lunes, 5 de octubre de 2009

Demoliendo muros

El Grupo Amplio Salvatablas-Presos del Teatro se reúne todos los martes y jueves de 16 a 20:30 en la Universidad Popular para compartir un espacio de expresión con personas privadas de su libertad. Lo que sigue es una crónica de uno de estos encuentros, liberadores del cuerpo y del espíritu.

Por Luis Zarranz
¿“Querés un mate?”. Ésas fueron las primeras palabras que escuché al participar de un encuentro de Salvatablas. Las siguientes: “Vení, sentáte. Acá hay un lugar”. A la media hora, era uno más. Desde entonces, tengo al grupo metido en la cabeza y en todo el cuerpo, como cuando ves una película que te conmueve y, después de varios días, las imágenes y la sensación que te produjeron siguen clavadas en tu retina.
La cosa funciona así: personas privadas de su libertad, que están bajo régimen de salidas transitorias, asisten todos los martes y jueves a la Universidad Popular Madres de Plaza de Mayo para compartir un espacio en el cual, además de generar lazos, ponen en práctica herramientas del psicodrama y del teatro espontáneo. Eso es lo explícito. Lo que nadie te dice es que Salvatablas tiene como un hilo que te vincula.
Frente a mil puertas que se cerraron (literalmente, al tratarse de presos), Salvatablas es una herramienta que tumba las rejas que cada uno lleva adentro (generalmente, más los que estamos “afuera”) que nos impiden acercarnos al otro y nos mantienen presos de nuestros temores y miserias. Ésa es la cárcel que también derrumba Salvatablas: la del individualismo.
Como destaca Luciana Antognini, una de las coordinadoras del grupo, “todos los martes y jueves a partir de las 16 la cosa se va armando”. Primero, con una hora en la vereda de la Universidad sintiendo el viento, el sol y la brisa en el cuerpo. “No estar encerrados. Estar ahí sin que nadie dé alguna indicación salvo estar en ese horario, en la vereda de Madres y rendir ese espacio-tiempo de distintos modos: relajando, conversando, largando su rollo, juntándose con su familia”, explica Sebastián Carrera, el director del grupo.
Después, a las 17, todos y todas suben a una de las aulas de la Universidad para compartir la merienda y un momento en ronda, a través de los “parroquiales” (avisos sobre próximas actividades, la situación de alguien en particular, etcétera), “publicaciones” (lectura de artículos que se desean compartir con el grupo) y las “crónicas” (textos que escriben los propios integrantes de Salvatablas los días que no hay encuentro, o que redactaron otros compañeros de la unidad que, por algún motivo, no pueden estar presentes).
“¿Saben qué? Métanse la plata en el culo. Me voy a recibir. ¿Qué me venís a hablar vos de la indigencia?”. Así arranca una de las publicaciones que lee Mario Mendez, extraída de un libro basado en la experiencia de FM Bajo Flores y que relata cómo se le plantó una estudiante del barrio a una de las visitadoras sociales que debía calificarla para otorgarle, o no, una beca. 
Después, se lee una crónica de Gabriela, compañera de Luis, integrante del grupo: “Pasó mucho tiempo sin que les reportara novedades. El bebé ya cumplió tres meses y pesa siete kilos. Mis otros dos hijos pasaron a vivir con una familia sustituta y la jueza de menores los puso en adoptabilidad hace tres meses. Continúo reclamando el reintegro de mis dos hijos ininterrumpidamente hasta que Eugenio y Aarón estén con su hermanito León, juntos en casa. Sólo así me volverá el alma al cuerpo. La clave es insistir”.
Como se aprecia, los textos interpelan. Tienen una lógica envidiable: hablan sin eufemismos y, quizá por eso, generan intensos debates, intercambios, reflexiones.

Ir al frente
Luego bajamos al sótano para comenzar con las dinámicas de teatro espontáneo y psicodrama, tras algunos ejercicios de respiración que logran distender y relajarnos.
Luciana explica el ejercicio: “Estar concentrados es una de las cosas que les voy a pedir. La primera parte es para hacer a solas: cada uno con lo que yo les voy a dar. Léanlo sabiendo que después vamos a usar ese texto para algo”. Ese “algo” es pasar, a continuación, a una silla ubicada frente a las demás para contar de qué se trata lo que le tocó leer a cada uno. 
Surge un condimento extra: una energía liberadora. Fernando cuenta que algunos afortunados ganaron la Quiniela, que tenía pozo vacante: “Veinte personas obtuvieron alrededor de 2.462 pesos y otras 1.350 ganaron alrededor de doce pesos cada una”, dice con memoria matemática.
Javier relata cómo se hace una pizza y aprovecha para contar los detalles del cumpleaños de su mamá, al que pudo asistir. Luis pasa y sólo agradece a Salvatablas. Federico expresa: “El sábado que viene una princesita cumple años” y narra, emotivamente, cómo será el cumpleaños de su hija en su casa, en el que, felizmente, podrá estar.
Todos y todas realizan la actividad que no sólo es útil para expresar lo que cada uno leyó, sino como punto de partida para expresar sentimientos, deseos, aspiraciones.
Cumplida la ronda, Sebastián pregunta: “¿Alguien más quiere pasar para agregar algo que haya surgido a partir de lo que dijo un compañero? La silla está ahí, adelante, un rato más”. Uno, dos, cinco van al frente y amplían lo que, creen, no quedó claro; buscan un final más preciso; comparten otro sentimiento que antes no pudo salir…
Finalmente, ya cerca del horario de cierre –que suele ser estricto para poder llegar a la Unidad a tiempo– se hace una puesta en común. Leonardo, de veinte años, asiste por primera vez por iniciativa de su tía, que eligió a Salvatablas para hacer un trabajo y se enganchó con el grupo. Se está enterando de que tiene nuevos amigos que lo invitan a que siga viniendo y recibe un abrazo colectivo de esos que dejan marcas imborrables.
Las mismas que nos llevamos los que visitamos al elenco Presos del Teatro y nos damos cuenta del tiempo que solemos pasar presos de nosotros mismos. Pero los martes y jueves existe un lugar en donde todo tipo de encierro pierde por goleada.

ENTREVISTA 
“En busca de un fin ético”
Sebastián Carrera es el director del Grupo de Teatro Amplio Salvatablas-Presos del Teatro. Junto a Mario Mendez, Luciana Antognini y María José Trucco impulsan esta experiencia fascinante de la que, aquí, explica detalles.

¿Cuándo y cómo surge Salvatablas?
-Siempre me interesó el tema de la privación de la libertad, a partir de la conmoción que me generaban los organismos de derechos humanos y el reclamo de “Aparición con vida”, y quedé pegado a la cosa del encierro. Estudié sociología, psicodrama y teatro comunitario. Así que en un momento metí todo eso en la batidora y salió, hace cuatro años, esto de trabajar con presos. Lo primero fue armar un proyecto, y se lo mostré a un juez de Ejecución, Sergio Delgado. Por otro lado, lo traje a Madres, que era el mejor lugar para esta idea. Y las dos puntas abrazaron la propuesta.

¿Cuál es el requisito para que una persona privada de su libertad pueda participar?
-Tiene que estar bajo el régimen de “salidas transitorias”. Lo tiene aquél que ya está con más de la mitad de la condena cumplida y que obtiene calificaciones altas en conducta y concepto, puestas por el Servicio Penitenciario Federal. La última palabra la tiene el juez, que autoriza o no. El hecho de estar en ese régimen los habilita a tener otras salidas, por ejemplo por estudio, que es este caso. La persona interesada, solicita la autorización por escrito a su juez de Ejecución Penal.

¿Qué dispositivos se ponen en juego en Salvatablas?
-Muchos. En principio, reducción de daños. Creo que, en la situación en la que estamos, el penal es dañino para los presos, para los penitenciarios y para las familias de ambos: no conozco a nadie al que le convenga el actual estado de las cárceles, con lo cual lo primero que nos proponemos es que esté el menor tiempo posible encerrado. Nos valemos de la charla fluida que surge, del recibimiento que le da el grupo al nuevo, de las herramientas del psicodrama y del teatro espontáneo para el logro de este fin, que es ético, no estético. El grupo es mixto y abierto, para que puedan venir familiares, estudiantes, amigos. Entonces los martes y jueves, aparte de ser “día de estudio” es “de visita” porque vienen con sus hijos, con sus con sus parejas, con sus parientes.

La mayor parte de la gente que asiste al grupo me dijo que Salvatablas le cambia la cabeza. ¿Por qué creés que sienten eso?
-Porque están acostumbrados a que no los reciban. Es muy significativa la hospitalidad de Madres. Como está todo dado vuelta, ellos tienen la cabeza preparada en términos de conveniencia. Entonces, tienen que darla vuelta para entender. Con esto estoy generalizado, pero les cuesta concebir que alguien haga algo sin interés económico. La pertenencia a Madres es buenísima, porque da otro sentido a la libertad, a la lucha, al encierro, al porqué están presos.

¿Qué significa Salvatablas para vos?
-(Piensa largo, se entretiene con la barga, gesto característico en él). Tardo porque te diría “todo”.

Mario y Luciana, que escuchan esta última pregunta, también se animan a responder. Dice Mario: “A mí me interesa que nos encontremos, crear puentes, porque lo que hace la lógica es romperlos y que no haya vínculos. Es más: los garrotes en la celda existen, es cierto, pero yo no sé si son los que aseguran la lógica del encierro, sino lo que produce en la subjetividad de cada uno de los que están ahí”
Luciana agrega: “Rescato el acontecimiento: vamos llegando, nos reunimos, subimos, se va armando y en algún momento del encuentro ocurre algo que es una celebración. Por eso estoy acá y en este trabajo confío, creo y celebro que ocurra en Madres. No pasaría en otro lado: nosotros nos sentimos dentro de ese gran cuerpo que son las Madres”.

ENTREVISTA
“En Salvatablas me sentí como en casa”
Omar Alberto Bacha es uno de los que tuvo su primer acercamiento al mundo Madres a través de Salvatablas, grupo que integró durante un año y siete meses a partir del 2007. Hoy, trabaja en la Fundación Madres de Plaza de Mayo como uno de los encargados de seguridad.
“En Salvatablas encontré comprensión, me sentí como en casa. Me abrió muchas puertas”, dice con ojos brillosos.

¿Qué te generó?
-Es algo que te abre la cabeza. No puedo creer cómo se les ocurrió formar un grupo de teatro con gente que está detenida y que lo hagan más que nada por la convicción de lo que el teatro genera. Además, cuando empecé a venir me originó como una especie de militancia para las Madres. Yo no tenía ni idea de que marchaban desde el 77 en Plaza de Mayo ni que eran madres de desaparecidos, y eso tiene que ver con la desinformación que tenemos en la unidad. Lo de las Madres me generó mucha emoción y eso se lo expliqué a mi familia también. Cuando salía los jueves del penal para Salvatablas, salía corriendo a Plaza de Mayo para ir a dar, al menos, dos vueltitas con ellas y después venir a la Universidad

¿Por qué está bueno participar del grupo?
-Para conocerse a uno mismo y a un grupo de gente maravillosa, que pelea por el que está privado de su libertad. De todo lo que sé vinculado con mi libertad, mucho se lo debo a Salvatablas, que me abrazó desde el primer día. Ojalá que toda la gente que está detenida pueda participar en este grupo.

(Publicada en la revista "Sueños Compartidos", octubre 2009)  

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