ARTE COMUNITARIO TIMOTENSE
Comenzaron con un espectáculo que contaba la fundación
del pueblo y con ese impulso saltaron al cine. Ahora van a filmar su hito más
polémico: el secuestro de Aramburu.
La historia no es
una escena de Cinema Paradiso, el
célebre film italiano; ni la historia de Alfredo y Totó, sus protagonistas; tampoco
recrea la Sicilia de posguerra. Esta historia ocurrió, treinta años atrás en
Timote, un pequeño pueblo del Partido de Carlos Tejedor, provincia de Buenos
Aires, y los protagonistas eran El Gordo
López, el dueño del cine, y Bruno Rodríguez, su compinche.
Los años pasaron.
La familia López se fue de Timote; el cine El
Moderno cerró sus puertas –en su lugar funciona un bar, “El Viejo Cine”– y
Bruno Rodríguez me está convidando un mate, en su casa, mientras me cuenta la
historia.
Bruno es
veterinario pero ése no es el final de la fábula porque, además, se convirtió
en el director de Arte Comunitario
Timotense, el grupo con el que los vecinos decidieron contar su historia:
ya hicieron una obra de teatro y una película sobre el origen del pueblo y
están grabando escenas de su segundo film: la historia del asesinato de
Aramburu en “La Celma”, una quinta de Timote.
En el pueblo ahora
no hay cine pero los vecinos están de este lado de la pantalla: son los
protagonistas.
Hay legados que son
de película.
PROTAGONISTAS DE SU HISTORIA
La historia de Arte Comunitario Timotense tiene un
hecho fundante: el centenario del pueblo, en 2005. Varios vecinos se juntaron
en una comisión para preparar los festejos. Allí Rodríguez propuso “hacer algo
artístico para contar la historia de Timote”. Hubo quorum, así que convocaron a
los que tuvieran ganas. Había entusiasmo pero poco tiempo: era enero y los
festejos, en marzo. A la primera convocatoria fueron veinte de los 450 vecinos.
Eran pocos, pero los suficientes para contagiarse el entusiasmo y tratar de
desparramarlo a los demás. El mejor medio de comunicación del pueblo, de boca
en boca, hizo el resto: la bola se corrió y noventa vecinos terminaron actuando
en la fiesta del pueblo, con un espectáculo creado y sostenido comunitariamente
que incluía caballos y carruajes en escena, ropas de época, un fortín y un rancho,
música, danza, poesía: algo inédito. Fue un éxito. Como las películas que se
pasaban en El Moderno.
Después del
estreno, el elenco tuvo su celebración interna y en unas de ellas alguien dijo:
“Es una lástima que esto se termine acá. Tendríamos que pensar en seguir”. La
respuesta fueron funciones en Tejedor –cabecera del Partido–, y en Patricios, 9
de Julio, La Pampa: otros pueblos con grupos de teatro comunitario. Ésa fue la primera
red que los abrigó y los potenció. Dice Bruno: “Cada presentación era un
despliegue impresionante, éramos más de cien personas. Un tipo que tiene una
empresa de transporte nos llevaba los caballos, la municipalidad nos daba dos
micros para viajar… era un evento social porque se sumaban las familias”.
La obra –cuyo
nombre es Y serás la patria, basada
en el libro homónimo de otro timotense, el escritor José Adolfo Gallardou,
padre del actor y director Claudio Gallardou (vicedirector del Teatro Nacional
Cervantes)– cuenta la historia del pueblo: la fundación del fuerte “Capitán
Timote” por el general Villegas, en el marco de la Conquista del Desierto, y la
lucha del cacique Pincen, el último de los caudillos de los indios pampas.
La obsesión por la
verdad histórica hizo que el grupo lograra ubicar, en Trenque Lauquen, al
bisnieto del cacique, Lorenzo Cejas Pincen. “Me pongo en contacto con él y lo
invito a participar de la obra, así que hicimos presentaciones a las que vinieron la comunidad de indios
pampas con el bisnieto en el papel de Pincen”, dice Bruno.
Cada función era un
espectáculo artístico, histórico y reparador.
LOS FRUTOS
El hogar de Bruno Rodríguez
se parece a él: es prolijo y plácido. Susana, su compañera, ceba mates. Delifna
y Simón, sus hijos, se divierten en silencio. Afuera el viento sopla con
intensidad. No sopla: sacude.
A la par del
espectáculo teatral, decidieron sumar algunas escenas de cine para intercalarlas
–en pantalla grande– en medio de la obra: un recurso que no sólo les permitía
combinar ambas expresiones sino ordenar los cambios de vestuarios y maquillaje
entre cada escena.
Con las primeras filmaciones
hicieron un corto que se llamó Santillán,
sobre un militar desertor de la Campaña del Desierto. Tanto se entusiasmaron
que, finalmente, terminaron haciendo una película –Pincen, cacique de las pampas, sobre su historia– en la que actúan
160 de los 450 vecinos del pueblo: nadie quería perderse la posibilidad de
protagonizar la fundación de Timote.
Bruno: “Ninguno de
nosotros tiene la más mínima preparación. Ninguno estudió nada: ni guion, ni
dirección, ni cámara, ni edición, ni teatro: son horas de esfuerzo”.
El esfuerzo logró
convocar para la película al bisnieto del cacique, a Osvaldo Bayer –es
antológica su escena en la que increpa a Roca por el genocidio contra los
pueblos originarios– y a los actores profesionales Juan Palomino, Raúl Rizzo,
Claudio Gallardou y Eduardo Blanco quienes actuaron a la par de los vecinos.
La película pone en
el mismo lugar a actores profesionales y vecinos-actores para contar la lucha
desigual del cacique Pincen frente al genocidio planificado por el gobierno
central. Todo, fruto de una producción colectiva de gran ingenio y calidad. “El
secreto es la continuidad, el compromiso y la seriedad de todos”, sostiene el
director del grupo.
Así, se
involucraron en la recuperación de la estación del ferrocarril, totalmente
abandonada luego de que se desmantelara esa ruta. El abandono del Estado y la
desidia se convirtieron, por la acción de los vecinos, en el Centro Cultural
Comunitario: el punto de encuentro del grupo, pero también en el Museo
Histórico Ferroviario, con muestras permanentes de la historia de Timote en
general y del ferrocarril en particular. La sala de espera por momentos se
convierte en microcine y, periódicamente, expone los trabajos realizados por
quienes asisten a los diferentes cursos de Formación Profesional que allí dicta
la Municipalidad.
Recuperaron el
espacio y generaron trabajo: la labor de Arte
Comunitario Timotense logró dos puestos para los vecinos: un coordinador del
espacio y una persona encargada de la limpieza general. Los logros les dieron
fuerza. Ahora están trabajando para que la vieja estación se convierta, además,
en un lugar de hospedaje para ocasionales visitantes: en Timote no hay ninguno.
Además, en 2008,
lograron rebautizar la plaza que llevaba el nombre del general Pedro Eugenio
Aramburu, impuesto por el gobernador militar Ibérico Saint Jean, en 1980. Ahora
lleva el nombre de Roberto Aldo Bordoy, un soldado fallecido en el hundimiento
del crucero General Belgrano, durante la guerra de Malvinas. Para concretar el
cambio, los vecinos hicieron una consulta en la que consiguieron más de 200
firmas de entre los 400 habitantes del pueblo. Con ese aval, llevaron un
proyecto al Concejo Deliberante, donde la propuesta se aprobó por unanimidad.
La otra pelea en la
que están involucrados es mejorar los 18 kilómetros del camino que une el
pueblo con Tejedor, y que en cada inundación los deja aislados.
LOS MUERTOS QUE HABLAN
A mediados de 1970,
Timote tuvo repercusión nacional: cuatro policías locales encontraron en la
quinta “La Celma” el cadáver del ex dictador Aramburu, asesinado en un “juicio
revolucionario” por la organización Montoneros tras la denominada “Operación
Pindapoy” con la que se dieron a conocer. Aramburu fue ejecutado el 1° de junio,
tras haber sido declarado culpable, entre otros hechos, del fusilamiento del
grupo que había intentado un levantamiento contra la denominada Revolución
Libertadora, en 1956; y de la desaparición del cadáver de Eva Duarte.
“La Celma” era una
quinta de los padres de Carlos Ramus, uno de los integrantes de Montoneros.
Hasta allí llevaron a Aramburu, Ramus, Mario Firmenich, Fernando Abal Medina y
otro integrante de la organización, luego de secuestrarlo en su casa de
Recoleta, el 29 de mayo de 1970. La historia aún despierta intensos debates
entre los vecinos de la zona.
La polémica no
impidió que Arte Comunitario Timotense
haya decidido que ése sea el eje de su próxima película, que aspiran estrenar
el año que viene cuando el grupo cumpla diez años y Timote 110. “Los vecinos
tenemos el suficiente derecho a contar esta historia", sostiene Bruno.
El film buscará
darle una impronta local, recurriendo a la memoria colectiva, y centrando la
historia en el Vasco Blas Acébal, el
casero de la propiedad que siempre juró no saber nada del secuestro y
fusilamiento, y que apareció muerto dos meses después del asesinato de
Aramburu. Según la autopsia, la muerte se produjo por un paro cardíaco no
traumático, pero unos meses después un diario de Buenos Aires afirmó que había
sido asesinado de un balazo. El cuerpo de Acébal fue exhumado y se comprobó que
no tenía ningún orificio de bala.
Dice Bruno: “Poder
plasmar en un espacio comunitario las inquietudes del lugar al que pertenecés, contando
la historia con los personajes del lugar tiene un grado alto de emotividad. Esa
emotividad aparece en nuestras producciones porque es cómo lo vivimos”.
Los vecinos se
convertirán, otra vez, en protagonistas de su propia historia. Ésa es la fábula
que eligieron para vencer al olvido: contarse a sí mismos.
+
FB: Arte
Comunitario Timotense
(Publicada en la revista MU, septiembre 2014)
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