valencia sólo entre el 1º
de abril de 1939 y el 31 de diciembre de 1945. Se trata de un número sustancialmente
mayor a la cantidad que hasta ahora se había manejado y que permite dimensionar
el genocidio franquista, si se considera que registra sólo de seis de los 36 años
del régimen y uno de los miles de pueblos y ciudades españolas.
No por nada la palabra que más sostiene Amparo es un
adjetivo: terrible.
Tampoco es en vano que remarque un sustantivo como
contraparte: solidaridad. Sin ella, dice, su investigación habría sido
imposible en un país donde socialistas y se asemejan a los propios fascistas en
pos de perpetuar la impunidad.
“Valencia fue la capital de la II República Española
en los últimos tiempos de la
Guerra Civil y la última ciudad que cayó en poder de los fascistas,
por lo que acogía a numerosos refugiados que habían huido del avance de las
tropas de Francisco Franco en otras zonas”, me dice Amparo para introducirme en
el mundo que lleva consigo. “Se convirtió en una ratonera de la que
prácticamente nadie logró salir”, argumenta esta investigadora española que
bebe el té de a sorbos, rodeada de cientos de libros de una de las bibliotecas
de la Federación
Libertaria Argentina (FLA).
“La represión franquista fue un genocidio con todas las
letras, contra toda la población republicana que había sobrevivido a los tres
años de resistencia tras el Golpe de Estado”. Además, señalando su
investigación, agrega: “Este libro prueba que las matanzas fueron
indiscriminadas contra la población civil porque hay desde criaturas de meses
hasta personas de noventa y tantos años; mujeres, niños que han sido ahorcados,
decapitados. Estos datos los escriben los propios fascistas”, remarca.
-¿Cómo fue el
trabajo para lograr este material?
-La investigación me llevó seis años. Tres los paso
buscando y los otros tres, documentando. Por supuesto, la segunda parte fue la
más terrible porque comencé a ver los casos de cerca. Hay nombres que los tengo
clavados aquí, que nunca los olvidaré.
Un ruidoso silencio agiganta la sala en la que estamos
conversando hasta que lo disuelven sus próximas palabras: “Yo llevaba muchos
años investigando porque formo parte de una familia combatiente contra el Golpe
de Estado en que la represión posterior les afecta y los marca, como a mí misma,
por ser hija de republicanos. Es una cosa que en España es muy común: llega un
momento en que sufres un proceso en que todo lo que te rodea es como un puzzle
al que le faltan piezas. Entonces empiezas a buscar tus propios orígenes: la
situación personal de tu familia. Poco a poco vas descubriendo que son personas
que han sufrido muchísimo, que han pasado por situaciones terribles y entonces
vas recomponiendo tu vida. Durante ese proceso llega un momento en que te das
cuenta que no tienes que investigar lo tuyo, porque forma parte de un todo. Lo que
hay que hacer es investigar el todo.
-Y ese todo,
¿qué dice?
“Ahí lo tienes”, dice Amparo y señala nuevamente el
libro. “Valencia era una ciudad de 400.000 habitantes y le construyeron las
fosas comunes más grandes de la historia europea del siglo XX, según Francesco
Cossiga, ex presidente de Italia; y Joan Garcés, el jurista que fue asesor del
Salvador Allende; Premio Nobel Alternativo y quien denuncia a Pinochet en
Londres”.
“Las fosas que yo descubrí son seis y ocupan una
superficie de 41.020 metros
cuadrados en las que consigo documentar, según los datos
de los propios franquistas, 26.300 personas arrojadas del 1º de abril de 1939 al
31 de diciembre de 1945, que son las que están aquí”. (Otra vez la mano se
apoya sobre el libro)
Lo que Amparo Salvador Villanova me está contando es la
existencia de documentación histórica del propio régimen, en la que anotaban
cada uno de sus crímenes: “Son esos libros apaisados que tu abres la hoja y
ocupan media mesa. Cada renglón se refiere a una persona”. “Estamos hablando de
una estructura y de una infraestructura estatal para matar y para registrar”,
añade.
“Las fosas están hechas en plan industrial, con una
estructura tremenda. Es una obra de ingeniería que pone los pelos de punta
porque registran absolutamente todo: la maquinaria burocrática fascista es
minuciosa hasta tal punto que no sé cómo contarte, incluso llegan a numerar el
lugar que ocupan los cuerpos en cada agujero. Porque cuando te digo ‘la fosa’
es un conjunto de muchísimos agujeros donde van tirando a la gente, una encima
de otra y van numerando los cuerpos”.
Para que se comprenda: la dictadura de Franco tenía un
registro preciso con los datos de cada una de las personas que arrojaban en las
fosas comunes: nombre, apellidos, edad, causa de muerte, sección de la fosa,
con o sin ataúd, etc. Muchos de esos documentos se mantuvieron intactos hasta
que Amparo los encontró y los hizo públicos. Lo más terrible de la
investigación no fue el “descubrimiento” sino que la impunidad se haya
mantenido y reforzado: como si la cadena de complicidad que va desde los
fusilamientos y desapariciones hasta la persona que apunta los datos, fuera
obra del Espíritu Santo. Ni que la Iglesia haya participado
de la forma que lo hizo, alcanza para aceptar tal disparate.
Tinta Indeleble
“Cuando haces un
trabajo de investigación de estas características tu misma vas cayendo en un
montón de detalles y, entonces, he tenido la sensación de que estaba trabajando
sobre libros copiados de otros”, me intriga Amparo.
“Porque te encuentras con que hay páginas enteras con la
misma letra y la misma tinta. De tanto en tanto, alguien agrega algo. Por ejemplo,
ponen como causa de muerte ‘tuberculosis’; luego, con otra letra y otra tinta,
alguien añade “pulmonar”.
“Al principio empiezan a registrar como causas de muerte ‘ejecuciones’.
‘Desconocido ejecutado’. Fíjate qué perversidad: o bien es que mataban a tantos
que no sabían a quién mataban o bien sabían muy bien quién era pero no poniendo
sus datos les condenaban a que nunca pudiese conocerse esa identidad. Después
deja de aparecer la palabra ‘ejecutado’ y en las ‘causas de muerte’ aparece: ‘fractura
de cráneo’, ‘asfixia por suspensión mecánica’, ‘ablación de cuerpos’; y les
encanta poner enfermedades cardíacas: ‘asistolia’”.
“Todos morimos de asistolia porque técnicamente significa
que se ha parado el corazón”, aclara Amparo. “También registran a muchos
muertos por ‘hambre’: miles. “Luego, de enfermedades como la tuberculosis que
ataca organismos debilitadísimos por carencia de nutrientes”.
-Cuando
registran “desconocidos”, ¿significa que tienen un registro de desaparecidos?
-Fue otra cosa terrible: descubrir cómo muchos de los que
tiraron a la fosa no los registran. Hemos conseguidos tener los datos de
156.000 personas que aparecen sin sus nombres. De momento esos son los
desparecidos oficiales de España, pero son muchos más, desgraciadamente.
Solamente en el cementerio de Valencia puede haber 40.000 personas que no
constan. A raíz de esta investigación toda la gente se ha puesto a buscar en todos
los cementerios de pueblos y ciudades de España. En todos hay fosas, ya como modus
operandi del franquismo.
-¿Podemos
señalar al franquismo como uno de los antecedentes de crímenes de lesa
humanidad?
-Fue referencia del propio nazismo. El primer campo
concentración de Europa, está en España: el de Albateras. Lo que luego el
nazismo hizo por toda Europa, fue antecedente español. Hasta el de Albateras,
al lado de Alicante, fueron médicos nazis a experimentar con presos
republicanos.
-¿Cómo reaccionó
la sociedad cuando se dio a conocer tu investigación?
-Cuando se hizo público, todos querían saber quién había
hablado y qué es lo que habían dicho. Fue otras de las cosas que me impresionó:
el terror de la gente aún hoy. ¿Cómo era posible que se tuviera un pánico tan
grande? Terrible.
Luego, el Ayuntamiento de Valencia quiso hacer
desaparecer todo. De hecho, nos prohibieron la entrada al archivo pero ya lo
habíamos digitalizado completo. Digitalizar el archivo entero, ¡pero sin un
duro! Todo, gracias a la solidaridad.
-¿En qué otras
cuestiones se expresó esa solidaridad?
-No ha cobrado ni la notaria que labró las actas dando fe
de los archivos. Fíjate, un notario en el mundo que no cobre. De hecho supe que
se iban a llevar los libros del archivo porque alguien me filtró el dato,
solidariamente. Los testimonios, los que hacen circular la información por
Internet para romper el cerco de los medios, las asociaciones como éstas (por la FLA ): esa es la solidaridad.
La silenciosa solidaridad que venció el silencio y la
muerte.
Recuadro 1
Iglesia
y socialismo español: la misma impunidad
-¿De qué manera
participó la Iglesia
en el genocidio franquista y la impunidad posterior?
-Todos sus edificios los puso al servicio del franquismo
para que se usaran como cárceles. En sus edificios murieron miles de personas y
miles fueron sacadas para ser fusiladas. La complicidad fue tal que hasta denunciaron
a las propias monjas que habían apoyado la República. Sin
embargo, a la Iglesia Católica
no se le han pedido responsabilidades de sus acciones criminales.
En la transición, los fascistas, la derecha y la “izquierda”
oficial (el Partido Socialista y el Comunista) firmaron lo que luego fue la Ley de Amnistía de 1977, que pactó
el silencio de los crímenes, el olvido de las víctimas, la impunidad para todos
los responsables y colaboradores y la destrucción de las pruebas. Eso es lo que
venimos arrastrando en España, que es el único país que no ha sentado ni
siquiera a uno de los implicados en el banquillo, cuando las matanzas se
cuentan en millones.
Además ahora, en el colmo de la protección para que nadie
pueda ser juzgado, el Tribunal Supremo ha declarado a la Iglesia Católica como “entidad
privada”, por lo tanto está exenta de las obligaciones de la Ley de Protección de Datos que
obliga a hacer pública toda documentación oficial tras el transcurso de 50
años. Precisamente por eso han dejado a la Iglesia al margen y no está obligada a mostrar los
datos de sus cárceles, carceleros, presas, fusilados, torturados y niños vendidos.
-¿Existen causas
que juzguen a los genocidas?
-Varias asociaciones pusimos una denuncia, por
desapariciones forzadas y crímenes contra la humanidad, hace varios años y
durante el 2008 le dieron curso en la Audiencia Nacional.
El sumario cayó en ese juez tan mediático, Baltazar Garzón, que se declara tan
competente en los crímenes de Chile y Argentina, cosa que me parece muy bien,
pero no se declaró competente para juzgar los crímenes franquistas. Luego, la Audiencia Nacional
le retiró las competencias, por lo que todo avanza lentamente.
-Los diarios nos
dicen que gobierna España un “socialista”. ¿Qué ha hecho Zapatero para romper
la impunidad?
-Tiene un abuelo en una fosa de León. De sus dos abuelos,
uno era fascista. El otro era masón y se lo cargaron. Se debe haber olvidado porque
sino no habría aprobado una ley que blinda la impunidad, aunque eso no se lo
cree ni él: iremos donde haga falta porque éstos son crímenes de lesa humanidad
que no prescriben. Él es de un gobierno socialista y mira lo que ha firmado.
Igual, no nos sorprende. Todas las fosas que registro, menos una, fueron
destruidas: dos por los fascistas y dos durante el período en que Valencia hubo
un Ayuntamiento de “izquierdas”.
Recuadro 2
Robo
de niños
“El régimen franquista llegó a aprobar la ley
Vallejo-Nájera según la cual el marxismo y el izquierdismo era una enfermedad
hereditaria. Por tanto, había que separar las criaturas de los que portaban la ‘enfermedad’.
La ley recibe ese nombre en referencia a Antonio Vallejo Nájera, jefe de los
Servicios Psiquiátricos Militares del régimen franquista, que fue el inventor
de esa teoría. Según la ley, toda familia que no pueda acreditar que educa a
sus hijos de acuerdo con los ‘gloriosos principios del movimiento nacional’, el
Estado asume la tutela. En realidad era una gran coartada para un inmenso negocio:
coger criaturas gratis robándolas o secuestrándolas legalmente y luego
venderlas. Y a los que no se los podía vender porque eran más grandes, los
explotaban en los campos de concentración donde trabajaban doce horas por día y
le quitaban su identidad”.
(Inédita. Año 2010)
(Inédita. Año 2010)
No hay comentarios:
Publicar un comentario