La murga uruguaya “Falta
y Resto” cumple 30 años y vuelve al carnaval de Montevideo con un espectáculo
en el que brinda homenaje a los barrios. Antes, se presentó en Buenos Aires con
tres shows a sala llena en los que renovó el lazo indestructible que la une con
su público.
Por Luis
Zarranz
La
mítica murga uruguaya “Falta y Resto” está arriba del escenario y ya comenzó a transformar “La Trastienda” en una esquina de barrio,
porteña o montevideana. A fuerza de bombos, de una actitud escénica callejera, con
la gracia del habla popular y con letras que expresan la esencia barrial, el
teatro parece cada vez más la intersección de dos calles en Pocitos, Almagro,
Boedo o La Unión.
La
distancia con el público se convierte, de golpe, en fraternidad. Aunque no
puedan verse son notorios los hilos invisibles que conectan a los espectadores
con los murguistas. ¿Cuál es el efecto de esta especie de vecindad? Es sentirse
parte. De todas las opciones, hay una que es imposible: la indiferencia.
Apenas
quince minutos antes de esta alquimia, Raúl Castro, fundador, letrista y
director de la “Falta y Resto”, me había dicho, con la cadencia con que son
dichas las cosas simples y contundentes: “El barrio es el oasis, el lugar donde
la murga encuentra la razón de su cantar, de su militancia cultural”. Ahora,
mientras la murga ambienta la noche, el barrio sale a escena con una potencia
arrolladora, fértil como un campo florecido.
La
Falta, como la nombran sus fans, vuelve al carnaval uruguayo después de tres
veranos de ostracismo y lo hace con un espectáculo, “La comedia del barrio”,
contundente, gracioso, irónico y crítico, que rinde homenaje a sus 30 años de historia.
Antes de su paso por el tablado montevideano, la murga realiza este
impresionante pre-estreno en Buenos Aires, donde, además, repasas sus letras más
populares, ya clásicos del cancionero rioplatense.
Como
lo anuncia el título del show, el eje es el barrio. Raúl Castro expresa porqué:
“Creemos que culturalmente es la gente que está haciendo historia: la gente en
la calle”. Luego, ofrece otra pista para entender el entramado: “El tipo de
barrio es un extra en la película de los medios, nunca es protagonista. En la
murga, sí”.
Con
argumentos de ese tenor, “Falta y Resto” viene transitando un largo camino de
compromiso y lucha, desde aquellos primeros pasos en plena dictadura oriental,
cuando la murga salió a la palestra para intentar abrir la cerrada noche,
oscura, negra y genocida, que cubría el cielo de toda Latinoamérica. Con ese
propósito sellaron su impronta, signada por la denuncia, la crítica y la
presencia en las luchas de los de abajo. Les faltaba un nombre, así que se lo
robaron al juego del truco, a ese grito que se hace cuando el partido parece
perdido. De allí les quedó también el lema: “Cuando lo único que queda es
jugarse el todo por el todo”.
Y
se jugaron.
El agua debajo del
puente
30
años después, con miles de pergaminos sobre el lomo y aquel propósito, la murga
sale al escenario. “¡Con el alma, muchachos, con el alma!”, alcanza a
escucharse antes que se corra el telón. Las arengas de Raúl Castro surten
efecto. La Falta es un tren a toda velocidad, que te pasa por encima. Trae una
novedad resaltante: Malena D'Alessio, de “Actitud María Marta”, la primera mujer
que canta en la murga y que posibilita una estupenda fusión con el rap.
El
espectáculo es un tributo a los tablados del barrio, especie uruguaya en vías
de extinción por mérito de la Intendencia de Montevideo, que los clausura bajo
la excusa de “ruidos molestos”. “Sean eternos los tablados”, canta la murga y el
canto resuena en la garganta de los argentinos, uruguayos y hasta en la de los
turistas europeos que llenan “La Trastienda” y repiten la frase sin saber bien de
qué se trata.
Antes
de llevarse el alma a la boca, Raúl Castro acepta bucear en el génesis de La
Falta, a la que no puede distanciar de los avatares de la cultura popular.
-¿Qué balance haces de
estos 30 años?
-Positivo
mil por mil: mucha felicidad en la lucha, sabiendo que se han logrado muchas
cosas, desde lo popular, en las que somos partícipes. El pueblo uruguayo –y el
argentino, porque nos sentimos parte también– ha logrado cosas importantísimas
en su carrera hacia el perfeccionamiento del ser, que es la historia de todos
nosotros. Me parece que formar parte de eso durante estos 30 años, diciendo lo
que pensamos, tratando de cambiar la cabeza de alguna gente, o de nosotros mismos,
es un agradecimiento perpetuo a la vida por habernos dado la chance de vivirla.
¿Qué significa volver a
competir en el carnaval de Montevideo después de tres años?
-Volver
al carnaval significa volver a los amigos, a la familia, a la casa de tu madre,
al lugar donde están tus parientes, de género y de sangre, tus amigos. Es volver
a la esencia, y siempre es bueno: hay que beber esa fuente, que es la que nos lleva
de barrio en barrio, la que nos hace recordar de dónde venimos, quiénes somos y
hacia dónde tenemos que ir. Me parece que la murga que no vaya de barrio en
barrio, no existe.
-¿De qué manera el humor
logra intervenir y transformar la realidad?
-El
humor desnuda, aclara y muestra la verdad. Desde la ridiculez se desnuda e
ilumina. Después que sabes la verdad, dar una conclusión que emocione o que
denuncie es mucho más fácil desde la risa. Si hay una diferencia entre el siglo
pasado y éste, y la murga tiene mucho que ver, es que la canción de protesta
transita caminos de alegría y no de melodrama, como sucedía en los 70, en los
80 y en el propio rock and roll de los 90, muy lúgubre. La gente ha adoptado
eso: que se puede luchar desde la alegría.
-Me imagino que debes estar al tanto que en
Argentina se recuperaron los feriados de carnaval, por iniciativa del Gobierno y tras varios años de lucha de las murgas. ¿Qué reflexión te merece?
-Me
parece notable, creo que es un logro mágico. Los tablados, los corsos, son
bastiones de democracia cultural. Cuando se corta un corso o se cierra un
tablado se le está tapando la boca al pueblo. El hecho de abrir el carnaval de
nuevo quiere decir “exprésense”, “digan”, “ríanse”, de nosotros o de quien
quieran, sin censura, “ríanse que es lo más sano que hay”.
-¿Contra qué se canta en
esta época de gobiernos populares y progresistas?
-Ahora
se pone el ojo con la lupa más grande. Yo tenía una maestra en tercer grado de
escuela que tenía al hijo como alumno y era al que más marcaba. Nosotros
tenemos que ser iguales con los gobiernos progresistas: no podemos dejar pasar
una. Si hay corrupción, si se deja de lado a algunos sectores de la población,
si no se asume con real plenitud el esclarecimiento de la verdad con la
dictadura, si hay reticencia en seguir adelante con la lucha de los derechos
humanos: la murga tiene que estar presente. Este año es uno de los espectáculos
más fuerte de La Falta. El haber logrado la presencia de Malena D’Alessio ha
sido fundamental porque ella estaba en una vereda paralela a la nuestra en
cuanto a la denuncia y al trabajo; ahora nos juntamos, estamos en una misma
calle, transitando juntos y es alucinante.
Luego
de casi tres horas de show, La Falta comienza a anunciar la retirada, con los
ojos puestos en las 200 presentaciones, en 40 noches, que implica participar en
los tablados orientales donde sentirán latir el corazón de un pueblo.
Se
van con una estrofa que parece una profecía: “Se va / se va la murga / aunque
ya nunca / pueda decir adiós”.
(Publicada en el periódico Miradas al Sur, 6 de febrero de 2011)
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