Por Luis Zarranz
“¿Quién determina
que uno está loco?”. Esa pregunta se hizo Hebe de Bonafini, la presidenta de la
Asociación Madres de Plaza de Mayo, en julio, durante el primer avance del XI
Congreso Internacional de Salud Mental y Derechos Humanos.
La pregunta aún
espera respuesta.

Presten atención
todos los 0800-PRO, los cuerdos, los sanos, los correctos: en La Plata, las
“locas” y los “locos” están participando del XI Congreso de Salud Mental y
DD.HH. Miles y miles debatiendo, discutiendo, militando.
Este Congreso de
Salud Mental –del 6 al 8 de septiembre– tiene un cauce: “El silencio NO es
salud” y dos vertientes: la plena aplicación de la Ley de Servicios de
Comunicación Audiovisual y la Ley Nacional de Salud Mental, ambas ya
sancionadas por el Congreso pero no implementadas en su totalidad.
Silvina Rivilli, la
directora del Congreso, marca el punto exacto para zurcir ambas leyes: “Las
Madres impulsaron fuertemente la Ley de Medios y la Ley Nacional de Salud
Mental. Nos enseñaron que había que luchar para conseguirlas y que tenemos que
seguir luchando para que se apliquen. Porque las necesitamos. Porque el
discurso es el lazo social que nos incluye”.

En las calles, en
la Plaza San Martín, en el Pasaje Dardo Rocha, en los dispositivos de salud
mental desplegados como ejemplos, en las radios comunitarias, en la pluralidad
de voces, con el fin del monopolio: en cada uno de esos ámbitos, el silencio NO
es salud. En la lucha. En la batalla cotidiana, constante, perpetua de
construir un país más justo: allí habita, se prolonga y se extiende el Congreso
de Salud Mental y Derechos Humanos que año tras año organizan las Madres,
demostrando que “imposible” es una palabra que no se halla en su diccionario de
usos y costumbres.
Hacer posible lo
imposible, que la vida venza a la muerta y que el otro sea yo: tres locuras para
derrumbar el mundo cuerdo, excluyente y opresor que, dicen, algún dios quiso
crear.
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