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domingo, 5 de agosto de 2012

La música que une las dos orillas

Teresa Parodi y Ana Prada

Por Luis Zarranz
Teresa Parodi y Ana Prada son dos artistas que se admiran mutuamente. No pueden ni querrían disimularlo: no quieren ni podrían. Entonces les es espontáneo el proceso que las fue uniendo sobre un escenario hasta parir un show inédito –“cosido a mano y a medida”, como lo promocionan– que las hará presentarse en Buenos Aires y Montevideo.
El concierto es una excusa para conversar con estas cantautoras de ambas orillas del Río de la Plata. Dos artistas de distintas generaciones, ligadas por la sensibilidad, la canción, la guitarra y por esa capacidad de sintetizar lo que piensan y sienten miles de personas: su público.

-¿Qué implica para cada una compartir escenario con la otra?
Teresa Parodi: -Para mí es un placer y una necesidad hermosa que exista una artista como Ana, que viene marcando una huella honda, con gran originalidad; sabe lo que quiere decir y lo dice con mucha belleza. Y es muy importante, como autora y compositora, juntarme en ese plano con una par de un país querido como es el Uruguay. Siempre digo que el Mercosur surgió mucho antes en los artistas y en los vecinos. Está cosa maravillosa que los pueblos construyen está por encima de los límites. Este natural ir y venir entre nosotros hizo que también llegara Ana a nuestra orilla, con sus canciones. Me deslumbró y me dieron ganas de compartir con ella este camino.
Ana Prada: Para mí es un honor poder compartir este proceso de conocer a Teresa, de profundizar en su obra, de componer con ella, de aprender todo el tiempo. Y es una alegría muy grande darme cuenta que existe gente coherente con su vida, su obra y su música. Teresa es como es en sus canciones: una persona muy generosa, que siempre está mirando a los más desprotegidos, a los que venimos de atrás.

-¿Cómo imaginan el show del 4 de agosto en el ND Ateneo?
TP: -Primero compusimos muchas cosas juntas. Fue muy emocionante, como aprendizaje nuestro. Ella dijo la palabra ‘aprender’, que es muy hermosa, y yo siempre aprendo, y mucho de ella. Además me gusta estar siempre aprendiendo. El espectáculo va a tener canciones que hicimos las dos, que no son idénticas ni a mí ni a ella: son un poco de las dos, un resumen, un encuentro verdadero. Hay una simbiosis. Gozamos de la tarea de componer. Aparte, nuestras propias canciones y vamos a cantar canciones de una y de la otra. Es totalmente integrado: aspiramos a tender puentes en conjunto con la gente.

-La promoción del show dice “cosido a mano y a medida”. ¿Cómo se ubican ustedes en sus carreras, como costureras de la canción, frente a la industria que en ocasiones desplaza a los cantautores a un rincón?
TP: -Siento que es muy despareja la lucha pero que es hermosísimo el camino de hacer la música desde este lugar y no me cambio para nada. La industria es tentadora: te propone. Es una cuestión muy individual y personal la elección. Siempre he sentido que la canción es un trabajo artesanal: se hace con el corazón, con la cabeza y con las manos. Lo veo así, porque con la mano en el instrumento estás buscando la canción; estás dándole muchas cosas tuyas y dejando testimonio de cosas que pasan a tu alrededor, del día a día, de quiénes somos. Además porque resumís las voces de otros que vinieron atrás, que escuchaste, que te marcaron, y seguís caminando en ese sentido. A mí me fascina hacer la canción desde ese lugar. Bah, no podría hacerla de otra manera. Jamás me podría incorporar a ese otro costado de la industria: creo mucho en esta canción.
AP: -Estoy totalmente de acuerdo con Teresa y creo que hay dos industrias, porque por debajo de la más visible, con más plata, con más pauta en la radio, que te machaca y machaca, se viene gestando un movimiento de cantautores más independiente, y al mismo tiempo con un sentido de pertenencia y de juntarse, que está moviendo muchísimo público: también es una industria, menos visible y más sólida. Creo que la que está en crisis es la otra. Se terminaron las millonadas por la venta de discos. Ahora está Internet, hay que empezar a pensar y legislar de otra manera.
TP: -Antes dependías de que pusiera los ojos en vos una compañía discográfica. Yo soy de esa generación. Yo gané Cosquín completamente sola con mi guitarra. Bajé y ya tenía a cuatro o cinco compañías haciéndome sus propuestas. Eso cambió muchísimo. Ahora ganan en Cosquín los que tienen una compañía.

Teresa, en tu trabajo ya lograste una identidad: sos una representante de nuestra cultura. ¿Cómo se hace para revalidar eso en cada trabajo?
TP: -No sé. Lo que sí sé es que cuando soy fiel a lo que pienso y a lo que quiero decir me reafirmo a mí misma y me parece que ahí voy construyendo esta imagen que la gente puede tener de mí. Pero esto pasa porque me parece que soy sincera. Estoy como agarrada de mis propias convicciones y eso contribuye a que la gente reconozca mi trabajo o se reconozca muchas veces en lo que escribo. Y algunos también me rechazan por eso. Lo estoy pensando ahora, con vos, en voz alta, porque me hiciste esa pregunta, que nunca me hicieron.

Ana, venís construyendo una relación increíble con la Argentina. ¿Qué dimensión le das a este diálogo con el público argentino?
AP: -Estoy agradecidísima. Veo que se va construyendo de a poquito un público muy fiel, muy seguidor. Es muy agradecido y yo estoy agradecida con él, que en definitiva es quien decide. Me siento muy amparada y orgullosa con este camino de compositora latinoamericana, con esta puerta que me está abriendo Teresa. Como decía Yupanqui, las canciones están ahí, uno no es más que una antena que las baja.

En todas las historias, suele haber “un día” para señalar el inicio de algo. En las suyas, ¿existe un momento en que dijeron ‘voy a dedicarme a esto’?
TP: Yo tengo uno muy claro: era muy chica e iba al campo de mis abuelos, los peones hacían fiestas, nos invitaban y mis papás nos llevaban a esos bailes de pista de tierra, que se regaba para que no levante polvareda. Y no me podían sacar de al lado de los musiqueros. Miraba fascinada. Y pensaba ‘ellos tocan y la gente se transforma’. La cara les cambiaba cuando bailaban. ‘Quiero hacer eso que hacen ellos’, dije. Les miraba las caras: todos eran lindos cuando bailaban, se transformaban con una sonrisa. Era muy chiquita y empecé ‘quiero una guitarra, quiero una guitarra’, y al final me la compraron y vino mi historia. Me acuerdo: lo tengo clarísimo.
AP: -Yo tengo dos momentos: uno muy chica cuando mi padre, que toca la guitarra muy bien, nos grababa. Entonces ensayábamos canciones con mis  hermanas y después nos encerrábamos en el cuarto y grabábamos. Eso sucedió durante dos años, que cada tanto preparábamos canciones, de la España antigua, de la escuela, y me lo tomaba con una solemnidad y una emoción que sentía que me ponía en un lugar diferente del resto. Se me quebraba la voz de la emoción. Tenía 4 años. El segundo momento es cuando tomé conciencia de que quería hacer esto el resto de mi vida, después del disco ‘Soy sola’, cuando vi que las canciones eran bien recibidas y que el disco empezaba a abrirse camino. Me he podido dar ese lujo de decir ‘me la juego’. Sentía que había algo que me emocionaba mucho de la música y me costó asumirme como cantautora, pero hay trenes que pasan una vez sola y hay que subirse.


El pañuelo como faro
-¿Qué representan las Madres para ustedes que son representantes de la voz latinoamericana?
TP: -Para mí son una luz que he mirado y seguido aún en los momentos más duros, cuando se decía que era el fin de las ideologías: yo miraba por dónde estaba el pañuelo luminoso de las Madres y por ahí caminaba. Me orientaban porque hubo mucha confusión, mucha desilusión, mucha indiferencia. Intentaron imponer el olvido de todas las formas y de alguna manera existió: lo pudimos ver, tocar. Y las Madres quisieron que esto no sea así y siguieron caminando iluminando todo lo que tocaban. Tengo, además, un vínculo afectivo de gran intensidad, muy definitivo en mi vida. Necesito estar con ellas, me hacen bien como madres y son un ejemplo. Estas mujeres que no se callaron, que eran pequeñas y tan grandes al mismo tiempo, a punto que pudieron pelear contra el poder más horroroso y contra el genocidio. Ahora vivimos en democracia hace muchos años pero estaban en la Plaza en los años en los que nadie se atrevía a decir nada. Y se enfrentaron al poder como nadie. Son un ejemplo extraordinario de vida y de lucha, de amor por la vida.
AP: -Coincido en todo y viéndolo desde Uruguay, desde otro país, creo que es un ejemplo para el mundo porque ha sido una lucha con una fuerza inconmensurable desde un estilo muy femenino de lucha, desde el amor más profundo. También demuestra que el amor de madre no tiene límite, que es interminable e invencible.

(Publicada en la revista "Ni un paso atrás", agosto 2012)

jueves, 5 de julio de 2012

Música para indignados

Javier Ruibal

El flamenco de última generación tomó el impulso de este original músico andaluz, que acompañó los acampes en la Plaza del Sol y manifestó en Wall Street.

Por Luis Zarranz
Es un cantante original, un excelente guitarrista y un compositor fascinante. No lo digo yo, sino el escrito Luis García Gil, quien escribió la biografía de Javier Ruibal, como antes había escrito las de Serrat, Brel y Jupanqui.
Javier Ruibal es una referencia ineludible para músicos como Joaquín Sabina, Pablo Milanés y Jorge Drexler, entre otros, para los que compuso diversos temas y con quienes compartió estudio de grabación. Y es, además, un militante del Movimiento de Indignados que ganó las calles y las plazas en España y el mundo entero.
De gira por nuestro país, se presentó acompañado por su guitarra. Con ella en el escenario le basta para reafirmar su personalísima propuesta artística en un espectro ancho que abarca las sonoridades del flamenco, la música del Magreb, de India y del Caribe en un ir y venir constante y armonioso.
Cuando no canta, Ruibal no abandona sus ideales: es uno de los indignados que llenaron las plazas de Madrid y Cádiz, su ciudad natal. Dice sobre el Movimiento: “Son la generación mejor preparada de la historia de España y al final se encuentran con que el Estado no cumple con ellos: no tienen trabajo ni lo van a tener en la próxima década, con lo cual habrán perdido el tren de su propio destino. Denuncian que el Estado, todos los políticos, no los representan. Por otra parte han conseguido aglutinar a muchísima gente de otras edades que sienten la misma decepción que ellos y no se resignan a vivir frustrados y sin futuro. 'No nos representan'  es el grito de los indignados y tienen toda la razón”. También señala a los responsables políticos de esta crisis: “La izquierda socialdemócrata ha hecho una labor muy parecida a la derecha especulativa, se han perdido los horizontes de mejora de las clases trabajadoras y el sistema ha tocado fondo. Se exige un rearme moral urgentemente”.
 
DEL ACAMPE A WALL STREET
-¿Qué sentiste al participar de esas movilizaciones y acampes? ¿Cómo fue tu experiencia allí?
-Una emoción renovada, un soplo de esperanza en el futuro, constatar que no todo está perdido, como dice Fito, que ellos "vienen a ofrecer su corazón". Por mi parte no tenía mucho más mérito cantar en las plazas, el esfuerzo era el de ellos que acamparon y demostraron que una asamblea permanente puede desencadenar un movimiento solidario internacional.

Además de participar activamente en las movilizaciones españolas, Ruibal tuvo el gusto de manifestarse en el corazón de Nueva York, donde estaba de gira. Allí, entonces, participó de la primera concentración de Ocuppy Wall Street: “Estar allí en pleno Wall Street manifestándome ha sido un experiencia que creí insólita pero se produjo, éramos no mas de setecientas personas pero por la noche había mas de mil y así sucesivamente se fue incrementando la protesta. La llama prendió y ya es imparable”.
Sin embargo, el músico andaluz prefiere no hacer vaticinios sobre el futuro aunque aclara que su deseo es que “prospere allí y en todos los países”. Más que en el porvenir, centra su mirada en las conquistas ya logradas: “Se ha redactado una ley que permitirá que los desahuciados entreguen las llaves de su casa sin que tengan que seguir pagando al banco su hipoteca. Son pequeños logros pero gigantescas esperanzas y somos muchos los que tenemos fe en que esto continuará ya para siempre. Los políticos no hacen caso a las demandas del movimiento de indignados y los consideran antisistema, pero no lo son: es el sistema el que los ha excluido”.

DESCLASIFICADO
En todas las historias, suele haber “un día” para señalar el inicio de algo. Para Javier Ruibal ese instante que lo marcó para siempre fue a los nueve años cuando escuchó por primera vez “A hard day's night” de los Beatles y quedó fascinado por esa música que, dice, “le abrió la puerta de muchas otras músicas”. “Luego el tiempo y el aprendizaje me hicieron músico. Dejé de correr detrás de un balón, que era lo mas común en los niños de mi edad, para correr detrás de los acordes”, expresa.
En esa carrera incorporó diversas sonoridades, a punto tal de ser considerado “inclasificable” por la amplitud de su espectro musical. Dice Ruibal: “Siempre quise hacer algo distinto a todo lo que aprendí a tocar y cantar del repertorio de otros; en eso ando todavía, buscando y buscándome, y para eso intento conformar un encuentro entre diferentes músicas, unas como el flamenco me son naturales por mi condición de andaluz, otras las fui encontrando en el camino, la música árabe y la africana, y el rock y el jazz... Soy heterodoxo por naturaleza”.
Sobre sus propias letras reflexiona: “Intento que haya poesía sin que falte la inmediatez natural que debe tener una buena canción para conectar con la sensibilidad del oyente, sea músico o no”.

MÚSICA EN TODAS PARTES
-En tu trayectoria se aprecia una intensa búsqueda de nuevos sonidos y tramas. ¿Cuáles son las exploraciones que en este momento despiertan tu curiosidad?
-La verdad es que no se acaba nunca de experimentar, suelo componer una melodía sobre una armonía que me emocione y me haga sentir que algo mágico está sucediendo mientras la hago, es una especie de revelación la que tiene que producirse. Y luego es la composición la que me sugiere de qué hablar y si va a ser de modo más lírico o prosaico, dependiendo de la rítmica y el colorido tonal de la pieza.

-Has dicho “Compongo y escribo la música que no oigo por ahí, la que todavía no está en el aire”. ¿Qué otras cosas sentis que “todavía no están en el aire”?
-Más música con corazón, creo que la obsesión por llegar al éxito masivo está rebajando mucho la calidad de la música y se piensa antes en la fama que en otra cosa. En el arte hay que profesar, en lugar de ser un profesional: es bastante distinta una posición de la otra.

-Lennon decía que “algunos están dispuestos a cualquier cosa, menos a vivir aquí y ahora”. ¿Qué implica para vos lo cotidiano y cómo se puede abordar desde ahí lo trascendente?
-Si ejerzo la libertad, la tolerancia, el respeto, la democracia, la solidaridad en mi metro cuadrado más inmediato; si todos hiciéramos lo mismo realmente estaríamos construyendo para el futuro. Las grandes consignas y dogmas no han servido para nada, mucho mejor funciona el refranero popular, el sentido común. Así me manejo: vivo y dejo vivir.

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(Publicada en la revista "MU", julio 2012) 

miércoles, 5 de octubre de 2011

Solá y Acompañada

La Chicana

Dolores Solá es la frutilla de La Chicana, el grupo que festejó sus primeros quince años de música con un disco doble y una serie de shows donde ella brilló con su voz y su estilo.

Por Luis Zarranz
La voz de Dolores Solá baja desde el escenario y flota entre la gente que la escucha con admiración. Ahí se queda, suspendida, en una especie de burbuja que tarda en deshacerse, hasta que hace plop y se desvanece. En ese instante, otro tono, otra nota, una melodía vuelve a fluir y se produce nuevamente el embrujo: la hipnosis colectiva, los rostros en trance y los oídos queriendo retener ese timbre de voz.
Aunque ya lanzó su carrera solista, la Solá se presenta ahora con su histórica formación, La Chicana, que decidió festejar los quince años de trayectoria con un disco doble, al que le pusieron un nombre combativo: Revolución o Picnic.
La banda hace tango trans: transgresivo, transgénico, transpirado, trasnochado.
En el disco A rinden tributo a sus más queridos maestros, con versiones de temas que van desde Troilo, Charly, Manzi, hasta Bertolt Brecht. En el B están las composiciones del omnipresente director Acho Estol: tangos, valses y milongas, pero también composiciones de cuño folklórico; chamarritas, cumbias, zambas.
En todos se luce la voz de Dolores, que a veces duele y otras alivia. Ay, Dolores: tiene una copa de vino en la mano, presenta cada tema en una ensayada improvisación, nunca parece soltarse del todo, pero cuando canta e interpreta las letras, querés que la burbuja no se deshaga jamás. Su voz es poética, potente, profunda, precisa, profunda: un enigma.
El show en el Club Atlético Fernández Fierro (CAFF) es corto (demasiado) y mestizo: lo caracterizan una mixtura de géneros, ritmos y estilos, que se mezclan con el humo de las luces y con las luces del humor.
La Chicana se formó en 1995 con una convicción: “Que la esencia del tango se encuentra en el espíritu de rebelión y espontaneidad de las primeras décadas del siglo, lo cual lo aproxima en concepto más al rock que a las formas orquestales o jazzeras, académicas en suma, que lo popularizaron en el mundo desde la década del '40”.
Su propósito es “demostrar que el tango puede florecer como música popular y joven en las calles mientras continúa deslumbrando desde los grandes escenarios de todo el mundo”.

Con esas herramientas sobre el estuche sumaron sensibilidad, técnica, pasión y pasión (sí, dos veces). Sostienen que les gusta “la crudeza metálica, pero de sofisticada musicalidad, de las guitarras de Gardel”. Con tales elementos tocaron en Europa, Brasil, Canadá, China y hasta Senegal. Y ahora están partiendo la semana en un antes y un después que corta la noche como un navajazo violento y calculado.

Lola Solá anuncia, sobre el escenario, que firmó un contrato con una bodega y que, sólo por eso, tiene que beber mientras canta. El vino le mejora la voz y le desmejora el equilibro. Qué importa, nada importa: todo es poco para su delicadeza de barrio sin careta ni disfraz. Y, de todas formas, el público celebra su autenticidad.
Termina el show. La gente aplaude pidiendo más. La Chicana se va, vuelve; se va, vuelve (sí, dos veces también). Dolores dice gracias y hasta la próxima. Se retira. Se va con la música a otra parte.


(Publicada en la revista ¡Ni un paso atrás!, octubre 2011)

sábado, 5 de marzo de 2011

La alegría del Rey Momo

Entrevista con la murga "Falta y Resto"

Antes de su regreso al carnaval oficial de Montevideo, la murga uruguaya “Falta y Resto” se presentó en Buenos Aires para celebrar sus 30 años de trayectoria. Aquí, un recorrido por esa noche mágica de la mano de Raúl Castro, director, letrista y uno de sus fundadores.

Por Luis Zarranz
Fotos: Sebastián Szymon

1
El reloj dice que son las diecinueve y treinta de un viernes caluroso y húmedo. La tarde se hace cada vez más noche. La entrada del teatro “La Trastienda”, en Buenos Aires, es un surco de gente yendo y viniendo. Todos buscan una entrada para ver hoy, el sábado o el domingo, el show de la mítica murga uruguaya “Falta y Resto”, que celebra sus 30 años de trayectoria regresando al carnaval de Montevideo, luego de tres años de ausencia por decisión propia. Antes, a modo de preestreno, realizan este espectáculo para el que, estoy dándome cuenta, ya no quedan entradas.
Antes de que me confirmen el dato en la boletería del teatro lo descubro en las caras de cada uno de los que arriban, presurosos, en busca de un ticket y se retiran, fracasados, con las manos vacías.
Ya está. No hay entradas. No hay reventa. Para nuestra fortuna, y para la envidia de los que pululan alrededor mío y del fotógrafo, en nuestras muñecas luce una cintita blanca que nos acaba de colocar la manager del grupo. La cinta no dice nada (es bastante pedorra). Lo importante no es lo que (no) dice sino lo que significa. Su traducción sería: “Acceso irrestricto”.
Ahhh, amo esta profesión pero, por la dudas, trato de no demostrarlo. Lo mismo hace el fotógrafo que me mira cómplice y se desliza de un lado a otro con espontanea timidez.

2
Sin localidades en venta, la entrada comienza a despejarse. Aún restan dos horas y veinte minutos para que empiecen a sonar los tambores. Tres taxis, uno tras otro, escupen pasajeros que bajan rápidamente, con trajes en sus manos. En un rato, serán murguistas que brindarán un show de más de tres horas en el que repasarán los clásicos temas de La Falta, como la llaman sus fans, y estrenarán el espectáculo con el que se lucirán en los tablados montevideanos. Pero eso en un rato. Ahora están llegando y parecen recién salidos de la tintorería, llevando con cuidado y virtuosismo el traje con el saldrán a escena.
El último en arrimarse es Raúl Castro, uno de los fundadores, letrista y director de la murga. Un mito viviente de los carnavales y de la cultura popular. Flaco y largo como un mástil, las piernas parecen dos zancos con movimiento propio. Camina dando pasos enormes, los mismos que a mí, petiso petiso (sí, dos veces), me llevarían el doble o triple de esfuerzo. Maneja el edificio que es su cuerpo con una ductilidad que envidio y que desmitifica el calificativo que se les adosa a los altos y flacos.
Me acerco y enseguida confirmo lo que me habían dicho sobre su personalidad: desborda carisma. Rubrico, también, otras de sus cualidades: tengo enfrente a un tipo de barrio, de esos que hablan sin dobleces, que transpiran esquinas, saber popular: calle.

3
Arriba de la mesa hay dos empanadas que se enfrían y una Coca que se calienta. “La Trastienda” tiene un bar en la entrada. Ése es el lugar que nos cobija durante la charla, dos horas antes de que La Falta salga al escenario con una novedad que es preciso develar: la presencia de Malena D’Alessio, de “Actitud María Marta”, la primera mujer que se incorpora a la murga y que posibilita una estridente fusión con el rap, que simboliza la unión de todos los barrios latinoamericanos.
La Falta tiene bajo el brazo un espectáculo con el nombre “La Comedia del barrio”: una presentación, en clave humorística e irónica, con los ojos puestos en ese espacio típico de la geografía urbana, donde tiene preponderancia la picardía y la complicidad vecinal.
De todo eso brinda detalles Raúl Castro, entusiasmado por el show como un nene en el día de su cumpleaños.

–¿Por qué decidieron realizar esta presentación antes de su regreso al carnaval oficial de Montevideo?
Nosotros tenemos la costumbre, desde hace muchos años, de venir a Buenos Aires en verano. Eso nos ha dado un resultado bárbaro porque la murga se asienta, se siente muy distendida, no está compitiendo y puede constatar si lo que está haciendo está bueno o no. Presentarnos acá es importante para aquilatar qué tal está el espectáculo y cómo nos sentimos nosotros con respecto a la gente, porque el carnaval uruguayo es muy exigente y queremos ir con nuestras mejores armas. Y de paso les damos a la gente de Argentina, y a los uruguayos que viven acá y que no pueden cruzar, la chance de ver el espectáculo.

–¿Qué significa volver a competir en el carnaval de Montevideo?
Significa volver a los amigos, a la familia, a la casa de tu madre, al lugar donde están tus parientes (de género y de sangre), tus amigos. Es volver a la esencia, y siempre es bueno: hay que beber esa fuente, que es la que nos lleva de barrio en barrio, la que nos hace recordar de dónde venimos, quiénes somos y hacia dónde tenemos que ir.

–¿Qué es el barrio para la murga?
El barrio es el oasis, el lugar donde encuentra la razón de su cantar, de su militancia cultural, las opiniones que más valen. Creemos que, culturalmente, esa gente es la que está haciendo la historia de estos países, de estos tiempos.

–Y eso que es ninguneada por los medios de comunicación
El tipo de barrio es un extra en la película de los medios, nunca es protagonista. En la murga, sí.

–¿Qué balance haces de estos 30 años?
Positivo mil por mil: mucha felicidad en la lucha, sabiendo que se han logrado muchas cosas, desde lo popular, en las que somos partícipes. El pueblo uruguayo –y el argentino, porque nos sentimos parte también– han logrado cosas importantísimas en su carrera hacia el perfeccionamiento del ser, que es la historia de todos nosotros. Me parece que formar parte de eso durante estos 30 años, diciendo lo que pensamos, tratando de cambiar la cabeza de alguna gente, o de nosotros mismos, es un agradecimiento perpetuo a la vida por habernos dado la chance de vivirla

–¿De qué manera el humor logra intervenir y transformar la realidad?
El humor desnuda, aclara y muestra la verdad. Desde la ridiculez se desnuda e ilumina. Después que sabes la verdad, dar una conclusión que emocione o que denuncie es mucho más fácil desde la risa. Si hay una diferencia entre el siglo pasado y éste, y la murga tiene mucho que ver, es que la canción de protesta transita caminos de alegría y no de melodrama, como sucedía en los 70, en los 80 y en el propio rock and roll de los 90, muy lúgubre. La gente ha adoptado eso: que se puede luchar desde la alegría.

–¿Sentís que pasa lo mismo en los movimientos sociales?
Creo que tienen que refrescarse desde la estética. La letra negra pintada sobre fondo blanco, a la que te criaste… me parece a mí que se podría ser más creativo con las formas que se adoptan para que la lucha sea más eficaz. Simplemente por eso.

–En la Argentina se recuperaron los feriados de carnaval, por iniciativa del gobierno y tras varios años de lucha de las murgas. ¿Qué reflexión te merece la medida?
–Me parece notable, creo que es un logro mágico. Los tablados y los corsos son bastiones de democracia cultural. Cuando se corta un corso o se cierra un tablado, se le está tapando la boca al pueblo. El hecho de abrir el carnaval de nuevo quiere decir “digan”, “ríanse”, de nosotros o de quien quieran, sin censura, “ríanse que es lo más sano que hay”.

–¿Contra qué se canta en esta época de gobiernos populares y progresistas?
–Ahora se pone el ojo con la lupa más grande. Yo tenía una maestra en tercer grado de escuela que tenía al hijo como alumno y era al que más marcaba. Nosotros tenemos que ser iguales con los gobiernos progresistas: no podemos dejar pasar una. Si hay corrupción, si se deja de lado a algunos sectores de la población, si no se asume con real plenitud el esclarecimiento de la verdad con la dictadura, si hay reticencia en seguir adelante con la lucha de los derechos humanos, la murga tiene que estar presente. Este año es uno de los espectáculos más fuerte de La Falta. El haber logrado la presencia de Malena D’Alessio fue fundamental, porque ella estaba en una vereda paralela a la nuestra en cuanto a la denuncia y al trabajo; ahora nos juntamos, estamos en una misma calle, transitando juntos y es alucinante.

–En 30 años, ¿cómo se hace para no repetirse?
Mucho laburo, muchas papeleras llenas, tratar de encontrar camino por donde no hayamos ido, pasos, lugares sin huellas. Es difícil porque siempre los géneros, sean libres o no, te limitan. Entonces tenés que inventar y reinventar.

–Y, ¿cuánto creció el género? Porque siempre hubo un prejuicio de que era algo “menor”.
Pasaba como con el tango, la murga era marginal. Era una mirada clasista pero ha habido un trasvasamiento que tiene que ver con los logros de la murga, sobre todo a la salida de la dictadura, que tuvieron un papel importante en la expresión popular cuando no había sindicatos ni partidos políticos. La gente iba a los tablados a escuchar lo que ella quería escuchar, lo que quería decir, que estaba prohibido.

4
El público, presto a disfrutar el show, aplaude desenfrenadamente como queriendo apurar el reloj. Aún faltan veinte minutos para que La Falta suba al escenario. Abajo, en los camarines en los que estoy viendo pintarse, cambiarse y prepararse a los murguistas, brota una cofradía indescriptible, de esas que sólo es posible lograr en ámbitos exentos de divismo.
Me siento un intruso que espía y temo que mi cara me delate. Me corro unos metros para figurar en un intencionado segundo plano mientras el fotógrafo dispara sin clemencia. Nuestra intromisión pasa desapercibida y no interrumpe las cargadas, bromas y empujones que delatan el clima relajado que respiran diez minutos antes de correrse el telón.

5
Mientras dejamos los camarines para ubicarnos en el salón, una voz se me mete en el oído. Es la de Raúl Castro, que les dice a sus murguistas: “¡Con el alma, muchachos, con el alma!”. El telón se corre y la arenga surte efecto. La Falta es un tren a toda velocidad que te pasa por encima. El público parece subido a escena y compone un todo compacto y homogéneo que me trasporta a los corsos que pasaban por la esquina de mi casa y que hacían bailar hasta al vecino más agreta.
Durante tres horas la murga hará de esta noche cualquiera una de esas que quedan archivadas en la memoria. Y confirmará lo bien ganado que tiene el boca a boca (otra pata de la cultura popular) que ordenó no perderme el show y que me obliga, ahora, a escribir estas líneas para devolver el favor.

Más info: www.faltayresto.net

(Publicada en la revista "Al Margen", Bariloche, Río Negro, marzo-abril 2011)

Carnaval toda la vida

La mítica murga uruguaya “Falta y Resto” cumple 30 años y vuelve al carnaval de Montevideo con un tributo a los barrios. Antes, estuvo en Buenos Aires con un show en el que mostró lo nuevo de su repertorio y aquello que, pese a los años, nunca es viejo.

Por Luis Zarranz
Cierro los ojos y comienza a borronearse la geografía porteña en la que estoy, para dar lugar a los tablados montevideanos en los que quisiera estar.
Desde hace diez minutos, la murga “Falta y Resto” brilla sobre el escenario del teatro “La Trastienda” en un show que es un recorrido por sus 30 años de historia y el pre-estreno de lo que será su regreso al carnaval de Uruguay, luego de tres años de voluntaria ausencia.
Cuando vuelvo a conectar mis pupilas más con la realidad y menos con el deseo observo la euforia de cientos de argentinos, uruguayos, y turistas con español del tipo de Anamá Ferreira: hay en escena algo así como 787 personas: la murga y el público es un todo compacto y homogéneo que me recuerda a los corsos que se armaban en la esquina de mi barrio, cuando el vecino más almidonado perdía la compostura y revoloteaba las piernas con mucha gracia y poco encanto.
Precisamente, el barrio es el protagonista del espectáculo con que La Falta, como la mencionan sus fans, decidió homenajear a los tablados, ante su cada vez más preocupante extinción.
Bajo el nombre “La Comedia del barrio”, los murguistas despliegan una presentación, en clave humorística e irónica, con los ojos puestos en ese espacio típico de la geografía urbana, donde tiene preponderancia la esquina, la picardía y la complicidad vecinal. Y lo hacen con una sorpresa que vale revelar: la presencia de Malena D'Alessio, de “Actitud María Marta”, la primera mujer de la murga y quien posibilita una estupenda fusión con el rap, que simboliza la unión de todos los barrios latinoamericanos.
Raúl Castro es a la “Falta y Resto” lo que Martín Palermo a Boca: un mito viviente que excede las fronteras de su propio espacio para colocarse en un espectro de referente histórico. Es uno de los fundadores, el letrista y el director de la murga. Y, antes que nada, es un tipo de barrio, de esos que hablan sin dobleces. De piernas interminables, lo veo pelearse con la mesa para ubicarlas de alguna forma más o menos cómoda, como una ficha de encastre que no cuaja en su lugar.
Por fin logra sentarse. Aún falta una hora y cuarto para que se transforme en el pulso del show. Antes, todo su cuerpo habla por él: me mira con la boca y con los ojos me dice: “El barrio es el oasis, el lugar donde la murga encuentra la razón de su cantar, de su militancia cultural, donde encuentra las opiniones que más valen: de esa gente nos sentimos embanderados”.
Sigue: “La gente en la calle es la que hace la historia y está en los barrios. El tipo de barrio es un extra en la película de los medios, nunca es protagonista. En la murga, sí”.

¿Qué significa volver a competir en el carnaval de Montevideo después de tres años?
Volver al carnaval significa volver a los amigos, a la familia, a la casa de tu madre, al lugar donde están tus parientes (de género y de sangre), tus amigos. Es volver a la esencia, y siempre es bueno: hay que beber esa fuente, que es la que nos lleva de barrio en barrio, la que nos hace recordar de dónde venimos, quiénes somos y hacia dónde tenemos que ir.

Me imagino que debes estar al tanto que en Argentina se recuperaron los feriados de carnaval, por iniciativa del Gobierno y tras varios años de lucha de las murgas. ¿Qué reflexión te merece?
Me parece notable. Los tablados, los corsos, son bastiones de democracia cultural. Cuando se corta un corso o se cierra un tablado se le está tapando la boca al pueblo. El hecho de abrir el carnaval de nuevo quiere decir “exprésense”, “digan”, “ríanse, que es lo más sano que hay”.

En 30 años, ¿cómo se hace para no repetirse?
Mucho laburo, muchas papeleras llenas, tratar de encontrar camino por donde no hayamos ido, pasos, lugares sin huellas. Es difícil porque siempre los géneros, sean libres o no, te limitan. Entonces tenés que inventar y reinventar.

Y, ¿cuánto creció el género? Porque siempre hubo un prejuicio de que era algo “menor”.
Pasaba como con el tango, la murga era marginal. Era una mirada clasista pero ha habido un trasvasamiento que tiene que ver con los logros de la murga, sobre todo a la salida de la dictadura, que tuvieron un papel importante en la expresión popular cuando no había sindicatos ni partidos políticos. La gente iba a los tablados a escuchar lo que quería decir, que estaba prohibido.

La murga lleva casi tres horas ininterrumpidas de show: escucho en vivo esas letras que fueron el núcleo de la resistencia contra la dictadura oriental y alcanzo a comprender, en su justa dimensión, lo que Raúl Castro me acaba de decir, antes de colocarse la galera y salir al escenario.
Termino de vislumbrar la vigencia de La Falta, ese péndulo que conecta pasado, presente y futuro, cuando veo a un hombre, de unos 60 años, bailar y cantar los temas junto a quien parece su hijo, de no más de 30. En medio de un cuplé, alcanzo a escuchar que le dice: “Esto es de mi época”.
Es ahí donde dimensiono que “Falta y Resto” no tiene fecha de vencimiento.

(Publicada en la revista "Sueños Compartidos", marzo 2011)

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domingo, 6 de febrero de 2011

El barrio en el centro (de la escena)


La murga uruguaya “Falta y Resto” cumple 30 años y vuelve al carnaval de Montevideo con un espectáculo en el que brinda homenaje a los barrios. Antes, se presentó en Buenos Aires con tres shows a sala llena en los que renovó el lazo indestructible que la une con su público.

Por Luis Zarranz
La mítica murga uruguaya “Falta y Resto” está arriba del escenario y ya comenzó  a transformar “La Trastienda” en una esquina de barrio, porteña o montevideana. A fuerza de bombos, de una actitud escénica callejera, con la gracia del habla popular y con letras que expresan la esencia barrial, el teatro parece cada vez más la intersección de dos calles en Pocitos, Almagro, Boedo o La Unión.
La distancia con el público se convierte, de golpe, en fraternidad. Aunque no puedan verse son notorios los hilos invisibles que conectan a los espectadores con los murguistas. ¿Cuál es el efecto de esta especie de vecindad? Es sentirse parte. De todas las opciones, hay una que es imposible: la indiferencia.
Apenas quince minutos antes de esta alquimia, Raúl Castro, fundador, letrista y director de la “Falta y Resto”, me había dicho, con la cadencia con que son dichas las cosas simples y contundentes: “El barrio es el oasis, el lugar donde la murga encuentra la razón de su cantar, de su militancia cultural”. Ahora, mientras la murga ambienta la noche, el barrio sale a escena con una potencia arrolladora, fértil como un campo florecido.
La Falta, como la nombran sus fans, vuelve al carnaval uruguayo después de tres veranos de ostracismo y lo hace con un espectáculo, “La comedia del barrio”, contundente, gracioso, irónico y crítico, que rinde homenaje a sus 30 años de historia. Antes de su paso por el tablado montevideano, la murga realiza este impresionante pre-estreno en Buenos Aires, donde, además, repasas sus letras más populares, ya clásicos del cancionero rioplatense.
Como lo anuncia el título del show, el eje es el barrio. Raúl Castro expresa porqué: “Creemos que culturalmente es la gente que está haciendo historia: la gente en la calle”. Luego, ofrece otra pista para entender el entramado: “El tipo de barrio es un extra en la película de los medios, nunca es protagonista. En la murga, sí”.
Con argumentos de ese tenor, “Falta y Resto” viene transitando un largo camino de compromiso y lucha, desde aquellos primeros pasos en plena dictadura oriental, cuando la murga salió a la palestra para intentar abrir la cerrada noche, oscura, negra y genocida, que cubría el cielo de toda Latinoamérica. Con ese propósito sellaron su impronta, signada por la denuncia, la crítica y la presencia en las luchas de los de abajo. Les faltaba un nombre, así que se lo robaron al juego del truco, a ese grito que se hace cuando el partido parece perdido. De allí les quedó también el lema: “Cuando lo único que queda es jugarse el todo por el todo”.
Y se jugaron.

El agua debajo del puente
30 años después, con miles de pergaminos sobre el lomo y aquel propósito, la murga sale al escenario. “¡Con el alma, muchachos, con el alma!”, alcanza a escucharse antes que se corra el telón. Las arengas de Raúl Castro surten efecto. La Falta es un tren a toda velocidad, que te pasa por encima. Trae una novedad resaltante: Malena D'Alessio, de “Actitud María Marta”, la primera mujer que canta en la murga y que posibilita una estupenda fusión con el rap.
El espectáculo es un tributo a los tablados del barrio, especie uruguaya en vías de extinción por mérito de la Intendencia de Montevideo, que los clausura bajo la excusa de “ruidos molestos”. “Sean eternos los tablados”, canta la murga y el canto resuena en la garganta de los argentinos, uruguayos y hasta en la de los turistas europeos que llenan “La Trastienda” y repiten la frase sin saber bien de qué se trata.
Antes de llevarse el alma a la boca, Raúl Castro acepta bucear en el génesis de La Falta, a la que no puede distanciar de los avatares de la cultura popular.

-¿Qué balance haces de estos 30 años?
-Positivo mil por mil: mucha felicidad en la lucha, sabiendo que se han logrado muchas cosas, desde lo popular, en las que somos partícipes. El pueblo uruguayo –y el argentino, porque nos sentimos parte también– ha logrado cosas importantísimas en su carrera hacia el perfeccionamiento del ser, que es la historia de todos nosotros. Me parece que formar parte de eso durante estos 30 años, diciendo lo que pensamos, tratando de cambiar la cabeza de alguna gente, o de nosotros mismos, es un agradecimiento perpetuo a la vida por habernos dado la chance de vivirla.

¿Qué significa volver a competir en el carnaval de Montevideo después de tres años?
-Volver al carnaval significa volver a los amigos, a la familia, a la casa de tu madre, al lugar donde están tus parientes, de género y de sangre, tus amigos. Es volver a la esencia, y siempre es bueno: hay que beber esa fuente, que es la que nos lleva de barrio en barrio, la que nos hace recordar de dónde venimos, quiénes somos y hacia dónde tenemos que ir. Me parece que la murga que no vaya de barrio en barrio, no existe.

-¿De qué manera el humor logra intervenir y transformar la realidad?
-El humor desnuda, aclara y muestra la verdad. Desde la ridiculez se desnuda e ilumina. Después que sabes la verdad, dar una conclusión que emocione o que denuncie es mucho más fácil desde la risa. Si hay una diferencia entre el siglo pasado y éste, y la murga tiene mucho que ver, es que la canción de protesta transita caminos de alegría y no de melodrama, como sucedía en los 70, en los 80 y en el propio rock and roll de los 90, muy lúgubre. La gente ha adoptado eso: que se puede luchar desde la alegría.

-Me imagino que debes estar al tanto que en Argentina se recuperaron los feriados de carnaval, por iniciativa del Gobierno y tras varios años de lucha de las murgas. ¿Qué reflexión te merece?
-Me parece notable, creo que es un logro mágico. Los tablados, los corsos, son bastiones de democracia cultural. Cuando se corta un corso o se cierra un tablado se le está tapando la boca al pueblo. El hecho de abrir el carnaval de nuevo quiere decir “exprésense”, “digan”, “ríanse”, de nosotros o de quien quieran, sin censura, “ríanse que es lo más sano que hay”.

-¿Contra qué se canta en esta época de gobiernos populares y progresistas?
-Ahora se pone el ojo con la lupa más grande. Yo tenía una maestra en tercer grado de escuela que tenía al hijo como alumno y era al que más marcaba. Nosotros tenemos que ser iguales con los gobiernos progresistas: no podemos dejar pasar una. Si hay corrupción, si se deja de lado a algunos sectores de la población, si no se asume con real plenitud el esclarecimiento de la verdad con la dictadura, si hay reticencia en seguir adelante con la lucha de los derechos humanos: la murga tiene que estar presente. Este año es uno de los espectáculos más fuerte de La Falta. El haber logrado la presencia de Malena D’Alessio ha sido fundamental porque ella estaba en una vereda paralela a la nuestra en cuanto a la denuncia y al trabajo; ahora nos juntamos, estamos en una misma calle, transitando juntos y es alucinante.

Luego de casi tres horas de show, La Falta comienza a anunciar la retirada, con los ojos puestos en las 200 presentaciones, en 40 noches, que implica participar en los tablados orientales donde sentirán latir el corazón de un pueblo.
Se van con una estrofa que parece una profecía: “Se va / se va la murga / aunque ya nunca / pueda decir adiós”.

(Publicada en el periódico Miradas al Sur, 6 de febrero de 2011)

miércoles, 5 de enero de 2011

Tango sin olor a naftalina

Orquesta Típica Fernández Fierro

La condición para leer esta nota es sacudirte los prejuicios que señalan al tango en color sepia, como propiedad exclusiva de la gente mayor. La Orquesta Típica Fernández Fierro lo único que tiene de típico es la formación tradicional.

Por Luis Zarranz
Cuando el bandoneón se desperezó por primera vez, ancho y torrente como un tren desbocado, quise volver a lo que minutos antes uno de sus instrumentistas me había dicho sobre porqué ver, en vivo, a la Orquesta Típica Fernández Fierro: “Quizá esté bueno ver a esos dementes en su forma de expresar la música”.
Uno de ellos se llama Flavio Reggiani, aunque se hace llamar “El Ministro”, cosa que me suena demasiado institucional para un joven con dreadlocks y borcegos. Me lo presentan como “la pata política de la orquesta”, cuestión que justifica el apodo. A él corresponden los derechos de la frase sobre los dementes, tanto como la responsabilidad de que el bandoneón se estire como una oruga en celo que pretende llamar la atención.
La Fierro, como la llaman sus fans, es una orquesta típica de tango –cuatro bandoneones, tres violines, viola, violonchelo, contrabajo, piano y un cantor– integrada por jóvenes que le proporcionan una estética alejada del lugar común de la escena 2x4 tradicional: no se visten con uniformes ni trajes clásicos sino con jeans y remeras, arriba del escenario son histriónicos, (a veces, abajo también), no pretenden explotar el circuito for export sino que formaron uno alternativo con la creación del Club Atlético Fernández Fierro (CAFF). El condimento que potencia estas cualidades no es menor: funcionan de manera autogestionada, a través de una cooperativa.
Con estos ingredientes renovaron la propuesta musical de la Ciudad de Buenos Aires, generaron un público fiel –jóvenes en su inmensa mayoría– que los siguen como si fueran una banda de rock (acaso lo sean, aunque hagan tango) y realizaron numerosas giras (la última, unas semanas atrás, en Brasil). Son doce sobre el escenario pero quince personas, en total, integran la cooperativa.
Uno de ellos, el primer bandoneonísta, está sentado, en el CAFF, en una especie de altillo donde la orquesta se reúne antes del show. Es miércoles. Es día de presentación. Hay una luz tenue que cae sobre su cabellera. Y hay unas palabras que salen prontas de su boca: “Ahora, quizá, una forma de rebelarse contra el rock es hacer tango. Hablo de la rebeldía como una actitud creativa, no de romper cosas. Vos estás haciendo un arte para decir algo, puede ser desde la satisfacción, desde un montón de lugares y la rebeldía es una, el rock empezó ahí y comenzó a alejarse y se hizo muy comercial. Y nosotros, tal vez por estar afuera de eso, retomamos una cuestión de la idea básica del rock: hacer desde la disconformidad, desde la rebeldía. Quizá por eso, nos dicen ‘la orquesta más rockera’”.
La frase se deshace hasta fundirse con el claro que refleja la luz amarilla que pende, amenazantemente, sobre su cabeza. Y vuelve a aparecerse ahora que la orquesta arranca los primeros aplausos de un antiguo taller mecánico que esta banda transformó en un club apto tanto para sus presentaciones como para la de otros artistas (Palo Pandolfo y Yusa, por sólo nombrar a dos que han sido parte de las páginas de Sueños Compartidos). En ese aspecto, el CAFF es también una fábrica recuperada y aquí eso es, literalmente, buena música para los oídos.
Hay juego de luces y muchas sombras. Hay cuatro bandoneones que escupen ritmo, tres violines que arrojan nostalgia. Y hay un sonido orquestal que te obliga a mover los pies contra la silla, dando pequeños golpecitos para intentar seguir una cadencia desordenadamente ordenada. ¿Seguís el ritmo? Miro la escena con ojos de cóndor y veo: parejas que se funden uno sobre el otro, bandas de amigos que intentan acortar la semana, turistas europeos marca hostel, curiosos con ojos de primera vez y un par de fanáticos de asistencia perfecta. Y veo algo que no siempre aprecio en otros shows: un clima, un algo compartido, y que para mi birome que toma nota es más estrecho en los temas instrumentales y más distante en aquellos momentos en que el cantor se planta en el escenario.

LA PUERTA DE ENTRADA
El Ministro me relata la frase que alguna vez le dijo Rodolfo Mederos, su maestro desde el instante en que llegó de la Patagonia: “El bandoneón es tu pasaporte”. Por dos segundos se queda en silencio, quieto y con las palmas extendidas, hasta que vuelve a su pose natural, en la que su cuerpo parece un péndulo oscilante que expresa el retraimiento de sus palabras. Dice: “Me pegó la frase porque, pendejo y todo, aprendí a tocar un poco y empecé con la orquesta”.
Luego me ofrece una definición interesante para pensar la autogestión: “Es una frontera desde donde pararse”. Más pistas para comprender: “Tenemos una actitud política que nos hace funcionar como grupo y que funcione este lugar”

-¿Cómo se organizan?
-El ejemplo es haber hecho este club. Tocamos cuatro años en la calle, en San Telmo, vendimos discos, y la decisión política fue: en vez de repartirlo para cada uno y que cada uno se compre un sillón, no lo repartimos: así pudimos garpar este lugar.

-¿Qué les permitió ser autogestivos?
-Primero, haber conseguido el CAFF, poder tocar para entre 700 y 1000 personas por mes, durante más de cuatro años. Nos permitió no ceder en muchas cosas. Pudimos evitar tocar en lugares a los que nosotros no iríamos a vernos. No nos agarra indefensos como cuando estábamos literalmente en la calle y venía un policía y nos sacaba. La autogestión te da libertad, o independencia.

LA PUERTA DE SALIDA
La Orquesta prepara la retirada mientras acepta unos bises (la presentación no dura más de una hora). Por suerte, la industria for export no coloca las presentaciones de la Fierro en su agenda de eventos ni en sus mapas de all inclusive. Nadie lo lamenta: lo que queda, entonces, es un show que no apela estrictamente a la lógica comercial globalizada. Lo que hay es barrio y esquina. ¿Y qué otra cosa es el tango?

(Publicada en la revista "Sueños Compartidos", enero 2011) 

Andá a cantarle a Gardel
Una frase sola basta para reflejar la mirada del jefe de Gobierno porteño, Mauricio Macri, sobre la música ciudadana: “El tango es la soja de Buenos Aires”,
Ésa fue la expresión con la que pretendió resaltar estrictamente su función mercantil de lo que su gobierno denomina “la marca tango” y que orquestas como la Fierro repudian.
Para Macri, el valor del tango es la cantidad de divisas que genera, acorde con el tipo de pensamiento que representa que sólo se interesa por la cultura cuando ésta es redituable.
Si el tango que Macri resalta es como la soja, la Fernández Fierro es como el amaranto, la planta que resiste los plaguicidas y la soja transgénica, y de la que poco se sabe.