sábado, 5 de junio de 2010

La cumbia hace magia


FANTASMA
Es un grupo de cumbia y de vanguardia, producto de la unión de artistas multidisciplinarios que, en paralelo, crearon un proyecto cultural en la Villa 20.

Martín Roisi y Pablo Antico son dos locomotoras que, aunque no levanten mucho humo en su andar, avanzan como leones recién desenjaulados. Ambos integran “Fantasma”, un grupo tropical vanguardista que fusiona cumbia villera, música electrónica y hip hop; y son los germinadores de “Odisea 20”, una propuesta cultural dentro de la Villa 20 de Lugano, que rescata y valora el arte villero y lo convierte en magia.
No lo hacen con un golpe de abracadabra. En el medio, entre el conejo que sale de la galera y los momentos previos, tienen un intenso trabajo en y con el barrio, donde el eje principal es barrer con las estigmatizaciones que fluyen en buena parte de la sociedad, que sólo reconoce la violencia que sale de las villas pero no la que ella recibe, y, menos, que de ahí puedan salir palabras tan blancas como arte, cultura y otras por el estilo.
Pablo y Martín hicieron magia: privilegiaron ver, donde todos veían falta de…, una oportunidad para proponer y hacer cosas. Y se subieron al tren. Así, en plena crisis de 2001 comenzaron a germinar proyectos que hoy son tan reales que cuesta pensar cómo no existieron desde antes: galería de artes y talleres para chicos y adultos, cine, editorial, sello de música, club social y productora de cine y tv, entre otros increíbles proyectos que se retroalimentan entre sí.
De esta manera, constituyeron una plataforma artística cuyos productos son hechos, exclusivamente, por los habitantes de la villa. “Es un lugar repleto de arte y cultura virgen. La virginidad está en el espíritu de la gente que es artista, que no tiene ni idea del modo de expresar eso: son obreros, que tal vez dibujan increíblemente pero no se imaginan que hay un mundo con el que pueden conseguir cosas a raíz de eso”, dice Martín, brindándome pinceladas de lo que pasa en el barrio. “Sin llamarse ellos mismos ‘artistas’, tienen un alto grado de creatividad, una increíble estética y una profunda mirada. Justamente es esa riqueza creativa lo que queremos mostrar”.
Con ese propósito, por ejemplo, generaron otro truco mágico: la realización de 24 murales en diversos frentes de casas del barrio con el objetivo de rescatar y reflejar el imaginario colectivo de la villa. “La gente eligió ídolos políticos y deportivos, imágenes religiosas, de fantasía, de la música, de historia”, me cuenta Pablo. “Hicimos uno de la Torre Eiffel porque había una señora que estaba esperando la cigüeña”, narra en primera persona del plural, forma expresiva para resaltar la identidad global de la propuesta. “Nosotros solo presentamos el proyecto para conseguir la plata. Después fue todo respuesta del barrio: desde el catering hasta la producción de cada mural”, acota Martín.
Los 24 murales se reflejaron en “Arte Villero”, un documental que retrata la fe, los ídolos, los paisajes y las fantasías de un barrio que vive la vida de las puertas para afuera.
Como todo lo que me describen me entusiasma, les propongo un ejercicio: que me cuenten la génesis, como si fuera un extranjero que no entiende nada. Martín me lo explica con estas referencias:
2001
Crisis
Caigo de clase social
Digo: ahora tengo menos plata, tengo que consumir de acuerdo a lo que me entra.
Empiezo a venir a las bailantas de acá (acá es Constitución), que es el sol naciente de la cumbia villera en Buenos Aires.
La idea es aprender de cumbia con las fonolas, que son como diccionarios de cada estilo.
Martín se pasó tres años aprendiendo ese mundo nuevo que define así: “esto era Londres en el 67”. Un fenómeno reducido a un par de cuadras que a partir de las 0:30 se convertían en peatonales. “Acá la cosa pasaba en la calle, era algo espectacular pero también si te quedabas hasta las 6 de la mañana se transformaba en una batalla campal. Y eso también era parte de esa movida”, relata.

-¿Qué fue lo que los impactó de la cumbia villera?
-Pablo: Que tiene unos componentes increíbles y vanguardistas de todo el desarrollo de lo que es la música electrónica. A nosotros nos hizo flashear toda esa parte; después tenés la letras, que todos sabemos de qué tratan, y te pueden gustar o no. Pero la parte artística y visual nos impactó mucho.

Imbuidos por esa marca, crearon “Fantasma”, que, lejos de ser sólo un grupo de cumbia mágica, es la unión de artistas multidisciplinarios como músicos, cineastas, artistas plásticos y digitales, que aplican las nuevas tecnologías a la cumbia y permiten que la cultura de las villas, “ese gran patio trasero de la gran ciudad”, como la definen, se vuelva global.
De “Fantasma” a “Odisea 20” hubo un solo paso: ir a la villa 20. Y tratar a sus habitantes como pares, como sujetos capaces de crear y plenos de saberes y decires.
-¿Qué define al arte villero y cómo se expresa en la villa 20?
-Martín: No tiene ningún fin, es más puro, inocente, no tiene ninguna pretensión. En la villa todo se vive en la calle. Todo se sabe de todos: lo peor y lo mejor. Es como Maradona, que es el villero por excelencia: vos sabes lo peor de él, lo viste, y lo mejor también. En la villa pasa lo mismo con todas las personas: el que faja a la mujer, el que es borracho o el que tiene un plato de comida y te da la mitad. Todo se sabe. Y la mayoría son así: te dan lo que no tienen. Eso es espectacular. Yo vivo en la ciudad, en un departamento y no sé cómo se llama el vecino de al lado, no sé qué le gusta, qué música escucha. En la villa la música está muy presente en los pasillos, se escucha fuerte y hay muchos estilos diferentes y se va generando una cultura de mezclas genuinas, que se dan solas, no está predeterminado qué es lo que va a suceder pero sucede.

Mueve tu cucu
Martín y Pablo desparraman sus definiciones de precisos observadores mientras dan cuenta de uno de los nuevos proyectos: un canal de la villa. “En la primera etapa se va a enseñar a producir, dirigir, a filmar, a iluminar, a guionar y después los vecinos va a hacer pilotos de un programa semanal de televisión. Hasta esa instancia tenemos garantizado el financiamiento, después no sabemos qué va a pasar pero algo va a pasar”, sostiene Martín en una definición que explica buena parte de la Odisea: avanzar con las ideas aún sin tener resuelto los recursos económicos. “Aún no tenemos antena, no tenemos nada pero seguro algo va a pasar”, agrega, como desentendiéndose de la cuestión: la locomotora sigue su marcha. “La idea no es que el canal trate sobre la villa exclusivamente, es su mirada al mundo, no es para adentro sino para afuera, aunque también con cosas del barrio: programas de servicios, por ejemplo”.
El tren de iniciativas que serpentea la villa tiene múltiples vagones en funcionamiento aunque no todos lo hagan en simultaneo: actualmente, los sábados funciona el taller de producción televisiva y acaba de inaugurarse, en una bailanta del barrio, una exposición visual con las mejores tapas de la historia del diario Crónica, elegidas por los vecinos, que resignifica, tremendamente, la noción del periodismo como arte.
“En todas las casas de la villa hay algún póster de Crónica pegado”, me informa Martín. “Si eso no es arte, no sé cómo se llama”, me advierte y añade que también eso es cumbia.
La cumbia mágica revela, así, su secreto de mago.
Donde todos dijeron “nada por aquí”, ellos encontraron “mucho por acá”: una ciudad sin Fantasmas no es una una Odisea.

(Publicada en la revista "MU", junio 2010)

La cámara que atraviesa rejas

“El Almafuerte” es un film realizado en ese instituto de menores de máxima seguridad, ubicado en Melchor Romero (La Plata). Es producto del taller de cine que impulsaron los tres directores y muestra la producción llevada a cabo por los chicos allí alojados. El arte y la creación en un ámbito de encierro y barrotes.

Por Luis Zarranz
Un documental que muestra un instituto de menores de máxima seguridad y en vez de dejarte en situación de encierro, te libera. 
Eso es lo que transmite “El Almafuerte”, un film de reciente estreno realizado por tres jóvenes directores, quienes documentan el taller de cine y video que funcionó como excusa para que  los pibes alojados allí tengan su primer acercamiento al registro audiovisual y realicen, a su vez, un documental sobre la revista que impulsan.
Un documental sobre un documental. Sí, mucho más: las voces de los chicos, sus historias, la cámara como juguete rabioso, las risas, las rejas que se van derrumbando, tristezas, el encierro de adolescentes, sus capacidades, la libertad…
Andrés “Gato” Martínez Cantó y Roberto Persano son dos de los directores (el otro es Santiago Nacif Cabrera). Ellos ofrecen detalles no sólo sobre el documental sino sobre cómo los implicó realizarlo.

-¿Cómo surgió la motivación para hacer el documental?
-Roberto Persano: Nos surgió la inquietud de trabajar con menores judicializados, sobre la base de unas investigaciones que veníamos realizando. Como nuestro conocimiento pasaba por lo audiovisual decidimos preparar un taller de cine y video documental que tuviera como trabajo final un cortometraje realizado por los propios integrantes del taller. La idea era darle herramientas y espacios para “liberar” la voz de los que estaban detenidos.

-¿Qué pensaban antes de “El Almafuerte” y qué piensan ahora, tras su experiencia allí?
-Andrés Martínez: Cuando entramos había gente que nos pegaba por derecha (“¿cómo van a ir ahí con todos los pibes chorros?”) y por izquierda (“están siendo funcionales al aparato ideológico del Estado legitimando la prisión para los pibes"). Creemos que la alternativa es el cambio social, pero para eso hay que trabajar el mientras tanto. Buscar alternativas y trabajar en lo que se llama "reducción de daño".
-RP: Al comenzar el taller fuimos con más dudas que certezas y algunos prejuicios que no nos podíamos quitar. Pero eso se resolvió rápido: los pibes siempre se mostraron predispuestos a trabajar junto a nosotros a la vez que nos exigían un compromiso con la continuidad del taller.

-¿La relación con los chicos modificó la idea primaria sobre el contenido?
-AM: La realidad es un horizonte turbulento e impredecible: arrancamos con una idea que luego se fue modificando. Las subtramas, vinculadas a lo cotidiano del encierro, empezaron a competir con la trama, las prácticas didácticas en contexto de encierro. La película fue mutando en estos casi 4 años de trabajo intenso. 

-Tras abordar la temática del encierro, ¿cuál creen que puede ser una solución a esta problemática?
-RP: Si nos remitimos a los resultados, estas prácticas punitivas no sirven para nada. Nadie está preparado para pasarse encerrado en una celda de 3x3 veinte horas al día. Y menos si se tiene 17 o 18 años. La realidad demuestra que cuando los pibes salen muy pocos consiguen una libertad duradera. O están marcados por la policía lo que los convierte en victimas seguras del gatillo fácil, o vuelven al barrio con todo lo que ello implica (drogas, transas, pandillas). Creo, por lo que vivenciamos con este trabajo, que hay que hacer un trabajo en el barrio, modificar el ámbito donde vive el pibe…. No hay que cambiar al pibe de barrio, sino hay que cambiar el barrio del pibe.
-AM: Además, no creemos que nazcan para chorros. La panacea de bajar la edad de imputabilidad implica criminalizar más la pobreza y continuar con la exclusión.

-¿Qué huellas les dejó hacer la película: que cosas les impactaron y siguen ahí, girando en cada uno de ustedes?
-AM: Que los pobres y jóvenes siguen siendo blanco preferido del gatillo fácil y de la discriminación.
-RP: No sé si con la película logramos cambiar algo en la historia de los pibes que están alojados en el Almafuerte, eso lo dirán ellos. De lo que estoy seguro es que sí nos cambio a nosotros.  La relación con ellos, los amigos que ganamos durante esos años de laburo, los chicos que murieron: todo eso dejó marcas en nosotros.


(Publicada en la revista "Sueños Compartidos", junio 2010)