El domingo
pasado se cumplió un año del asesinato de Jorge Galbán Plaza, uno de los
testigos del crimen de Andrea Viera. Eugenia, hermana de Andrea y una luchadora
incansable para lograr justicia en el caso, no puede evitar sentirse responsable
del crimen, por no haberlo protegido lo suficiente. No hubo palabra, hasta
ahora, que mitigue esa culpa. Esta nota es otro intento más.
Por Luis Zarranz
Es tan macabra
la impunidad, tan asesina, que trabaja sobre la culpa del sobreviviente. No en
pocas ocasiones, éstos se sienten responsables por no haber tomado las
precauciones necesarias, por no haber protegido
a un ser querido frente a determinado peligro. “¿Por qué no me pasó a mí?”, es
la pregunta que tortura a muchos sobrevivientes, buscando una explicación que
les alivie la culpa.
El pasado
domingo 27 de abril se cumplió un año del asesinato de Jorge Galbán Plaza, uno
de los testigos principales del crimen de Andrea Viera, asesinada en la
comisaría 1º de Florencio Varela en mayo de 2002.
Eugenia, la
hermana de Andrea, es una incansable luchadora en este caso y en otros tantos,
donde se ha solidarizado por el mismo objetivo: Justicia. Desde el momento
mismo del asesinato de su hermana se puso a recolectar pruebas, organizar
escraches, recorrer juzgados, brindar testimonio, solidarizarse con causas
similares. Todo, en medio del intenso dolor que significa un hecho de esta
calamidad.
Fue Eugenia,
precisamente, la que logró acercar a Galbán Plaza a la causa judicial para que
declarase todo lo que vio y escuchó aquella noche del 10 de mayo en la
comisaría de Varela. Cuando a él lo asesinaron para que no aportase a la
investigación todo lo que sabía, Eugenia acompañaba a su propio hijo que estaba
internado a la espera de una prótesis por una fractura de tibia y peroné tras un
accidente de tránsito. La prótesis, impagable para cualquiera que esté leyendo
estas líneas, tardó una eternidad en llegar debido a la burocracia estatal.
No hay palabra
capaz de lograr que Eugenia no se sienta responsable por la muerte de Jorge. En
su esquema de valores sin precio ella entiende que no supo protegerlo. Que ella
lo metió en la causa que
significaría, luego, su asesinato.
Por eso escribo
esta nota. Porque no supe o no pude encontrar una palabra eficaz, una que le
dijera que no es ella la responsable de su muerte. Por eso escribo: para contar
su historia y para ver si la palabra escrita es más efectiva que la verbal.
Galbán Plaza fue
asesinado hace un año. El 27 de abril se cumplió, también, un año sin novedades
en la causa. “Hablé telefónicamente con la Secretaria del fiscal Darío
Provisionatto de Florencio Varela: me dijo que la causa está en trámite y que
se encuentra en la
Procuración , a cargo de la Dra. Falbo. No tuve
otra respuestas”, me dice Eugenia.
Aquel 27
de abril, José Galván Plaza, fue encontrado muerto en un descampado de esta
localidad del Conurbano, asesinado con un tiro en la sien. Este hombre de 33
años iba que atestiguar en un próximo juicio en contra del policía Marcelo
Aquino, uno de los responsables de las torturas en la Comisaría 1º de Varela
que significaron la muerte de Andrea Viera.
Según Luis
Valenga, abogados querellante, el asesinato del testigo fue “un crimen mafioso”.
“No descarto que entre los autores haya policías bonaerenses en actividad o
exonerados. Fue una ejecución impecable con un claro mensaje mafioso porque no
quedaron huellas y tuvieron la logística necesaria para dejarlo en una zona
descampada muy poco conocida. Además tuvieron la posibilidad de simular un
suicidio plantándole el arma en la mano porque José era zurdo y por ese lado
entró la bala, pero no lo hicieron", señaló.
Galbán Plaza, de
31 años, estaba preso en la comisaría 1º de Florencio Varela cuando el 10 de
mayo de 2002 la policía torturó a golpes, en esa seccional, a Andrea Viera y su
pareja Gustavo Cardozo, luego de ser detenerlos por error como delincuentes que escapaban de un robo y de un
tiroteo.
Andrea murió 12
días más tarde en el hospital Mi Pueblo, a raíz de los tormentos sufridos
mientras estuvo detenida en la seccional. Cardozo pudo sobrevivir y para la Justicia semejante hazaña
ni significó nada: ningún efectivo fue condenado por las torturas que recibió
él.
En el juicio por
el asesinato de Andrea, Galván incriminó a Marta Jorgelina Oviedo, la autora
material del crimen, condenada a reclusión perpetua en su domicilio. Sí: perpetua
en la casa. El dato que convierte el asombro en perplejidad no se ha dicho aún:
Oviedo tiene, apenas, algo más de cuarenta años.
“Yo no sospecho
de nadie, directamente digo que fueron policías los que mataron a (Jorge) Galbán
Plaza, ya que él los había señalado como los que torturaron a mi hermana”,
sostiene Eugenia.
Ella misma
cuenta que Galbán Plaza había sido amenazado antes, durante y después del
juicio, y que además tenía una causa iniciada contra uno de los policías
imputados, el oficial Marcelo Aquino. Galbán quería atestiguar sobre las
torturas contra el esposo de Andrea, que no se consideraron en el primer
juicio. Pero el asesinato impidió su objetivo.
El cadáver del testigo fue hallado dentro de
una zanja, en un camino de tierra que lleva a la tosquera de Sacarpatto, cerca
del barrio Pepsi, en Florencio Varela, a unos 200 metros de la ruta
provincial 36.
El balazo que lo
mató tenía entrada por la sien izquierda y salida por la derecha. En el lugar
donde apareció el cuerpo no había signos de lucha, ni demasiada sangre, ni
marcas de arrastre en el suelo, lo que confirma que lo asesinaron en otro
sitio. El
fiscal que investiga el crimen tiene varias hipótesis, entre ellas la de la
venganza.
La autopsia dice que lo mataron en
otro lugar y que luego llevaron el cuerpo al descampado donde apareció. Le
pegaron un tiro en la sien desde muy cerca, cuando estaba sentado. Usaron un
arma de grueso calibre, una 38 o una 9 milímetros. El disparo lo hicieron
“desde una distancia muy corta”. El cuerpo apareció boca abajo y bien vestido:
zapatillas rojas, de buena marca, pantalón jean azul, remera roja y campera.
Tenía una pulsera en una de sus muñecas y aritos. Como queda claro, el robo no
fue el móvil del homicidio.
Galván Plaza
tuvo custodia policial durante un mes, a partir del 12 de junio de 2006, cuando
comenzó el juicio por la muerte de Andrea Viera. “Cuando terminó el juicio,
pidió que le retiraran la custodia, que era de la Policía Bonaerense ,
porque no se sentía cómodo”, cuenta Eugenia.
Además agrega: “El
gobernador de la provincia en ese entonces, Felipe Solá, nos recibió en su
despacho y a Galbán Plaza lo felicitó por la valentía con la que había actuado
al denunciar a los policías”.
Uno de los datos
más contundentes contra la cabo primera Oviedo, única condenada por el caso
Viera, fue aportado por Galbán Plaza. Fue él quien aseguró que la oficial,
después de la golpiza a la que fue sometida Andrea Viera, le confesó que ella
“sólo le había pegado seis patadas”. También le comentó, en tono confidencial,
que esa noche “se les había ido la mano”. Como consecuencia de los golpes,
Andrea Viera fue internada, en estado de coma, en el hospital Mi Pueblo, de
Florencio Varela, donde falleció el 22 de mayo de 2002.
El 10 de julio
pasado, el Tribunal Oral en lo Criminal (TOC) 3 de Quilmes condenó a la ex Cabo
Primero Oviedo a prisión perpetua por las torturas seguidas de muerte de Viera,
pero absolvió, por beneficio de la duda, a los otros cuatro policías imputados.
Galbán Plaza
había señalado que, días después de lo ocurrido con Viera, el oficial Aquino se
presentó en las celdas para amenazar a los detenidos: “A ustedes les gusta
abrir la boca. Ahora se la van a tener que bancar”. Todos los detenidos dijeron,
luego, que los amenazaron de muerte y que Aquino era uno de los que más
golpeaba a los presos.
Será Justicia
Andrea Viera, de
25 años, viajaba en un colectivo de la línea 324 junto a su pareja, cuando
decidió bajarse en una parada no habitual porque se sentía mareada y con
nauseas. Según su hermana, Andrea estaba embarazada y por tal motivo sentía
esos malestares, tan comunes en los primeros meses de gestación. Los forenses
nunca pudieron confirmar semejante detalle.
Andrea y su
esposo, Gustavo Cardozo, se sentaron en un pilarcito para ver si ella podía
sentirse mejor. Al instante, más de cuatro patrulleros con policías fuertemente
armados se acercaron y dijeron: “Acá están”. “Es ella y está herida” (sic).
Viera y Cardozo fueron llevados a la Comisaría 1º de Florencio Varela y fueron
brutalmente golpeados y torturados. Andrea murió 12 días después en el
Hospital, producto de los golpes recibidos. Gustavo pudo sobrevivir.
El hecho, uno
más de los innumerables casos en los que la Policía Bonaerense
aparece implicada, revela que lejos de ser caso aislado se corresponde a una
practica habitual: perseguir, torturar y asesinar gente pobre.
Eugenia tuvo la
enorme valentía de salir a la calle, de denunciar con nombre y apellido, de
acercar testigos, de batallar mil y una veces frente a jueces irrisorios. La
conocí en una marcha tres días después de la masacre de Cromañón. Le hice la
misma pregunta que a todos los que ese día marchaban soportando un intenso
calor, dolor, desesperación y angustia. Me dijo que marchaba para pedir
Justicia por el crimen de su hermana y que era el mismo Estado el asesino de
los pibes del boliche de Once.
Desde entonces
hemos compartido varias actividades, charlas, marchas y correos electrónicos. Aunque
se desdoble y multiplique esfuerzos para que la impunidad no quede impune, no
puede dejar de sentir culpa por no haber protegido a Galbán Plaza como hubiese
querido.
No, no es tu
responsabilidad, Euge, por más que sea lógico que así lo sientas.
No. Son ellos
los culpables. los asesinos. Es parte de su objetivo que nos hagamos cargo de
sus muertos. No les demos el gusto.
Asesinaron a
Galbán, no porque no lo hayas cuidado, sino porque no soportaron que alguien
dijera con todo detalle qué hacen con los presos.
Estos tipos hacen
lo que quieren y quieren lo que hacen. Lo que no quieren es que se divulgue.
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