El II Congreso de laS LenguaS realizado en la Facultad de Medicina
de la UBA enfatizó el respeto por la identidad, la diversidad cultural y el
rescate de la memoria histórica como fuente de interpretación del presente y
base de construcción de un futuro mejor. Cuatro días de paneles, debates,
expresiones culturales, participación de individuos de diversos pueblos y
lenguas, para decir que hay tantas realidades como voces que la nombren.
Por Luis Zarranz
“La capacidad de resistencia de los pueblos,
transmitiendo y comunicando con nuestras lenguas, en esta diversidad cultural,
es de una riqueza fantástica”. Las palabras del Premio Nóbel de la Paz y uno de
los organizadores del Encuentro, Adolfo Pérez Esquivel, retumbaron en el Aula
Magna de la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires (UBA), donde
se realizó, entre el 18 y el 21 de julio, el II Congreso de laS LenguaS.
Fueron varias las buenas noticias que el Encuentro dejó como resultado. Una de ellas, sin dudas, fue la notable participación en
talleres, conferencias y mesas redondas de individuos de pueblos diversos y
distintas lenguas.
Esta interculturalidad abrió espacio al
intercambio, al conocimiento de otras realidades, otras identidades, otros
espejos en los que es apto y preciso mirarse.
¿Cuál es nuestra raíz? ¿Cuál es nuestro
origen? ¿Qué hacemos aquí? ¿Hacia dónde queremos ir? Las preguntas flotaban
en un aire menos denso que de costumbre, más puro. La identidad, el ejercicio
de la memoria, lo colectivo por sobre lo individual fue parte de este Congreso
de laS LenguaS, que ya desde su nombre dio cuenta de la interculturalidad que
en él se daba cita.
Un integrante
del pueblo mapuche por allí, un aymara venido desde Bolivia por acá, vascos,
guaraníes, algún estudiante porteño, todos y cada uno gritaron “presentes” para
pensar, debatir, reflexionar y tender líneas de acción en torno a las lenguas y
la Educación, los Derechos Humanos, la Identidad, la Memoria, los Medios de
Comunicación, las cuestiones de género, entre otros muchos otros ejes.
Con la intención de crear un espacio para la
diversidad se dio lugar a un foro de reflexión y debate en torno de las
políticas lingüísticas. Este espacio de interacción de culturas y
experiencias, que se ha constituido en una clara demostración de lo que
puede la fuerza popular, ha promovido la defensa de la autodeterminación
lingüística como un Derecho Humano inalienable.
El I Congreso de
laS LenguaS surgió en respuesta al III Congreso
de la Lengua Española, en la ciudad de Rosario, en el 2004. Por tal motivo,
diversas organizaciones decidieron agruparse para organizar aquel primer
encuentro en defensa del derecho a la autodeterminación lingüística de los
pueblos de Iberoamérica.
Así, un colectivo heterogéneo de
instituciones académicas, organizaciones sociales y de derechos humanos,
comunidades aborígenes, movimientos de empresas recuperadas, de
documentalistas, etc; se reunieron para demostrar y, sobre todo para demostrarse,
que las utopías pueden no ser quimeras si se está dispuestos a accionar para
hacerlas realidad.
Organizado por el Equipo de Pueblos Indígenas del Serpaj (Buenos Aires), el Instituto
de Artes Contemporáneas de Rosario “Icaro”, el Movimiento de Documentalistas,
la Cátedra de Etnolingüística, la Agrupación LaS LenguaS, Docentes en el
Congreso de LaS LenguaS y la Cátedra Libre de Salud y Derechos Humanos de la
Facultad de Medicina de la UBA; el II Encuentro tuvo al Premio Nóbel de la Paz,
Adolfo Pérez Esquivel como el principal referente y encargado de su apertura.
“Muchos autores consideran que el siglo XXI
será el siglo de los conflictos culturales y ya no, como el siglo XX, el de los
conflictos entre sistemas políticos y económicos. Acordamos con esta idea,
—dicen los responsables de la convocatoria— si aceptamos que estos conflictos
no encuentran su origen en la diversidad lingüístico-cultural misma, sino en la
falta de respeto por el otro, la pobreza y la marginación que el capitalismo y
su globalización forzada conllevan”.
Enseguida advierten que “las políticas de
negación de las diferencias, que la globalización neoliberal implica, ponen en
peligro no sólo el patrimonio cultural de la humanidad sino la vida misma”.
Se
considera que cada dos semanas muere una lengua en el mundo y que, de continuar
las actuales tendencias de desplazamiento lingüístico, entre el 80% y el 90% de
las lenguas habrán desaparecido al finalizar el siglo XXI llevándose parte de
la memoria colectiva. Lo más preocupante es la enorme aceleración del proceso
desde mediados del siglo XX ya que, actualmente, mueren más lenguas en un
año que antes en treinta o cuarenta.
Tomando como ejemplo la situación de los
Pueblos Originarios de América podemos sostener que, en lo que a la vinculación
entre interculturalidad y dinámica social se refiere, los Estados siguen
“definiendo al indígena como sujeto de interés público y no como sujeto
de derecho” (Bertely Busquets y González Apodaca, 2004)
Estos Pueblos, en las
últimas décadas, han librado una batalla de resistencia y persistencia para
poder recuperar gran parte de su rica identidad, que durante mucho tiempo
intentó ser devastada. En su lucha han debido afrontar todo tipo de
limitaciones, impuestas por políticas neoliberales y evidenciadas en la difícil
situación socio-económica a las que han sido expuestos.
Como recordó Adolfo Pérez
Esquivel, en la inauguración del I Congreso, los mayas dicen “en nuestro idioma
no existe la palabra desarrollo, existe la palabra equilibrio. Equilibrio en
nosotros mismos, equilibrio con los demás, la madre naturaleza, con el
cosmos…Cuando se quiebra el equilibrio que hace a la armonía del universo, se
genera la violencia; y eso es lo que está viviendo hoy, ese mundo llamado
‘civilizado’.”
La interculturalidad es,
por lo tanto, una cuestión de todos, que sólo se reflejará adecuadamente en la
dinámica social, cuando podamos pensar la diversidad lingüístico-cultural
como una metáfora de la pluralidad de pensamiento, y aprender siguiendo a
Paul Ricouer que “el otro es como yo y tiene derecho a decir yo”
rescatando la memoria para que “el pasado no deje de tener futuro”.
Haciendo eje en esa temática fue interesante
observar la participación activa de numerosos sujetos en talleres, paneles y
expresiones artísticas, debatiendo, por ejemplo, sobre “Diversidad lingüística
e identidad”, “Cosmovisión” o “bilingüismo”.
En la última jornada del Encuentro, Pérez
Esquivel presentó al cineasta Pino Solanas cono “un amigo, un militante de la
vida, una
voz muy importante para el pueblo argentino, para los pueblos de América
Latina, que nos trae esa mirada profunda de la vida de nuestros pueblos, esa
mirada que, precisamente, no se quiere tener. No es que no se conozca: no la
quieren poner en evidencia”.
Pino sostuvo que habría que “mirarse en el
espejo para ver la mirada de los otros”.
Luego agregó: “Identidad es igual a imagen, cuando hablamos de alguien
trasmitimos una imagen de esa persona. Y la identidad es un conjunto de
información que va a una totalidad y esa totalidad es una imagen, algo que los
medios de comunicación forjan permanentemente: crean imágenes, son espejos de acontecimientos y forjan ideas, conceptos, aunque
nada de todo eso tiene que ver con la verdad objetiva sino con los intereses y
prioridades de los grandes medios de comunicación, que son una de las armas más
eficaces del sistema de dominación, del sistema de saqueo de los recursos
naturales”.
Así, el director de “La
Dignidad de los Nadies”, “La hora de los Hornos” y su reciente “Argentina
Latente”, entre otros filmes, se zambulló en la identidad argentina: “Somos
hijos de distintos genocidios”, sostuvo. Luego su discurso, de alto voltaje
político, se centró en fustigar al gobierno de Néstor Kirchner, a quien comparó
en varios sucesos con su antecesor, Carlos Menem; en elogiar a Evo Morales por
el cumplimiento de sus promesas; y en hacer un llamado a la unión para evitar
un saqueo mayor. El público presente, más de un centenar de personas, lo
aplaudió en varios pasajes de la conferencia.
Sin embargo, lo más
interesante ocurrió en el momento del debate posterior cuando el intercambio de
opiniones y de impresiones permitió conocer la reflexión de algunos de los allí
presentes. Un doctor egresado de esas aulas, por ejemplo, le agradeció su
presencia en la Facultad de Medicina, a la que consideró una revancha tras
haber estudiado allí en plena época militar. Más tarde, un hombre mapuche
enfatizó el problema de la tierra y se preguntó qué hacía en Buenos Aires si era
mapuche. “Imagínense lo que es un mapuche (cuya traducción al castellano sería
‘gente de la tierra’) sin su tierra”, sostuvo entre indignado y emocionado.
“¡¿Qué hago yo acá?!”, se volvió a preguntar.
Minutos antes, Pino
Solanas había asegurado: “No se puede dominar al otro sin destruir sus valores
o su imagen”.
El punto, entonces,
parecería consistir en desandar ese camino que nos asegura habernos hecho
a imagen y semejanza de no sabe
quién pero sí para qué para negar las múltiples identidades y lenguas
existentes que conforman cientos de mundos dentro de este mundo y lo hacen
maravillosamente heterogéneo.
(Publicada en la revista "Al Margen", Bariloche, octubre 2007)
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