jueves, 20 de noviembre de 2008

Demasiado grande para cumplir dos años


El corte de ruta a la altura de Arroyo Verde en Gualeguyachú, cumple hoy dos años de lucha. Dos años ininterrumpidos en los que logró visibilizar la causa que lo sustenta hasta transformarse en un emblema de ella. Los miles de individuos que contribuyen a su sostén están dando una lección maravillosa de constancia, resistencia y democracia que ni los descreídos de siempre pueden desconocer.

Por Luis Zarranz
Para los descreídos, que cada vez abundan más, el segundo aniversario ininterrumpido del corte de ruta en Arroyo Verde es un golpe certero. Un cross en la mandíbula. Un knock out técnico.
Para los muchos que dos años atrás se rieron y se burlaron, por considerar absurda aquella propuesta de los asambleístas de cortar la ruta ininterrumpidamente, este 20 de noviembre les resulta no sólo increíble sino también incómodo, inverosímil.
Cualquiera sabe que  mantener una actividad, sea cual fuera, todos los días a lo largo de dos años es una tarea heroica. Y ellos, los militantes de lo posible tomaban con sorna que una asamblea multitudinaria resolviera realizar un corte de ruta extendido a lo largo de los meses. “No podrán sostenerlo”, vaticinaban y, por eso, especulaban con el desgaste que produciría el paso del tiempo.
Ni eso, ni las campañas mediáticas, ni las operaciones de prensa comandadas por Aldo Leporatti, ni los siervicios, ni las amenazas, ni el bustismo, ni los Gobiernos, ni Botnia funcionando, ni Rosetti, ni sus Rotwaillers, ni las tapas de Clarín,… nada ni nadie pudo con el Corte. Más bien, cada uno de los intentos por levantarlo –que exceden largamente los enumerados– generaron el efecto contrario: movilizaciones masivas, convocatorias espontáneas, más apoyo a la causa, nuevas acciones.
En estos dos años de Corte ininterrumpido sobre la ruta 136, en Arroyo Verde, corrió (nunca mejor la frase) mucha agua bajo el puente. Es cierto: Botnia funciona. Pero tan cierto como eso es que la Asamblea Ambiental de Gualeguaychú no ha abandonado su lucha ni su reclamo. Y ese es el dato que sorprende a más de uno.
Cuando en algún momento la historia recopile las acciones éticas colectivas tendrá reservada páginas de gloria para los habitantes de una ciudad que se transformó en sinónimo de resistencia, mediante la más democrática de las prácticas políticas: la asamblea abierta, donde todo es debatido, donde ningún voto ni palabra vale más que otro.
Hoy que el corte de ruta cumple años, es imposible no reconocer cada una de las acciones y las personas que lo sostuvieron. A los que se turnan para pasar la noche, los que no han dudado en mantenerse firmes pese al frío, el calor, el temor, la comodidad, el desgano, el desgaste.
Los grandes, los chicos, los ancianos, los bebes, que han pasado días y noches apostados en Arroyo Verde para “hacerle el aguante”. ¿Cuántos termos se habrán compartido? ¿Cuántas reposeras se habrán abierto? ¿Cuántos juegos habrán jugado los más pequeños? ¿Cuántos visitantes de otras latitudes habrá recibido? ¿Cuántos asados se habrán comido allí? ¿Cuántas lluvias soportado? ¿Cuántos debates? ¿Cuántas lágrimas de emoción o de bronca acumula? ¿Cuántas discusiones? ¿Cuántos se habrán conocido allí? ¿Cuántas manos se habrán alzado para aprobar mociones?
No hay persona, con un mínimo nivel de sensibilidad, que no se conmueva por lo que es y genera Arroyo Verde: un antídoto contra la impotencia. Eso es. Una vacuna contra el “no se puede”, una inyección frente a la resignación, una lección de esperanza, un remedio ante el individualismo, la máxima expresión, el símbolo, la trinchera de la Asamblea.  De esa Asamblea democrática como pocas, seguramente aún perfectible, como toda expresión de tal naturaleza.

Corte por lo sano
Mientras Gualeguaychú cumple dos años de corte, Botnia debió resignarse a festejar su primer año de existencia, cumplido el 9 de noviembre, con la planta cerrada debido una suspensión, según la empresa, por “tareas de mantenimiento”.
A nadie escapa, sin embargo, que el cierre obedece a los efectos de la crisis global: ahora la oferta de pulpa de celulosa excede largamente lo que el “mercado” demanda.
El lenguaje empresarial prefiere el surrealismo: la planta detiene su funcionamiento frente al escenario económico pero se niega a hacerlo frente a la contaminación que produce.
Luego de dos semanas de suspensión, Botnia retomó, este domingo, la producción y en un comunicado hizo saber que el proceso de reactivación podría provocar "olores y ruidos". La respuesta no provino de ningún sector radicalizado: el director del Hospital Centenario de Gualeguaychú, Hugo Gorla, afirmó que tres personas que se encontraban sobre el puente internacional General San Martín fueron atendidas y presentaban reacciones alérgicas, dermatitis y conjuntivitis.
Sin embargo, en los medios se polemiza más sobre el corte que sobre la contaminación.  ¿Qué habría que “atacar”, la causa o la consecuencia? Antes que los legalistas se pongan de pié y levanten la Constitución: si el corte de ruta es ilegal, lo es tanto como la contaminación o la violación al Estatuto del Río Uruguay. ¿Por qué le prestan mucha atención a lo primero y poco y nada a lo segundo?

Contamina la razón
Frente a la reciente suspensión de su producción, Botnia les informó a los fraybentinos que los olores que se podían llegar a percibir, a "ácido de batería" o a "huevo podrido", "en ningún caso afectan la salud de los ciudadanos y el medio ambiente".
¿Será sólo por sugestión, entonces, que la gente de Fray Bentos aumenta las consultas  médicas debido a los mareos y las nauseas, y que los médicos diagnostican continuos problemas respiratorios producto de la contaminación? ¿Quién miente a quién? ¿Los doctores a los pacientes, los pacientes a los doctores o la empresa a ambos?
Esta nota tiene un anexo, único recurso periodístico disponible debido a su extensión, que cuantifica los daños y muertos que la planta generó en su primer añito de vida.
Cada día que funciona Botnia toma, sin ninguna autorización, 80 millones de litros de agua, unos 32 mil millones al año, que devuelve al río Uruguay con un 70% de productos tóxicos y a unos 10º más de temperatura. ¿Por qué será que esta información jamás se transforma en noticia? ¿Qué pasaría si la televisión, los diarios y las radios se dedicaran a hablar de lo que Botnia genera con el mismo entusiasmo con el que hablan de lo que genera el corte de ruta?
Con tanta contaminación en el aire, pocas cosas están tan claras como que, en desigualdad de condiciones, Gualeguaychú está dando una pelea que por legítima, por respaldo, por genuina  y por capacidad de movilización, tiene una potencia y una potencialidad imposible de desconocer.
En los más de cinco años de reclamos, Arroyo Verde se ha transformado en el espacio simbólico más representativo de la Asamblea. Si como dicen, “la única lucha que se pierde es la que se abandona”, Gualeguaychú tiene sobrados argumentos para creer que aún no está dicha la última palabra.
Los motivos, queda claro, abundan.
Y eso, para los descreídos, es otro golpe de knock out.

ANEXO:
BOTNIA: UN AÑO NO MUY FELIZ

Septiembre de 2007: El Ministerio de Medio Ambiente uruguayo encuentra “fisuras” en una de las piletas. BOTNIA paraliza, temporalmente, sus obras.

Noviembre de 2007: Once operarios son derivados al hospital de Fray Bentos tras intoxicarse con sulfuro de sodio, lo que les provoca problemas en la piel y las vías respiratorias. La pastera se encontraba ya en período de pruebas. Ante las consultas, le echa la culpa al viento, responsabilizándolo “por haber hecho volar por el aire el polvillo tóxico”.

21 de noviembre de 2007: 22 chicos de un colegio de Fray Bentos se intoxican por una nube toxica que emana BOTNIA. Los alumnos deben ser internados por sufrir mareos y vómitos. La maestra relata que el olor era insoportable, que pensaba que había explotado la garrafa del colegio pero que al abrir la ventana el olor era mucho peor. La empresa sólo pide disculpas.

Diciembre de 2007: Episodio similar al anterior, pero en una escuela del otro lado del Río Uruguay, en las afueras de Gualeguaychú. Alumnos deben ser internados de urgencia. La empresa se llama a silencio.

Diciembre de 2007: Cuatro obreros deben ser internados por un derrame de cloro. La empresa minimiza el hecho.

Diciembre de 2007: Un empleado finlandés se quema con licor negro cuando realizaba tareas en la caldera de recuperación. De acuerdo con lo detallado por la Jefatura de Policía de Río Negro (del Departamento de Fray Bentos), el accidentado “se quemó los dos brazos y parte del cuello”, por lo que es trasladado a un centro de salud de la zona.

15 de diciembre de 2007: Por un nuevo accidente en BOTNIA, cuatro obreros deben ser internados. El episodio ocurre el martes 11 aunque se conoce el sábado 15. Los operarios son afectados por un derrame de cloro que les provoca irritación en las vías respiratorias y la vista. Según trasciende, estaban trabajando en la torre de enfriamiento de la planta de tratamiento del agua. Son trasladados a una clínica de Fray Bentos con ardor en los ojos y en la garganta; el más afectado de los cuatro permanece dos días en observación.

Enero de 2008: La planta tiene un desperfecto en un instrumento de medición, lo que genera que se apagara la caldera principal, y por ende, toda la fábrica. Provoca un importante derrame de celulosa semilíquida sobre el Río Uruguay. Nuevamente, la empresa y el Gobierno uruguayo minimizan el hecho.

31 de enero de 2008: Nuevo “accidente”: se derramaron 200 toneladas de pasta de celulosa al río Uruguay. Como consecuencia, la pastera permanece inactiva durante algunos días. Voceros de la empresa confirman el derrame y su volumen, aunque se encargan de aclarar que no era material tóxico. No obstante, la zona de Fray Bentos vuelve a quedar impregnada de olor a “ácido de batería”, que distintos expertos aseguran ser tóxico.

Febrero de 2008: Muere un obrero. Juan Pedro Molina, de 31 años, uruguayo y empleado de la empresa contratista Cujó, sufre un accidente mientras realiza tareas de terminación de obra.

3 de abril de 2008: Muere un obrero. Otro “accidente” laboral provoca la muerte del trabajador chileno Rodrigo Rivero, de 33 años, quien desempeñaba tareas con la moladora en la zona cercana a la chimenea de la planta, en las denominadas “calderas de recuperación”. Una "viga hache" de metal, de 1,2 metros y 10 centímetros de ancho, cae desde una altura de 20 metros e impacta en la cabeza del obrero, que fallece en el acto.

Agosto de 2008: Una “nube incontrolada de sulfuro de sodio” provoca una fuerte dolencia en las vías respiratorias de los trabajadores de la planta. Resultado: 24 personas intoxicadas. El olor se siente en todo Fray Bentos.

18 de septiembre hasta primeros días de octubre de 2008: Un fuerte olor a ácido de batería inunda Fray Bentos filtrándose en hogares. Alcanza pueblos más lejanos como Las Cañas y Nueva Berlin. Los habitantes denuncian que el aire se hace irrespirable y que al abrir las ventanas el olor es más fuerte. Aumentan las consultas tanto en los centros de salud de Fray Bentos como en los de Gualeguaychú. Síntoma inmediato: nauseas, sequedad en garganta. Las autoridades no dan respuesta y BOTNIA se llama a silencio. Luego de varias semanas, la DINAMA (Dirección Nacional de Medio Ambiente) reconoce que el olor es fuerte. Sin embarbo no logra “encontrar” el origen del olor. El organismo, no obstante, emite un comunicado en el que asegura que “no habrá consecuencias a la salud ni al medio ambiente”.

7 de noviembre: Botnia paraliza su producción por dos semanas para realizar actividades de mantenimiento. Según el comunicado oficial de la empresa, el motivo principal para tomar la decisión es “el debilitamiento del mercado y el crecimiento del stock de pulpa de celulosa”.

Desde el 9 de noviembre de 2007: Desde su puesta en funcionamiento Botnia ha arrojado al agua y al aire mas de 4000 toneladas de contaminantes todos de reconocida toxicidad, aguda o crónica: metales pesados, órganos clorados, dioxinas y furanos (todos tóxicos acumulables persistentes), compuestos órganos sulfurados, nitratos, nitrógeno, fósforos, sulfuros y gases altamente peligrosos (SO2, SH2, y NOx).

           

(Publicada en la "Agencia Rodolfo Walsh", 20 de noviembre de 2008)

jueves, 6 de noviembre de 2008

Tan urgente como la canción

Teresa Parodi pertenece a ese género de cantautores cuya canción es inseparable de su compromiso social. Dice que la gente le enseñó a tener esperanza y que se moriría de vergüenza si no la tuviese. Nombra referencias tales como Zitarrosa y Violeta Parra, entre una lista que confiesa “infinita”. Actual directora del Espacio Cultural Nuestros Hijos, a cargo de las Madres de Plaza de Mayo, en esta entrevista nombra palabras en vías de extinción que, por suerte, su canto rescata: esperanza, compromiso, pueblo, educación, entre otras. Teresa Parodi, o la dignidad hecha canción.

Por Luis Zarranz
No resulta nada fácil entrar a un lugar del que muy pocos salieron. Si no fuera porque este espacio fue ganado luego de más de 30 años de lucha y quitado a la Fuerzas Armadas sería tan tétrico como entonces, tan impune, tan gris.
Sin embargo en el edificio que fuera del Liceo Naval dentro del predio de la ex ESMA, en la Ciudad de Buenos Aires, funciona ahora el Espacio Cultural Nuestros Hijos (ECuNHI), bajo la tutela de la Asociación Madres de Plaza de Mayo. Este dato alcanza, por sí sólo, para comprender la transformación llevada a cabo.
La directora de este espacio de vida compartida, entrelazada, en movimiento, es Teresa Parodi. De la misma manera que con sus canciones, Teresa tiene entre sus manos el desafío de lograr, junto a muchos compañeros, que la comunidad se repiense haciendo que interactúen pasado, presente y futuro en una constante búsqueda creativa.
Caminar los casi doscientos metros del portón que da sobre la Avenida Libertador hasta la entrada misma al edificio en el cual funciona el ECuNHi, atravesando una calle interna, muda pero memoriosa, árboles y edificaciones en desuso, no es, decíamos, nada fácil. Hay una atmósfera, un algo en el aire, en la mente, en el corazón, un latido. Eso. Un latido, preciso, repetido, denso, un retumbar de tambores monocordes; un dolor, una sensación amarga imposible de contener, la bronca multiplicada 30 mil veces…
Pero cuando se comienzan a subir los cuatro escalones anteriores a la entrada del ECuNHi, ya se ven las flores pintadas en sus paredes, ya se escuchan los murmullos y las voces de varios jóvenes que charlan y van de un lado al otro: en definitiva, se empieza a respirar un aire que renueva y que contagia.
Nos recibe con una sonrisa jugosa, ancha, que quedará guardada en lo imborrable, aunque, a decir verdad, no esperábamos otro gesto, sabiendo el trato que dispensa cuando hace de anfitriona.
En una luminosa sala en la que todo parece recién llegado, que huele a pintura fresca, y a la que sería demasiado pretencioso catalogar de “oficina”, pero que verdaderamente lo es (compartida con dos colaboradores), Teresa hablará apasionadamente, gesticulará incansablemente, nos mirará con esos ojos que siempre están queriendo hablar y se moverá sobre la silla, buscando la posición más cómoda.
Como coro de la conversación, unos pájaros silbadores harán considerables esfuerzos para ser incluidos en la crónica, y lo lograrán.

-Teresa ¿qué significa para vos ser la directora del ECuNHI, con la historia, el futuro y el presente que tiene este lugar?
-Bueno, es un honor que las Madres hayan pensado en mí para dirigir un centro cultural en un lugar tan emblemático, con toda la carga histórica que tiene este lugar. Me siento honrada, feliz y al mismo tiempo exigida. Como hablábamos con Hebe (de Bonafini), las Madres quieren un espacio de excelencia, entregar a la comunidad la posibilidad de estudiar, crecer, protestar desde el arte, en cualquiera de sus formas. En la actualidad, tenemos talleres y actividades culturales y la aspiración es que se convierta en el departamento de Arte de la Universidad Popular de las Madres.

-¿Que significan, en tu vida personal, las Madres de Plaza de Mayo?
-Por obvia coincidencia ideológica, son el faro luminoso que nos hizo caminar aún en el medio de las tinieblas, hacia un territorio de claridad y detrás de la justicia, sin equivocaciones. "Es por acá" dijeron las Madres y allá fuimos los que soñamos con algún mundo mejor, los que seguimos soñando porque creemos que es posible. Y por eso fuimos perseguidos y acallados: yo pertenezco a esa generación. Pueden ser mi madre cualquiera de ellas. Cada vez que las situaciones límites de la vida me ponían en un lugar difícil, yo miraba hacia donde estaban las Madres, como una referencia. Ellas siempre supieron caminar, en medio de todo lo que nos pasó, con una clara visión del porvenir. Los tipos prepararon el terreno, prepararon todo, lo que no contaban era con las Madres. Ese fue el gran factor sorpresa, eso desestabilizó todo, por suerte.

Ya entablada la conversación, Teresa asume que sería imposible intentar explicar, a alguien que no las conociera, quiénes son las Madres de Plaza de Mayo: “El mundo entero las conoce porque fue única su forma de luchar. Hasta el símbolo, el pañuelo en la cabeza, y cómo supieron salir y enfrentarse solas a esa dictadura feroz y genocida. Es muy impresionante cómo este puñado de mujeres, con qué coraje, convicción y entereza, se enfrentaron a la dictadura para seguir el camino que trazaron sus hijos”.
No hace falta tener ninguna capacidad especial para reconocer, a esta altura, la admiración que esta cantautora nacida en Corrientes, un día antes que termine el año 1947, profesa hacía las Madres de Plaza de Mayo. Admiración que, por otro lado, es mutua.
Quizá se reconozcan en la misma tenacidad, en los desafíos arduos: a los nueve años, una precoz compositora en la guitarra que afinaba de oído, anunció que de grande sería música popular y empezó a estudiar con el maestro Blas Benjamín de la Vega.
Cincuenta y un años después se acuerda de, por lo menos, cuatrocientas canciones de su autoría y recorre el país con su banda para, en cada regreso, acoplarse a los asuntos de los cinco hijos, mimar a los once nietos, dirigir este espacio cultural, y disfrutar de tanto amor como sabe procurarse.
En Corrientes, la casa de la niñez estaba poblada de letras y de músicas, de una mamá maestra y de un papá que emitía para la vecindad su colección completa de música clásica. “Vivíamos en una biblioteca y en una discoteca”, sostiene Teresa.
Producto de esas influencias, y de muchísimas otras que fue descubriendo con el pasar de los años, Teresa Parodi hizo de su canción no sólo un estilo, sino una postura ética y comprometida, irrenunciable.

-¿Por qué te parece, como dice uno de tus temas, que “la canción es urgente”?
-Creo que el canto popular siempre es urgente porque es el que va contando nuestra historia. Además la canción no cesa, siempre seguirá cantando nuestra historia, aunque los medios de comunicación no la cuenten. Porque los hechos y la historia siguen pasando, y los vuelve a contar la canción para que no se pierda en la memoria.

-¿Qué posibilidades te ofrece el canto, la creación de canciones, en tanto “canto popular"?
-Es un espacio maravilloso para hablar de nuestro pueblo. Elegí ese espacio para retratar un poco lo que viví con los demás, que es con lo que creo que trabaja un cantautor: es parte de un todo consciente. Es como contar la realidad pero también llenarla de belleza, aún en lo más terrible. Siempre me acuerdo de una foto que recorrió el mundo, de aquella niña desnudita después de Hiroshima. Es terrible, ¿pero no es bella esa foto al mismo tempo? Porque cómo pudo un artista, en un instante, con el lente de su cámara captar el horror y eternizarlo para que nadie se olvide. Ese trazo te cambia el pensamiento, es un disparador alucinante. Te hace reflexionar, preguntarte: “¿cómo podemos dejar que esto pase?” Viene por ahí, es muy importante el rol del artista popular que toma la realidad y la devuelve transformada por el arte, para que sirva de punto de partida y también de punto de llegada.

-En tu último disco, Autobiografía, seleccionaste canciones tuyas que ya son absolutamente populares luego de todos estos años de carrera. ¿Por qué elegiste estas canciones y no otras?
-Porque son como un repaso de canciones emblemáticas. En realidad pensamos en los primeros discos (en total grabó 24. Sí, leyó bien: veinticuatro). La pauta que nos habíamos puesto es que teníamos que tener un argumento para defender la canción y había que convencer al resto. Cada canción entró porque estuvo muy bien defendida y porque, además, estaba comprendida dentro de la primera parte de la obra. También hicimos un par de canciones nuevas porque la gente las espera.
Así, el disco incluye "Pedro Canoero", "Bajo el cielo de Mantilla", “El Otro País” “La Negra Eulogia”, “Se puede, se debe”, “El Cielo del Albañil”, Aún caminan conmigo”, entre otras. Además incluye una versión de “El Ángel de la Bicicleta” junto a León Gieco.
Parodi ahonda en detalles que sirven para comprender el camino que recorre un disco hasta llegar a las disquerías. A eso hay que añadirle el trayecto de una situación concreta que hace impacto en el artista y pasa a convertirse en letra y música. En el caminar de tantos años, ya son indivisibles la Teresa cantante y la militante del campo popular.
Teresa, a esta altura el apellido casi que sobra, pertenece a esa estirpe de cantautores que hacen carne el sentir popular, que reflejan la lucha, la esperanza, la solidaridad. Es así, que retumban versos no tan lejanos: “Nos han robado hasta la primavera, pero no pueden con nuestra canción/parece frágil pero no se entrega/sigue cantando como vos y yo”.
Esa canción, “Resistiendo”, fue convertida en símbolo, apropiada por millones de individuos para cantar en medio de, o frente a, la crisis más aguda de la historia del país a fines del 2001, principios del 2002. Un símbolo, decíamos, que fue la contraparte a la que quisieron imponer los medios, “Color Esperanza”. “Resistiendo” casi que resulta la antítesis a eso de “pintarse la cara color esperanza”, como si bastara con pintarse y no con luchar.

-¿Cómo surgió “Resistiendo”, que además tiene ese nombre, en gerundio, como queriendo decir que es algo que se extiende, que está presente y que continúa?
-Esa canción fue escrita mucho antes de que la gente salga a la calle en el 2001, un año antes, tal vez porque uno tiene un vinculo con el pueblo, esta conectado con las luchas populares porque es parte de ellas, y presentía lo que iba a pasar. Lo podía percibir desde el sur al norte que el país estaba resistiendo. Se concreta cuando salimos a las calles pero ya se venía cortando rutas. Apareció la figura, dentro del espacio del neoliberalismo más cerrado y perverso, de los cartoneros y los piqueteros.Empezó un nuevo campo de lucha con novedosas maneras de resistir: era imposible no verlos. Comienzo a escribir la canción desde ese lugar y desde la observación desde la realidad. “Nos han robado hasta la primera pero no pueden con nuestra canción”. Quiere decir que el pueblo estaba encontrando una forma de resistir y de sobrellevar ese momento terrible de exclusión donde la gente se quedaba sin trabajo, sin salud, por un modelo genocida. La gente me contaba su lucha, me escribía las realidades de todo el país. Y he viajado especialmente para caminar con ellos. Escribo la canción en un momento determinado, la grabo y de golpe era diciembre del 2001.

Música, maestro
Cuando tenía 16 años, Teresa Parodi recibió su título de “maestra” y decidió que no existía mejor lugar para la docencia que una escuelita-rancho perdida en la selva misionera, más precisamente en El Dorado. La calidez de los chicos, de sus padres, de sus vecinos le brindó, asegura, mucho más de lo que ella fue capaz de dar. Allí enseñaba a leer allí, a sumar y a restar; y a cantar, en cuanto pudo llevar su guitarra.

-¿En algún momento de la vida se deja de ser docente?
-Y no, (sonríe) porque es como un lugar que es muy poderoso, a mí me costó mucho dejar la docencia. Vengo de una familia de docentes, está en mi vida, mi madre enseñó hasta morir. La docencia es sangre, me parece que nunca deje el puntero.
El gesto acompaña las palabras y genera risas cómplices por la broma. Se ríe ella y nos reímos nosotros también. Pero la risa es ganada por la indignación y conversamos sobre aquellas épocas en la que pegar con un puntero era parte de la “Educación”. “Ahora son otros los punteros que pegan”, nos decimos.
La docencia da pie para preguntarle sobre su reciente viaje a una escuela, en Cerro Policía (debe su nombre a un cerro con forma de gorra policial), alejada de todo, a 150 kilómetros de General Roca (Río Negro), para inaugurar una sala de música que lleva su nombre.
Los ojos responden antes que su boca, iluminados por un brillo que encandila: “En ese lugar hay una escuelita-hogar, porque es un paraje y van niños cuyos padres trabajan hasta a 100 kilómetros de distancia. O sea que en esa escuela hay maestros y auxiliares que se quedan a vivir con los niños en diferentes turnos: es impresionante el trabajo de la docencia en ese lugar, es muy conmovedor”
“Fue muy fuerte para mi haber estado ahí, estar en el aula, escuchar a los chicos cantar ‘La canción es urgente’ para recibirme. Fue emocionante izar la bandera con ellos, comerme el corderito (risas) que habían cocinado en la misma escuela. Y después a la noche fui a cantar, a la Sociedad Española, para que con todo lo recaudado se compraran instrumentos musicales para que los chicos aprendan música. Fue muy emocionante porque pudieron comprar instrumentos suficientes, estaban felices. Y para mi fue muy emocionante cuando descubrieron la placa que decía ‘Sala de música Teresa Parodi’, con toda mi historia del magisterio y demás, se me juntaba todo ahí. Me acompañaba mi nieto mayor y me gustó que tenga la oportunidad de la experiencia, como la tuve yo, de trabajar en lugares absolutamente marginados en donde tantas cosas hacen falta, pero lo que sobra es amor”, expresa.

¿Con la música a otra parte?
Teresa, es conocida tu posición en apoyo al Gobierno, ¿por qué crees que a muchos, sobre todo a los medios, les molesta que los artistas apoyen a los gobiernos?
-Porque andan poniendo sus propios intereses, que no tienen nada que ver con lo que la gente votó. Además este gobierno esta tomando medidas políticas inmensamente justas, y eso los hace saltar y dicen infamias y calumnias.

Con poco, uno ya distingue que ha ingresado en un terrero que le da bronca y mucho dolor. Recientemente la revista Noticias, de Editorial Perfil, publicó en su portada que diversos artistas populares, entre los que estaban Teresa Parodi, habían cobrado una importante suma de dinero para representar al Estado en la Expo Zaragoza 2008. En su  caso particular, se la acusaba –la nota era una acusación- de haber cobrado más de cien mil pesos por un solo recital.
Frente a la infamia, Teresa no oculta su malestar e indignación: “Hay como una especie de guadaña queriendo cortar cabezas. Los medios son muy poderosos. Nos dicen que somos usados, no pueden creer que hagamos cosas por auto-voluntad o elección, no pueden creer porque son capaces de negar hasta lo que está a la vista muy claramente. No es que uno empezó ahora, a mi no me descubrieron los Kirchner, tengo una historia de lucha de 40 años. Así, me pasé una vida diciendo lo que no estaba de acuerdo. Ahora que estoy de acuerdo lo salgo a apoyar, como también critico otras cosas. Si estoy de acuerdo, tengo que ser muy hipocritita como para no salir a decirlo. Como a los medios los mueven los intereses económicos, nos piensan y juzgan igual. En realidad no nos usa el Gobierno, como ellos dicen: nos usan ellos, para sus intereses”.
Lo que hizo Noticias, publicar la cifra pagada por el Estado por un recital, dando a entender que todo ese dinero correspondía al cachet de Teresa, fue una campaña que pretendió acusar a los artistas y al Gobierno.
“La cifra, 110.000 pesos, se debe, en realidad, al traslado a Europa, alojamiento y gastos de 9 personas, incluida Teresa, durante tres días, más los gastos técnicos y honorarios del personal. Todo, multiplicado al valor del euro en ese momento: $4,91. Todas las sumas y los pagos se encuentran respaldados y acreditados por las correspondientes facturas y comprobantes”, dice en uno de los párrafos el comunicado que difundió Booking & Management, la oficina que representa a Teresa Parodi desde el 2006.
Teresa explica en detalle. Se esfuerza para que entendamos datos sobre facturación, impuestos, y demás cuestiones que nosotros, como la mayoría de la gente, no tiene la menor idea de su funcionamiento, y menos, su ligazón con un artista: “La gente no sabe todo esto, lee las cifras y cuando hay plata de por medio, duda”.
Agrega, además: “Me he puesto a pensar en mi propia historia, con todo esto que ha pasado. Me da mucho dolor, mucha pena, mucha bronca y al mismo tiempo impotencia. Pero, bueno, la gente que nos conoce, con la que caminamos en tantas cosas, la que tiene memoria, no puede creer en eso; y el que lo cree, está como muy distraído, le venden cualquier cosa”.
Inevitablemente el rol de los medios de comunicación acapara la conversación “En realidad tendría que ser al revés: nosotros acusando a los medios. La gente es la que tiene que decir, ‘ustedes no estaban, eran los artistas los que nos acompañaban, los que cantaban con nosotros’. Pero bueno, viste que son un factor determinante, como nunca.  La única vos que se escucha es la de ellos. Si alguien no opina así, dicen que es porque esta comprado. Es una locura pero esta vez, con este tema en particular, se pasaron de rosca”, sostiene con gran indignación.
Es indudable que no le preocupa el juicio de los medios pero sí el de su público al que, como pocos artistas, no subestima. Y, además, cuando ya nos ponemos a repasar tantísimos años de carrera, casi cuarenta, se atreve a lo que pocos son capaces: hablar bien de los porteños.
“Siempre encontré un porteño que me abrió la puerta de su casa, una porteña que me hacia entrar a la puerta de su casa y compartía su mesa”.

-Estas rompiendo un mito Teresa, que más que mito es una realidad…
-No, es que yo los quiero mucho a los porteños y siempre lo he dicho. Cuando antes venia de paseo, hace 30 años, te confieso que tenía la sensación de que la ciudad estaba de espalda, a cualquier cosa, a todo. Hasta que me metí en sus calles, conocí su gente, me convidaron con su mesa, su casa. Se enamoraron de mi canción. ¿Vos sabes que la gente me organizaba recitales en sus casas para que se conociera mi trabajo? Un trabajo  hormiga impresionante, en el 79, plena dictadura.

Lectores de Bariloche: como somos conscientes que es imposible, casi siempre con razón, que alguien sin ser porteño opine a favor de ellos, nos parecía imposible obviar ese fragmento: sepan disculpar.
El final de la entrevista se acerca, ineludiblemente, y uno haría cualquier cosa por hallar una cinta para detener el tiempo y poder seguir conversando con quien es capaz de exportar y contagiar ese valor por las pequeñas cosas, ese conmoverse por un atardecer naranja, por una mano, una caricia, un río, una gota, un pedazo de pan. Es evidente el talento para cantarle a eso que muchos ni siquiera registran.
Incapaz de seleccionar preferencias entre alguna de sus canciones (“son comos los hijos”), le preguntamos, entonces, si la ha sorprendido la repercusión de alguna en particular: “Muchas, por ejemplo ‘la canción es urgente’, que es una canción que compuse muchos discos otras, que tendría que haber entrado en el disco “Soy feliz” y no entró, pero la cantaba en los recitales en vivo”.

-¿Por qué no entra una canción en un disco?
-Porque un disco se va armando a sí mismo, de pronto hay cosas que no le quedan. Es como cuando te vestís, te compraste una ropa y no va con lo que tenés puesto, pero sí para otra vez. Hay un concepto en mis discos, porque aunque mis canciones son todas parientes, a veces a un disco hay una canción o que le falta o le sobra.

-‘La canción es urgente’ en realidad llegó tarde.
-Qué paradoja, ¿no?. Llegó tarde a la grabación, quedó afuera, pero la quise defender ante el productor y me dijo “no, no, dejala para otro disco”. Cuando presenté “Soy feliz”, abría y cerraba el concierto con ese tema, entonces cuando la gente la iba a buscar no la encontraba estaba en el disco. Bueno, entró en el siguiente, la grabó Mercedes Sosa: hizo una versión bellísima que hasta la tradujeron en portugués. De golpe hay canciones que tienen algo que va más allá y esta estaba apurada, tenía que salir.

-¿Entonces la canción es más urgente que nunca?
-Así es. Más que nunca.

(Publicada en la revista "Al Margen", Bariloche, Río Negro, noviembre 2008)

martes, 4 de noviembre de 2008

Miradas ausentes


Omar Chabán volvió a declarar ayer en el juicio por la masacre de Cromañón. Minutos antes, el juez Marcelo Alvero les pidió a los familiares de las víctimas que bajasen las fotos de los chicos. Una solicitud que, lejos de toda formalidad, es un fiel reflejo de lo que la Justicia, y gran parte de la sociedad, no quieren ver.

Por Luis Zarranz
“Les pido a los padres, que bajen las fotos (de sus hijos muertos)”.
La declaración del juez Marcelo Alvero, encargado de presidir la jornada de ayer en el juicio por la Masacre de Cromañón, es por demás elocuente. La frase alcanza, digamos que casi por sí sola, para dimensionar la lógica judicial.
Las caras de las víctimas de Cromañón debían bajarse, desplomarse, esconderse para que el juez pudiera ver vaya a saber qué cosa. ¿O será que a la Justicia le pesa sus miradas? ¿O será que, desde sus fotos, los únicos que acusan son ellos? O tal vez sus rostros, todavía alegres, sean demasiado para esta Justicia, cuyo paradigma es, precisamente, tener los ojos tapados.
“Orden en la sala”, debe haber gritado el magistrado al ver que los familiares se retiraban con sus fotos bien en alto, no dispuestos a permitir una (nueva) bofetada.
En ese marco, con mucho orden, sí, pero con mucha más impunidad, Omar Chabán volvió a declarar.
Decir que el hombre es un inescrupuloso puede ser demasiado cierto, pero jamás una novedad. Desde aquel 30 de diciembre mismo -mientras pasaba por la caja para quedarse con la recaudación, minutos antes de fugarse, cuando Cromañón era ya una cámara de gas asesina- llamarlo así es, convengamos, tratarlo con respecto.
No es, ni por asomo, el único culpable, de la masacre pero que comparta culpas no significa que lo sea en menor medida.
En el juicio que lleva adelante el Tribunal Oral Criminal 24, Chaban, sin las fotos de los chicos mirándolo a los ojos, volvió a brindar testimonio. Allí acusó a un joven que, curiosamente, esta misma semana aseguró en la revista Gente (dónde sino), haber tirado pirotecnia en medio del recital de Callejeros.
Además, el propio gerenciador del boliche sostuvo que Cromañón no tendría que haber estado habilitado porque tenía conexiones con el hotel lindante. Claro. Eso ahora. Antes, pagó cuanta coima le fue solicitaba por la Policía y los inspectores ibarristas que peleaban, cabeza a cabeza, por quiénes eran los más corrupto de los dos.
Ya como si fuera un atentado a la razón, Chabán contradijo a la mayoría de los testigos, que aseguraron que aquella noche había asegurado que había 6.000 personas. “Yo dije que había seis mil personas, pero estaba mintiendo, no decía la verdad, era un discurso de cuidado y lo dije exagerando para que el público se sintiera bien, porque eran muy cholulos. Mi sentido era la toma de conciencia", remarcó.
Dentro de un par de años, ¿también dirá que mintió en el juicio pero que como nadie puede acusarse a sí mismo, era lógico que lo hiciera? ¿Cuál será su próximo embauco?

Es una pena que no todas las víctimas de Cromañón hayan podido interpelarlo, desde esas fotos que sostenían sus familiares. Es una lástima que la Justicia ponga tanto énfasis en cuestiones como éstas, y poco y nada (más de lo segundo que de lo primero) para juzgar a todos los responsables (muchos de los cuales continúan en la más absoluta impunidad) de la muerte de 194 jóvenes.
Pueden argumentarse cientos y miles de razones y de motivos sobre por qué no se permite levantar la imagen de las víctimas. Están en todo su derecho, quienes atraviesan estas líneas, en plantear que, a esta altura de las cosas, se trata de una cuestión menor.
Quien esto escribe tiene la idea de que, también a esta altura de las circunstancias, la orden de bajar las fotos de los pibes, tiene una significancia que excede a su significado.
No quieren que los bajen: lo que quieren es que no estén. Eso quieren. Porque su sola presencia, en fotos, es la acusación más cruel, más justa, más exacta de la masacre.
Les jode su estampa. Los altera. Los perturba. “Una imagen vale más que mil palabras”, se pregona desde hace tiempo. Y esas caras, esos rostros adolescentes, rebeldes, espontáneos, tiernos, tienen la particularidad de que, al verlos, sea casi imposible no dimensionar todo sobre lo que Cromañón echó humo. ¿Y cuántos son los que, tampoco, miran esa foto?
Ayer Chabán se preguntó: "Pero acá, ¿qué estamos haciendo, estamos buscando la verdad o estamos haciendo un juego de simulación?”.
No más preguntas, señores jueces.

(4 de noviembre de 2008)

viernes, 5 de septiembre de 2008

“Es increíble la magia que tiene la realidad”

Osvaldo Bayer

Es uno de los intelectuales más importantes de nuestro país. Historiador, escritor y periodista, autor de La Patagonia Rebelde”, “Severino Di Giovanni, el idealista de la violencia”, “Rebeldía y esperanza”, entre otros libros, mantiene, a los 81 años, una lucidez y un compromiso que cualquiera envidiaría, a la edad que sea. Sencillo, coherente y consecuente con sus ideas, nos recibió en su casa para hablar de la Patagonia, el peronismo, los pueblos originarios y la memoria que él contribuye a mantener viva y latente, entre otros temas tan vigentes como él.

Por Luis Zarranz 
Entrevista: L.Z y Florencia Silio
Fotos: Sebastián León
La Real Academia Española, tan técnica y aristocrática como de costumbre, afirma que el “tugurio” es una “habitación, vivienda o establecimiento pequeño y mezquino”. Seguramente Osvaldo Soriano pretendió decir mucho más que eso al definir la casa de  Osvaldo Bayer, siendo como era su capacidad para bucear en el lenguaje y su pretendida intención de hacer calentar a los amigos. Tuvo respuesta: Bayer le dobló la apuesta: “Me gusta ese nombre”.
Es así que al golpear la puerta de la casa que el autor de “La Patagonia Rebelde” tiene en el porteño barrio de Belgrano, leemos un letrero fileteado con mucho más entusiasmo que arte: “El tugurio”, dice y uno ya comprende que está en la dirección exacta.
La puerta se abre y es ahí, exactamente ahí, donde, tan rápido como un niño de primaria corre al recreo, las sensaciones se abrazan: los nervios con la emoción, la admiración con la vergüenza, el entusiasmo con el orgullo. Sí. Son pocas las veces en la que se tiene el placer de conversar, fuera de un libro, con un referente. Y Osvaldo Bayer, historiador, escritor y periodista, qué duda cabe, es uno de ellos.
La puerta se abre, entonces, y nuestros ojos encuentran los suyos. Esos ojos inconfundibles que a los 81 años (se) prometen seguir luchando. Nos pregunta si recibimos su mensaje pidiendo postergar el encuentro debido al intenso resfrío con el que lo recibió el invierno de Buenos Aires, tras pasar varios meses en Alemania donde suele vivir la mitad de año.
Al ver nuestras caras de sorpresa, nos invita a pasar igual y nos recibe, aunque uno pueda sospechar su recelo al término, con cortesía caballeresca. Libros, libros y más libros. Diarios, diarios y más diarios forman una torre de Pisa periodística en peligro de derrumbe. No caben dudas de que se está en la casa de alguien amigo, novio y amante de la lectura y la investigación. Pero si algo hace presuponer que, verdaderamente, se está en la casa de Osvaldo Bayer es la simpleza franciscana –y otra vez uno acepta que el concepto no es bayeresco- en la que vive. Pero, y acá sí cabe un término afín a los valores que él rescata, la consecuencia salta a la vista de un ciego. A punto tal, que impacta.
En un mundo donde la coherencia cotiza en baja merece ser mencionada la simpleza, que más que eso es austeridad, de la morada de quién es, sin lugar a dudas, uno de los intelectuales más grandes (y no sólo precisamente en edad) que tiene este país.
Libros y diarios, decíamos, apilados en un preciso desorden serán parte central de la escenografía. Una pequeña mesa redonda y tres sillas alrededor –donde se sienta y nos sentamos-, completan el ambiente. Es una tarde ya casi noche de mucho frío y Osvaldo conoce buenas maneras de enfrentarlo: “¿No quieren un pequeño whisky para entrar un poquito en calor?”, pregunta. Por rigor profesional, ya que fue uno sólo el que aceptó el reto sin dejar ni una gota del elixir, no diremos quién fue. Sólo aclararemos que el fotógrafo estaba presente… ¡Salud!
Visiblemente resfriado, con un pañuelo al que debió recurrir en incontables ocasiones, Osvaldo pregunta sobre qué queremos charlar. No hay mejor pié para comenzar con algunas preguntas e inquietudes.

-Usted mejor que nadie ha pintado esa Patagonia trágica pero también rebelde. ¿En qué cosas ve hoy a la Patagonia Trágica y a la Patagonia Rebelde?
-Tendría que ser, por el paisaje y por su riqueza, un verdadero paraíso para la gente, pero sigue habiendo la misma explotación. Por supuesto que no la misma que antes, se está un poco mejor, pero están siempre los dueños de la tierra, los latifundistas. Cuando ya en una sociedad organizada tendría que tener cooperativas de trabajos, no hay nada de eso: no hay ninguna intención tampoco de hacer una especie de proyecto, no: se sigue saqueando igual que antes. Lo que sí hay es más conciencia, se ha reivindicado la historia. Cuando comencé la investigación de la huelga la gente no quería hablar. Hoy es el hecho fundamental de la historia patagónica. Están los héroes, con sus monumentos recordativos, las tumbas masivas señaladas, se enseña en la escuela. Yo estuve en un film que se hizo hace poco. Se llamó “la vuelta de Osvaldo Bayer”. Volví, después de más 30 años, a esos lugares que investigué. Y es una satisfacción ver la conciencia que tiene la gente de esos hechos, Por ejemplo, en el Calafate se ha hecho un museo histórico, muchas de las cosas que yo conté están allí. Ya es un hecho reconocido definitivamente, ya nadie lo puede esconder, negar.

-Leímos que fue declarado "persona no grata para el Senado de la Nación" por haber presentado un proyecto, como ciudadano, de unir las dos patagonias, la argentina y la chilena
-Sí, son estas cosas increíbles de la Argentina. Votado, además, por todos el Senado de la Nación, menos dos senadores. Es una cosa increíble, cuando en realidad es lo más racional que se puede hacer. En el proyecto que envié puse el ejemplo de Europa, un continente que se lo pasó guerreando: hay que ver cómo moría esa juventud en las trincheras por luchar por unos kilómetros más de fronteras. Bueno, hoy no hay más fronteras, hay una sola moneda para todos los países. Y eso que tienen diferentes religiones, diferentes culturas, idiomas. Los latinoamericanos que tenemos el mismo origen, el mismo idioma y la misma religión tenemos “las sagradas fronteras de las patria”, como dicen los militares. Entonces propuse, siguiendo el mercado europeo, unir las dos patagonias, la chilena y la argentina. Comercialmente, además, iba a beneficiar mucho económicamente a las dos regiones.  Para qué lo habré escrito: “¡Traidor a la patria!” me dijeron. Hay que ver como está redactado el dictamen: parezco un mercenario al que alguien me ha pagado… es la estupidez de fomentar ese odio entre los pueblos para tener un ejército. Y pienso ahora enviar una carta para que se me haga una reconsideración, que se me quite el nombre de “persona no grata”. No puedo entrar al Senado por haber presentado algo que se enseña en las escuelas, con el ejemplo de Bolivar. Además se va a terminar en eso porque no hay otra salida. No tiene ningún sentido la frontera. El autor del proyecto y los que votaron eso van a quedar en ridículos, van a quedar completamente fuera de moda.

-De la misma manera que quedó en ridículo ese brigadier que cuando usted se tuvo que ir al exilio le dijo que era la última vez que pisaba la patria, ¿no?
"Sí. 'Escúcheme, -me dijo- usted jamás, me entiende, jamás, va a volver a pisar el suelo de la patria'”, dice Osvaldo, imitando el tono reacio y firme. “Y no me van a creer pero cuando volví, ocho años después, me puse a caminar por Buenos Aires pensando que por esas casualidades me lo iba a encontrar al brigadier y le iba a decir: ‘brigadier, brigadier, aquí estoy pisando de nuevo el suelo de la patria’. Después averigüé y hacia dos años que se había muerto el señor brigadier, pero qué ridiculez, ¿no?".

Las palabras de Bayer se detienen en aquellos años duros, imposibles, en aquella “residencia en la amada tierra enemiga”, como definió el título de una ponencia en Alemania, su lugar de exilio, si es que existe un lugar cuando alguien se ha visto obligado a irse de su país.
Cada palabra suya se corresponde con un gesto, un leve vuelo de las manos, y esa tos que aparece cada tanto para recordarle que el resfrío ya está en su cuerpo. La nariz algo tapada, producto de la congestión, le provoca una voz más gruesa que, sin embargo, no le hace perder claridad.
Si algo ha caracterizado a Osvaldo en su trayectoria es su cualidad y calidad de polemista, una majestuosa invitación a discutir hechos, personajes, procesos con otros intelectuales, con funcionarios, con periodistas. Allí Bayer va argumentando pensamientos que posibilitan, a su vez, nuevos pensamientos. Ese deber del intelectual, hacer pensar mientra piensa, a los que pocos intelectuales se animan. De reciente publicación, “Entredichos. Osvaldo Bayer, 30 años de polémica” es un excelente material que recopila algunos de los debates que Bayer se encargó de protagonizar. Uno de ellos, con Rodolfo Terragno, tiene como eje al exilio y a la idea construida por ciertos ámbitos sobre el “privilegio” con el que categorizan al destierro. “Eso lo hizo Terrago -sostiene Bayer- no sé de qué privilegios habla. Me fui a los cincuenta años y tuve que empezar todo de cero en el exterior, cuando ya había llegado a tocar el cielo con las manos, como lo era vivir de mis libros y trabajar en casa, que es el sueño de todo intelectual. Y empecé de nuevo, con los libros prohibidos: fueron años muy difíciles”.

-¿Se construyó la noción de que los que se exiliaban no seguían luchando?
-Terragno no luchó, pero nosotros luchamos muchísimo. Las cosas que hicimos. Estoy muy orgulloso del exilio argentino: más publicaciones que el exilio antinazi alemán. El periódico “Sin censura”, que hacíamos con Soriano y Gabetta, y siempre nos ayudó mucho Cortazar, está muy bien hecho. Las cosas que se hacían en Madrid, en Caracas, en Estados Unidos también. Eso está plasmado en la polémica con Terragno.

-¿Le hubiese gustada polemizar con Perón o Evita?
-Claro que me hubiera gustado. Bueno, está la polémica con este muchacho Baschetti (se refiere a una polémica recompilada en Entredichos sobre el discurso de Eva Perón en España, el 1º de mayo de 1949). Yo escribí una nota sobre el discurso de alabanza que hace Eva Perón a Franco, que fue una cosa espantosa. Evita va allá y Franco le prepara un acto con los “sindicatos verticales”, como se decía. Entonces Eva les dice textual a los obreros: “Así como los obreros argentinos obedecen siempre lo que les ordena el general Perón, ustedes los trabajadores españoles tienen que obedecer siempre al general Franco”. Esto es indignante, más para la gente de nuestra generación: yo tenía nueve años cuando fue la Guerra Civil Española. Baschetti de alguna manera quiere decir que yo soy un “gorila”. Lo que propongo es que hay que decir la verdad histórica, pero no se puede hablar del peronismo porque "sos gorila”. Y, todo lo contrario, pero por algo fracasó. ¿Quién terminó con los ferrocarriles? El peronismo (Menem). Bueno, estas cosas hay que decirlas. El Gobierno más liberal de toda la historia argentina lo hizo un peronista. Es increíble la magia que tiene la realidad.

-Vemos que acá sobre la mesa tiene las películas “Gaviotas blindadas” sobre la historia del ERP. ¿Qué piensa sobre las guerrillas de la década del setenta, los movimientos que se armaban?
-Tuve una línea en esa época y discutí mucho con Rodolfo Walsh, que era muy amigo. Para mí la línea la había marcado Agustín Tosco: salir con la gente a la calle y luchar desde allí, como el Cordobazo, y no las guerrillas, porque la represión era muy fuerte. Además desde Estados Unidos estaba todo ya muy preparado. Me acuerdo de una conversación que tuve con Walsh, porque somos los dos del año 27. Le dije: “No entiendo cómo podes ser peronista después de que hayamos vivido el peronismo”. Y él me dijo: “No, no te equivoques: yo no soy peronista, soy marxista”, y me hizo la clásica pregunta: “Pero decime, ¿dónde está el pueblo?”. “Si -le dije- tenés razón, no se puede negar: el pueblo es peronista pero no es revolucionario, no los van a apoyar, lo van a dejar solos”. Y los hechos, desgraciadamente, me dieron la razón y murieron los mejores. Nunca estuve con la guerrilla pero, por supuesto, les reconozco el heroísmo y siempre he estado contra la desaparición de personas que hizo la dictadura. Tampoco me hubiera opuesto a la guerrilla, sino que veía que iban a matar a los mejores.

¿Pero rechaza a la guerrilla como método?
-En la Argentina sí, porque acá la represión fue muy grande. En Cuba triunfa porque Batista no tenía ninguna fuerza represiva. Era una Policía y un Ejército completamente tropical y Estados Unidos creyó que era uno de los tantos Golpes que pasaban. No se dieron cuenta: es más, pensaron que quizá era mejor terminar con Batista porque era un tipo corrupto de la médula hasta los huesos. Al principio Fidel no dice que era comunista. Después de que toma el Poder dice que es marxista. En eso fue muy vivo. En la Argentina, recuerdo, los teóricos del peronismo estaban totalmente en contra de Fidel Castro porque lo comparaban, por los fusilamientos, con el gobierno de Aramburu que había fusilado a peronistas.

Es evidente cómo el debate sobre el peronismo entusiasma a Osvaldo Bayer. Una discusión pocas veces abordada desde la polémica profunda. “El peronismo no hizo ninguna reforma agraria ni nada por el estilo, que debería haber sido esencial”, argumenta. Luego detalla encuentros, congresos, ponencias en las que fue catalogado como "gorila" y cómo esa categoría impide una verdadera discusión sobre la verdad histórica. “Perón siempre estuvo a favor del roquismo, pese a que su madre era de origen de los pueblos originarios; fue ayudante de Uriburu en el Golpe del 30, participó en la represión de la semana de enero de 1919 y en la de la huelga de los hacheros”, enumera y detalla portadas de los diarios en los que estos hechos quedaron registrados.
No hace falta mucha capacidad para darse cuenta de cómo se documenta su opinión y como pretende polemizar en esas zonas grises, donde casi todos prefieren el silencio. “Si me habré reído con Pavón Pereyra, el biógrafo oficial de Perón. Una vez le digo: ‘Tu General estuvo en la represión de 1919’. ‘Sí, pero él les advertía a los obreros que rajen’, me contestó. Vamos. ¿Donde está eso? En el diario Critica de 1919 está en primera página el entonces teniente Perón recogiendo armas para la represión obrera”
Como se aprecia, lo desvela la reflexión sobre los hombres de nuestra historia a los que se le levanta monumento o se erige como próceres. En efecto, es un luchador incansable por una memoria con la que apunta a rescatar a quienes la historia oficial mutila, para homenajear a sus verdugos. Sarmiento, Roca, Rauch, entre muchísimos otros hombres de “bronce”, son algunos a los que ha denunciado con sobrados argumentos. Desde hace años lucha para que se saque el monumento al General Roca que está en el cruce de las calles Perú y Diagonal Sur, el más grande de la Ciudad de Buenos Aires; para que se cambie su rostro en los billetes de cien pesos por el de Juana Azurduy, heroína de la Independencia latinoamericana; y para que todas calles, pueblos, trenes y ciudades que llevan su nombre lo cambien por el de “Pueblos Originarios”.
Un verdadero homenaje a la historia y aquellas comunidades indígenas que fueron masacradas por el general que dirigió la mal llamada “Campaña del Desierto”, en el sur del país. Roca, el que anunciaba “reparto de indios”, el que restauró la esclavitud sometiéndolos, nos mira desde sus monumentos mientras las comunidades indígenas, arrasadas por él, nos miran desde su miseria. “Muchas poblaciones le han cambiado el nombre a la calle Roca a partir de todo esto que estamos haciendo”, resume Osvaldo. Luego agrega, en perfecto estado de comunión -esa palabra tan bella apropiada por conceptos católicos- con sus ideas: “Los cambios hay que hacerlos por convencimiento, con conciencia, con argumentos, no por la fuerza”.

Uno, muchas veces, se sorprende por cómo las palabras y las acciones de Bayer encuentran tanto eco en los jóvenes, en las nuevas generaciones. El ejemplo del grupo Arbolito -lleva ese nombre después de escuchar una charla de Osvaldo en la que contó la historia del indio ranquel "Arbolito", quien esperó el momento para asesinar al coronel Rauch, responsable de la masacre a su comunidad- quizá sea el más conocido, pero no el único. Cientos de agrupaciones e individuos se referencian en este historiador libertario, que no se asusta por poner en juego las ideas. “A mi me gusta mucho, me resulta muy simpático cuando grupos de jóvenes me llaman, por ejemplo como pasó con Arbolito, que cuando pueden me invitan a un concierto y relato la historia. No sé si alguna vez me vieron. Es muy lindo: ellos comienzan el concierto y después entro al escenario y empiezo a relatar el hecho. Mientras voy relatando ellos se largan con la música que va subiendo, subiendo y cuando termino el relato, se mandan con la canción, que es preciosa, muy linda y la gente aplaude mucho”, cuenta con los ojos húmedos por el resfrío que lo obliga a interrumpir la anécdota para sonarse la nariz.
“Además siempre cuento que me metieron preso por ese tema: tuve 63 días preso porque propuse cambiar el nombre de la ciudad de Coronel Rauch por el de Arbolito con tanta mala suerte que cuando lo hice, en la ciudad de Rauch, y volví a Buenos Aires, ¿quién era el Ministro del Interior? Se llamaba Juan Enrique Rauch, bisnieto directo del Coronel. (Risas). Mirá que hay que tener mala suerte. Es como sacarse la lotería (Más risas, miradas cómplices compartidas). Siempre finalizo la anécdota diciendo que me mandaron preso a la cárcel de mujeres y que no voy a dar detalles pero que no la pasé mal. Entonces toda la gente se ríe a carcajadas”. 
Nosotros también.

Osvaldo, autor del guión del film "Awka Liwen", la película sobre pueblos originarios que están filmando Mariano Aiello y Kristina Hille, aspira a que se proyecte en todos los colegios y que además el Gobierno imite a los de Canadá y Australia, quienes pidieron disculpas a los comunidades aborígenes por las matanzas que cometieron.

-¿Cómo juzga la situación de los pueblos originarios?
-No les reconocieron nada (sus tierras) y en la Patagonia se vende todo. Si están ocupadas por ellos, los sacan a patadas porque no tienen propiedad. Es que son “tierras comunitarias”,  como le dicen. Es una lucha inmensa, luchan mucho más que antes.

-¿Cuándo mira para atrás y ve todo este recorrido, todo lo que hizo, qué sensación tiene?
-Estoy muy contento, aunque no se ha logrado casi nada porque el país no ha avanzando ideológicamente en casi nada y nos tocó el peronismo que cambió todo para no modificar absolutamente nada. Cuando uno recorre las estancias patagónicas ve exactamente lo mismo que yo escribí sobre lo que pasaba en el año veintiuno.

Cada palabra, una vez más, es acompañada por un gesto. Cómo no detenerse en él. Sería casi imposible y a la vez significaría perderse mucho de todo lo que dice. El rostro como de marinero recién llegado de altamar, esa sencillez a cuestas. Cómo no decir que Bayer transmite ideología en el raso y simple vestuario que lleva encima. Las ideas libertarias, anarquistas, la concepción del hombre como ser libre, sin mandar ni ser mandado: todo eso está presente en la charla aunque no se mencione literalmente. En la casa, en el pañuelo repetido, en la manera de recibirnos, de mirarnos, de hablar. Salta a la vista. “¿Qué representa, qué significa para usted ser libertario?”, lo interrogamos. “Es -dice, escondiendo la tos- la única ideología racional: discutir todo en asamblea, ir paso a paso con la anuencia de todos. Por supuesto que las sociedades irán más mucho más lentamente, pero para qué tanto apuro para este mundo que está impresionante”.
El grabador se apaga pero seguimos conversando unos minutos más, abusando de su cordialidad. También nosotros queremos que todo transcurra lentamente. Que el tiempo se detenga en este preciso instante en que Osvaldo nos abre la puerta, nos saludamos y cruzamos las últimas palabras.
Pero no. El tiempo no para.
“Y ahora, de vuelta la realidad”, dice uno de nosotros mientras un taxi, apurado, nos toca bocina.


Deudas, Extras y provocaciones
Osvaldo Bayer conoce a los Kirchner casi desde la cuna. Su padre y el abuelo de Néstor se conocieron en el sur patagónico. Desde entonces hubo una pequeña “diferencia” entre ellos.

-Sabemos que hay una historia de larga data, sobre los Bayer y los Kirchner…
-Sí, mi padre al hombre que más odiaba era al abuelo de Kirchner. Mi viejo estuvo en Río Gallegos, mi hermano mayor nació allá. Y como a mi padre le gustaba hablar alemán, se hizo amigo del abuelo de Kirchner que era suizo alemán. Y resulta que este Kirchner tenía un hotel y era prestamista de dinero. Un buen día se presentó y le dijo a mi padre “necesito ya mismo diez mil pesos”. Mi padre fue al banco, sacó ese dinero de sus ahorros -en aquella época diez mil pesos era mucha plata- y se los dio. Bueno, nunca se los devolvió.
Cuando empiezo a investigar la huelga patagónica encuentro a los grandes obreros que decían “Kirchner, gran explotador, un miserable” y lo publiqué en mis libros. Pero siempre sostuve que el nieto no tiene nada que ver con las cosas del abuelo, qué se yo las cosas que hizo mi abuelo, ¿no?. Una vez me invitan a una entrevista sobre un especial sobre la Patagonia. Llegué antes del horario y me hicieron pasar a un saloncito, estaba ahí sólo y de pronto entra Cristina. El saloncito era muy estrecho, ella se sentó enfrente y me miraba de frente y entonces de pronto me dice: “Escuchame una cosa, ¿vos sos Osvaldo Bayer?”, me tuteó y todo (risas). La miro y le contesto que sí. Y me dice (le imita la voz y los gestos con notable capacidad): “Vos tenés una tara, porque cada vez que leo algo tuyo, una artículo periodístico, hablás del abuelo de mi marido, cada vez que leo un ensayo filosófico, hablás del abuelo de mi marido, cada vez que leo un artículo sobre las huelgas patagónicas, hablas del abuelo de mi marido, escuchame una cosa, ¿no tenés otra cosa en la cabeza?”. Un lenguaje insólito, entonces yo le continué la carrera y le digo: “Si el abuelo de tu marido era un atorrante”. Le hablé así porque ella me tuteó. Y ahí hizo un modismo muy gracioso. Hizo algo así (imita la cara de Cristina, con un gesto de desapruebo) y dijo: “No, no era un atorrante, era un pícaro”. “Bueno, si era un pícaro entonces páguenme los veinte millones que me debe porque en 90 años diez mil pesos, más los intereses y todo lo demás en dólares, son unos 20 millones”. Ella me miró y me dijo (la imita nuevamente): “ja, ja, ja". Ese fue el diálogo con la Cristina.

-¿Y siendo gobernador en Santa Cruz, Kirchner le rindió homenaje a los obreros fusilados?
-¡Bueno ahí está el hecho, ahí está! Cuando fue gobernador, no vino a ningún acto de reivindicación, ya que todos los años hacemos actos. Cuando inauguramos el monumento en la estancia “La Anita”, a 120 kilómetros de la capital, el gobernador tendría que haber venido pero no, mandó como su representante al Jefe de la Policía de la provincia. Es una provocación porque la Policía actuó en los fusilamientos. Kirchner tiene el complejo que su abuelo estuvo en la represión. Cuando nosotros filmamos la Patagonia Rebelde, en 1974, la Juventud Peronista se había ofrecido como extra, para hacer de multitud, y él estaba ahí. Cuando llegó a Presidente, y se cumplió uno de los tantos aniversarios del estreno de la Patagonia Rebelde, organizó, para lavar sus culpas, una función de la película en el Salón Blanco de la Presidencia. Como digo yo, si vos escribís un libro que se hace película, estuvo diez años prohibida y nos persiguieron a todos, nos condenaron a muerte y todo, y después viene un Presidente y decide dar una exhibición en la Casa Rosada también decís: "Este tipo se fumó". Entonces estaba ahí. Nos invitó a los actores, al director y a mí. Cuando entró me dio un abrazo que hoy todavía me duelen todos los huesos y después entró Solá, que era gobernador, y más me apretó todavía. Entonces ahí es donde empecé a sospechar de mí mismo y me pregunté: "¿Qué está pasando acá?" (risas). Entonces Kirchner se mandó un chiste y dijo: “Bueno, estoy acá y voy a mostrar esta película porque yo, señor director Olivera, usted sabe muy bien que fui extra de la película y usted no me pagó, así que me está debiendo el salario de extra de la película”. Todos se rieron.

-¿Pero fue verdad que fue extra de la película?
-Él dice que sí, yo no lo voy a discutir. Mirá, faltaban extras para la película y en el pueblo no se ofrecía nadie, porque les daba miedo. Entonces yo lo fui a ver al Gobernador, que se portó muy bien, y le dije si no me podía ayudar y me dice “yo le voy a ordenar a la Juventud Peronista que vaya a trabajar como extra”. Y vinieron, por supuesto se los disfrazó a todos de época. Pero son todas escenas masivas. Dicen que hay unos tipos medios bizcos mirando, quizá sea él (Risas).

(Publicada en la revista "Al Margen", septiembre de 2008)