miércoles, 5 de octubre de 2011

Qué ves cuando me ves

Entrevista a Alejandra Egido

Con el reestreno de “Calunga Andumba. Obra afroargentina para re-conocernos”, pone sobre el escenario el legado afro, con el propósito de barrer el racismo. Y deja una inquietud: qué somos capaces de mirar, y qué no.

Por Luis Zarranz
La puerta se abre rápido como una ráfaga. Alejandra Egido, actriz y directora teatral, cruza con ímpetu la frontera que separa la calle de este bar melancólico. Es puntual. Es cubana, es habanera y es afrodescendiente. Es cálida, potente y dulce. Es suave como la caricia. Ésas son las cartografías con la que la describen mis ojos y mi espíritu ni bien se acomoda en la silla.
Además, es la responsable del reestreno de Calunga Andumba, una obra escrita en los setenta por las hermanas Platero, que aborda el legado de la esclavitud y el racismo en la memoria de los argentinos. Fue estrenada en 1976 pero el genocidio interrumpió su realización. Calunga pretendía mostrar y romper la histórica indiferencia y el olvido de los descendientes de esclavos.
34 años después, el grupo TES (Teatro En Sepia), que dirige Egido, reestrenó la obra, en la que un grupo de jóvenes afrodescendientes buscan la historia de sus ancestros y le piden al Fuego que se las cuente. A través de la narración de éste los descendientes se ponen en la piel de los esclavos a la Argentina y representan sus vidas.
Frente al éxito que obtuvo en cartelera, volvió a reponerse durante los sábados de agosto y septiembre de este año con una concepción estética abierta, que le permite al público analizar el brutal comercio que supuso la trata de esclavizados africanos y establecer relaciones con un presente en el que la discriminación racial continúa. Por ello la obra transita dos tiempos teatrales.

Cuando Alejandra arribó a la Argentina, después de vivir algunos años en España, le dijeron que en el país “no había negros”, lo que le resultó un tanto extraño. Preguntó cómo era posible, si es que aquí hubo esclavos. La respuesta fue absoluta: “Todos murieron en la Guerra del Paraguay o con la fiebre amarilla”. Pensó: “Qué bien lo resolvió el poder, no dejó ni a uno”.
Nada de esa historia era cierta y lo comprobó cuando la invitaron a un encuentro en Cancillería, donde todo el mundo era afro; muchos, afroargentinos. Allí dijo que era actriz y podía ayudar a visibilizar esa cultura desde el arte.
Un año después sonó su teléfono. Del otro lado, el INADI (Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo) le ofrecía dirigir Calunga y conocer a la autora.
Surgieron algunos retrasos pero Alejandra empuja las puertas como el viento, así que ya no podían detenerla: logró que la obra fuera declarada de “interés cultural” por la Secretaría de Cultura. Y parió el estreno.
-¿Cómo trabajaste la adaptación?
-La obra está hecha por estampas y un trabajo dramatúrgico que no está hilado te permite entrar y salir en los tiempos, te da cierta licencia poética que fue de la que me aguanté. ¿Por qué razón? Estamos en el siglo XXI y entonces tenía que acercar la obra al público. No hay vestuario. La gente está con su ropa, los actores salen del público, de manera que podría ser cualquiera que está allí y quiera conocer su historia. La obra dura una hora y en una hora: todos juntos buscándonos,encontrándonos, reconociéndonos.

-¿Qué significó reestrenar la obra treinta y cuatro años después?
- Tiene otro sentido pero es el mismo viaje de búsqueda, encuentro y reconocimiento

-Como directora, ¿Qué es lo que más te interesa trabajar con los actores?
-Hay varias cuestiones estéticas que a mí me chiflan. Una es que ni remotamente todos los que actúan son afro, lo cual me encanta porque yo en definitiva, como cualquier actriz, sé perfectamente que el teatro es una convención. Si ahora mismo decidiéramos hacer Romeo y Julieta no hay porqué nacer en Verona. 

-¿Qué esperabas del espectador?
-El teatro es muy poderoso, lo que más soy es teatrista. El teatro es muy movilizador, entonces eso a mí me da mucho gusto porque esclarecer y transitar una historia puede darse por muchos caminos. Esperaba que sirviera para que seamos más los que buscamos, teniendo en cuenta todo lo que habla la obra

-¿Hay desconocimiento de la cultura afro?
-Creo que hay mucho que averiguar todavía. A mí sorprende que haya tan poco de la religión afro. Es interesante ver cómo acá los afrodescendientes argentinos responden a santos católicos. Es otro mundo pero yo creo que llegó el momento de ir buscando por muchos caminos diversas cosas. Dentro de algunos años sabremos muchísimo más.

-¿Qué pasó en el medio, desde aquella vez que te dijeron que “no había negros”, a comprobar que sí los había?
-Lo primero que me hizo fue correr a la Biblioteca Nacional, al Museo de Etnología, no sé ni cuántos libros me leí. No paraba. No paraba. Todo el 2009 me lo pasé estudiando. Fue increíble: salía de un libro y entraba en otro. Me decía "adónde me va a llevar". Esto es una locura mía, la pasión del creador es muy fuerte, por lo menos la mía. La pasión, la pasión, la pasión. Es un elemento a tener en cuenta

-¿Y qué es para vos?
-Salir de tu casa y sentarte a leer en el tiempo antes de ir a trabajar. Como decir “se puede, se puede, se puede”. Creo que si uno no está muy apasionado por algo que hace en el teatro, es mejor que no lo haga. Es en general, pero en el teatro, sin pasión, cuesta.

Percibo con qué énfasis pronuncia cada palabra y descubro, en cada milímetro de su cuerpo, eso mismo que me está queriendo decir con palabras y gestos. Por último, sostiene una frase que siempre dice su mamá: “Uno siempre se acerca a lo que quiere”. En ella creo entender muchas cosas, pero sobre todo porqué arribé al mundo que me acaba de señalar.


(Publicada en la revista ¡Ni un paso atrás!, octubre 2011)

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