jueves, 15 de septiembre de 2011

Mucho más que “el hermano de”

Daniel Drexler

Con talento y una prolífica trayectoria pudo correrse de la etiqueta que lo pegaba a su hermano, Jorge Drexler. En los últimos diez años compuso múltiples canciones, grabó cuatro discos y realizó más de 500 recitales en casi quince países. El próximo jueves cruzará el charco para volver a cantar en nuestro país.

Por Luis Zarranz
“En mis canciones, más que transmitir ideas, transmito dudas”. Con esa frase Daniel Drexler define sus propósitos a la hora de crear canciones. Además, agrega: “Me interesa generar empatía y cuando uno lo hace, se pone en un lugar de empate y no en ‘esclarecedor iluminado””.
Con esas premisas que lo acercan (más) a su público, el músico uruguayo volverá a presentarse en Buenos Aires, el próximo jueves 15, en un show en el que recorrerá temas de sus cuatro discos y adelantará algunas canciones de su próximo álbum.
Desde hace un par de años ha dejado de ser mencionado sólo como el hermano menor de Jorge Drexler, de notable trayectoria, para ser reconocido por su propio talento como uno de los mejores cancionistas uruguayos de su generación.
Su música se enmarca en la canción pop electroacústica, con una marcada influencia de géneros folclóricos de la cuenca del Río de la Plata como la milonga, el candombe, y la murga montevideana.
Si bien tiene su residencia del otro lado del charco, Daniel Drexler gira por todo el mundo a raíz de su constante búsqueda e intercambio. Este año participó en el Festival Barnasants de Barcelona, el encuentro de músicas de autor más importante de España, donde regresará inmediatamente después de su show en La Trastienda. “Con esta presentación en Buenos Aires me siento como un novio después de un largo noviazgo que decide, por fin, ir al civil: ya son más de 8 años”, dice con mezcla de nerviosismo y ansiedad.

-Está trabajando en un nuevo disco, ¿qué nos puede adelantar de él?
-El nuevo disco se llamará “Mar abierto” y va girar alrededor de cómo me siento: con un horizonte de 180 grados y con las velas al viento. Va a ser un disco mucho menos racional que “Vacío” y “Micromundo”. Voy a buscar la emoción directa, descarnada. Ya tengo nueve canciones terminadas y vamos a estrenar dos en el show: “La simiente”, que hice para mi hija menor, Melita; y “La Serena”, un tema dedicado al lugar donde vengo pasando mis últimos veranos, en compañía de una banda enorme de amigos, entre ellos varios argentinos.

-Con el público argentino ha construido una relación de especial afecto. ¿Qué significa para usted presentarse en nuestro país?
-A esta altura, presentarme en Argentina es hacerlo en mi casa. En relación a Uruguay, Borges decía que “lo oriental es el sabor de lo que es igual pero es diferente” y lo mismo aplica para cómo me siento en Buenos Aires. Antes sentía que la ciudad me pasaba por arriba, pero con los años fui construyendo una trama humana maravillosa. Para quien viene de una ciudad pequeña, la sensación de libertad es increíble, creo que puedo entender perfecto cuando Fito dice “perdido en una enorme ciudad, en una rueda mágica”. Al contrario de lo que parece a primera vista, es una ciudad muy humana. Lo que más me gusta de su público es que es muy pasional y muy directo.

-Luego de su concierto en Argentina, partirá de gira a Europa. ¿A qué escenarios?
-Voy a abrir la gira tocando en el Festival por el Bicentenario de Uruguay en Barcelona, en un escenario al aire libre en las ramblas de la ciudad y la voy a cerrar en la Sala Clamores de Madrid, donde ya toqué en octubre. En el medio voy a hacer Sevilla, Granada, Cadiz, Jaen, Alicante y Zaragoza.

-En todas las historias, suele haber “Un día…” para señalar el comienzo de algo. ¿Cuándo, y cómo, fue el momento en que empezó a sentirse músico?
-A los 17 años, cuando me bajé de mi primer escenario relativamente “oficial”, tuve un pequeño ataque de pánico. Con el tiempo me di cuenta que en ese momento había probado la fruta prohibida y que estaba entre la espada y la pared porque ya no iba a poder pasar el resto de mi vida sin pensar en lo que había sentido ahí arriba. Después vinieron largos años de fricción hasta que, por fin, en los últimos años logré definitivamente acomodarme en la sensación de que soy músico. Igual, cada tanto, cuando lleno los papeles de migración en los aeropuertos, al llegar a la casilla “profesión” vuelvo a dudar.

La música de Daniel Drexler tiene una trama que fusiona sonidos característicos del Río de la Plata con paisajes sonoros cosmopolitas. Entre sus influencias artísticas menciona a Fernando Cabrera, Chico Buarque, Caetano Veloso, Gilberto Gil, Beatles, Bob Marley, Bjork, Miles Davis y Spinetta, entre otros que revelan un abanico musical amplio y diverso.
Como buen oriental, es reflexivo, ameno e interesante para la conversación. Sostiene que se está dando un “retorno a la diversidad de las culturas regionales como respuesta a la globalización de la era de Internet”. Ante la inquietud sobre si ese renacer tiene algún punto de abrojo con el proceso político latinoamericano, responde: “Creo que los procesos artísticos y los políticos están muy interrelacionados, pero en particular en el caso de Iberoamérica -en este momento histórico-, el arte se adelantó a la política. O al menos eso quiero creer. Los procesos de identidad común continentales tienen otra escala temporal y otra inercia que los avatares de la política. Quizás tenga que ver que 200 años después de haber dividido el continente en tantos países nos sentimos con la suficiente madurez como para empezar a mirar más lo que tenemos en común y menos lo que tenemos de diferente”.

-Usted ha incursionado en la composición de música para películas (“Familia Tipo”, “Caminantes” y “Historias da Fronteira”). ¿Qué destaca de esa experiencia? ¿Le interesa profundizar esa faceta?
-Sí, me encanta poder sentir que participo en la creación de algo tan maravilloso. Soy un cinéfilo empedernido y creo que encontré la forma de participar de algo que hace tanto tiempo disfruto como espectador. Cuando hago música para una película, a diferencia de lo que pasa cuando grabo un disco, siento que me tengo que poner al servicio de la imagen, y eso es en gran medida una sensación liberadora.

-En su trayectoria se aprecia una intensa búsqueda de nuevos sonidos. ¿Cuáles despiertan su curiosidad en la actualidad?
-Me interesa volver al sonido acústico, a la experiencia de una banda tocando en simultáneo. Volver a la madera, al ruido de la uña sobre la cuerda, al golpe de la mano sobre las teclas. Sobre todo, me interesa recuperar el rango dinámico, la sensación de aire que se respira en discos como “Kind of blue” (de Davis). Y todo eso relacionado con una búsqueda de la emoción en su estado más primario.

-¿Prefiere apelar a los momentos de inspiración o se impone alguna rutina?
-No soy bueno para las rutinas. No soy bueno para imponerme tareas creativas. Las cosas me van pasando en el momento que las cosas deciden que tienen que pasar. A veces estoy meses sin escribir una línea y de pronto escribo 4 o 5 canciones enteras en un fin de semana.

-Lennon decía que “algunos están dispuestos a cualquier cosa, menos a vivir aquí y ahora”, ¿Qué significa y qué implica para usted lo cotidiano? ¿Cómo cree que desde allí se puede abordar lo trascendente?
-Más que en la trascendencia estoy interesado en la “inmanencia”. Y como nadie lo sabe decir mejor que el maestro, respondo con una frase suya, que es una de las frases más hermosas que ya se hayan escrito en una canción: “Life is what happens to you while you're busy making other plans” ("La vida es lo que te pasa mientras estás ocupado haciendo otros planes”).

(Publicada en el diario "Tiempo Argentino", el 15 de septiembre de 2011)

No hay comentarios:

Publicar un comentario