“LA CATERVA” DE CITY BELL
Sesenta vecinas y vecinos recrean la historia
de City Bell en una plaza. Ahora quieren convertir el Batallón 601 en
escenario.
La
Plaza Belgrano de City Bell es como un imán: atrae a todo el mundo. Faltan
apenas unos minutos para que comience la función del grupo de teatro
comunitario “La Caterva” y desde los
alrededores llegan cinco, seis, diez, quince vecinos a disfrutar la función: de
repente hay más de doscientos esperando el inicio de Templo, Estancia, Batallón, la obra que cuenta la historia del
pueblo desde mucho antes de que lo fuera.
María
y Vicente tienen 77 y 79 años. Están juntos desde hace décadas. Llegan tomados
del brazo, como apoyándose el uno en el otro.
Por primera vez, vienen a ver la obra en la que, como vecinos del
barrio, también son protagonistas. Ella: “Si te cansas de estar parado, me
avisás y nos vamos”. Él: “Sí, por ahora estoy bien”.
Se
quedan, con el cuerpo inestable y tembloroso como un potrillo recién nacido
pero con un entusiasmo adolescente que les ensancha las pupilas.
El
entusiasmo es su sostén.
EL PASADO NO TERMINA
La
función comienza con una frase sugerente y dos gerundios: “Desempolvando
recuerdos, reconstruyendo memoria”. Y empieza a narrar la historia, desde cuatro
mil años atrás cuando las tierras de City Bell estaban sumergidas por el mar.
A
partir de entonces, los vecinos-actores teatralizarán la historia de la que son
hijos: la vida de los primeros habitantes, los Querandíes; la llegada de los
jesuitas en 1690 y la construcción de su templo; las invasiones de los ingleses
y su paso por la zona en su traslado hacia Buenos Aires en 1807; la llegada de
la familia Bell, su estancia y la fundación de City Bell en mayo de 1914; el
asiento del Batallón 601 de Comunicaciones del Ejército; las casas quintas; el
crecimiento urbano.
Lo
hacen en una síntesis poética que incluye: música en vivo, múltiples cambios de
vestuario, arte plástico (muñecos, marionetas), una trabajada y cuidada
escenografía, actores entrando y saliendo de escena, y un guion prolijo y categórico
con mucha dosis de humor, que articula todas las disciplinas.
Ejemplos:
ü Cuando
representan el hallazgo de un fósil de ballena en una casa quinta, suena de
fondo la cortina del programa de Mirtha Legrand. Uno de los personajes mira a
la banda que toca en vivo y dice: “Ése fósil, no: otro”
ü Cuando
interpretan a los jesuitas detienen la acción para posar para Billiken: la imagen distorsionada que
será la historia oficial.
La
devolución de este esfuerzo es la enorme convocatoria que genera el
espectáculo, que presentaron durante todo el mes de mayo en la Plaza Belgrano
con motivo del centenario de City Bell. En cada función, la plaza se llenó de
gente y generó aplausos y risas en abuelos como María y Vicente, en adultos,
adolescentes, niños y peques: cada uno captó algo que lo entusiasmó.
Pablo
Negri, el director de “La Caterva”,
me dará en un rato una pista para comprender el éxito de convocatoria y el ida
y vuelta que se establece en cada obra: “Lo concebimos como comunicación más
que como una exhibición teatral”.
Pero
eso será luego, porque ahora toda la atención está puesta en la obra con un
respeto tal que es imposible soslayarlo: el público es parte, también, de la
puesta en escena.
María
a Vicente: “¿Estás bien, Toto?”.
–Sí,
mirá. Ésa es Cuqui y ahí está Estela –responde él y señala a dos vecinas que
integran “La Caterva”.
Vicente
consigue una silla y se acomoda como si estuviese en el patio de su casa. Descansa
el cuerpo. Los ojos le ríen: la magia del teatro comunitario.
REINO DEL REVÉS
El
grupo está compuesto por alrededor de sesenta personas de 8 a 85 años. Surgió tras
la inquietud de algunos vecinos que habían conocido a otros grupos de teatro
comunitario de La Plata, en el año 2006. Empezaron a reunirse y en ese
crecimiento convocaron al primer grupo de la ciudad de las diagonales: Los Dardos de Rocha. Pablo Negri era
parte de ese grupo y comenzó a coordinar el grupo de City Bell, que aún no
tenía nombre. Desde entonces está a cargo de la coordinación artística.
El
nombre surgió por iniciativa de uno de los vecinos, inspirado en la novela de
Juan Filloy cuyo título es, precisamente, “La Caterva”. El libro se refiere a
un grupo de linyeras que recorren el país, discutiendo y filosofando sobre la
vida y la ética, la política y la rebelión, la estética y el amor. Además, les
resultó simpática la definición del término que aparece en el diccionario: “Multitud
desordenada o que se considera de poco valor”.
Desde
entonces, el proceso creativo ha sido incesante: parieron dos espectáculos: “Escenas de la vida cotidiana”, sobre
los problemas más comunes de City Bell, y “Templo,
Estancia, Batallón”, la historia del pueblo. Además produjeron tres números
de su propia revista, en la que comunican las novedades del grupo, entre ellas
la adquisición del espacio que los cobija, “El galpón de La Caterva”, a dos
cuadras de la plaza.
Hay
un asunto que desvela a “La Caterva”:
poder hacer la función dentro del Batallón 601, en donde está el casco de la
estancia de los Bell, y en lo que antiguamente era el convento de los jesuitas.
Para lograrlo, hicieron las gestiones correspondientes ante el Ministerio de
Defensa, que autorizó a hacerlo. Sin embargo, el Ejército les impide,
sistemáticamente, el acceso. Las Fuerzas Armadas se imponen sobre las
decisiones políticas del ministerio del que dependen: el reino del revés.
TÉ, MATE Y GUERRA
En
“Templo, Estancia y Batallón”, “La Caterva” no hace sólo una recuperación
de los hechos históricos: los reinterpreta para mostrar que el pasado se
construye en el presente. Así, aunque refieran principalmente a hechos locales,
el espectáculo termina siendo una metáfora de la historia del país.
Hay
escenas que son antológicas: cuando tratan las invasiones inglesas cantan “El reino
del inglés”, una adaptación humorística que, por ejemplo, dice: “Me dijeron que
en el reino del inglés no hay mate, sólo té”. Expresan así cómo algunos países
siguen invadiendo para robar. En otro fragmento se ríen de la familia escocesa
que fundó el pueblo –los Bell– y en la escena incluyen un auto antiguo que pasa
a buscar a uno de los integrantes y se lo lleva. Vale la reiteración: ¡un auto
en plena función!
Otro
fragmento menciona a los once desaparecidos de City Bell y otro representa a la
guerra de Malvinas: en ese momento todos los actores se quedan tirados en el
suelo. Desde allí, el silencio que se hace es un aullido. Desde allí, los
muertos y los heridos, hablan. Las guerras también dejan huellas en todos los
pueblos.
En
otro fragmento aparece la murga “Los divorciados de la mufa” y se reclama que vuelva
el carnaval a sus calles "libre y gratis pa’ todos, como antes". En
una de las canciones pronuncian una frase que desde entonces no puedo olvidar:
“Los vecinos somos responsables de la historia”.
EL MILAGRO COLECTIVO
Pablo
Negri tiene la voz metálica, gastada. Con ella comenta cómo fue el proceso
creativo para gestar los dos espectáculos del grupo: “Se trabajó a partir de
juegos e improvisaciones. Verdaderamente es una creación colectiva. No es
alguien que se sienta y arma un guion: se va armando de manera horizontal y en
algún punto entra a tallar la coordinación para organizar esas ideas”.
Para
él, la característica que define al teatro comunitario es que sea de y para la
comunidad: “Muchas veces uno va al teatro independiente, del cual yo formé
parte mucho tiempo y lo valoro, y uno es siempre el espectador y hay otro que
es el actor. Esa barrera es muy clara. Acá, no: cualquier vecino siente que
estamos hablando de su historia, de las cosas que le pasan y que se puede sumar
a ese grupo sin ninguna formación académica”. Sigue: “Estos espectáculos generan
la toma de conciencia de la recuperación del espacio público. Cuando la cosa se
puso mal, lo primero que perdimos fue poder estar en la calle”.
Negri
usa el término “milagro” para referirse al consenso que se alcanza en un grupo
de sesenta personas con experiencias disímiles. “Es curioso porque a pesar del
tiempo me sigue llamando la atención. Ocurre el milagro: en un grupo de
personas es difícil lograr acuerdos, construir colectivamente y caminar juntos,
pero a través de los años nos hemos dado cuenta de que es posible”.
RECORDAR ES VOLVER A SENTIR
En
el cuento “Funes El Memorioso” del
libro Ficciones, Jorge Luis Borges cuenta la historia de un tal Ireneo Funes,
capaz de recordar todo objeto y todo fenómeno con una memoria prodigiosa y
detallada, cualquiera que fuese su antigüedad: su percepción y su memoria eran
infalibles. En un par de ocasiones, Funes pudo reconstruir días enteros pero
cada reconstrucción le llevaba… un día entero. De tan rico, su presente era
intolerable, tanto como las memorias más antiguas o las más triviales. Los días
de Funes eran insoportables: por eso vivía a oscuras. Dice Borges en el relato:
“Pensar es olvidar diferencias, es generalizar, abstraer. En el abarrotado
mundo de Funes no había sino detalles, casi inmediatos”.
Como
si fuese lo opuesto, la obra de “La
Caterva” logra captar la esencia representativa de la historia del pueblo y
codificarla en clave artística. No hay aquí un memorioso abrumado por
recuerdos, sino que estos están nutridos por la comunidad, lo que permite
resignificarlos y construir una memoria colectiva. Los vínculos que el teatro
comunitario genera entre los vecinos –en la irrupción del espacio público, en
lo cotidiano– ya son, per se, una forma
de reapropiarse del pasado.
UNA HISTORIA SIN FIN
Termina
la función pero nadie quiere dejar la plaza. Los vecinos que actuaron se ponen
a conversar con los que vieron la función: ambos fueron protagonistas del
espectáculo. “Te felicito, me encantó. No sabía que además de atender el
negocio hacías teatro”, le dice una señora a otra. “Sí, gracias. Bah, no es que
hago teatro: comunicamos nuestra historia”.
María
le pregunta por enésima vez a Vicente si se siente bien, si tiene frío, si le
duele el cuerpo. Vicente tiene frío y su cuerpo tiene la misma estabilidad que
una hoja al viento. Pero no se quiere ir.
Estar
acá es una manera de sentirse vivo.
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