martes, 8 de octubre de 2013

120 segundos

Son las 23:58 y Matías mira su reloj: faltan dos minutos para el Año Nuevo. “La puta que lo parió”, dice. Pega un grito. Su voz es una alarma: la familia arriesga el rito familiar de comer seis uvas antes de las doce. Los cuatro se levantan de la mesa como resortes. Tienen ciento diez segundos. Miriam agarra los platos a toda velocidad, los apila y los tira así nomás en la mesada. En el apuro se caen tres cuchillos, pero a nadie le importa que queden en el piso hasta el año que viene. Los demás inventan lugar en la mesa: corren los vasos, la fuente de asado, la panera, los cubiertos, los restos de pollo, la bebida, la sal. Setenta segundos. “Te dije que miraras el reloj, pelotudo”, grita Roberto. Matías agarra las uvas de la heladera. El departamento tiene todo al alcance de la mano, menos mal. Reparten las uvas como si fuesen cartas. Roberto las traga como las recibe, Sofía las acumula en la mano izquierda. Treinta segundos. Se escuchan los primeros fuegos artificiales y Coco, el perro, pega un brinco. Golpea una pata de la mesa y la bandeja de uvas vuela a la mierda. “La reconcha de la lora”, putea Matías. Roberto: “Coco, la puta que te parió”. Miriam dice: “Ya son las doce”, Sofía se mete cuatro uvas de un saque. Quince segundos. Las uvas se desparraman, todos se agachan y gatean manoteándolas. Diez segundos. Coco también come uvas. Se come otra puteada. Cinco segundos. Matías traga la última. Gritan: “Seeiiis”. La tradición está a salvo. Feliz Año Nuevo.

(Ejercicio de redacción de velocidad del "Máster en Crónica Periodística" de la Revista Orsai, a cargo de Josefina Licitra) 

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