Con talento y una prolífica trayectoria pudo correrse de
la etiqueta que lo pegaba a su hermano, Jorge Drexler. En los últimos diez años
compuso múltiples canciones, grabó cuatro discos y realizó más de 500 recitales
en casi quince países. El próximo jueves cruzará el charco para volver a cantar
en nuestro país.
Por Luis Zarranz
“En mis canciones,
más que transmitir ideas, transmito dudas”. Con esa frase Daniel Drexler define
sus propósitos a la hora de crear canciones. Además, agrega: “Me interesa
generar empatía y cuando uno lo hace, se pone en un lugar de empate y no en ‘esclarecedor
iluminado””.
Con esas premisas
que lo acercan (más) a su público, el músico uruguayo volverá a presentarse en
Buenos Aires, el próximo jueves 15, en un show en el que recorrerá temas de sus
cuatro discos y adelantará algunas canciones de su próximo álbum.
Desde hace un par
de años ha dejado de ser mencionado sólo como el hermano menor de Jorge Drexler,
de notable trayectoria, para ser reconocido por su propio talento como uno de
los mejores cancionistas uruguayos de su generación.
Su música se
enmarca en la canción pop electroacústica, con una marcada influencia de
géneros folclóricos de la cuenca del Río de la Plata como la milonga, el
candombe, y la murga montevideana.
Si bien tiene su
residencia del otro lado del charco, Daniel Drexler gira por todo el mundo a
raíz de su constante búsqueda e intercambio. Este año participó en el Festival
Barnasants de Barcelona, el encuentro de músicas de autor más importante de
España, donde regresará inmediatamente después de su show en La Trastienda.
“Con esta presentación en Buenos Aires me siento como un novio después de un largo
noviazgo que decide, por fin, ir al civil: ya son más de 8 años”, dice con mezcla
de nerviosismo y ansiedad.
-Está trabajando en un nuevo disco, ¿qué nos puede
adelantar de él?
-El nuevo disco se llamará
“Mar abierto” y va girar alrededor de cómo me siento: con un horizonte de 180
grados y con las velas al viento. Va a ser un disco mucho menos racional que “Vacío”
y “Micromundo”. Voy a buscar la emoción directa, descarnada. Ya tengo nueve canciones
terminadas y vamos a estrenar dos en el show: “La simiente”, que hice para mi
hija menor, Melita; y “La Serena”, un tema dedicado al lugar donde vengo
pasando mis últimos veranos, en compañía de una banda enorme de amigos, entre
ellos varios argentinos.
-Con el público argentino ha construido una relación de
especial afecto. ¿Qué significa para usted presentarse en nuestro país?
-A esta altura,
presentarme en Argentina es hacerlo en mi casa. En relación a Uruguay, Borges
decía que “lo oriental es el sabor de lo que es igual pero es diferente” y lo
mismo aplica para cómo me siento en Buenos Aires. Antes sentía que la ciudad me
pasaba por arriba, pero con los años fui construyendo una trama humana
maravillosa. Para quien viene de una ciudad pequeña, la sensación de libertad
es increíble, creo que puedo entender perfecto cuando Fito dice “perdido en una
enorme ciudad, en una rueda mágica”. Al contrario de lo que parece a primera
vista, es una ciudad muy humana. Lo que más me gusta de su público es que es
muy pasional y muy directo.
-Luego de su concierto en Argentina, partirá de gira a
Europa. ¿A qué escenarios?
-Voy a abrir la
gira tocando en el Festival por el Bicentenario de Uruguay en Barcelona, en un
escenario al aire libre en las ramblas de la ciudad y la voy a cerrar en la
Sala Clamores de Madrid, donde ya toqué en octubre. En el medio voy a hacer
Sevilla, Granada, Cadiz, Jaen, Alicante y Zaragoza.
-En todas las historias, suele haber “Un día…” para
señalar el comienzo de algo. ¿Cuándo, y cómo, fue el momento en que empezó a
sentirse músico?
-A los 17 años,
cuando me bajé de mi primer escenario relativamente “oficial”, tuve un pequeño
ataque de pánico. Con el tiempo me di cuenta que en ese momento había probado
la fruta prohibida y que estaba entre la espada y la pared porque ya no iba a
poder pasar el resto de mi vida sin pensar en lo que había sentido ahí arriba.
Después vinieron largos años de fricción hasta que, por fin, en los últimos
años logré definitivamente acomodarme en la sensación de que soy músico. Igual,
cada tanto, cuando lleno los papeles de migración en los aeropuertos, al llegar
a la casilla “profesión” vuelvo a dudar.
La música de Daniel
Drexler tiene una trama que fusiona sonidos característicos del Río de la Plata
con paisajes sonoros cosmopolitas. Entre sus influencias artísticas menciona a Fernando
Cabrera, Chico Buarque, Caetano Veloso, Gilberto Gil, Beatles, Bob Marley,
Bjork, Miles Davis y Spinetta, entre otros que revelan un abanico musical
amplio y diverso.
Como buen oriental,
es reflexivo, ameno e interesante para la conversación. Sostiene que se está
dando un “retorno a la diversidad de las culturas regionales como respuesta a
la globalización de la era de Internet”. Ante la inquietud sobre si ese renacer
tiene algún punto de abrojo con el proceso político latinoamericano, responde:
“Creo que los procesos artísticos y los políticos están muy interrelacionados,
pero en particular en el caso de Iberoamérica -en este momento histórico-, el
arte se adelantó a la política. O al menos eso quiero creer. Los procesos de
identidad común continentales tienen otra escala temporal y otra inercia que
los avatares de la política. Quizás tenga que ver que 200 años después de haber
dividido el continente en tantos países nos sentimos con la suficiente madurez
como para empezar a mirar más lo que tenemos en común y menos lo que tenemos de
diferente”.
-Usted ha incursionado en la composición de música para
películas (“Familia Tipo”, “Caminantes” y “Historias da Fronteira”). ¿Qué
destaca de esa experiencia? ¿Le interesa profundizar esa faceta?
-Sí, me encanta
poder sentir que participo en la creación de algo tan maravilloso. Soy un
cinéfilo empedernido y creo que encontré la forma de participar de algo que
hace tanto tiempo disfruto como espectador. Cuando hago música para una
película, a diferencia de lo que pasa cuando grabo un disco, siento que me
tengo que poner al servicio de la imagen, y eso es en gran medida una sensación
liberadora.
-En
su trayectoria se aprecia una intensa búsqueda de nuevos sonidos. ¿Cuáles despiertan
su curiosidad en la actualidad?
-Me interesa volver al sonido acústico, a la
experiencia de una banda tocando en simultáneo. Volver a la madera, al ruido de
la uña sobre la cuerda, al golpe de la mano sobre las teclas. Sobre todo, me
interesa recuperar el rango dinámico, la sensación de aire que se respira en
discos como “Kind of blue” (de Davis). Y todo eso relacionado con una búsqueda
de la emoción en su estado más primario.
-¿Prefiere
apelar a los momentos de inspiración o se impone alguna rutina?
-No soy bueno para las rutinas. No soy bueno
para imponerme tareas creativas. Las cosas me van pasando en el momento que las
cosas deciden que tienen que pasar. A veces estoy meses sin escribir una línea
y de pronto escribo 4 o 5 canciones enteras en un fin de semana.
-Lennon decía que “algunos están dispuestos a cualquier
cosa, menos a vivir aquí y ahora”, ¿Qué significa y qué implica para usted lo
cotidiano? ¿Cómo cree que desde allí se puede abordar lo trascendente?
-Más que en la
trascendencia estoy interesado en la “inmanencia”. Y como nadie lo sabe decir
mejor que el maestro, respondo con una frase suya, que es una de las frases más
hermosas que ya se hayan escrito en una canción: “Life is what happens to you
while you're busy making other plans” ("La vida es lo que te pasa mientras
estás ocupado haciendo otros planes”).
(Publicada en el diario "Tiempo Argentino", el 15 de septiembre de 2011)
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