El hombre avanza
con pasos tímidos, en contradicción con la decisión que ya tomó. Lleva algo en
las manos, pero nadie –solo él– sabe qué. A quince metros, sentada sobre un
tapial –vestido a cuadros, la sonrisa reluciente, el pelo recogido– ella
conversa con sus dos hermanos mayores. Charlar –estar– en la entrada de las
casas es uno de los rituales más arraigados en los habitantes de este pueblo de
la provincia de Buenos Aires, sobre todo si es domingo y si son las seis de la
tarde.
Mario recorre la
distancia que separa su casa de la de Elvira repasando mentalmente el plan que
elaboró. Dos metros antes de llegar al tapial, esconde las manos –y el secreto–
en el bolsillo. Hace un esfuerzo por relajar el rostro.
–Qué haces, hermano
–le dice Ernesto Montero, el primero en verlo.
–Salí a dar una
vuelta –responde Mario.
–Quedate con
nosotros un rato, ¿querés?
Mario no necesita
responder. Decir que sí hubiese sido redundante: ya está integrado a la escena.
Sin que el resto se percate, se ubica al lado de Elvira, de quien –dirá él–
recibió una sonrisa alegre al llegar. Parece calmo, pero por dentro es un
manojo de ansiedad. Ejecuta el plan: lograr un momento a solas con ella.
–A esta hora me
gusta caminar en la rambla. Estaba yendo para allá –dice, conocedor de los
gustos de Elvira.
–Ay, sí –arremete ella–.
Me encanta, ¿vamos?
Ernesto y Osvaldo
dicen que no, que están esperando a Fabio, que después irán.
Mario se alegra por
dentro y por fuera: se le escapa una sonrisa. El plan es un éxito. En la
rambla, el lugar preferido por ambos para caminar, Mario mete la mano derecha
en el bolsillo y saca un corazoncito de plata: una reliquia que compró a buen
precio.
-Elvira, tomá, es
para vos. Quiero que guardes este corazón porque vos siempre vas a estar en el
mío –le dice tal y como había ensayado mil veces ante el espejo.
La respuesta es un
beso suave y húmedo, como la brisa que los acaricia.
El corazón que mi vecino
Mario le regaló a su esposa Elvira está guardado en un apartado, en el estante
de las cosas importantes.
(Ejercicio del "Máster en Crónica Periodística" de la Revista Orsai, a cargo de Josefina Licitra. Consigna: escribir una escena sobre la palabra "amor", sin mencionarla)
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