Por
si hacía falta una muestra más, 130.000 personas marcharon para abrazar al Río
Uruguay y decirle “No a las Papeleras” y al modelo de desarrollo que aniquila
la naturaleza y al hombre. Un abrazo sobre el Puente Internacional San Martín sintetizó
la conciencia de un pueblo entero.
Por Luis Zarranz
Conmueve hasta la emoción ver a un pueblo
entero marchar por el objetivo que se han impuesto. Impacta. Cala hondo
observar a las familias, los gurises,
los más grandecitos, los adultos, los abuelos, caminar para darle un abrazo
simbólico al Río que les da vida y que está gravemente amenazado por una
empresa finlandesa que se levanta frente a sus orillas.
Jaque al Rey
fue testigo de una de las más multitudinarias manifestaciones que tenga
registro la provincia de Entre Ríos y una de las más gigantescas de todo el
país. 130.000 personas diciéndole “No a Botnia”, el monstruo que se erige en la
más absoluta de las impunidades, y no a un modelo que implica la destrucción
del planeta.
Desde la mañana temprano, el corte sobre la
ruta 136, en Arroyo Verde, fue levantado por primera vez desde el 20 de
noviembre pasado, para permitir el paso de los autos que se dirigían hacía la
movilización.
A diferencia de los dos años anteriores
dónde se había organizado caravanas; en esta oportunidad se decidió que los
autos sólo tuvieran acceso hasta el Puesto de Frontera y desde allí se marchara
a pie hasta el Puente Internacional San Martín.
La Asamblea Ambiental de Gualeguaychú dio
una muestra más del impresionante poder de organización que alcanzó. No hubo
detalle librado al azar. En cada uno de los puestos en que se dividieron los seis
kilómetros de movilización se repartieron –gratis–botellas de agua; la
seguridad fue perfecta, la limpieza impecable –la consigna era que cada uno se
hiciera cargo de lo residuos que generaba y para eso se repartían bolsas–, los
baños químicos estuvieron bien instalados y el sonido amplificado a lo largo de
todo el trayecto resultó eficaz para informar, para levantar consignas y para
que todos supieran qué pasaba más adelante o más atrás.
Gente de Brandsen, de Colón, de Catamarca,
de Esquel, del Riachuelo, de Uruguay, de Finlandia, de Buenos Aires: todos se
hicieron presentes para unirse en el reclamo a la gente de Gualeguaychú, para
abrazar a un río que además significa recuerdos, anécdotas, momentos
compartidos.
Ahí estaban miles de personas para dar
muestra -una vez más- que la política está en otra parte, lejos de los grandes
discursos, de los candidatos rutilantes. La política, la verdadera, la única
posible de cambiar la realidad, está en la gente que cada vez acepta menos todo
tipo de intermediaciones y sale a la calle a unirse a sus semejantes.
Las horas pasaban y cada vez se hacía más
incesante el tránsito de la muchedumbre que iba y venía con el convencimiento
de que es posible, necesario y justo marchar detrás de un sueño. Que “caminante
no hay camino, se hace camino al andar”.
Por ahí andaba la gente Brandsen en reclamo
por la instalación de un basurero frente a sus narices, los habitantes de
Esquel y Catamarca, en lucha contra las minas contaminantes del aire y el
suelo. Los vecinos de la Cuenca del Matanza-Riachuelo, hartos de (sobre)vivir
frente a un basurero a cielo abierto.
Todos ellos estaban y marcharon junto a
cientos de entrerrianos. María Elena, miembro de la Asamblea y lúcida como
siempre, sostenía: “Esto es increíble”. Nicolás, identificado como “Guía” en el
sector Prensa, afirmaba: “Hay embotellamiento en Arroyo Verde, todavía queda
mucha gente por llegar”.
Desde el Corsódromo, 50 colectivos partían
repletos de gualeguaychenses que querían ser parte de semejante expresión
popular.
La cabecera de la marcha, ya pasadas las 14,
era un hervidero de gente que esperaba la llegada de los que venían atrás,
inventando uno y mil trucos capaces de distraer el calor. El sol no había querido estar ausente y su
presencia permitía que el agua del río brillase, chispoteara feliz, loca de
contenta por tanto abrazo, tanto cariño.
A las 14:25, Jaque al Rey llevaba ya
cinco horas de cobertura y movilización cuando logró ubicarse delante de toda
la columna, en el sector dedicado para la Prensa a la espera de la lectura del
documento. La movilización más grande de la que se tenga registro en muchísimos
años estaba haciendo historia.
En ese instante, Jaque al Rey divisó
a unos metros de distancia a Edgardo, uno de los asambleístas con quien
habíamos compartido charlas, reflexiones e impresiones en los dos viajes
anteriores a Arroyo Verde, y que ahora estaba encargado de la seguridad en la
cabecera de la movilización.
Intentamos acercarnos a él, tarea para nada
sencilla puesto que había decenas de personas sentadas reponiendo fuerzas luego
de caminar varios kilómetros. Una vez que fue posible y que nuestras miradas se
cruzaron, el abrazo fue espontáneo: un acto reflejo.
Uno imaginaba un abrazo fuerte, sentido,
emocionado, “gracias”, “de nada, cómo no íbamos a estar”, “Qué impresionante la
cantidad de gente”.
Quién esto escribe jamás vivió abrazo semejante:
tan sentido, tan afectuosamente fuerte. La fuerza de un río se podía sentir en
ese acto de agradecimiento mutuo. Un abrazo con la misma fuerza con la que se sostiene
el Corte y la lucha.
Edgardo no pudo contener la emoción
acumulada desde las siete de la mañana cuando llegó para ocuparse de su
función. Un llanto conmovedor, surgido de las propias entrañas, húmedo,
inocente, espontáneo. Un llanto y un abrazo sólo capaz de surgir frente a un
sueño que se sabe posible frente al apoyo de tanta gente.
En ese instante, en ese preciso momento, nos
sentimos río. Un río risueño que toca la orilla perfecta y que encuentra en
ella el desahogo. No alcanzan las palabras para describir ese momento en el que
un hombre libera todas sus resistencias y le da rienda suelta a sus emociones.
Habíamos ido a abrazar al río y arriba del puente nos dimos cuenta que abrazar
al río era abrazar a Gualeguaychú, un pueblo que tiene la osadía, en un mundo
repleto de mediocres, de decidir su propio destino.
El abrazo con Edgardo sintetiza el abrazo
que fuimos a dar y a cubrir. Un abrazo de gol, del más lindo de todos, en el que
participa todo el equipo.
Que pataleen todos los intelectuales y los
semiólogos del mundo. Pero gestos como éstos, sí: valen más que mil palabras.(Publicada en el sitio "Jaque al Rey", 7 de mayo de 2007)
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