AGUANTE PESCUEZO
El grupo de teatro comunitario de Quilmes ya
tiene 5 años, una obra estrenada y otra en camino. La fórmula: divertirse para
divertir.
Resulta
que Afuera hace mucho frío y Adentro, calor. Afuera, en las calles céntricas de
Quilmes, el viento helado sacude y petrifica. Adentro, en el ensayo del grupo “Aguante
Pescuezo” en la Escuela Municipal de Bellas Artes (EMBA), los cuerpos gozan:
están en movimiento. En la frontera, un guardia con uniforme policial, arito en
la oreja izquierda y un termo en la mano, me pregunta si sé cómo llegar al
lugar al que voy.
–Si
no sabes, te llevo en el ascensor –me dice
Acepto
su amabilidad y veintitrés segundos después estoy abriendo una puerta del
segundo piso en donde veo a treinta personas en ronda, de pie –las piernas
levemente flexionadas– dándose palmadas en los muslos diciendo –todos juntos–
algo así como mereketeque teque teque.
Parece
un juego, un rito colectivo o una entrada en calor.
Son
las tres cosas a la vez: el Adentro placentero del que les hablé
HABÍA UNA VEZ…
Resulta
que en 2009 Adhemar Bianchi, Ricardo Talento y Edith Scher –los directores de
los grupos de teatro comunitario Catalinas Sur, Circuito Cultural Barracas y
MateMurga, respectivamente– dieron un seminario en la Universidad Nacional de
Quilmes (UNQ).
Resulta
que, a partir de esa actividad, varios de los allí presentes decidieron
conformar un grupo que reuniera a los vecinos de la zona con ganas de hacer
teatro comunitario: estaba naciendo “Aguante Pescuezo”
Resulta
que eso fue en junio de 2009 y que ahora es junio de 2014 y que pasaron cinco
años en los que el grupo creció –ahora lo integran más de cincuenta personas–;
cambió un par de veces de sede: de la UNQ al Don Bosco, de allí a la EMBA; y
creó “Había una vez un río…”, la obra en la que cuentan la historia de Quilmes
con el río como testigo de los cambios: la llegada de los aborígenes Kilmes, la
ribera, el tranvía, las fábricas, el barrio.
Resulta
que en estos cinco años hicieron otras cosas:
ü Parieron
nuevos lazos sociales entre los vecinos.
ü Generaron
vínculos humanos en lugar de relaciones instrumentales.
ü Construyeron
un espacio de encuentro y pertenencia que atraviesa edades, clases sociales,
niveles de instrucción y procedencia barrial.
ü Jugaron
y se divirtieron como perros.
ü Desafiaron
el peor de todos los miedos: el ridículo
ü Comenzaron
a preparar otro espectáculo en el cual todos asisten al cumpleaños 101 de un
vecino muy querido en el que suceden cosas imposibles de anticipar.
Por
esto, unos minutos después del mereketeque
teque teque están divididos en dos numerosas familias ensayando escenas de
la nueva obra que tendrá a muchísimos vecinos-actores en escena, una orquesta
de tango en vivo, bailarines, cantantes y una trabajada escenografía.
MONTESCOS Y CAPULESCOS
Orlando
“Pachu” Mastropaolo es el director del grupo y dice que el teatro comunitario
representa la identidad: “El vecino elige contar la historia de su comunidad, y
el público que ve el espectáculo se identifica con ella y con ellos. Y si no es
de ese lugar, de todas maneras comprende, a través de la historia, su
idiosincrasia”. Para Orlando ser el director de “Aguante Pescuezo” es un
desafío permanente. Elige estas palabras: “Me llena de energía, me pone pilas
porque todo el tiempo tengo que pensar, repensar, resignificar el trabajo, ver
a cada uno, hasta dónde puede y quiere llegar, qué puede trabajar dentro del
grupo”.
Quimei
Correa tiene 24 años y hace un año y medio se recibió acá, en la EMBA, de profesor
de música. Seis meses después comenzó a participar del grupo, a cargo de la
parte musical. Antes de unirse no tenía ninguna referencia sobre el teatro
comunitario. Así resume lo que aprendió: “Rompió el ‘hay que saber para hacer’.
No, no hay que saber: para hacer hay que participar”.
Orlando
y Quimei están, ahora, dando diversas indicaciones para el ensayo. La escena es
–resulta– así: Dos vecinas del barrio –Romualda y Lorenza– tienen un histórico
enfrentamiento. Cual Montescos y Capuletos, sus familias están enemistadas
desde años remotos. Sobre el escenario, Romualda y Lorenza están sentadas
mirando al público, ambas con su séquito de familiares detrás repitiendo,
coralmente, las frases que ellas dicen. Se avecina un enfrentamiento. Quimei
les dice a los romualdistas que su canto debe ser como el de hinchada. Los
lorenzistas, de estilo gauchesco.
Orlando:
“Cuando pegan el grito miren al público, coloquen el pecho inflado, recuerden
que estamos haciendo un sainete”.
Parece
un ensayo de primer nivel, un grupo de coreutas en pleno desarrollo o un
ejercicio de práctica teatral.
Son
las tres cosas a la vez
OJOS QUE NO VEN
En
los noticieros de tv, en el imaginario aporteñado que no atraviesa las
fronteras de la Ciudad y en el discurso de los taxistas que, sin embargo, son
hijos de él, el Conurbano es un lugar peligroso, morocho, inabarcable, inseguro
y cumbiero: desconocido. El degradado paisaje que encierra a la urbe.
Todo
lo que no reafirme y sostenga esta esquemática descripción no ingresa al radar
de noticieros, imaginarios aporteñados ni discursos de taxistas. Quizá por eso “Aguante
Pescuezo” y los demás grupos de teatro comunitario que crecen, se sostienen y
se arraigan en el Gran Buenos Aires tienen multiplicado el mérito: por lo que
hacen, por lo que representan y por lo que construyen.
Las
tres cosas a la vez.
Orlando
afirma que el trabajo con los vecinos en el espacio público es maravilloso.
Destaca un concepto: la irrupción que se genera, el protagonismo de los que lo
habitan cotidianamente, en un contexto de creación. Y dice: “Es novedoso desde
el momento en que el público se siente parte también. No está viendo algo que
viene de arriba o un clásico que está lejos: es parte de lo que se cuenta”.
“Me
parece que la época en sí dice algo: muy poca gente va al teatro, hay muy poco
hábito. No es como antes que se iba asiduamente porque era una salida y estaba
hasta la ropa que te ponías para ir al teatro. Sin embargo, los espectáculos
comunitarios siempre son con altísima convocatoria”.
Dicen
que cada acción tiene su reacción: “Desde el mundo del arte me han planteado
que el teatro comunitario no es teatro con el argumento de que no es gente profesional
y que no se trabaja con las técnicas del teatro clásico”, dice Orlando. Él
mismo cita y responde: “Yo planteo que sí: hay un trabajo en escena, hay una
puesta, hay actores. Peter Brook –uno de los directores más influyentes del
teatro contemporáneo– decía que para que haya teatro tiene que haber un lugar,
alguien que se ponga en ese lugar, que haya otro que lo vea y ya está el hecho
teatral. Somos muchos los que estamos en esto: hay que lograr cambiar esta
mirada sesgada”.
LO QUE HAY QUE MIRAR
Coquena
Carrilero está a cargo de las dinámicas teatrales. Es ella la que coordina la
danza del mereketeque teque teque que
desinhibe los cuerpos. Tiene labios finos y ojos fuertes y refulgentes:
audaces. Resulta que desde hace dos meses participa en el grupo. Sus palabras titilan,
como sus ojos: “Cuando el vecino se suma a espacios como estos puede
encontrarse con el otro desde un lugar diferente. Éste es un espacio libre:
para jugar, para reírse. Y además se resignifican los vínculos desde un lugar
sin prejuicios: se juega lo interno, la vivencia; disfrutar sin imposiciones
sociales”.
Resulta
que mientras Coquena habla de cómo el Adentro derrite las obligaciones que
impone el Afuera veo a grandes, chicos y mayores, desparramados en grupo,
agarrándose unos a otros jugando a construir la forma de diferentes objetos con
el cuerpo humano: una mesa colectiva, un perchero, una bicicleta grupal: uno se
encorva y es una rueda, otro se le sube arriba, se sienta con las piernas
cruzadas y forma una silla: así con la participación de ocho personas por
grupo.
Cinco
minutos después resulta que están con otro juego: caminan de un lado a otro del
salón haciéndose los malevos: el pecho erguido, un cigarrillo imaginario, la
mirada amenazante.
Ni
David Copperfield podría saber que detrás de aquel Malevo, de éste, de esa, de
ésta, de aquella, está un profe del colegio, el plomero, la contadora, la
maestra, el desocupado, la estudiante. ¿Quién sabe quién es quién?
Lo
invisible es esencial a los ojos: resulta indispensable ver el hilo que los
zurce y que los une, pero no los ata.
Al
rato me voy y resulta, entonces, que estoy otra vez Afuera, buscando un abrigo
y una excusa para volver.
Facebook.com/aguante.pescuezo
(Publicada en la revista MU, julio 2014)
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