Susy odia tanto los
rótulos que su vida es un intento por saltar las fronteras que separan una
clasificación de otra. Es itinerante: todo el tiempo está en movimiento. Aunque
esté quieta, nunca está parada en el mismo lugar. Es movediza e intrigante,
como un gato en celo. Maúlla y ronronea al mismo tiempo, para que nadie diga
que hace una u otra cosa.
Es poeta. Es
cantante. Es escritora. Es activista. Pero es más que la suma de sus partes: ese
enigma es su potencia.
No es hombre ni
mujer: no se siente parte de ninguno de esos dos géneros. Nació varón, pero
luego se travistió para construir su identidad trans, “en permanente construcción”, como se apura en aclarar.
En su blog se
presenta así: “¿Qué soy? ¿Importa? Soy arte”. En Facebook se presenta así: “Soy
género colibrí”. Pero ante mí, se presenta así: “Tomamos una cerveza, ¿no?”.
Susy es su primera
obra de arte: una apuesta poética y política; una revolución permanente. Uno de
sus poemas se llama “Reivindico mi derecho a ser un monstruo”. Allí expone sus
elecciones:
Mi
derecho a explorarme,
a
reinventarme.
A
hacer de mi mutar mi noble ejercicio.
En esa exploración fue
padre y también madre: cuando nació su hija, veintidós años atrás, era Daniel
Bazán Lazarte, su papá; ahora es Susy Shock, el nombre que eligió cuando
decidió parirse a sí misma. Un ma-pa
con puntos cardinales diversos.
Toma la cerveza
como su vida: desprejuiciadamente. Le preocupa tan excesivamente poco la mirada
de los otros, que parece preocuparle demasiado. Antes de verbalizarlas, tantea
el espectro de palabras a utilizar. Ella, escapista de las definiciones, busca
la definición exacta. Cuando la encuentra dispara como una guerrillera contra lo
constituido. Es pintora: como Dalí quiere derretir relojes para anunciar el fin
de los tiempos del mundo binario, dividido en hombre o mujer.
A veces no las
encuentra, a veces no existen las palabras para lo que quiere nombrar. Su
relación sentimental, no en pareja sino en una tríada (tres en el lugar de
dos), es un ejemplo: “No sé qué somos, pero sí lo que vamos dejando de ser”,
dice.
Se escapa de lo
establecido –como si eso fuese un laberinto– por arriba. Hay algo en su postura
que anhela volar.
(Ejercicio del "Máster en Crónica Periodística" de la Revista Orsai, a cargo de Josefina Licitra. Consigna: presentación de un personaje)
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