miércoles, 5 de octubre de 2011

Medios desesperados

En “La cruzada de los medios en América Latina”, el pensador e investigador brasilero Dênis de Moraes describe las políticas de comunicación estatal para democratizar la palabra frente al panorama mediático que se opone a toda medida que altere el statu quo.

Por Luis Zarranz
El último libro de Dênis de Moraes no es un libro: es una radiografía. Con ese estilo de agudeza analiza, a través de la investigación en ocho países latinoamericanos (Venezuela, Ecuador, Bolivia, Argentina, Uruguay, Chile, Brasil, Nicaragua y Paraguay), la tensión entre los medios de comunicación y los gobiernos progresistas de la región, que aspiran a poner en discusión su inmaculada concepción.
La tesis principal de “La cruzada de los medios en América Latina. Gobiernos progresistas y políticas de comunicación” sostiene que las empresas mediáticas, “esgrimiendo los mismos intereses que los sectores económicos más poderosos, consolidaron un contrapoder al alzarse como una voz hegemónica que, en no pocas ocasiones, supera incluso la de la oposición política, permitiéndoles establecer su propia agenda en los debates que enardecen la opinión pública”.
Frente a ello, el autor, doctor en Comunicación y Cultura de la Universidad Federal de Río de Janeiro, aborda las transformaciones propuestas desde los Estados y el valor estratégico de las políticas de comunicación surgidas en los últimos años por impulso popular.
Moraes realiza su labor con una mirada estratégica, profunda, sagaz, que va tejiendo las particularidades de los distintos procesos, con un valor agregado que caracteriza su investigación: un soporte teórico que refuerza las experiencias en la construcción de una comunicación abierta, democrática y plural.
De esta manera, este pensador brasilero desarrolla un trabajo, estructurado en seis capítulos, en el que describe la concentración monopólica y sus implicancias, el valor de las políticas públicas y las transformaciones  comunicacionales. Entre ellas señala la revitalización de la comunicación estatal, el surgimiento de diarios estatales (en los casos de Venezuela, Bolivia, Ecuador y Paraguay), otros modelos televisivos (como Telesur, Vive TV y Encuentro), legislaciones antimonopólicas, fortalecimiento de medios comunitarios, fomento a la producción cultural y audiovisual independiente, frentes de cooperación regional, entre otras.
Para Moraes se trata del derecho de los Estados, y sus pueblos a construir su propia voz. En sus palabras: “La batalla simbólica por la democratización de la comunicación necesita cuestionar las verdades discursivas que los medios, como aparato privado de hegemonía, elaboran, diseminan y ambicionan perpetuar. La pluralización depende de varios factores, entre ellos el convencimiento público sobre la necesidad de espacios más libres de información y opinión, y la implementación de políticas públicas que promuevan una efectiva diversificación de los contenidos”.
En eso estamos.

(Publicada en la revista "Ni un paso atrás", octubre 2011)

Solá y Acompañada

La Chicana

Dolores Solá es la frutilla de La Chicana, el grupo que festejó sus primeros quince años de música con un disco doble y una serie de shows donde ella brilló con su voz y su estilo.

Por Luis Zarranz
La voz de Dolores Solá baja desde el escenario y flota entre la gente que la escucha con admiración. Ahí se queda, suspendida, en una especie de burbuja que tarda en deshacerse, hasta que hace plop y se desvanece. En ese instante, otro tono, otra nota, una melodía vuelve a fluir y se produce nuevamente el embrujo: la hipnosis colectiva, los rostros en trance y los oídos queriendo retener ese timbre de voz.
Aunque ya lanzó su carrera solista, la Solá se presenta ahora con su histórica formación, La Chicana, que decidió festejar los quince años de trayectoria con un disco doble, al que le pusieron un nombre combativo: Revolución o Picnic.
La banda hace tango trans: transgresivo, transgénico, transpirado, trasnochado.
En el disco A rinden tributo a sus más queridos maestros, con versiones de temas que van desde Troilo, Charly, Manzi, hasta Bertolt Brecht. En el B están las composiciones del omnipresente director Acho Estol: tangos, valses y milongas, pero también composiciones de cuño folklórico; chamarritas, cumbias, zambas.
En todos se luce la voz de Dolores, que a veces duele y otras alivia. Ay, Dolores: tiene una copa de vino en la mano, presenta cada tema en una ensayada improvisación, nunca parece soltarse del todo, pero cuando canta e interpreta las letras, querés que la burbuja no se deshaga jamás. Su voz es poética, potente, profunda, precisa, profunda: un enigma.
El show en el Club Atlético Fernández Fierro (CAFF) es corto (demasiado) y mestizo: lo caracterizan una mixtura de géneros, ritmos y estilos, que se mezclan con el humo de las luces y con las luces del humor.
La Chicana se formó en 1995 con una convicción: “Que la esencia del tango se encuentra en el espíritu de rebelión y espontaneidad de las primeras décadas del siglo, lo cual lo aproxima en concepto más al rock que a las formas orquestales o jazzeras, académicas en suma, que lo popularizaron en el mundo desde la década del '40”.
Su propósito es “demostrar que el tango puede florecer como música popular y joven en las calles mientras continúa deslumbrando desde los grandes escenarios de todo el mundo”.

Con esas herramientas sobre el estuche sumaron sensibilidad, técnica, pasión y pasión (sí, dos veces). Sostienen que les gusta “la crudeza metálica, pero de sofisticada musicalidad, de las guitarras de Gardel”. Con tales elementos tocaron en Europa, Brasil, Canadá, China y hasta Senegal. Y ahora están partiendo la semana en un antes y un después que corta la noche como un navajazo violento y calculado.

Lola Solá anuncia, sobre el escenario, que firmó un contrato con una bodega y que, sólo por eso, tiene que beber mientras canta. El vino le mejora la voz y le desmejora el equilibro. Qué importa, nada importa: todo es poco para su delicadeza de barrio sin careta ni disfraz. Y, de todas formas, el público celebra su autenticidad.
Termina el show. La gente aplaude pidiendo más. La Chicana se va, vuelve; se va, vuelve (sí, dos veces también). Dolores dice gracias y hasta la próxima. Se retira. Se va con la música a otra parte.


(Publicada en la revista ¡Ni un paso atrás!, octubre 2011)

Teatro Abierto

“LOS DESCONTROLADOS DE BARRACAS”


Llegaron a la calle Corrientes con el mismo espectáculo callejero con el que deslumbran a vecinos y turistas. Allí demostraron la calidad y actualidad de sus obras

Ahí viene una adolescente de catorce años, tal vez algunos más, dale que dale al bombo y los platillos, meta murga. Hay algo en su rostro, no logro descifrar qué, que también se bate y se agita mientras el bombo empieza a generar una rítmica carnavalesca. Atrás suyo vienen otros, de edades dispersas, desfilando, en coordinado desorden, sacudiendo las piernas con agilidad gimnástica y febril entusiasmo.
Ahí vienen y tengo delante de mí a los “Descontrolados de Barracas”, vecinos con alma de murgueros, que están dando forma al primer cuadro de su espectáculo GPS Barrial (Turismo Humano) en el que presentan su tercer disco.
Miro la escena sentado, mientras más discípulos del Rey Momo siguen bailoteando sobre el escenario, en la tercera fila de un teatro de la calle Corrientes, ésa que se supone define el on y off de la escena teatral como si fuera un botoncito que prende y apaga.
Cuando dimensiono que los que están ahí arriba no son, ni quieren ser, actores ni bailarines profesionales sino vecinos, y que lo que están protagonizando es un espectáculo de teatro comunitario en el refinado Teatro Alvear, siento que la escena pone en crisis todo paradigma que pretenda definir qué es, y qué no, el “circuito comercial”.
Los paradigmas son válidos hasta el momento en que se derrumban y dejan de nombrar lo que anhelan. Hay algo en el espacio, en el ambiente, en la sala llena, en la calidad de este espectáculo de murga-teatro, en el pibe de 8 que tengo al lado y comprende todo con mucha más naturalidad que yo, en las escaleras que llevan a la alegría, en la dimensión en que están sucediendo las cosas mientras tomo nota, que me pide que anote esto: que hoy, aquí, se está gestando un algo que habla y me dice cosas de esta época.

LA TRIBU Y LA INCERTIDUBRE
Unos días después, cuando nos encontremos para charlar sobre el show, Mariana Brodiano, directora de la murga “Los Descontrolados de Barracas” del Circuito Cultural Barracas, también me dirá que “el teatro comunitario no está valorizado en cuanto a la excelencia que tiene como expresión artística, por lo tanto, está al margen de esos espacios de tanta vidriera”.
“En realidad, creo en la excelencia de lo que hacemos, y creo que puede ser visto en la calle, en una plaza, en un espacio barrial, pero también puede perfectamente presentarse en un teatro, donde, quizá, se pierde esa energía que tiene una función en la calle, pero se pueden apreciar otras cosas como las letras, matices musicales o de actuación, puesta de luces. La dispersión es mucho menor”, agregará luego.
Pero todo eso en unos días. Ahora, un grupo de turistas curiosos acaba de llegar a Barracas a conocer una extraña tribu: “La última comunidad del mundo donde los seres humanos viven y se relacionan como seres humanos, manteniendo vínculos afectivos y de convivencia, difíciles de encontrar en el mundo civilizado”. Esa rareza fue subida a Internet por un turista extraviado que, buscando Caminito, cruzó la avenida Patricios y despertó la curiosidad del mundo entero.
En ese marco, la tribu –con ustedes los “Descontrolados de Barracas”– hace de guía turística por el barrio para “enseñar a mirar”, según sostienen en la primera canción del show.
En este viaje les enseñan a los turistas a observar lo esencial: valorar que:, por ejemplo, “un bache no es un bache sino un yacimiento arqueológico urbano” que sirve para explicarle a los chicos que antes del asfalto hubo empedrado y previamente, tierra.
Con situaciones de este tipo, el GPS Barrial va guiando a los turistas a lo largo de su recorrido y, con humor e ironía, el público viaja también por los vericuetos y avatares del barrio para descubrir su topografía, sus miserias y sus orgullos.
Así, haciendo alarde de la tristemente célebre avivada porteña, “Los Descontrolados de Barracas” intentan sacarle provecho a nuestras dificultades sociales. Dice Mariana, la directora del espectáculo: “De alguna manera sirve para plantear que de humanos nos queda muy poco porque nadie se anima a abrir la puerta y hacer pasar a los turistas. Lo que tenemos a favor es que nos damos cuenta, que eso es recuperable”. Ahí mismo, plantea soluciones posibles: “Que dejemos de estar encerrados, atrincherados y que veamos lo que está pasando, que la forma no es atrincherarse sino al revés, salir”.
En medio de todo el relato, el choripanero del barrio, testigo de cuanto sucede, sirve para hilvanar los cuadros que componen toda la obra. Nostálgico de los tiempos en que nadie se quejaba del humo y que la vida en el barrio era más apacible, defiende y reivindica su oficio mientras convida a los turistas choripanes, de dudoso estado. Los seduce con una frase que merece ser repetida: “Lo bueno del choripán es la incertidumbre”.

VENTANA AL BARRIO
No hay manera de no añorar las relaciones humanas que el espectáculo anhela y que desde 1996 pone en juego el Circuito Cultural Barracas planeando un espacio de encuentro y de creación de vecinos para vecinos.
Es en ese aspecto donde Mariana Brodiano hace foco para narrar esta puesta que combina dosis de carnaval y de teatro. Es necesario, entonces, escuchar qué dice ella sobre lo que puso en escena, en esta creación colectiva: “El espectáculo anterior se llamaba ‘Cambio climático. Recalentamiento barrial’, en realidad de lo que hablaba no era del cambio climático literal sino del clima social que estamos viviendo, entonces lo incluimos dentro de esta guía turística y mostramos que estas cosas también pasan en el barrio”.
Con el propósito de mostrar lo que se quiere cambiar, la obra funciona como una gran ventana que permite ver, y re-co-no-cer, a cada uno de los personajes del barrio, en lo pintoresco y en lo patético. Detrás de eso van surgiendo las canciones de la murga cuyas letras, sí, rescatan las palabras que el Circuito Cultural Barracas intenta poner en práctica de lunes a lunes: solidaridad, compañerismo, creatividad, entre otras del mismo tono.
El rostro de Mariana esconde el paso del tiempo: mirándola es imposible descifrar cuántos años tiene. Los ojos se le ensanchan cuando la boca habla del Circuito, del que forma parte desde su constitución. Con ese bagaje encima, me intereso sobre las ventajas que ofrece el teatro comunitario. Me responde: “Me parece que es una forma de organización interesante, de poder juntarse y comunicarse con otros desde un lugar muy creativo, y siendo partícipe y protagonista de un hecho cultural, no solamente un mero espectador. Y además, es una forma de organización en la que no participás solamente el día que hacés la función: lleva trabajo en equipo. Acá no hay nadie que llegue con su traje y se ponga a actuar si no está en un equipo, de maquillaje, de vestuario, de utilería, de organización del espacio o de sonido”. Termina la idea con este concepto: “Es una forma de aprendizaje muy grande. Por eso nosotros decimos que es un proceso de transformación social muy importante, hay un antes y un después porque el afuera es muy distinto: te aísla, de vuelve individualista, te encierra, pensás solamente en vos. Y esto te permite abrirte y organizarte de otra manera, con otros; además de lo que significa el hecho creativo: juntarte para comunicarte, para contarle cosas a otros vecinos, del mismo barrio o de otro, de otras ciudades”.

DERRIBANDO MUROS
Mariana se sumó al Circuito Cultural Barracas siendo parte del grupo teatral “Los Calandracas”, que organiza talleres de reflexión y proyección de acciones posibles desde el hecho teatral. Desde diciembre de un ya lejano año 96 dicta talleres de murga en el Circuito y coordina la misma que, desde entonces, participa todos los años en los corsos porteños.
Aunque el número es variable, son alrededor de cien los vecinos que en lugar de meterse en sus casas prefieren emular al Rey Momo. Y entre todos, producen espectáculos como éstos, cuya calidad deshace el muro de lamentos que levantan muchos críticos para tenerles lástima y subestimarlos.
Con muchísimo laburo encima, y detrás, es que ahora están derribando otro muro para poner un pie, o los dos, en la mítica calle Corrientes, que tiene muchas luces, sí, pero que también niega lo que esconde. Hasta acá la historia no diferiría de otras tantas propuestas: la operatoria que merece ser celebrada, entonces, es que Los Descontrolados colocan esta presentación en igualdad de condiciones a la que frecuentemente hacen en su espacio o a la que una semana después los lleva a la sede de sus primos, el Grupo Catalinas Sur.
Así, presentarse en el Alvear no se traduce en una meta per se sino en un escalón más de esa construcción que desde hace quince años realizan para ser lo que son: “Trabajar en equipo te contiene, resolvemos cosas”, me sopla Mariana.

EL RECURSO DE LA AUTOGESTIÓN
En ese barco de la autogestión, ella también aprendió otros recursos: “Es un aprendizaje porque uno va sistematizando en el hacer. Yo, por ejemplo, impulsada por Ricardo Talento (el director del CCB), hace algunos años empecé con el tema de desarrollo de recursos, que jamás me hubiera imaginado que me podría interesar. Él visualizó que yo podía participar de eso y a partir de ahí coordino el equipo de recursos del Circuito, que es un paquetón porque para hacer funcionar semejante maquinola hacen falta recursos y no son fáciles de conseguir. Entonces una parte de tu cabeza tiene que estar todo el tiempo pensando en eso: en cómo proponer, formular proyectos, presentarlos y ésa es otra área importante”.

LÁ ÉPOCA DE LA CALLE
Vuelvo a todo lo que veo que está generando el show y le trasmito la inquietud a Mariana:

-¿Qué genera el espectáculo en el público?
-Siempre el humor es un buen aliado, un buen socio para llegar a distintas cosas donde uno pueda reflexionar. Nosotros lo utilizamos mucho. La murga es como el género de la parodia, de la sorna, y el humor permite que alguien se ría y diga “mirá, la puta madre: esto es así”, o “mirá cómo somos, lo que nos está pasando”. Y la risa te permite acercarte más a esa reflexión y me parece que tiene mucho rebote. En los corsos lo veíamos pero en el teatro, en el Alvear, no hay dispersión de nada, está concentrado. Y vimos que había micho rebote, que la gente se siente identificada con esto de la avivada porteña, de la situación en la que está nuestra ciudad.

-¿Y qué le pasa al vecino en la presentación?
-Me parece que es algo muy lindo y no sé si llega a tener conciencia de lo que está pasando, porque, en un punto, no deja de ser un juego y de tener la inocencia del juego, que es lo que nosotros tratamos de rescatar. En realidad en lo que hacemos tratamos de retomar el tema de cómo jugábamos y dejamos de jugar: cómo en un momento, cuando las personas se vuelven adultas, o antes, el juego se corta. Tratamos de retomar lo lúdico. El vecino siente eso pero no tiene esa cosa del artista, de “ahora viene el momento en que me convierto”. Y a veces lo tienen pero de una manera tan frontal que hasta es gracioso porque estamos cantando la canción final en algunos de los espectáculos y saludan a la familia. Y por otro lado es fuerte para ellos, porque es mostrarse frente a un montón de gente. Hay una cosa inocente y fresca que el actor profesional no tiene. Eso me parece muy rescatable

Ahí va terminando el espectáculo y la murga baja del escenario, bombos, platillos, baile y levitas en danza, y busca el hall y la calle. En el camino se funde con el público, tanto que se me hace difuso reconocer quién es quién. En la calle, sobre Corrientes, haciendo borrosa también la frontera entre escena y escenario, el show se prolonga en un éxtasis festivo y barrial que me saca la sobredosis de metrópolis que traía al llegar. Es precisamente en ese espacio en que sucede la acción donde este GPS Barrial (Turismo Humano) me transporta el espíritu y me da otra pista de la época que nos toca vivir.


(Publicada en la revista MU, octubre de 2011)

Qué ves cuando me ves

Entrevista a Alejandra Egido

Con el reestreno de “Calunga Andumba. Obra afroargentina para re-conocernos”, pone sobre el escenario el legado afro, con el propósito de barrer el racismo. Y deja una inquietud: qué somos capaces de mirar, y qué no.

Por Luis Zarranz
La puerta se abre rápido como una ráfaga. Alejandra Egido, actriz y directora teatral, cruza con ímpetu la frontera que separa la calle de este bar melancólico. Es puntual. Es cubana, es habanera y es afrodescendiente. Es cálida, potente y dulce. Es suave como la caricia. Ésas son las cartografías con la que la describen mis ojos y mi espíritu ni bien se acomoda en la silla.
Además, es la responsable del reestreno de Calunga Andumba, una obra escrita en los setenta por las hermanas Platero, que aborda el legado de la esclavitud y el racismo en la memoria de los argentinos. Fue estrenada en 1976 pero el genocidio interrumpió su realización. Calunga pretendía mostrar y romper la histórica indiferencia y el olvido de los descendientes de esclavos.
34 años después, el grupo TES (Teatro En Sepia), que dirige Egido, reestrenó la obra, en la que un grupo de jóvenes afrodescendientes buscan la historia de sus ancestros y le piden al Fuego que se las cuente. A través de la narración de éste los descendientes se ponen en la piel de los esclavos a la Argentina y representan sus vidas.
Frente al éxito que obtuvo en cartelera, volvió a reponerse durante los sábados de agosto y septiembre de este año con una concepción estética abierta, que le permite al público analizar el brutal comercio que supuso la trata de esclavizados africanos y establecer relaciones con un presente en el que la discriminación racial continúa. Por ello la obra transita dos tiempos teatrales.

Cuando Alejandra arribó a la Argentina, después de vivir algunos años en España, le dijeron que en el país “no había negros”, lo que le resultó un tanto extraño. Preguntó cómo era posible, si es que aquí hubo esclavos. La respuesta fue absoluta: “Todos murieron en la Guerra del Paraguay o con la fiebre amarilla”. Pensó: “Qué bien lo resolvió el poder, no dejó ni a uno”.
Nada de esa historia era cierta y lo comprobó cuando la invitaron a un encuentro en Cancillería, donde todo el mundo era afro; muchos, afroargentinos. Allí dijo que era actriz y podía ayudar a visibilizar esa cultura desde el arte.
Un año después sonó su teléfono. Del otro lado, el INADI (Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo) le ofrecía dirigir Calunga y conocer a la autora.
Surgieron algunos retrasos pero Alejandra empuja las puertas como el viento, así que ya no podían detenerla: logró que la obra fuera declarada de “interés cultural” por la Secretaría de Cultura. Y parió el estreno.
-¿Cómo trabajaste la adaptación?
-La obra está hecha por estampas y un trabajo dramatúrgico que no está hilado te permite entrar y salir en los tiempos, te da cierta licencia poética que fue de la que me aguanté. ¿Por qué razón? Estamos en el siglo XXI y entonces tenía que acercar la obra al público. No hay vestuario. La gente está con su ropa, los actores salen del público, de manera que podría ser cualquiera que está allí y quiera conocer su historia. La obra dura una hora y en una hora: todos juntos buscándonos,encontrándonos, reconociéndonos.

-¿Qué significó reestrenar la obra treinta y cuatro años después?
- Tiene otro sentido pero es el mismo viaje de búsqueda, encuentro y reconocimiento

-Como directora, ¿Qué es lo que más te interesa trabajar con los actores?
-Hay varias cuestiones estéticas que a mí me chiflan. Una es que ni remotamente todos los que actúan son afro, lo cual me encanta porque yo en definitiva, como cualquier actriz, sé perfectamente que el teatro es una convención. Si ahora mismo decidiéramos hacer Romeo y Julieta no hay porqué nacer en Verona. 

-¿Qué esperabas del espectador?
-El teatro es muy poderoso, lo que más soy es teatrista. El teatro es muy movilizador, entonces eso a mí me da mucho gusto porque esclarecer y transitar una historia puede darse por muchos caminos. Esperaba que sirviera para que seamos más los que buscamos, teniendo en cuenta todo lo que habla la obra

-¿Hay desconocimiento de la cultura afro?
-Creo que hay mucho que averiguar todavía. A mí sorprende que haya tan poco de la religión afro. Es interesante ver cómo acá los afrodescendientes argentinos responden a santos católicos. Es otro mundo pero yo creo que llegó el momento de ir buscando por muchos caminos diversas cosas. Dentro de algunos años sabremos muchísimo más.

-¿Qué pasó en el medio, desde aquella vez que te dijeron que “no había negros”, a comprobar que sí los había?
-Lo primero que me hizo fue correr a la Biblioteca Nacional, al Museo de Etnología, no sé ni cuántos libros me leí. No paraba. No paraba. Todo el 2009 me lo pasé estudiando. Fue increíble: salía de un libro y entraba en otro. Me decía "adónde me va a llevar". Esto es una locura mía, la pasión del creador es muy fuerte, por lo menos la mía. La pasión, la pasión, la pasión. Es un elemento a tener en cuenta

-¿Y qué es para vos?
-Salir de tu casa y sentarte a leer en el tiempo antes de ir a trabajar. Como decir “se puede, se puede, se puede”. Creo que si uno no está muy apasionado por algo que hace en el teatro, es mejor que no lo haga. Es en general, pero en el teatro, sin pasión, cuesta.

Percibo con qué énfasis pronuncia cada palabra y descubro, en cada milímetro de su cuerpo, eso mismo que me está queriendo decir con palabras y gestos. Por último, sostiene una frase que siempre dice su mamá: “Uno siempre se acerca a lo que quiere”. En ella creo entender muchas cosas, pero sobre todo porqué arribé al mundo que me acaba de señalar.


(Publicada en la revista ¡Ni un paso atrás!, octubre 2011)

Las Madres en Tecnópolis

Por Luis Zarranz
Impactadas por el desarrollo y la calidad de cada uno de los espacios, y por las dimensiones de todo el predio, diez Madres: Hebe de Bonafini, Visitación de Loyola, Juana de Párgament, Josefa de Fiore, Mercedes de Meroño, Ana de Barimboim, Elsa de Manzotti, Josefina de Paludi, Hebe de Mascia y Claudia de San Martín, se maravillaron con la exposición de ciencia y tecnología más importante del Bicentenario. Además, recibieron miles de abrazos, saludos, apoyos y afecto. Se sacaron innumerable cantidad de fotos con el público y, a su paso, fueron aplaudidas y ovacionadas.
Al llegar, las Madres fueron recibidas por Javier Grossman, director de la Unidad Ejecutora del Bicentenario. Al darles la bienvenida, expresó: "Lo que estamos mostrando no es la Argentina de mañana sino la de hoy. Para nosotros es importante que estén acá. ¡Bienvenidas!"
Como primer punto del itinerario, las Madres visitaron el espacio "Hielos Argentinos", uno de los más visitados. Allí recibieron una explicación didáctica sobre los glaciares y la Antártida Argentina. El stand expone el trabajo de los científicos argentinos en esas regiones del país y cuenta con una muestra interactiva: un simulacro del rompimiento de un glaciar, con estruendo incluido. Los carritos que transportaban a las Madres eran seguidos por jóvenes y adultos, con cámaras de fotos, que no se cansaban de darles aliento y apoyo. Alumnos de escuelas primarias y secundarias se sumaban, también, al revuelo que generaban los pañuelos blancos en medio de Tecnópolis.
En el espacio de Industria, las Madres disfrutaron de un impactante show de Fuerza Bruta, con todos los elementos que caracterizan a este grupo: vértigo, equilibrio, ritmo, adrenalina y movimiento: todo en altura y alrededor de un auto que lanzaba chispas al compás de la música electrónica.
Tras esa muestra de destreza y arte, aceptaron participar de un ejercicio interesante llamado "pila humana": un instrumento que al apoyar ambas manos medía la cantidad de energía del cuerpo. La primera en acceder al desafío fue Hebe de Bonafini. Cansada pero vital, al apoyar sus manos la aguja pegó un brinco y llevó el registro al número 49 de un máximo de 50, demostrando que la potencia que la caracteriza estaba intacta y, en Técnópolis, podía ser cuantificada. Cada una de las Madres fue midiendo su energía dejando boquiabiertos a los jóvenes que las acompañaban.
El pañuelo blanco siguió surcando la exposición, admirando la instalación de Julio Le Parc, de cientos de espejos, y a los robots de distintos dinosaurios a escala real, con rugidos y movimientos.
A esa altura ya habían recibido dos millones y medio de abrazos, cincuenta mil fotos, aplausos a cada paso y miles de muestras de afecto y admiración. Cuando pegaban la vuelta, casi tres horas después de haber comenzado el recorrido, las sorprendió la Murga Electrónica de Fuerza Bruta y no pudieron dejar de aplaudir y mover el cuerpo mientras disfrutaban la destreza, la alegría y la satisfacción que reflejaba el baile.
Al regresar, la presidenta de la Asociación, Hebe de Bonafini, expresó sus sensaciones: "Es una genialidad lo que han hecho. Todo es limpio, prolijo, no hay un papel y pasan miles y miles de personas; entonces eso demuestra que es un esfuerzo que, tal vez, nunca le vamos a terminar de agradecer a la Presidenta".

(Publicada en la revista "Ni un paso atrás", octubre 2011)