miércoles, 5 de mayo de 2010

En el nombre del Padre

ENRIQUE STOLA, PSIQUIATRA

Asistió a dos de las víctimas del cura Grassi, y ahora explica qué hay en la cabeza de los abusadores sexuales. La Iglesia, el poder, y sus asociación ilícitas.

La Iglesia Católica tiene en su currículum oculto abusar de niños, niñas y adolescentes que están bajo su cuidado”. La persona que me dice esta frase no es un cronista eclesiástico que relata los últimos episodios que involucran a sacerdotes y prelados de todo el mundo en casos de abuso sexual.
No.
No es ningún cronista con información privilegiada pero sin embargo, o quizá por eso, es capaz de ofrecer cientos de pistas para entender a una institución repleta de miserias (no económicas) y especializada en su pretensión de disciplinar cuerpos ajenos tanto como en silenciar eso que los medios llaman “escándalos” y no son otra cosa que delitos aberrantes cometidos por curas y obispos contra menores.
Su nombre es Enrique Stola. Es médico, especialista en Psiquiatría y Psicología Médica y Clínica. Es reconocido mundialmente como terapeuta en la atención de cuestiones de maltrato infantil y violencia intrafamiliar, institucional, sexual y de género. Fue el psiquiatra de dos de los jóvenes por el que encontraron culpable al sacerdote Julio César Grassi por abuso sexual agravado y corrupción de menores.
Es él quien relata los antecedentes de la Iglesia y no precisamente por leerlos en los diarios sino por tratarse de casos con los que debió (y debe) luchar en carne propia. Me brinda más detalles de ese curriculum católico: “Ese abuso lo hacen en nombre de Dios, lo que tiene mucho mayor peso sobre el psiquismo de la víctima”. Sigue: “No me sorprende el destape de curas abusadores que ahora los medios traen como ‘novedad’. No me sorprende el destape en los países anglosajones”.

-¿Por qué? ¿Hay una explicación de porqué los casos salieron a la luz en estos países?
-Sí, porque en los países anglosajones la Iglesia tiene menos poder, entonces puede controlar menos. Pero si vemos a la Iglesia como una institución universal, la cantidad de curas abusadores que hay en los países latinos debe tener la misma proporción que en los países anglosajones, sólo que no se sabe por el poder político que tiene la Iglesia en estos lados.

Enrique habla sereno pero no pierde contundencia, al contrario: la multiplica. La voz le sale mansa aunque el contenido galope. Su tesis no atribuye al celibato las causas de los abusos eclesiásticos. Ni siquiera piensa que sea la institución la que los convierte en pedófilos, aunque exprese que éstos no son una excepción dentro de la Iglesia sino todo lo contrario. “Creo que estas personas que ejercen el poder mediante la sexualidad buscan una institución que les dé impunidad  y cobertura, o sea entran a la Iglesia sabiendo que allí van a tener chicos a quienes someter”. Agrega: “Desde siempre, ha sido una institución que puso mucho énfasis en disciplinar los cuerpos y en lo posible hacerlo desde pequeños. Entonces hubo una gran cantidad de niñas y niños a disposición de estos de curas abusadores”.

-¿Que daño psíquico produce en una víctima el abuso en manos de un sacerdote, al que en edades de formación suele verse como una “guía espiritual”?
-El daño es mayor que en otros casos de abuso porque si uno respeta las creencias de las personas tiene que ser muy cuidadoso de las actitudes que toma cuando un niño o una niña están a su cuidado. Y lo que ocurre con gran cantidad de abusados por curas, es que pierden su fe en dios. Es una cosa muy grave porque cambia toda la perspectiva de la existencia de la persona. No digo que sea mejor o peor creer en dios, solamente estoy señalando que el impacto existencial que tiene sobre la persona es muy grande cuando son abusadas en su nombre “porque a dios le gusta”, “porque este amor que tenemos está bendecido”, según suelen decir los religiosos abusadores. Cambia la existencia de estos chicos o chicas y es por la experiencia terrible que le han hecho vivir. Yo creo que dentro de esta institución terrible hay enmascarada una asociación ilícita de abusadores sexuales que se mueven con total impunidad con el amparo del poder político de la Iglesia. Y en esto es responsable no solo el actual Papa sino todos los anteriores.

-¿Sería posible terminar con esa “asociación ilícita” si hubiera voluntad política o la cuestión va mucho más allá?
-El asunto es que no es posible que en una institución así aparezca un Papa con otra política. Podrá aparecer con un discurso aggiornado, que no es el caso, pero una institución que ejerce poder, poder sobre los cuerpos; político, económico, creo que es irrecuperable.

-¿Por qué no ocurre lo mismo en otras religiones? ¿O se conocen menos?
-Ocurre, pero ninguna tiene el poder de la Iglesia Católica en el mundo. Cuando ha pasado en iglesias protestantes, la actitud ha sido totalmente diferente: no lo ocultaron. En cambio, en la estructura política del catolicismo ocultar es una práctica sistemática que, incluso, fue escrita. El Santo Oficio dictaminó que debía ocultarse, que debía mantenerse en silencio, fue una orden. Si quisieran cambiar de política habría que ver si podrían cambiar las costumbres porque esto es parte de la cultura de la institución. Es como cuando un país saca una ley que es muy avanzada: no cambia la práctica cultural de ese país por más vanguardia que sea.

Justicia divina
En este contexto que Stola desmenuza sobre el poder político de la Iglesia, imagino que no debe haberlo sorprendido el fallo que declaró culpable al sacerdote Julio César Grassi y lo condenó a 15 años de prisión con la salvedad que lo dejó en libertad hasta que el fallo esté firme (actualmente, en apelación ante la Cámara de Casación). Como si fuera poca cosa, los mismos jueces que lo encontraron culpable de esos delitos dispusieron que podía volver a la escena del crimen, la Fundación Felices los Niños, acompañado por un tutor a su propia elección.
Stola no se sorprende por una sentencia que rinde culto al poder divino. “Solamente la lógica de la complicidad puede explicar el dictamen del Tribunal”, dirá este médico psiquiatra que una semana después del informe televisivo que expuso la conducta del cura (octubre de 2003) se hizo cargo de la contención, el acompañamiento y la atención profesional de “Gabriel”, seudónimo de uno de los jóvenes que se animó a denunciar a Grassi y a narrar su caso.
Desde aquel momento, Stola sufrió amenazas, golpes, robos misteriosos, difamaciones varias y hasta intrusos en su casa. Sin embargo, decidió seguir adelante. “Tras la primera entrevista de dos horas con ‘Gabriel’ decidí que lo iba a acompañar. Mi objetivo no era que declarase sino acompañarlo y fortalecerlo para que tomara la decisión que creyera conveniente, con el máximo de libertad. Y que  la pudiera sostener”.
Posteriormente, los jueces le derivaron la atención de “Ezequiel”, otros de los jóvenes que denunció al sacerdote. Con él tuve pocas entrevistas y se encargó la licenciada Maria Inés Olivella de su atención, y yo, de la supervisión”, me explica. Añade: “Yo tuve asistiendo y conteniendo a ‘Gabriel’ hasta noviembre del 2005 cuando le hicieron firmar, en sede judicial, un documento según el cual desistía de seguir con la acusación como ‘particular damnificado’. Se lo hicieron firmar sin la presencia de un abogado y sin evaluar que estaba terriblemente desgastado por todo lo que le venía ocurriendo. Es más, cuando se hace esta audiencia la policía no deja entrar a Juan Pablo Gallego, el abogado de los chicos. Tuvo que ir gente del área de Derechos Humanos de la Municipalidad de Morón para que hubiera testigos calificados de cómo se estaba violando la ley”. No fue la primera ni la única vez.
Sigue Stola: “Tras finalizar mi acompañamiento profesional a los dos jóvenes,  me convertí en testigo de la causa. Cuando tuve que declarar les dije a jueces que en mi experiencia con este caso había aprendido que todo funcionario judicial es sospechoso hasta que demuestre lo contrario. Sin embargo, les dije, ‘les voy a dar un crédito: que ustedes no saben nada de lo que están juzgando, no saben nada de abuso sexual’. No me resultaba fácil decirlo con el cura y sus abogados a un metro y medio pero les aclaré que si partía de otra conclusión, entonces tenía que pensar que sentar a las victimas a un metro y medio era para paralizarlos”.

-Tras la sentencia, se terminó el crédito…
-Era complicidad. Sentaron así a las víctimas para paralizarlos, hicieron un juicio no público, trataron de evitar que entraran los representantes de derechos humanos. Pensaron que “Gabriel”, por ser la víctima más joven, no iba a poder hablar, pero lo miró a los ojos, los cerró y comenzó a hablar llenándose de angustia hasta terminar insultándolo al cura. Sin embargo, la condena estaba armada de tal forma como para dejasen a Grassi en libertad. Estos funcionarios son cómplices. No me sorprende.

-¿Cuál fue la actitud de las autoridades eclesiásticas en este que fue el caso más resonante de abuso sexual de uno de los miembros de su institución?
-Puedo decirte que arriba de él, Grassi tiene una Conferencia Episcopal, con monseñor Bergoglio a la cabeza, que como mínimo tiene una frialdad afectiva y emocional que congela el alma. Recuerdo haber pedido una audiencia a Bergoglio, por la angustia que estaba pasando uno de los chicos, para que lo contuviera afectivamente y jamás me respondió. No le interesa. Mientras, siguen cumpliendo con la política de sometimiento que instiga el Papa y el Vaticano: a estos tipos le interesa nada la gente. Me parecen personajes terribles. Salvo escasísimas excepciones, salen a descalificar a las víctimas y cuando son de familias muy católicas, presionan a la familia para que no hablen porque ellos tienen que preservar la imagen de la iglesia. Así, refuerzan el abuso y encima con respaldo mediático.

-En los medios, precisamente, se hace referencia a casos de abuso sexual, pero se habla poco de las víctimas. ¿Qué implica ser abusado sexualmente?
-El abuso sexual casi siempre es una acción que ejerce una persona sobre alguien indefenso y lo hace durante muchísimo tiempo, extorsionando, coaccionando, ejerciendo el poder. Por eso me opongo a la castración química, porque el goce está en el ejercicio de poder. El violador goza más cuando la víctima se resiste. Cada vez que un abusador es condenado, para quien está siendo o fue abusado, es un signo de esperanza, una reparación, pero lo cierto es que quienes se atreven a denunciarlos no la pasan bien en el poder judicial. Pero en la medida que niños y niñas abusadas tienen contención afectiva y se les cree, se avanza rápidamente en su reestablecimiento, y el hecho puede llegar a quedar como un muy mal recuerdo. No fue ni es ésa la actitud de las autoridades de la Iglesia. Ellos prefieren hacer silencio y proteger a los abusadores. 

(Publicada en la revista "MU", mayo de 2010)

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