viernes, 5 de noviembre de 2010

El verdadero malón

MARCELO VALKO

En su libro Pedagogía de la desmemoria analiza la herencia de negación del genocidio indígena que logró, entre otras cosas, el saqueo de 42 millones de hectáreas.

“Todo genocidio es heredero de un genocidio anterior”. Con esa oración, con la que comienza el primer capítulo de “Pedagogía de la Desmemoria. Crónicas y estrategias del genocidio invisible”, Marcelo Valko emprende la extensión de la frontera que al hablar de genocidios nos detiene únicamente frente a la atroz dictadura de Videla, Martínez de Hoz y CIA.
De esta manera, empieza a desinvisibilizar la masacre contra los pueblos originarios que tuvo (y tiene) lugar en nuestro país. Y algo más: presenta pruebas contundentes e irrefutables que señalan y comprometen a sus responsables materiales e intelectuales, y a los  que dieron amparo político y discursivo, enseñando a ejercitar el olvido y la desmemoria.
Un libro imprescindible, no para guardar en la biblioteca sino para despertar. Para pegárselo en la frente. Un trabajo que revela y rebela. La isla Martín García como campo de concentración (tan feroz como la propia ESMA), el terrorífico protagonismo de la Iglesia católica, los Mitre, Sarmiento, Alsina, Roca, Rosas, entre otros tantos que más que monumentos merecen el repudio. De tan minucioso, el libro es abrumador En verdad, lo que escribió Valko no es un libro: es un prontuario.
            Así continúa ese primer capítulo: 
Matanza hereda matanza. La desmemoria hereda olvido. La impunidad traslada el espanto una y otra vez y la invisibilidad se instala. No existen genocidios sin la complicidad de las mayorías. Y no existe la necesaria dosis de complicidad sin una buena coartada que justifique la indiferencia y el silencio general frente a la matanza.

Nuestro Holocausto
            Marcelo Valko tiene la estirpe de los hombres simples, la humildad de los sabios y una mirada transparente que dice mucho más de él que de lo está observando. Su voz es fina y petisa con quiebres, como saltos irregulares de un río caudaloso. No eleva el tono. No da cátedra. No posa. Habla, también, con la piel, que se eriza cuando lo que narra le cala hondo. Un sensible, pero no sólo eso. Un intelectual que piensa con los pies, haciendo, y un tozudo y constante al que para hacerle bajar los brazos hace falta mucha astucia.
            Con esas cualidades logró que, tras meses y meses de vericuetos, el propio cardenal Bergoglio le abriera los archivos del Arzobispado de Buenos Aires, esos que callan más de lo que cuentan, salvo cuando caen en manos como éstas. Además, accedió al Archivo General del Ejército, de la Armada, de los Salesianos, entre otra gente preocupada por la memoria (para ocultar todo lo que se pueda).
            Es psicólogo, se dedica a la investigación antropológica, dirige proyectos sobre imaginario andino en la UBA y es docente fundador de la Cátedra  “Imaginario Étnico, Memoria y Resistencia” en la Universidad Popular Madres de Plaza de Mayo. Antes de este trabajo, en forma de disparo al olvido, publicó “Los indios invisibles del Malón de la Paz. De la Apoteosis al confinamiento, secuestro y destierro”. “Hace mucho tiempo que trato el tema de la invisibilidad. Hasta no hace demasiado, nuestra Constitución establecía la obligación de convertir los indios al catolicismo. No sólo les quitan la tierra sino el nombre”, dice con una presumible mueca de indignación.
Más: “Lo que sucedió en América es el mayor genocidio en la historia de la humanidad. Y el segundo es el que le sucedió a los africanos que vinieron como esclavos. Hay mucho interés en manipularlos y ocultarlos. En Argentina es más frecuente hablar del Holocausto judío que del de los indígenas porque acá se repartieron 42 millones de hectáreas. Hay mucha gente implicada, muchos intereses, mucho diario La Nación, mucho Mariano Grondona. En cambio hablar de los nazis de Alemania es políticamente correcto”.
Como investigador académico, Marcelo rompe ciertos moldes y crítica, también, a muchos de sus pares y a las oenegés: “Ocuparse de los pueblos originarios es, académicamente, muy bien visto. Es cavar y buscar huesitos, sacar restos óseos, fecharlos con Carbono 14 y ponerlos en la vitrina para llevarlos a un congreso en una ponencia de 30.000 caracteres. Eso es muy agradable. Ahora, ocuparse de un indio vivo, que sueña, trabaja y transpira, que quiere sus tierras y no tiene trabajo y está en la nada, eso no: no conseguís subsidios, es dificultoso…. El indio muerto ejerce fascinación y los vivos, desprecio”.

La Historia según el Mago Merlín
“Pedagogía de la Desmemoria” es, entonces, un minucioso y documentado testimonio de las aberraciones contra los pueblos originarios y un detallado registro de las estrategias para legitimar la masacre. En uno de esos capítulos, Valko hace, por ejemplo, un rastreo bibliográfico de libros de textos, en donde los indígenas aparecen siempre en pasado: “Habitaban, cazaban”, como una forma de demostrar que ya no existen.
“Es el Mago Merlín, que es Bartolomé Mitre”, dice Marcelo: “Él va a tener el mérito de escribir la historia a piacere; va seleccionar, incluso, quiénes serán nuestros ‘héroes’ pero como dijo Homero Manzi: al morir dejó un guardaespaldas formidable de su memoria: el diario La Nación”.
            Más sobre nuestros próceres: “Rosas mató más indios que Roca. La relación es de tres a uno. Tenemos cartas terribles a Facundo Quiroga donde le describe los procedimientos. Dice ‘hay que tomar solo dos o tres prisioneros representativos, a los demás se los ladea del camino y se los fusila’. Esas cartas las tenemos aunque todos hablen de ‘Rosas y sus indios amigos’, que los tenía, pero que cumplían funciones parapoliciales”.
Marcelo siente el dolor de este pasado como si estuviera ocurriendo ahora mismo. No hace falta ser muy avezado para darse cuenta cómo estos temas lo interpelan, mucho más allá del investigador que es, en las células cutáneas de su ser humano. Se impacienta como si pudiera hacer algo para modificar ese pasado. Sí puede y lo está haciendo: contarlo. Visibilizar este genocidio invisible es ya modificar una parte constitutiva de él.
Como desánimo no es una palabra que se halle en su diccionario, ya anda preparando el segundo tomo, con más pedagogía de la memoria, más allá de 1885 que es el límite temporal hasta el que llega esta investigación.
Otros ejemplos de la “civilización” contra la “barbarie”: “En la historia de la humanidad, en cuanto a líneas de separación, la que más se destaca es la muralla china. La segunda, es la “Zanja de Alsina”, una iniciativa de Adolfo Alsina: construir una zanja de 830 kilómetros de largo, desde Bahía Blanca hasta Córdoba, un mapamundi entre el bien y el mal. ¿No es tremendo?”. Marcelo se pregunta y se contesta solo: “Como los argentinos no somos chinos y no tenemos su paciencia ni su constancia, de los 800 Km. no se terminaron ni 350 aunque el Estado puso muchísimo dinero para separar a los humanos de los subhumanos. Pocos países hicieron algo semejante. Es parecido a lo de Israel con Palestina pero en zigzag”, dice para nombrar otro genocidio invisibilizado.

Perdona nuestros pecados
De Alsina a Roca hay un trecho más pequeño que la zanja pero la misma continuidad genocida: hermanado con ambos aparece monseñor Federico Aneiros, director del Consejo para la Conversión de Indios al Catolicismo, un organismo tan siniestro que pocos adjetivos lo definirían con precisión.
Valko aporta un dato sobre la pedagogía eclesiástica, con un pedido explícito a los lectores de MU, de difícil cumplimiento: “Les pido que vayan a la Catedral Metropolitana y miren cuál es la única estatua de un arzobispo argentino hecha en busto entero de mármol de carrada: León Federico Aneiros. Su mérito es haberse apropiado de las almas de los salvajes, convirtiendo niños al catolicismo y haber dado cobertura al archipiélago de campos de concentración que tuvimos y que no inauguraron Videla y Massera sino que son parte de una larga y triste tradición argentina”.
Los enumera según su ubicación: “Trelew, General Conesa, Junín, Olavarria, Tigre, Retiro, en Hipólito Yrigoyen y Sánchez de Loria, donde hoy está el Ejercito de Salvación; y por supuesto, la isla Martín García que supero a la ESMA en cantidad de detenidos”.
Triste privilegio: “El horno crematorio, que es de 1874, lo inauguró el padre del aula, Sarmiento inmortal, 29 años antes que el crematorio de Chacarita. Tengo datos de diarios uruguayos que relatan que cuando ya no dan abasto, tiran a los indígenas al agua. No se le puede negar consecuencia al Ejército: estuvieron un siglo entero haciéndolo. Los uruguayos se quejaban, no porque la corriente arrojara indios muertos, sino porque tenían viruela y ellos bebían de esa agua. El virus les fue infectado a los originarios confinados en la Isla por el militar Sabino O’Donnell”
Valko lee el libro en voz alta con más datos irrefutables: “‘Marzo de 1879. Seguimos siempre enseñando y bautizando, y de cuando en cuando sepultando. Estos indios se mueren como han vivido. En la pampa se llevaban ganado y aquí en pocos días se roban el cielo. Bendito sea dios y vuestra excelencia’. O sea que si eras un ranquel o un mapuche y te secuestraban en la pampa o la Patagonia, te llevaban en barcos inhumanos, te tiraban en Martín García donde te contaminaban con viruela, y mientras agonizabas te decían ‘hijo mío, ¿querés ser bautizado’? Los tipos decían ‘Ahh’ y ellos interpretaban que era un sí. Ahí, ya bautizado, te morías y te transformabas en un ladrón del paraíso. ¿No está bueno?”.
            Boletín Eclesiástico. Textual: “Nombres de los indios bautizados en Martín García en enero del 79, y todavía vivos el primero de abril”. Marcelo: “¡¡¡Era noticia que estuvieran vivos dos meses después!!! Las tazas de mortalidad eran tan elevadas que si estas personas vivían tres meses era sorpresa. Se sentían tan impunes que lo publicaban”. De la Isla Martín García, hoy destino turístico para despejarse de Buenos Aires, Valko accedió, como a éstos, a múltiples registros de bautismos, libros de muertos y cartas de los propios involucrados. Lo mucho que leyó le permite asegurar: “Fue un festival del horror”.
Por último, este hombre que en silencio hizo un libro que grita, lanza su última reflexión, con una pregunta cuya respuesta es un golpe de knout out a las estrategias invisibilizadoras: “Nosotros no tenemos ningún bicentenario: somos milenarios. ¿Por qué nos amputamos la historia?”

(Publicada en la revista "MU", noviembre de 2010)

Plantar rebeldía

ARBOLITO

Ritmo latinoamericano y letras que sacuden el alma los convirtieron en aliados e batallas sociales. Tras llenar el Luna Park, siguen cosechando el éxito de la autogestión.

Odio viajar en las horas pico: cuando me senté, cuando ¡por fin! desplomé mi cuerpo sobre el desorbitado asiento negro de la línea 6, tras ver, parado, media ciudad por la ventana del colectivo, ya debía haberme bajado, por lo menos, quince minutos antes. Un cuarto de hora, más los diez minutos que tardé en avivarme…
Ahora, que desando –a pie– los veinticinco minutos que hice de más, Parque Patricios se me mete en el cuerpo con la virulencia de un huracán. Surco sus calles de barrio, habiendo ya recuperado el sentido de la orientación, con la cabeza hacia arriba, como un nene que es llevado en cochecito, disfrutando sus terrazas al aire libre.
El cielo, gris e hinchado como la panza de un burro, me obliga a apurar el paso. Por fin llego.
La dirección de una supuesta sala de ensayo: una escéptica puerta blanca agrisada e irregular. Conjeturo que detrás de ella me esperan los integrantes de Arbolito, mate en mano y las manos en algún instrumento.
Al segundo timbre, la puerta se abre vergonzosamente. Ya estoy adentro, lejos de la tormenta y los colectivos. Salvo que los instrumentos tengan el tamaño de una máquina de imprenta, estimo que debe haber un pequeño error. Cuando estoy a punto de creerme estar frente a un papelón padre, un hombre que apenas diviso me aclara que la gente que busco está en el sótano.
Ahora sí, la sala de ensayo. Ahora sí, los mates. Ahora, si Arbolito.
A paso de músico, se acercan Ezequiel Jusid, (voz, guitarra acústica y guitarra eléctrica) y Diego Fariza (batería y bombo leguero). Antes de apretar REC la ronda de mates da varias vueltas. En lugar de bizcochitos me convidan un puntilloso registro de los ecos que va teniendo “Despertándonos”, el sexto hijo de la banda, que vienen presentando en distintas localidades del país y que a mediados de este año hizo que llegasen al Luna Park.

Echando raíces 
Pequeño Arbolito Ilustrado: dícese de una banda dedicada a la fusión del rock con ritmos folklóricos argentinos y latinoamericanos, que surgió en 1997. Está compuesta por egresados de la Escuela de Música Popular de Avellaneda. Su nombre es elegido en honor al indio ranquel que -según narra Osvaldo Bayer en "Rebeldía y esperanza"- degolla al Coronel Rauch en venganza por el genocidio cometido contra su comunidad.
La fórmula por la cual sus shows generan una irremediable cofradía es “fiesta y alegría”. Con esos ingredientes combaten el desánimo y el pesimismo, y lo baten a mano con letras que desnudan muchas de las injusticias que los medios ni registran.
Tocaron en cientos de plazas, fábricas y espacios recuperados, asambleas, entre otros ámbitos comunitarios similares. Tras varios años de autogestión, en el 2007 firmaron un contrato con una discográfica multinacional (Sony/BMG), hecho que sorprendió y perturbó a más de uno de sus seguidores (Mmm, hola).
Como éste sí es un colectivo en el que vale la pena perderse, ahora sí, aprieto REC y registro lo que escucho.

-Llevan más de diez años de recorrido, muchos de ellos de manera autogestiva y ahora con Sony. ¿Qué fortalezas y debilidades observan en cada uno de esos momentos?
Ezequiel: -La autogestión es fundamental para cualquier banda. Es algo que vamos a estar orgullosos siempre, por haber podido caminar diez años totalmente solos haciendo lo que queríamos, bien o mal, pero sin esperar que venga nadie a darnos nada. A raíz de esa autogestión, es que se acercó Sony a querer editarnos los discos: si no, no hubiésemos estado en una compañía, o hubiésemos estado de otra manera. Para nosotros la autogestión es parte de nuestra identidad.
Diego: -Sony aportó algo que tiene que ver con los discos, a nivel del sonido que se consigue, eso te cambia, está bueno a nivel musical.
Ezequiel retoma la palabra: “Eso es lo más importante que nos da estar con una compañía, y que los discos estén en la disquerías y que no tengamos que estar nosotros pendientes, juntando la guita para hacer más discos. Después, seguimos siendo autogestivos en todo lo que hacemos porque el contrato que tenemos dice que Sony solamente tiene que ver con los discos, no con nuestra carrera ni con los shows"

-¿Tuvieron algún prurito del tipo del “qué dirán”?
D: -Lo pensé desde el público pero también creo que está clarísimo que seguimos haciendo lo que nos gusta hacer: no corrimos el eje ni nada por el estilo. Nos profesionalizamos a nivel sonido, nada más. Estamos contentos porque llegamos a ese lugar, ya puestos en una situación en que podíamos mantener nuestros principios y ellos aceptaron. No hubo peros.
E: -Incluso el primer disco que hicimos con ellos (“Cuando salga el sol”, el anteúltimo) está Moira Millán con un texto que es una patada en los dientes, Osvaldo Bayer, y todo salió como nosotros quisimos, no hubo ningún cuestionamiento. Ellos quieren vender discos y si a nosotros nos va bien, ¿por qué van a querer cambiar lo que somos? Si no, no hubiesen venido a hablarnos. Al principio teníamos esa cuestión con el público porque sabíamos que iban decir ‘eh loco, se vendieron’ pero también sabíamos que cuando saliera el disco íbamos a demostrar que no. Y después seguimos tocando en Zanón, en comunidades, junto a las Madres. Vamos a donde queremos ir.

Ezequiel y Diego me desatan, con simpleza, el nudo que se me había hecho en la garganta desde aquel momento que leí la noticia que los unía a Sony. Sus palabras colocan la hipótesis exactamente en el punto contrario: esa sólida construcción artesanal les permitió aceptar la oferta desde un lugar de fortaleza. Y, al conocer los distintos vericuetos del proceso que va de la composición al disco en la góndola, saber a qué decir sí, y a qué no.

La fiesta y la protesta
Los shows de Arbolito tienen algo que, a falta de palabras más ocurrentes, puede llamársele mística, o fiesta. Ese clima no se interrumpe ni en las más crudas de las canciones. Ezequiel: “Es una característica nuestra. Es una manera de entender la lucha o la resistencia, que es uno de los cambios que vemos en la actualidad: se vive con alegría. No sólo en lo que hacemos nosotros, sino en muchos lugares se está resistiendo, pero con alegría. Es un poco la diferencia con la canción de protesta de los setenta”.
Muchas veces, además, es la lógica que diferencia a muchos partidos políticos de izquierda con los movimientos sociales. Ezequiel lo visualiza mejor: “Ciertos partidos siempre andan con esa cara fruncida y enojados”. Luego, me aporta detalles de su pensamiento: “Si se puede luchar o denunciar, o tratar de cambiar las cosas con alegría, con fiesta, con Fernet, con chicas, mucho mejor”.

-En una de sus canciones (“Sobran”) hablan sobre los políticos pero bien sabemos que todo acto es político. ¿Cuáles les parecen que son los más importantes de Arbolito?
D: -Cada vez que subimos al escenario porque es como un disparador de cosas.
E: -El hecho político es estar haciendo cosas, conscientes de que uno hace lo que quiere y con la ilusión de que las cosas mejoren. Nosotros hacemos música desde ese lugar, no desde una militancia estricta. Sí acompañamos a muchísima gente que milita y hace cosas. Pero nosotros hacemos música pensando que, ojalá, ayude a mejorar las cosas, eso ya es un hecho político: que una canción despegue y alguien se identifique con eso y pueda llevar a alimentar su lucha, está buenísimo.

-¿En qué cosas estamos “Despertándonos”?
-En muchas cosas, más allá de que todavía estamos en el horno: creo que en la conciencia de que se puede cambiar y se puede estar mejor.

-¿De qué manera se sienten parte de ese despertar?
-Sin darnos cuenta, por ejemplo, nos fuimos metiendo en la resistencia de los pueblos originarios, en esa lucha. Sin darnos cuenta porque le pusimos el nombre a la banda como símbolo de esa resistencia pero no éramos militantes del asunto. Y así empezó, a partir de la historia de Osvaldo, empezamos a estar mucho en contacto, nos llamaron de muchas comunidades para participar no sólo de recitales sino de actividades, celebraciones que nos han hecho aprender mucho. Una banda tiene esa ventaja: que mucha gente te pueda escuchar y que eso la movilice a pensar y a hacer algo; a nosotros nos pasa eso muchas veces.

Uno y otro tardan en identificar sus referentes ideológicos hasta que lo hacen y señalan un grupo reducido, justificando cada elección: Bayer, Capusotto, Evo, las Madres y las Abuelas. La charla sigue en una fusión que entremezcla música con palabras claves tales como cambio social, horizontalidad y barrio.
Me despido del colectivo Arbolito para subirme a otro que me arrima a mi casa. Al bajar, al lado del timbre, veo un sticker que potencia todo el encuentro. Dice (transcribo textual): “Si no fuera x la musik, habría + razones para volverse loco”.
Sentí que debía rendirle tributo a la mano que lo pegó.

+Info 
http://www.arbolitofolklore.com.ar/

(Publicada en la revista "MU", noviembre de 2010)

Un golpe al Golpe

“Quién dijo miedo. Honduras de un golpe”

Katia Lara es una cineasta hondureña y la directora de un impecable documental que narra con precisión y contundencia el Golpe de Estado en su país y la épica del pueblo en resistencia. Estrenado mundialmente en Argentina, donde reside como exiliada, pudo ser exhibido en Honduras al cumplirse un año de aquella irrupción que derrocara a Zelaya. Aquí, brinda detalles sobre su trabajo y la situación en su país.

Por Luis Zarranz
-¿Cómo fue el proceso de realización del documental?
-El primer acto del documental da cuenta del ambiente previo al Golpe de Estado a través de un seriado de ficción que Presidencia de la República estaba pautando en la televisión nacional para promover la consulta popular conocida como “Cuarta Urna”, que fue el pretexto de la oligarquía para dar el Golpe. Nuestra empresa, terco Producciones, estaba produciendo estos contenidos. Nuestro trabajo se volvió tan popular que nos convertimos en amenaza. Fuimos víctimas de un asalto a mano armada: nos obligaron a entregar todo nuestro equipo: cámaras, computadoras y archivos. El Comité de Familiares de Detenidos Desaparecidos en Honduras (COFADEH) calificó el asalto como un hecho político y lo vinculó a la visita que, con el pretexto de solicitar servicios, nos hiciera meses antes el Sr. Billy Joya (fundador del escuadrón paramilitar 3-16 en los años ochenta y posterior ministro asesor de seguridad del gobierno de facto de Roberto Michelleti)
Después del Golpe comenzaron las amenazas hacia mí y dos actores del seriado: Xenia y René (se narran en el filme). El Ejército y la Policía nos quitaron dos cámaras dedicadas al documental, ambas mientras cubríamos la represión. Tres veces debimos mudarnos de lugar de trabajo. En diciembre, tres miembros del equipo decidimos dejar el país para asegurar las 150 horas de material que teníamos registradas y editar en condiciones más normales. El trabajo de post producción del documental se realizó en Buenos Aires durante seis meses, contando con muchísima solidaridad de personas e instituciones, y con el apoyo del INCAA.

-¿Cómo lograron captar tan puntillosamente las imágenes en medio de la censura, la represión y la balacera militar?
-Con terquedad, diría yo, haciendo honor al nombre de “terco Producciones”. Salimos a cubrir desde el primer día Carlos (guatemalteco), Andrés (argentino) y yo. Estábamos confundidos y temerosos. Nos peleábamos por cualquier cosa y todo nos asustaba. Con el pasar de los días, como el resto de hondureños y hondureñas en resistencia, nos fuimos acostumbrando a la incertidumbre, a los escudos de la policía, las tanquetas, los militares armados, los funerales, las bombas lacrimógenas, la sangre, los entierros, los toletazos… Por otro lado, igual que otros sectores, nos unimos de forma inédita: colegas cineastas que en otra circunstancia no se hubiesen sumado (por eso de las disputas en los gremios) respondieron de inmediato y nos apoyaron prestándonos equipos, cubriendo en zonas o momentos donde nosotros no podíamos, pasándonos material, avisándonos cuando sucedía algo importante. Así surgió una hermandad muy grande. Todos y todas estábamos en lo mismo. Por otro lado, al estar integrada al equipo de comunicaciones del Frente de Resistencia contra el Golpe de Estado, tuve la confianza de los compañeros y compañeras: eso nos permitía trabajar “protegidos” y entrar a lugares donde otras cámaras no llegaban.

-¿Cuáles son los efectos más serios que dejó en la sociedad la dictadura de Micheletti?
Violaciones a los derechos humanos: asesinatos, presos políticos, detenciones ilegales, allanamiento a medios de comunicación, etc; un estado en bancarrota: se gastaron los fondos del ALBA, incluso los de las jubilaciones de los maestros y salarios de los empleados del Estado; desempleo; despidos injustificados, especialmente a miembros de la Resistencia; ingobernabilidad; impunidad; el poder militar por encima del poder civil, entre varios otros.
También debemos rescatar su contracara: un nuevo espacio de organización, participación, formación política y movilización: “El Frente Nacional de Resistencia Popular” (FNRP); un trabajo sostenido de denuncia de las violaciones a los derechos humanos a través de la Comisión de Verdad; nuevos sectores organizados: jóvenes y artistas, por ejemplo; una red humana a nivel nacional surgida de la necesidad de responder al bloqueo y la represión; un pueblo que reconoce el momento histórico y está dispuesto a seguir luchando por la Asamblea Nacional Constituyente. Además los cómplices del sistema han tenido que dar la cara. Ahora sabemos “quién es quién” con más claridad.

-¿Cuáles fueron, a tu criterio, las razones para que se haya gestado el Golpe de Estado?
-El miedo de la oligarquía a perder su hegemonía y el de los norteamericanos a perder el control sobre un territorio que le es útil para el negocio del narcotráfico y su escalada armamentista (bases militares) Ese miedo poco a poco se fue personificando en Zelaya a través de varias acciones como cuestionar al FMI, aprobar (el día de la toma de posesión) la ley de participación ciudadana; proponer que la base militar norteamericana de Plamerola, en Comayagua, se convierta en un aeropuerto civil; el aumento histórico al salario mínimo; la adhesión al ALBA; licitar la compra de petróleo; etcétera: demasiado para nuestra oligarquía prehistórica y para los intereses hegemónicos de los gringos.

-¿Qué recorrido ha realizado el documental desde su estreno?
-No he parado de viajar para exhibir la película, sobre una red tejida por la solidaridad y con la sorpresa de encontrarme siempre con la sala llena y muchas preguntas para responder. Comenzamos en Buenos Aires y La Paz simultáneamente el 7 de junio y luego seguimos por Chile, Costa Rica, Nicaragua, El Salvador, Francia, Alemania, Bélgica. Llegamos a Honduras para el aniversario del Golpe, el 28 de junio. Ese día tan esperado fue muy emocionante: la gente no veía el documental, ¡lo vivía!, no podías escuchar el sonido, que cada vez subíamos más, porque los compañeros y compañeras –que venían de una marcha– gritaban las consignas, insultaban a los golpistas, lloraban, se reían, comentaban… fue muy emocionante. Ese día a la noche repetimos la presentación al aire libre, cerrando un evento cultural de Artistas en Resistencia. Al día siguiente salimos a otras ciudades y el plan se cumplió muy bien. Yo he seguido viaje: varias presentaciones en México, Estados Unidos. Además el documental ha viajado acompañado de René Amador (el protagonista) quien ahora vive exiliado en Madrid. Últimamente se ha presentado en varias ciudades de Australia y en Austria y recién comenzamos la segunda etapa de difusión, que serán los Festivales, comenzando por el Biarritz. Más allá de los premios, esperamos que mucha gente del mundo pueda seguir enterándose de lo que está pasando en Honduras.

-¿Qué implicancias personales tuvo la realización del documental?
-Dicen que “lo que no mata, engorda”. Obviamente siempre habrá un antes y un después del Golpe en la vida de todos los hondureños y hondureñas, vivamos o no en el país. En mi caso particular tengo que comenzar una nueva vida. Nuestra empresa ha recibido un revés muy fuerte. Estábamos a punto de inaugurar una escuela de formación audiovisual para jóvenes, desarrollando hermosos productos vinculados a nuestra memoria audiovisual, y mi ópera prima de ficción… todo eso se fracturó. También mi vida personal ha cambiado radicalmente, entonces realizar este documental ha implicado arriesgarlo todo. Debo admitir que tengo miedo de volver a Honduras y también me da mucha tristeza el hecho de que nuestra empresa ha sido desmembrada y que tengo que volver a comenzar. Por eso he decidido radicarme en Buenos Aires por un tiempo. Tengo una situación migratoria favorable: “precario de refugiada política” ante CONARE y espero conseguir un trabajo y/o seguir desarrollando mis proyectos desde acá. Seguiré trabajando en “Artistas en Resistencia” y coordinando actividades en el extranjero con la comisión de “trabajo internacional” del FNRP y con mi próximo proyecto documental, “Tierra Colorada” que hace un paralelo entre la existencia de bases militares norteamericanas en mi país y la lucha por la tierra.

+Info

(Publicada en la revista "Sueños Compartidos", noviembre 2010)