sábado, 5 de marzo de 2011

La alegría del Rey Momo

Entrevista con la murga "Falta y Resto"

Antes de su regreso al carnaval oficial de Montevideo, la murga uruguaya “Falta y Resto” se presentó en Buenos Aires para celebrar sus 30 años de trayectoria. Aquí, un recorrido por esa noche mágica de la mano de Raúl Castro, director, letrista y uno de sus fundadores.

Por Luis Zarranz
Fotos: Sebastián Szymon

1
El reloj dice que son las diecinueve y treinta de un viernes caluroso y húmedo. La tarde se hace cada vez más noche. La entrada del teatro “La Trastienda”, en Buenos Aires, es un surco de gente yendo y viniendo. Todos buscan una entrada para ver hoy, el sábado o el domingo, el show de la mítica murga uruguaya “Falta y Resto”, que celebra sus 30 años de trayectoria regresando al carnaval de Montevideo, luego de tres años de ausencia por decisión propia. Antes, a modo de preestreno, realizan este espectáculo para el que, estoy dándome cuenta, ya no quedan entradas.
Antes de que me confirmen el dato en la boletería del teatro lo descubro en las caras de cada uno de los que arriban, presurosos, en busca de un ticket y se retiran, fracasados, con las manos vacías.
Ya está. No hay entradas. No hay reventa. Para nuestra fortuna, y para la envidia de los que pululan alrededor mío y del fotógrafo, en nuestras muñecas luce una cintita blanca que nos acaba de colocar la manager del grupo. La cinta no dice nada (es bastante pedorra). Lo importante no es lo que (no) dice sino lo que significa. Su traducción sería: “Acceso irrestricto”.
Ahhh, amo esta profesión pero, por la dudas, trato de no demostrarlo. Lo mismo hace el fotógrafo que me mira cómplice y se desliza de un lado a otro con espontanea timidez.

2
Sin localidades en venta, la entrada comienza a despejarse. Aún restan dos horas y veinte minutos para que empiecen a sonar los tambores. Tres taxis, uno tras otro, escupen pasajeros que bajan rápidamente, con trajes en sus manos. En un rato, serán murguistas que brindarán un show de más de tres horas en el que repasarán los clásicos temas de La Falta, como la llaman sus fans, y estrenarán el espectáculo con el que se lucirán en los tablados montevideanos. Pero eso en un rato. Ahora están llegando y parecen recién salidos de la tintorería, llevando con cuidado y virtuosismo el traje con el saldrán a escena.
El último en arrimarse es Raúl Castro, uno de los fundadores, letrista y director de la murga. Un mito viviente de los carnavales y de la cultura popular. Flaco y largo como un mástil, las piernas parecen dos zancos con movimiento propio. Camina dando pasos enormes, los mismos que a mí, petiso petiso (sí, dos veces), me llevarían el doble o triple de esfuerzo. Maneja el edificio que es su cuerpo con una ductilidad que envidio y que desmitifica el calificativo que se les adosa a los altos y flacos.
Me acerco y enseguida confirmo lo que me habían dicho sobre su personalidad: desborda carisma. Rubrico, también, otras de sus cualidades: tengo enfrente a un tipo de barrio, de esos que hablan sin dobleces, que transpiran esquinas, saber popular: calle.

3
Arriba de la mesa hay dos empanadas que se enfrían y una Coca que se calienta. “La Trastienda” tiene un bar en la entrada. Ése es el lugar que nos cobija durante la charla, dos horas antes de que La Falta salga al escenario con una novedad que es preciso develar: la presencia de Malena D’Alessio, de “Actitud María Marta”, la primera mujer que se incorpora a la murga y que posibilita una estridente fusión con el rap, que simboliza la unión de todos los barrios latinoamericanos.
La Falta tiene bajo el brazo un espectáculo con el nombre “La Comedia del barrio”: una presentación, en clave humorística e irónica, con los ojos puestos en ese espacio típico de la geografía urbana, donde tiene preponderancia la picardía y la complicidad vecinal.
De todo eso brinda detalles Raúl Castro, entusiasmado por el show como un nene en el día de su cumpleaños.

–¿Por qué decidieron realizar esta presentación antes de su regreso al carnaval oficial de Montevideo?
Nosotros tenemos la costumbre, desde hace muchos años, de venir a Buenos Aires en verano. Eso nos ha dado un resultado bárbaro porque la murga se asienta, se siente muy distendida, no está compitiendo y puede constatar si lo que está haciendo está bueno o no. Presentarnos acá es importante para aquilatar qué tal está el espectáculo y cómo nos sentimos nosotros con respecto a la gente, porque el carnaval uruguayo es muy exigente y queremos ir con nuestras mejores armas. Y de paso les damos a la gente de Argentina, y a los uruguayos que viven acá y que no pueden cruzar, la chance de ver el espectáculo.

–¿Qué significa volver a competir en el carnaval de Montevideo?
Significa volver a los amigos, a la familia, a la casa de tu madre, al lugar donde están tus parientes (de género y de sangre), tus amigos. Es volver a la esencia, y siempre es bueno: hay que beber esa fuente, que es la que nos lleva de barrio en barrio, la que nos hace recordar de dónde venimos, quiénes somos y hacia dónde tenemos que ir.

–¿Qué es el barrio para la murga?
El barrio es el oasis, el lugar donde encuentra la razón de su cantar, de su militancia cultural, las opiniones que más valen. Creemos que, culturalmente, esa gente es la que está haciendo la historia de estos países, de estos tiempos.

–Y eso que es ninguneada por los medios de comunicación
El tipo de barrio es un extra en la película de los medios, nunca es protagonista. En la murga, sí.

–¿Qué balance haces de estos 30 años?
Positivo mil por mil: mucha felicidad en la lucha, sabiendo que se han logrado muchas cosas, desde lo popular, en las que somos partícipes. El pueblo uruguayo –y el argentino, porque nos sentimos parte también– han logrado cosas importantísimas en su carrera hacia el perfeccionamiento del ser, que es la historia de todos nosotros. Me parece que formar parte de eso durante estos 30 años, diciendo lo que pensamos, tratando de cambiar la cabeza de alguna gente, o de nosotros mismos, es un agradecimiento perpetuo a la vida por habernos dado la chance de vivirla

–¿De qué manera el humor logra intervenir y transformar la realidad?
El humor desnuda, aclara y muestra la verdad. Desde la ridiculez se desnuda e ilumina. Después que sabes la verdad, dar una conclusión que emocione o que denuncie es mucho más fácil desde la risa. Si hay una diferencia entre el siglo pasado y éste, y la murga tiene mucho que ver, es que la canción de protesta transita caminos de alegría y no de melodrama, como sucedía en los 70, en los 80 y en el propio rock and roll de los 90, muy lúgubre. La gente ha adoptado eso: que se puede luchar desde la alegría.

–¿Sentís que pasa lo mismo en los movimientos sociales?
Creo que tienen que refrescarse desde la estética. La letra negra pintada sobre fondo blanco, a la que te criaste… me parece a mí que se podría ser más creativo con las formas que se adoptan para que la lucha sea más eficaz. Simplemente por eso.

–En la Argentina se recuperaron los feriados de carnaval, por iniciativa del gobierno y tras varios años de lucha de las murgas. ¿Qué reflexión te merece la medida?
–Me parece notable, creo que es un logro mágico. Los tablados y los corsos son bastiones de democracia cultural. Cuando se corta un corso o se cierra un tablado, se le está tapando la boca al pueblo. El hecho de abrir el carnaval de nuevo quiere decir “digan”, “ríanse”, de nosotros o de quien quieran, sin censura, “ríanse que es lo más sano que hay”.

–¿Contra qué se canta en esta época de gobiernos populares y progresistas?
–Ahora se pone el ojo con la lupa más grande. Yo tenía una maestra en tercer grado de escuela que tenía al hijo como alumno y era al que más marcaba. Nosotros tenemos que ser iguales con los gobiernos progresistas: no podemos dejar pasar una. Si hay corrupción, si se deja de lado a algunos sectores de la población, si no se asume con real plenitud el esclarecimiento de la verdad con la dictadura, si hay reticencia en seguir adelante con la lucha de los derechos humanos, la murga tiene que estar presente. Este año es uno de los espectáculos más fuerte de La Falta. El haber logrado la presencia de Malena D’Alessio fue fundamental, porque ella estaba en una vereda paralela a la nuestra en cuanto a la denuncia y al trabajo; ahora nos juntamos, estamos en una misma calle, transitando juntos y es alucinante.

–En 30 años, ¿cómo se hace para no repetirse?
Mucho laburo, muchas papeleras llenas, tratar de encontrar camino por donde no hayamos ido, pasos, lugares sin huellas. Es difícil porque siempre los géneros, sean libres o no, te limitan. Entonces tenés que inventar y reinventar.

–Y, ¿cuánto creció el género? Porque siempre hubo un prejuicio de que era algo “menor”.
Pasaba como con el tango, la murga era marginal. Era una mirada clasista pero ha habido un trasvasamiento que tiene que ver con los logros de la murga, sobre todo a la salida de la dictadura, que tuvieron un papel importante en la expresión popular cuando no había sindicatos ni partidos políticos. La gente iba a los tablados a escuchar lo que ella quería escuchar, lo que quería decir, que estaba prohibido.

4
El público, presto a disfrutar el show, aplaude desenfrenadamente como queriendo apurar el reloj. Aún faltan veinte minutos para que La Falta suba al escenario. Abajo, en los camarines en los que estoy viendo pintarse, cambiarse y prepararse a los murguistas, brota una cofradía indescriptible, de esas que sólo es posible lograr en ámbitos exentos de divismo.
Me siento un intruso que espía y temo que mi cara me delate. Me corro unos metros para figurar en un intencionado segundo plano mientras el fotógrafo dispara sin clemencia. Nuestra intromisión pasa desapercibida y no interrumpe las cargadas, bromas y empujones que delatan el clima relajado que respiran diez minutos antes de correrse el telón.

5
Mientras dejamos los camarines para ubicarnos en el salón, una voz se me mete en el oído. Es la de Raúl Castro, que les dice a sus murguistas: “¡Con el alma, muchachos, con el alma!”. El telón se corre y la arenga surte efecto. La Falta es un tren a toda velocidad que te pasa por encima. El público parece subido a escena y compone un todo compacto y homogéneo que me trasporta a los corsos que pasaban por la esquina de mi casa y que hacían bailar hasta al vecino más agreta.
Durante tres horas la murga hará de esta noche cualquiera una de esas que quedan archivadas en la memoria. Y confirmará lo bien ganado que tiene el boca a boca (otra pata de la cultura popular) que ordenó no perderme el show y que me obliga, ahora, a escribir estas líneas para devolver el favor.

Más info: www.faltayresto.net

(Publicada en la revista "Al Margen", Bariloche, Río Negro, marzo-abril 2011)

Carnaval toda la vida

La mítica murga uruguaya “Falta y Resto” cumple 30 años y vuelve al carnaval de Montevideo con un tributo a los barrios. Antes, estuvo en Buenos Aires con un show en el que mostró lo nuevo de su repertorio y aquello que, pese a los años, nunca es viejo.

Por Luis Zarranz
Cierro los ojos y comienza a borronearse la geografía porteña en la que estoy, para dar lugar a los tablados montevideanos en los que quisiera estar.
Desde hace diez minutos, la murga “Falta y Resto” brilla sobre el escenario del teatro “La Trastienda” en un show que es un recorrido por sus 30 años de historia y el pre-estreno de lo que será su regreso al carnaval de Uruguay, luego de tres años de voluntaria ausencia.
Cuando vuelvo a conectar mis pupilas más con la realidad y menos con el deseo observo la euforia de cientos de argentinos, uruguayos, y turistas con español del tipo de Anamá Ferreira: hay en escena algo así como 787 personas: la murga y el público es un todo compacto y homogéneo que me recuerda a los corsos que se armaban en la esquina de mi barrio, cuando el vecino más almidonado perdía la compostura y revoloteaba las piernas con mucha gracia y poco encanto.
Precisamente, el barrio es el protagonista del espectáculo con que La Falta, como la mencionan sus fans, decidió homenajear a los tablados, ante su cada vez más preocupante extinción.
Bajo el nombre “La Comedia del barrio”, los murguistas despliegan una presentación, en clave humorística e irónica, con los ojos puestos en ese espacio típico de la geografía urbana, donde tiene preponderancia la esquina, la picardía y la complicidad vecinal. Y lo hacen con una sorpresa que vale revelar: la presencia de Malena D'Alessio, de “Actitud María Marta”, la primera mujer de la murga y quien posibilita una estupenda fusión con el rap, que simboliza la unión de todos los barrios latinoamericanos.
Raúl Castro es a la “Falta y Resto” lo que Martín Palermo a Boca: un mito viviente que excede las fronteras de su propio espacio para colocarse en un espectro de referente histórico. Es uno de los fundadores, el letrista y el director de la murga. Y, antes que nada, es un tipo de barrio, de esos que hablan sin dobleces. De piernas interminables, lo veo pelearse con la mesa para ubicarlas de alguna forma más o menos cómoda, como una ficha de encastre que no cuaja en su lugar.
Por fin logra sentarse. Aún falta una hora y cuarto para que se transforme en el pulso del show. Antes, todo su cuerpo habla por él: me mira con la boca y con los ojos me dice: “El barrio es el oasis, el lugar donde la murga encuentra la razón de su cantar, de su militancia cultural, donde encuentra las opiniones que más valen: de esa gente nos sentimos embanderados”.
Sigue: “La gente en la calle es la que hace la historia y está en los barrios. El tipo de barrio es un extra en la película de los medios, nunca es protagonista. En la murga, sí”.

¿Qué significa volver a competir en el carnaval de Montevideo después de tres años?
Volver al carnaval significa volver a los amigos, a la familia, a la casa de tu madre, al lugar donde están tus parientes (de género y de sangre), tus amigos. Es volver a la esencia, y siempre es bueno: hay que beber esa fuente, que es la que nos lleva de barrio en barrio, la que nos hace recordar de dónde venimos, quiénes somos y hacia dónde tenemos que ir.

Me imagino que debes estar al tanto que en Argentina se recuperaron los feriados de carnaval, por iniciativa del Gobierno y tras varios años de lucha de las murgas. ¿Qué reflexión te merece?
Me parece notable. Los tablados, los corsos, son bastiones de democracia cultural. Cuando se corta un corso o se cierra un tablado se le está tapando la boca al pueblo. El hecho de abrir el carnaval de nuevo quiere decir “exprésense”, “digan”, “ríanse, que es lo más sano que hay”.

En 30 años, ¿cómo se hace para no repetirse?
Mucho laburo, muchas papeleras llenas, tratar de encontrar camino por donde no hayamos ido, pasos, lugares sin huellas. Es difícil porque siempre los géneros, sean libres o no, te limitan. Entonces tenés que inventar y reinventar.

Y, ¿cuánto creció el género? Porque siempre hubo un prejuicio de que era algo “menor”.
Pasaba como con el tango, la murga era marginal. Era una mirada clasista pero ha habido un trasvasamiento que tiene que ver con los logros de la murga, sobre todo a la salida de la dictadura, que tuvieron un papel importante en la expresión popular cuando no había sindicatos ni partidos políticos. La gente iba a los tablados a escuchar lo que quería decir, que estaba prohibido.

La murga lleva casi tres horas ininterrumpidas de show: escucho en vivo esas letras que fueron el núcleo de la resistencia contra la dictadura oriental y alcanzo a comprender, en su justa dimensión, lo que Raúl Castro me acaba de decir, antes de colocarse la galera y salir al escenario.
Termino de vislumbrar la vigencia de La Falta, ese péndulo que conecta pasado, presente y futuro, cuando veo a un hombre, de unos 60 años, bailar y cantar los temas junto a quien parece su hijo, de no más de 30. En medio de un cuplé, alcanzo a escuchar que le dice: “Esto es de mi época”.
Es ahí donde dimensiono que “Falta y Resto” no tiene fecha de vencimiento.

(Publicada en la revista "Sueños Compartidos", marzo 2011)

+Info